Treinta años al pedo
Al margen de la parcialidad del pseudo-documental, que ignora los crímenes de la "tendencia revolucionaria" (a los que a lo sumo llaman alegremente "operaciones militares") pero se explaya sobre los de la Triple A, y muestra "imágenes" de la realidad social actual dando a entender que estaríamos mejor de haber ganado los Montoneros, lo verdaderamente espeluznante de la producción cinematográfica eran algunas de las frases que lanzaban los entrevistados.
"No entiendo por qué nosotros tendríamos que dar explicaciones sobre nada", dice muy suelto de cuerpo un ex montonero bigotudo. Está todo tan claro... ¿Cómo se atreve la sociedad a preguntarles a estos tipos que con qué derecho se arrogaban el poder de matar "en nombre de un ideal"? ¿Cómo se atreve la sociedad a exigirles que expliquen el porqué de su mesianismo? ¿Cómo se atreve esta sociedad a siquiera pedirles que hagan una miserable autocrítica sobre su período de asesinatos?
"Fue una utopía... fue el poder no como dominación, sino como creador de vida...", dice otra montonera con aires de mística foucaultiana. La sola pretensión de referirse a la acción terrorista como "creadora de vida" es vomitiva e insultante para todas las víctimas de la violencia política en la Argentina. Lo único que creó la violencia montonera fue muerte, destrucción, rencor y revanchismo que nos envenena hasta hoy.
"Fue una generación que puso lo mejor de sí, que puso toda la carne en el asador", afirma otro veterano monto. Verdadero testimonio de una mentalidad enferma que considera que lo mejor que hizo su generación fue dedicarse a matar en nombre de una abstracción, mientras millones de argentinos de sus mismas edades trabajaban y estudiaban silenciosamente y en paz para construirse una vida. Ese trabajo y estudio fue lo mejor de esa generación, no la locura montonera.
"Para mí... valió la pena". Son las palabras finales con las que se cierra el pseudo-documental. Para el caradura que profirió esa frase, toda la locura montonera y el paroxismo de violencia de los '60 y '70 valió la pena. Todavía no sabemos para qué. Seguramente para cobrar jugosas indemnizaciones.
Lo más triste de haber visto ese documental es comprobar que gente que pasó los años de su juventud matando en nombre de una abstracción, escondiéndose, viendo caer a sus amigos y compañeros de demencia, empujando al país al caos y a la tragedia para ser completamente derrotados y traicionados por sus líderes, demuestre muy suelta de cuerpo que no aprendieron nada de la tragedia y de los treinta años que siguieron.
Treinta años que, para ellos, fueron completamente al pedo.
Si no aprendieron nada de todo esto, realmente se merecen los insultos con que Perón los echó de la Plaza.
Son imberbes. Y estúpidos.