martes, 4 de octubre de 2011

Rincón literario: Trilogía de "The Great War" (Harry Turtledove)


Después de How Few Remain, aquel primer libro del que hablé por acá hace unas semanas, la saga que Harry Turtledove escribió sobre un universo en el que la Guerra Civil norteamericana terminó con el surgimiento de la Confederación como Estado independiente continúa con la trilogía de "The Great War", cuyos libros cubren el período de esa historia paralela que equivale al de nuestra Primera Guerra Mundial y que en líneas generales van a ser el tema de este post. Pienso tratar acerca de los tres libros en general, porque a mi entender la estructura y la historia de los mismos no da para posts individuales a una escala manejable.

Cada uno de los tres libros de "The Great War" se enfoca en un período determinado de esta Gran Guerra. Así, American Front narra los eventos de 1914 y 1915, en los que el optimismo y la confianza de todas las partes en que la guerra iba a ser breve y victoriosa se choca de frente con la brutalidad inimaginable de este conflicto. Walk in Hell se enfoca en un 1916 plagado de masacres insensatas y de fútiles esfuerzos por romper el estancamiento general en el que cayeron todas las partes. Por último, Breakthroughs se ocupa de ilustrar cómo 1917 trae finalmente las rupturas a las que hace alusión el título y que llevan al final de la guerra.

Aunque comparta mucho con nuestra Primera Guerra Mundial, como por ejemplo el asesinato del archiduque Francisco Ferdinando (sólo que con una bomba en vez de a tiros) como detonante, la Gran Guerra de la trilogía es un evento considerablemente distinto, empezando por las alianzas que terminarán enfrentándose en el campo de batalla como consecuencia de esa serie de eventos catastróficos puesta en marcha por el magnicidio antes mencionado.

Para empezar, de un lado tenemos a la Entente, integrada tal y como recordamos de la historia real por el Imperio Británico, por Francia y por la Rusia zarista, sólo que con la adición de su aliado natural en el continente americano... los Estados Confederados de América. Eso nos lleva al primer gran shock con el que nos enfrenta esta trilogía: ver a los Estados Unidos librando una guerra mundial como miembro de las Potencias Centrales y aliado de los imperios Alemán, Austro-Húngaro y Otomano.

Esta realidad es una evolución natural de los eventos de la primera novela; tras la humillante derrota sufrida a manos de la Confederación y de sus aliados británicos y franceses en la Segunda Guerra Mexicana, los EE.UU. se hunden aún más en el revanchismo y se echan en brazos de la única potencia europea que no se coaligó en su contra y que mantiene una postura amistosa: la pujante y ascendente Alemania de Bismarck, que se convierte en objeto de admiración y modelo a seguir para un país obsesionado con vengarse de todos sus enemigos.

Y es que los EE.UU. de esta parte de la historia paralela son muy distintos a los que conocemos. Hablamos de un país que mantiene un servicio militar obligatorio de dos años en tiempos de paz, con soldados que usan uniformes de corte y estilo alemán y oficiales con bigote estilo "Kaiser Bill" que hablan el alemán como segundo idioma. Hablamos de un país que todos los años conmemora su derrota militar con sombríos desfiles en los que la bandera ondea al revés como señal de peligro y como llamado a la revancha, y que no tiene una Estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York, sino una marcial Estatua de la Remembranza que lleva un escudo en su brazo izquierdo en lugar de una tabla, y que con el derecho levanta en alto una espada en vez de una antorcha.

Pero es un país en el que se instaló una burocracia al estilo europeo y de la que ni dejan de quejarse los propios norteamericanos ni dejan de burlarse los rivales; es un país que no mantiene la menor tolerancia hacia cualquier cosa que se parezca a sedición o secesión, y en el que se estimula casi como religión cívica la necesidad de vengar las humillaciones sufridas a manos de los confederados y sus aliados europeos. Es un país en el que el Partido Republicano, humillado tras dos derrotas ante la Confederación, no es más que un partido menor y de alcance regional en un sistema dominado por el Partido Demócrata, militarista y más a la derecha que lo que podemos imaginar, y por un Partido Socialista afianzado y en el que conviven las ansias revolucionarias con la experiencia de adaptar el mensaje a la realidad de EE.UU.

Por su parte, la Confederación parece una reliquia del siglo pasado, a pesar de ser una potencia militar y económica en todo derecho y una nación increíblemente confiada y segura de sí misma. Las plantaciones de algodón, tabaco y azúcar siguen reportando pingües ganancias a los aristócratas que continúan dominando su gobierno y su conducción militar, mientras que a los negros de muy poco les sirvió la emancipación de la esclavitud, pues todavía siguen siendo personas de segunda clase, sin ciudadanía y con muy pocos derechos.

La nueva guerra les da la oportunidad a los EE.UU. y a los EE.CC. de enfrentarse en un verdadero "frente americano" que incendia a toda Norteamérica en los fuegos del conflicto. Los confederados avanzan hacia el norte, llegando incluso a conquistar Washington (que es la capital legal de los EE.UU., aunque la capital de facto se haya trasladado a Filadelfia), mientras los contraataques estadounidenses abren frentes en Virginia, Texas y Nuevo México que bien pronto terminan en el estancamiento de la guerra de trincheras.

Los EE.UU. también llevan la guerra a los canadienses en ataques en Quebec, Ontario y Manitoba que también quedan atascados en la indecisión. Incluso hay un ataque sorpresa de la marina norteamericana contra la base de la Royal Navy británica en las Islas Sandwich en los primeros días de la guerra. Si no les suena el nombre de "Islas Sandwich", es porque nosotros las conocemos por su nombre nativo de "Hawaii"... así es, son los Estados Unidos los que atacan Pearl Harbor en esta historia paralela. Incluso un personaje confederado llega a referirse a ese ataque como "un día que vivirá en la infamia".

En alta mar, el aspecto naval de la guerra es completamente distinto: ya no pasa por el esfuerzo alemán en interrumpir las vías de comunicación entre Gran Bretaña y los EE.UU., sino en el esfuerzo mancomunado de norteamericanos y alemanes por romper los lazos marítimos que le permiten a los británicos reforzar y abastecer a los canadienses, y recibir comida de la Argentina. Y en cuanto a nosotros, ya que caemos en la volada, baste decir que estamos en el frente sudamericano de la guerra del lado británico, tiroteándonos con los chilenos y paraguayos mientras Brasil deshoja la margarita y espera a calcular bien para qué lado sopla el viento.

Pero también hay problemas en los frentes internos de ambos países. En la Confederación, naturalmente, son los negros los que están cada vez más cerca del alzamiento, avivados por un adoctrinamiento marxista subterráneo. En los EE.UU., el problema viene por el lado religioso y está enfocado en los mormones. Verán, en la primera novela hubo un conato de rebelión de los mormones, que no son del todo queridos por esa cosita de la poligamia, y que terminó con el Ejército de los EE.UU. aplicando la ley marcial. En esta Gran Guerra, los mormones sólo esperan la chance para convertir a Utah en el equivalente norteamericano de Irlanda del Norte y de Cisjordania.

Como nota curiosa y señal de que estamos en un mundo similar pero no idéntico, está el nombre que en este universo se le terminó dando a los tanques de guerra, una invención de este período. El nombre "tanque" que usamos para referirnos a los vehículos blindados de combate a oruga se debe a que a los obreros encargados de construir los primeros ejemplares se les dijo que estaban construyendo "tanques de agua móviles". En este mundo se da algo similar... sólo que a estos vehículos se los termina llamando "barriles". Parece absurdo, hasta que uno se pone a pensar por qué tendrían que llamarse tanques los tanques...

Las novelas hacen un excelente trabajo de transmitir el absurdo y la violencia de la Primera Guerra Mundial dentro de este escenario. Ataques tras ataques que terminan con centenares de muertos a cambio de metros de terreno arruinado, represalias contra civiles, las dificultades crecientes en los frentes domésticos de los contendientes, las estratagemas inútiles que buscan infructuosamente romper con años de estancamiento y la sensación inevitable para los personajes y para el lector de que esta guerra no sólo es inútil, sino que ni siquiera tiene una buena razón de ser.

Hay algunos problemas con estas novelas, eso sí. Está la cuestión de la multiplicidad de personajes cuyas historias son seguidas, y cuando hablo de multiplicidad lo digo en serio: estamos hablando de entre quince y veinte personajes, dependiendo del libro y del momento. Aunque por un lado el leer las peripecias de personajes en Virginia, Texas, el Pacífico, el Atlántico, Canadá y los territorios ocupados y frentes domésticos de los EE.UU., los EE.CC. y Canadá ayuda a darle a la guerra y al universo mismo una sensación de enormidad y de distancia entre sus partes, al menos al principio esto tiende a ser inmanejable y cuesta bastante agarrarle el hilo a quién es quién... y el que el autor sea consciente de este problema e intente resolverlo tendiendo a repetir algún detalle personal de la historia de cada personaje cada vez que aparece es una solución parcial y repetitiva.

Y otra cuestión: hay gente a la que se le tendría que prohibir escribir escenas subidas de tono. Eso es todo lo que diré al respecto.

La próxima vez seguimos con las tres novelas del período de entreguerras.

Etiquetas: ,

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal

Más recientes›  ‹Antiguas