Huntington y la sociedad boliviana
Tal vez alguno de nuestros lectores se haya percatado de la nota que el miércoles pasado publicó Clarín con el siguiente título: Tres ministros bolivianos, rehenes. Lo que más impactaba de la lectura del artículo era conocer que los funcionarios habían sido víctimas de semejante atropello a su libertad como consecuencia de una estrategia vecinal para que se aprobase la instalación de una industria siderúrgica en la localidad fronteriza de Mutún. Este emprendimiento industrial habría obtenido la reprobación del gobierno de Evo Morales por querer instalarse en zona de frontera, acción que prohibida para capitales extranjeros. Además estas pretendían utilizar en su producción carbón vegetal, cuya combustión es perjudicial para el medio ambiente.
No nos puede dejar de sorprender que un pueblo tenga que hacer uso de tan extrema medida. ¿Cómo nos explicamos este fenómeno? Este hecho se nos hace absolutamente improbable en sociedades civilizadas del hemisferio Norte, pero faltaríamos a la verdad si aseguráramos asombrarnos porque ocurra situación semejante en Bolivia. Se podría atribuir este escándalo a la carencia de instituciones que puedan canalizar las demandas del pueblo, escollo con el que topamos en la sociedad boliviana, como en otras tantas de América Latina.
Al hablar de instituciones, no quisiéramos omitir la teoría que formula a su respecto, Samuel Huntington. El autor de El orden político en las sociedades en cambio entiende en esta obra que “la diferencia política más importante entre los países se refiere, no a su forma de gobierno, sino al grado de gobierno con que cuentan”. ¿Cómo se puede pues alcanzar dicha organización? Huntington a esta pregunta responde afirmando que no conseguirá cierto orden aquella sociedad que no cuente con un consenso moral, un interés mutuo y la creación de instituciones políticas que los reflejen. De esta manera el interés público sería el equivalente al interés de las instituciones. Entonces la comunidad confiaría plenamente en que los objetivos del presidente, así como los de cualquier otra institución política, son semejantes a los de la Nación. ¿Puede decir lo mismo el pueblo boliviano? Evidentemente no.
Esta falta de coincidencia podría dejar abierta la duda sobre el tipo de interés que debe primar en este caso ¿el del pueblo o el de las instituciones?
Pero esta duda es estéril si entendemos, como lo hace Huntington, que “las instituciones son pautas de conducta, reiteradas, estables, apreciadas”. En este sentido podemos comprender que para Huntington, no hay “institución” entendida únicamente desde una categoría jurídica, incapaz de conseguir por sí el orden de la comunidad, hasta no estar ésta sociológicamente avalada.
Entendido de esta forma, el problema de Bolivia sería la falta de institucionalización y no así otros que podrían suponerse.
Esta teoría es una de las tantas que intetan explicar la raíz de la insestabilidad política y la violencia de algunas sociedades, y como tal es digna de análisis.
No nos puede dejar de sorprender que un pueblo tenga que hacer uso de tan extrema medida. ¿Cómo nos explicamos este fenómeno? Este hecho se nos hace absolutamente improbable en sociedades civilizadas del hemisferio Norte, pero faltaríamos a la verdad si aseguráramos asombrarnos porque ocurra situación semejante en Bolivia. Se podría atribuir este escándalo a la carencia de instituciones que puedan canalizar las demandas del pueblo, escollo con el que topamos en la sociedad boliviana, como en otras tantas de América Latina.
Al hablar de instituciones, no quisiéramos omitir la teoría que formula a su respecto, Samuel Huntington. El autor de El orden político en las sociedades en cambio entiende en esta obra que “la diferencia política más importante entre los países se refiere, no a su forma de gobierno, sino al grado de gobierno con que cuentan”. ¿Cómo se puede pues alcanzar dicha organización? Huntington a esta pregunta responde afirmando que no conseguirá cierto orden aquella sociedad que no cuente con un consenso moral, un interés mutuo y la creación de instituciones políticas que los reflejen. De esta manera el interés público sería el equivalente al interés de las instituciones. Entonces la comunidad confiaría plenamente en que los objetivos del presidente, así como los de cualquier otra institución política, son semejantes a los de la Nación. ¿Puede decir lo mismo el pueblo boliviano? Evidentemente no.
Esta falta de coincidencia podría dejar abierta la duda sobre el tipo de interés que debe primar en este caso ¿el del pueblo o el de las instituciones?
Pero esta duda es estéril si entendemos, como lo hace Huntington, que “las instituciones son pautas de conducta, reiteradas, estables, apreciadas”. En este sentido podemos comprender que para Huntington, no hay “institución” entendida únicamente desde una categoría jurídica, incapaz de conseguir por sí el orden de la comunidad, hasta no estar ésta sociológicamente avalada.
Entendido de esta forma, el problema de Bolivia sería la falta de institucionalización y no así otros que podrían suponerse.
Esta teoría es una de las tantas que intetan explicar la raíz de la insestabilidad política y la violencia de algunas sociedades, y como tal es digna de análisis.
3 Comentarios:
Es así. Creo que básicamente en eso consiste un Estado fallido, más allá de todas las definiciones teóricas que las diferentes bibliotecas dan. Bolivia es un concepto chirle que se escurre entre los dedos sin que todavía adquiera una homogeneidad propia de un Estado que se precie de serlo. Quiero decir que lo "boliviano" se puede entender de muy diferentes formas (patria hidrocarburífera, patria cocalera, patria indígena, este-oeste, etc). El único elemento aglutinante es la contra con Chile por la salida al mar, y esto no puede ser así. Si la próxima Asamblea Constituyente quiere tener éxito deberá encontrar un terreno firme sobre el cual edificar las instituciones. Lamentablemente hasta ahora veo nada más que pantanos.
Juan José, coincido con vos en que no se puede encajonar caprichosamente la realidad en teorías políticas consturídas con anterioridad a los hechos. Aun así y después de haber hecho una reflexión al respecto, insisto en que la fórmula de Huntington da una explicación válida de por qué hay países que funcionan y otros que no.
Te pido que hagas un esfuerzo intelectual para entender lo que realmente el autor en discusión quiere decir con el concepto "institución". De esta manera podrás darte cuenta que se trata de un fenómeno de tipo sociológico y no únicamente jurídico. Si así fuera, nuestro país competiría con Estados Unidos por ser Primer Potencia, dada la similitud de nuestras constituciones "escritas". Ferdinand Lasalle, en su obra "¿Qué es una Constitución?" deja constatada la diferencia a la que hice referencia, en muy pocas páginas.
Coincido en parte con todos. Veo 2 riesgos:
1) a veces por no querer estudiar la teoria, terminamos hablando en una charla de cafe, sin fundamento fuerte... creo que las teorias sirven para fundamentar acciones y analisis
2) por otro lado, a veces podemos encasillarnos en una teoria o creencia y eso nos atrofia el pensamiento, porque nos vuelve mas rigidos.
Creo que es valido el analisis del caso Bolivia a la luz de la teoria presentada por Mechi, pero tambièn creo que para hacer un análisis cabal (que ciertamente no se puede hacer en un artiuclo de blog) hay que ver la realidad a la luz de más de una teoría, lo cual nos abre la mente, como propone Juan José. Pero creo que de nada sirve desdeñar teorías. Lo mejor es analizar todas las variables de la realidad a través de más de una, aceptando y desechando partes de las mismas. Asi evitaremos llegar a conclusiones vacías.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal