De gritos y diplomacia
"El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras". La política argentina de estos últimos días demuestra la actualidad de ese refrán. El desarrollo del conflicto con el Uruguay por la cuestión de las papeleras evoluciona a la par de las expresiones cada vez más duras de funcionarios de ambos países, pero especialmente de las realizadas por funcionarios argentinos.
Primero fue el ministro del Interior, Aníbal Fernández, quien se refirió al Presidente uruguayo como una persona sin poder, y que la discusión debería llevarse a cabo entre las dos máximas autoridades con capacidad para decidir...quienes para Fernández son Kirchner y el presidente de la empresa Botnia, relegando al presidente del país hermano al papel de un pelele. El diálogo con el Uruguay se cortó casi inmediatamente. Los asambleístas volvieron a cortar la ruta, Botnia (que se desdijo de su promesa anterior de cortar por 90 días) retomó las obras y la resolución del conflicto quedó en "veremos", un "veremos" demasiado alejado en el futuro y dudoso en sus posibilidades.
En los últimos días, el conflicto entre Argentina y Uruguay pasó a ser un conflicto entre Argentina y Finlandia, luego de que el presidente Kirchner recriminara públicamente al gobierno de Finlandia que no interviniera en el conflicto (quien esto escribe no sabe si la "intervención" pedida por Kirchner era una mediación entre la empresa y la Argentina, una solicitud del gobierno finlandés a Botnia o pegar cuatro gritos de disciplinamiento, al mejor estilo K). Como consecuencia de esta declaración, ahora la Argentina tiene un conflicto diplomático con otro país (esta vez un posible inversor) y potencialmente con la Unión Europea, ya que funcionarios de la misma salieron en defensa de Botnia.
¿A qué quiero referirme con todo esto? A que los funcionarios públicos deben tratar de ser medidos con lo que dicen, ya que sus palabras no tienen consecuencias personales para ellos, sino que, debido a su papel institucional, lo que ellos digan repercutirá en la Argentina. La diplomacia, con sus frases medidas, sus eufemismos y sus tibiezas, es lo que es porque quienes la practican son conscientes de los efectos que una declaración violenta puede tener para sus países.
No se trata de coartar la libre expresión del Presidente (la respuesta habitual que tiene frente a quienes critican su estilo), sino de decirle que exprese sus verdades si así lo quiere, pero que lo haga con la mesura y la responsabilidad que el cargo que tiene le exige, y que esté al tanto de las consecuencias que sus declaraciones pueden tener para la Argentina. Como mandatario nuestro que es, no podemos dejar que el país, como el hombre del refrán, sea esclavo de sus palabras.
Primero fue el ministro del Interior, Aníbal Fernández, quien se refirió al Presidente uruguayo como una persona sin poder, y que la discusión debería llevarse a cabo entre las dos máximas autoridades con capacidad para decidir...quienes para Fernández son Kirchner y el presidente de la empresa Botnia, relegando al presidente del país hermano al papel de un pelele. El diálogo con el Uruguay se cortó casi inmediatamente. Los asambleístas volvieron a cortar la ruta, Botnia (que se desdijo de su promesa anterior de cortar por 90 días) retomó las obras y la resolución del conflicto quedó en "veremos", un "veremos" demasiado alejado en el futuro y dudoso en sus posibilidades.
En los últimos días, el conflicto entre Argentina y Uruguay pasó a ser un conflicto entre Argentina y Finlandia, luego de que el presidente Kirchner recriminara públicamente al gobierno de Finlandia que no interviniera en el conflicto (quien esto escribe no sabe si la "intervención" pedida por Kirchner era una mediación entre la empresa y la Argentina, una solicitud del gobierno finlandés a Botnia o pegar cuatro gritos de disciplinamiento, al mejor estilo K). Como consecuencia de esta declaración, ahora la Argentina tiene un conflicto diplomático con otro país (esta vez un posible inversor) y potencialmente con la Unión Europea, ya que funcionarios de la misma salieron en defensa de Botnia.
¿A qué quiero referirme con todo esto? A que los funcionarios públicos deben tratar de ser medidos con lo que dicen, ya que sus palabras no tienen consecuencias personales para ellos, sino que, debido a su papel institucional, lo que ellos digan repercutirá en la Argentina. La diplomacia, con sus frases medidas, sus eufemismos y sus tibiezas, es lo que es porque quienes la practican son conscientes de los efectos que una declaración violenta puede tener para sus países.
No se trata de coartar la libre expresión del Presidente (la respuesta habitual que tiene frente a quienes critican su estilo), sino de decirle que exprese sus verdades si así lo quiere, pero que lo haga con la mesura y la responsabilidad que el cargo que tiene le exige, y que esté al tanto de las consecuencias que sus declaraciones pueden tener para la Argentina. Como mandatario nuestro que es, no podemos dejar que el país, como el hombre del refrán, sea esclavo de sus palabras.
1 Comentarios:
tal cual, es así... ahora bien, si es tan clara la cuestión, porque nadie exprese claramente la situación?????, tendrá algo que ver la distribución de la publicidad oficial y las partidas sin control de la side..... a veces la realidad se ve tan claaaaaaara
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