lunes, 6 de noviembre de 2006

Los hermanos sean unidos...

El desencuentro que estamos viviendo con Uruguay por el tema de las papeleras parece no encontrar cauce. Muchos se preguntan cómo puede ser esto, si somos países hermanos. Por mi parte, creo que justamente este dato, lejos de morigerar el tono de discusión, lo aviva más aun. ¿Acaso no somos más intolerantes con los más cercanos, en especial si se trata de alguien que tiene nuestra misma sangre?

Si algún desconocido piensa diferente, allá él, pero que nuestro propio hermano nos haga esto, ¡es demasiado! Y como si esto fuera poco lo consideramos nuestro hermano menor. Para muestra basta con un botón, el primer asesinato de la historia fue entre hermanos: el caso Caín vs. Abel.

En realidad, todo lo que dije hasta ahora se aplica a hermanos inmaduros. Con el tiempo y la experiencia, uno empieza a ver al hermano como una individualidad diferente a la propia. Con un mismo origen, pero diferente recorrido. Y comprende que aquel que es tan cercano, en realidad tiene sus propias historias y propios intereses. ¡Qué casualidad! Los hermanos del Plata tienen apenas doscientos años de historia.

No quiero decir con todo esto que hay que aceptar cualquier cosa. Pero sí que debemos buscar caminos de madurez y dejarnos de berrinches escandalosos propios de los niños que celan a sus hermanos.

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