sábado, 30 de diciembre de 2006

El valor de la ciudadanía

El voto es universal, secreto y obligatorio, nos dicen nuestras leyes. Sin embargo, todos sabemos que en las elecciones se abstiene de votar una importante cantidad de personas autorizadas para hacerlo. Las razones que motivan la abstención son variadas: rechazo de todos los candidatos, falta de convencimiento en la efectividad del voto, inconveniencias de tiempo y lugar, etcétera.

Mi opinión es que la sociedad no tiene una clara concepción del valor de la ciudadanía. La posibilidad de emitir el voto y elegir a las autoridades representa una de las mayores responsabilidades que se le puede conferir a una persona en la sociedad actual; sin embargo, parece que no existe una cabal comprensión de lo que esa responsabilidad implica.

En parte puede deberse a que el único requisito que nuestra sociedad impone para otorgar la ciudadanía es haber llegado vivo a los dieciocho años de edad. La ciudadanía es así, para algunos, algo que le es impuesto desde arriba; una carga que lo obliga más o menos cada dos años a perder parte de un domingo metiendo papelitos en una caja. Una manera de recuperar la concepción del voto como algo valioso es limitando su disponibilidad, es decir, convirtiéndolo en un bien escaso.

El mundo actual hace inconcebible el pensar un sistema en el que la ciudadanía no sea simplemente otorgada al alcanzar una edad determinada. Pero esos sistemas han existido en el pasado. En la República Romana, por ejemplo, podía concederse la ciudadanía a aquellos que hubieran completado un período de servicio de 25 años (!) como auxiliares del Ejército. Otros sistemas a lo largo de la Historia experimentaron con el voto censitario, es decir, basado en la propiedad. En el campo de la ciencia ficción, el escritor norteamericano Robert A. Heinlein, en su novela Starship Troopers (1959), postula una sociedad en la que la "ciudadanía", es decir la facultad de elegir y ser elegido para cargos públicos, debe ser ganada mediante la prestación de algún servicio a la sociedad, demostrando así la voluntad de anteponer el bienestar común por sobre el interés personal. Existe una película de 1997 basada en la novela. Si quieren ver explosiones y tiros, véanla; para comentario político (pero poca acción), es preferible el libro.

Creo que vale la pena pensar a la ciudadanía como algo a ser ganado mediante el esfuerzo, no simplemente recibido. Implicaría considerar a la ciudadanía como el resultado final del interés de una persona por el bien común de su sociedad, en la cual la facultad de emitir el voto y de postularse como candidato a los puestos de gobierno sea otorgada a aquellos que a lo largo de un período determinado tuvieron la voluntad de trabajar por el bienestar de esa sociedad. Aunque más no sea por entender que la responsabilidad de tomar parte en la formación de las autoridades es algo demasiado importante como para regalarse sin más.

Podemos concebir entonces un sistema político en el cual la ciudadanía, entendida como la facultad de votar y ser votado para los cargos públicos, esté limitada a aquellos que hayan cumplido un plazo de servicio a la sociedad política, sea en actividades de interés público como la educación, la salud, la defensa, el empleo público u otras actividades de asistencia social.

Con un sistema así, podríamos asegurarnos que quienes están facultados para votar sean bien conscientes del valor del voto, aunque más no sea porque hicieron un esfuerzo y sacrificio importante para poder alcanzar esa facultad. Ante aquellos que afirman que un sistema así es antidemocrático porque limita la facultad del voto, puede responderse que la limitación es estrictamente una cuestión de voluntad: el que quiera votar, podrá hacerlo una vez que cumpla con un servicio.

Por supuesto, esto chocaría con un concepto que se halla en la base de los sistemas republicanos de gobierno: "no taxation without representation". Es decir, que el Estado no puede imponer cargas a la sociedad sin concederle una adecuada representación en sus órganos legislativos. Limitar la ciudadanía y crear un sistema político en el cual puedan establecerse impuestos sobre sectores no representados sería así injusto.

Una solución a este problema sería establecer un "segundo camino" para la obtención del voto, basado en el pago regular, sin evasión alguna, de los impuestos normales que le corresponden por su situación social, laboral y económica, durante un período determinado posterior a la solicitud de ciudadanía, siempre y cuando el total pagado de impuestos exceda el total de los servicios que el solicitante reciba del Estado (es decir, que contribuya más de lo que recibe). Este período debería ser considerablemente mayor al plazo de servicio (como mínimo, el doble de largo o, si se quiere establecer un plazo fijo, cinco años), y representaría el tiempo necesario para que una persona pueda establecerse por sus propios medios. No se trata de pagar impuestos especiales, sino los impuestos que le corresponden.

Tendríamos así un sistema en el cual la ciudadanía puede obtenerse de dos maneras: mediante el esfuerzo (medido en servicio a la sociedad) o mediante la contribución debida (medida en impuestos abonados). Quien quiera obtener el voto pero no esté dispuesto a hacer el esfuerzo, deberá pagar sus impuestos durante un plazo mayor. Y quien quiera votar pero no pueda pagar impuestos, podrá hacerlo mediante el esfuerzo de colaborar por el bien común.

Para pensarlo.

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