Notas del Sábado II: Baldazo de realidad
Cuando se tratan temas relativos a la defensa nacional, es común escuchar de boca de nuestros responsables políticos que "las hipótesis de conflicto ya no existen"; es decir, que nuestro continente es por obra y gracia de la democracia un lugar tan pacífico que ya no existen ni existirán problemas entre nuestros países. Más pacífica aún es la región, dan a entender esas mismas figuras, cuando en la mayoría de los países gobiernan presidentes de signo político parecido: la muerte de las hipótesis de conflicto no era tan proclamada cuando Carlos Meza gobernaba en Bolivia o Jorge Batlle en Uruguay, pero sí cuando fueron reemplazados por Evo Morales y Tabaré Vázquez respectivamente.
La loca disputa por Botnia entre Argentina y Uruguay es un baldazo de esa agua fría llamada "realidad" para los sepultureros de las hipótesis de conflicto.
A primera vista, tenemos dos países culturalmente casi idénticos, con una herencia común, vínculos sociales fuertísimos y una relación diplomática y comercial mayormente positiva y sin incidentes. Más aún, en estos momentos circunstanciales de la historia ambos países son gobernados por presidentes de similar orientación política (cuesta recordar ahora la ayuda que Kirchner le prestó a Tabaré durante la campaña previa a las presidenciales uruguayas de 2004) y que solían proclamarse como amigos.
De pronto, tenemos un conflicto internacional entre estos dos países, insultos y agravios mutuos, presentaciones judiciales de cada parte en contra de la otra, e incluso la escalada de desplegar tropas en Uruguay ante posibles actos de violencia por parte de la Asamblea de Gualeguaychú y la falta de control del gobierno argentino.
Moraleja para diplomáticos y planificadores de la defensa: Por más hermandad o confluencia política que haya entre los países, siempre pueden surgir conflictos entre ellos, no siempre con años de anticipación, sino que pueden aparecer sorpresivamente en medio del clima regional más tranquilo.
La loca disputa por Botnia entre Argentina y Uruguay es un baldazo de esa agua fría llamada "realidad" para los sepultureros de las hipótesis de conflicto.
A primera vista, tenemos dos países culturalmente casi idénticos, con una herencia común, vínculos sociales fuertísimos y una relación diplomática y comercial mayormente positiva y sin incidentes. Más aún, en estos momentos circunstanciales de la historia ambos países son gobernados por presidentes de similar orientación política (cuesta recordar ahora la ayuda que Kirchner le prestó a Tabaré durante la campaña previa a las presidenciales uruguayas de 2004) y que solían proclamarse como amigos.
De pronto, tenemos un conflicto internacional entre estos dos países, insultos y agravios mutuos, presentaciones judiciales de cada parte en contra de la otra, e incluso la escalada de desplegar tropas en Uruguay ante posibles actos de violencia por parte de la Asamblea de Gualeguaychú y la falta de control del gobierno argentino.
Moraleja para diplomáticos y planificadores de la defensa: Por más hermandad o confluencia política que haya entre los países, siempre pueden surgir conflictos entre ellos, no siempre con años de anticipación, sino que pueden aparecer sorpresivamente en medio del clima regional más tranquilo.
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