sábado, 23 de junio de 2007

Posteando bajo la veda: hoy hablamos de gas

Rige la veda electoral en Capital Federal con motivo del ballottage de mañana, así que por hoy los temas políticos quedan fuera de este modesto blog de política.
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En lugar de eso, mi idea de hoy es escribir acerca de uno de los mayores problemas que está trayendo la actual crisis energética que vive nuestro país.
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En efecto, actualmente estamos metidos en un importante brete (el término clínico empieza con "q" y termina en "ombo") con nuestros vecinos de la República de Chile por lo relativo a la provisión de gas argentino.
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Rememoremos: existe un acuerdo entre ambos países para la provisión de gas argentino a Chile, de tal manera de, según se lo publicitó en su momento, "fomentar la integración entre ambos países". Para los promotores del acuerdo, que la Argentina y Chile cooperaran en temas de energía iba a permitir limar asperezas y dar pasos hacia una integración binacional que pusiera fin a las rivalidades y tensiones que siempre tiñieron la relación con nuestros vecinos occidentales.
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Dicen que el camino al Infierno está pavimentado de buenas intenciones.
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El resultado del acuerdo, como tantas cosas que se hacen en nuestra bendita Argentina sin un mínimo de consideración por algo que no sea los flashes de las cámaras y los titulares de los diarios, es una constante y enervante tensión entre los dos países cada vez que llega el invierno. El problema es que la Argentina firmó un compromiso de provisión de gas por una cantidad de años que excedía las previsiones de reservas disponibles. En simple: dijimos que le íbamos a proveer gas a Chile durante mucho más tiempo que el que nos daban nuestras reservas.
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¿Cuántos grados de incompetente hay que ser para ignorar eso?
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Ahora que nuestras reservas se están agotando y no hay nuevas exploraciones ni explotaciones, todos los inviernos se transforman en una lucha de nervios entre los dos países.
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Acá, ocupados como estamos con los grandes temas nacionales (qué se dijeron las yeguas de Bailando por un Sueño, los ribetes más sórdidos de los thrillers Dalmasso y García Belsunce, entre otros), por no mencionar el propio frío que nos agarra con la provisión cada vez más restringida de gas, la pata internacional del asunto queda ignorada.
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Pero hagan el intento de mirar de vez en cuando alguno de los noticieros chilenos en el cable, o revisar siquiera blogs parecidos a éste escritos en el país trasandino para ver que el tema del gas argentino es una gran preocupación. Y que en muchos casos el tono no es precisamente el amistoso y fraternal que esperaban los que pergeñaron el acuerdo gasífero.
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Integrarse en algo tan crítico como la energía exige una capacidad de previsión y administración que ninguno de los gobiernos desde la firma del acuerdo han siquiera demostrado poseer. Como tantas otras cosas, este compromiso se tomó alegremente, para la marchanta, sin importar lo que podría ocurrir si se nos llegaba a agotar el gas.
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Como está pasando ahora.
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Nos comprometimos a este asunto. La firma del país está puesta en ese acuerdo. ¿Qué hay que hacer al respecto? ¿Hacemos esfuerzos por cumplirlo o sencillamente lo ignoramos? No es una pregunta fácil de responder en momentos en los que el suministro para nuestras propias necesidades domésticas está aquejado por la escasez de gas.
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Mi opinión es que, siendo un acuerdo que compromete la palabra y el honor de la Argentina, tan bastardeados por nuestros gobiernos, el país debe cumplirlo en la medida de lo posible. Si queremos realmente la integración, si de veras queremos una Argentina que sea tomada en serio, no puede haber otra opción más que cumplir con la palabra empeñada. Pero siempre, y como remarqué arriba, en la medida de lo posible: jamás olvidando que la primera obligación del país y del Gobierno es con la población argentina. No se puede hacer lo imposible, ni crear gas de la nada, y eso tiene que quedar en claro en Buenos Aires y en Santiago.
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Ya no podemos salir de este brete en el que nos metimos por culpa de una de las mayores taras de la clase política argentina: creer que la política exterior y las relaciones internacionales sirven solamente para sacar fotos y colocar amigos en embajadas cómodas.
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Sin ánimos de ser drásticos, pero tengamos en cuenta una de las lecciones de la historia: hay pocas cosas que los países custodien con mayor celo que su aprovisionamiento de energía. Hay guerras que han estallado para asegurar el suministro de energía de un país que se ve en riesgo de quedarse a oscuras. Antes de que me tilden de alarmista y exaltado sociópata-nacionalista, les digo que no creo que vaya a llegar a tanto. Sí provocará tensiones diplomáticas y políticas, y a eso es a lo que nos tendremos que enfrentar.
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Pero sí hay que tener en cuenta que la tan cacareada integración va a verse comprometida durante mucho tiempo... y las relaciones entre Argentina y Chile, como garrafa pinchada, van a estar oliendo a gas por muchos años.

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