Nota principal del Sábado: ¿Cómo sigue el conflicto después del Acta-Acuerdo?
A veces hay que esperar a que pasen algunos días y que se disipe el eco de las operaciones de prensa, por no decir que disminuya la calentura y el desconcierto, para arriesgar un análisis de lo que pasó y de lo que va a pasar.
La noticia de la semana fue el acta-acuerdo que la Mesa de Enlace de las cuatro entidades agropecuarias firmó con el Gobierno Nacional tras una reunión de ambos grupos en la que intervino sorpresivamente la Presidente Kirchner. De dicha acta-acuerdo se han dicho innumerables cosas: que es el fin del conflicto, que es el comienzo del fin, que es la rendición de la Mesa de Enlace, que es el comienzo de la ruptura del vapuleado frente agropecuario... muchas cosas han poblado las tapas de los diarios y los titulares de los noticieros, y varias de ellas tienen el inconfundible tufo de las operaciones de prensa.
Pero vayamos por partes. La primera pregunta que debemos analizar es: ¿es el acta-acuerdo un punto final para el conflicto entre el agro y el Gobierno?
La respuesta: no.
Es simplemente una pausa, una oportunidad que ambos lados del conflicto andaban necesitando para tomarse un respiro y reorganizarse para la siguiente etapa.
El Gobierno Nacional, que a esta altura es el matrimonio Kirchner y su círculo íntimo, está pasando por uno de sus momentos más complicados. Los tiempos en los que Néstor Kirchner podía disciplinar al Estado y al Partido con unas cuantas llamadas de teléfono y promesas de caja se acabaron. Ahora, el Presidente Consorte se enfrenta a deserciones y cuestionamientos en sus filas, y el costo de mantener a los que aún están dentro del paraguas del Frente para la Victoria es cada vez más alto en términos financieros y de favores.
Y si la capacidad coercitiva de Néstor Kirchner anda en baja, los números de "la caja" disminuyen justo en momentos en que los costos son cada vez más altos, tanto por el año electoral como por la creciente sangría de "lealtades" en el Justicialismo y otros afines K.
El año electoral es cualquier cosa menos prometedor para el Gobierno. Tras el error inconcebible de alienar a la base electoral que llevó a Cristina Kirchner a la Presidencia en 2007, es decir a los sectores rurales, al punto en que la sola asociación de un candidato con los Kirchner equivale en muchos distritos del interior al suicidio político, los apoyos que aún quedaban en los sectores urbanos empiezan a esfumarse como resultado del cóctel de inflación, inseguridad, intransigencia e intolerancia que despliega el Gobierno Nacional.
Peor aún: la crisis internacional, esa "burbuja que se derrumba", está más cerca de lo que originalmente pensaban los popes del kirchnerismo, y combinada con la propia crisis económica doméstica que empeora a cada día, promete ser una tormenta perfecta.
Como resultado, el Gobierno Nacional tiene una necesidad imperiosa de pausar el conflicto agropecuario en la medida necesaria para que:
a) no continúe ocupando las atenciones oficiales y mediáticas.
b) no se dilate en el tiempo como para tener un impacto mayúsculo en las legislativas de octubre.
c) permita al oficialismo la oportunidad de reagruparse y así tratar de recuperar terreno.
Además, los ultras (o "paladares negros", según Reutemann) del kirchnerismo nunca abandonaron los objetivos maníacos de Néstor Kirchner de "poner de rodillas a los ruralistas" y desintegrar la Mesa de Enlace. Es a la luz de esto que se deben interpretar los rumores de estatización total o parcial del mercado de cereales, a sabiendas de que la Federación Agraria, que históricamente coqueteó con el estatismo, se vea tentada y provoque fisuras en la Mesa de Enlace. Este objetivo ha sido cumplido en parte.
¿Pero qué pasa con la Mesa de Enlace?
Hay un hecho indiscutible: las cuatro entidades del campo tienen divergencias históricas que son muy difíciles de subsanar. Lo que Sociedad Rural piensa es en muchos casos inconciliable con las ideas de la Federación Agraria, y Confederaciones Rurales y Coninagro están en el medio, oscilando de acuerdo a la situación. La unidad de las cuatro entidades en todos los casos es imposible, y como es de esperar, la prolongada duración del conflicto y las constantes tretas del Gobierno para forzar la ruptura tuvieron efectos tensionantes en la relación.
Desde principios de año la Mesa de Enlace viene recibiendo golpe tras golpe: primero fueron las interminables chicanas impulsadas por el Gobierno prácticamente desde el comienzo del año, tendientes a lograr que el campo "pise el palito" y se lance a protestar en el momento más inconveniente del año.
Más tarde fue la "operación Biolcati" armada en torno a las negociaciones entre Julio de Vido y el presidente de la SRA, negociaciones que fueron "deschavadas" desde el propio Gobierno con el fin de fracturar a la Mesa, aunque su único efecto real fue desacreditar por completo a cualquier negociación con el Gobierno y reiterar a los miembros de la Mesa que el Gobierno aún los tiene como enemigos.
Luego vino la oleada de rumores sobre la estatización del comercio de granos primero y después la posible creación de una empresa mixta con participación estatal mayoritaria, una propuesta que suena como música para muchos miembros de la Federación Agraria y que provocó algunos cruces en la Mesa.
Y por último está la propia olla a presión que es el ruralismo. La Mesa de Enlace y las autoridades de las cuatro entidades están en la poco envidiable posición de tener que negociar con un Gobierno que ansía con ponerlos de rodillas, a la vez que representan y tratan de encauzar a una legión de productores y ruralistas que adquirió un verdadero odio hacia los Kirchner y todo lo que ellos significan. La Mesa sabe que cualquier acercamiento excesivo con el Gobierno sin que se obtengan beneficios para el sector agropecuario o sin que se avance en el logro del objetivo principal (la reducción o eliminación de las retenciones) resultaría en la pérdida del respaldo de las bases y en el crecimiento del sector "autoconvocado"; el comodín de la protesta agropecuaria. Las tensiones entre la Mesa y Alfredo de Angelis son el ejemplo perfecto.
Existen además dos elementos adicionales en la estrategia de la Mesa de Enlace. El primero de ellos tiene que ver con el timing de una eventual campaña de protestas; el liderazgo ruralista prefiere demorar cualquier tipo de protesta hacia los meses subsiguientes, dado que estiman (y no sin equivocarse) que la situación económica general y el sinceramiento necesario de los niveles de desempleo (acabadas las posibilidades de conceder "vacaciones extendidas" al personal despedido) generarán el clima necesario para que las protestas del campo encuentren no sólo apoyo de una sociedad golpeada por la crisis, sino también la oportunidad de encuadrarse dentro de una problemática mayor y no quedar circunscrita a ojos de la población como un problema puntual. En resumen, el campo aspira a dilatar el conflicto para no cortarse solo ante el Gobierno y la sociedad.
El segundo elemento tiene que ver con una realidad ineludible: el 2009 será un año extremadamente complicado en todos los aspectos y el humor social no tolerará un conflicto agro-Gobierno con la misma intensidad y fervor con que lo hizo en el 2008. Más aún, la Mesa sabe que el Gobierno no despreciará cualquier oportunidad para desacreditar a la protesta rural ante los ojos de la sociedad, y es por eso que su estrategia general apunta, en términos futbolísticos, a dejar la pelota en la cancha del Gobierno. La postura de la Mesa será dialoguista a ultranza y en la medida de lo posible, prefiriendo correr el riesgo de quedar como demasiado inocentes antes que quedar como demasiado combativos.
El acta-acuerdo representa la oportunidad ideal para que el Gobierno y la Mesa de Enlace encuentren un respiro y una pausa antes de la siguiente ronda de conflictos. El Gobierno intentará poner paños fríos al conflicto y a sus propias heridas, y la Mesa de Enlace tratará de descomprimir su compleja situación interna para que ésta no estalle en los meses por venir, a la vez que aprovecha la evidente precariedad del Gobierno para conseguir de éste algunas concesiones que mostrar ante la tropa como un éxito parcial.
Pero si el acta-acuerdo es una pausa, ¿cómo vendrá la siguiente etapa del conflicto?
Importará mucho la dinámica de fuerzas que existe en el seno del Gobierno Nacional. La intromisión de Cristina Kirchner en la reunión del martes pasado es una señal de debilidad en dos sentidos. Primero, muestra a las claras que ni Débora Giorgi ni Florencio Randazzo están en condiciones de negociar o acordar nada por su propia cuenta. Carecen de autoridad y de poder real para negociar, acordar y comprometer al Gobierno en el cumplimiento de cualquier acuerdo.
Segundo, muestran que el Gobierno está tan urgido de una pausa que está dispuesto a jugar la carta institucional de la Presidente en un acuerdo incipiente y menor cuando el año recién comienza. La credibilidad de Cristina como negociadora y garante quedará asociada al cumplimiento o no del acta-acuerdo ante los ojos del ruralismo y de la sociedad en general; un incumplimiento o traición acabarán con cualquier confianza que a estas alturas pueda representar Cristina. Que Cristina Kirchner sea la garantía del acta-acuerdo es el equivalente de jugar el ancho de bastos en la primera mano.
Dentro de la dinámica gubernamental, el comportamiento de Néstor Kirchner y los halcones que lo rodean es todavía un enigma. ¿Se avendrá el Presidente Consorte a respetar el acuerdo logrado el martes o intentará torpedearlo via "Lassie" Moreno, la AFIP de Echegaray o la módica ONCCA como lo ha hecho tantas otras veces? La experiencia histórica y la personalidad de Néstor Kirchner ya dan a conocer una respuesta más que probable a esa pregunta.
El creciente acercamiento de la Mesa de Enlace a los sectores de la Oposición, la elección de la vía legislativa para forzar el tratamiento de las retenciones y la insistencia por parte de los titulares de las cuatro entidades sobre la continuidad del conflicto, las dudas sobre el cumplimiento del acuerdo y la persistencia del problema principal son señales a las claras para todos los actores interesados en el conflicto.
Al Gobierno, le dicen que el acta-acuerdo no es ni el final ni el principio del final; quedan muchos otros temas sobre la mesa y la Mesa buscará que sean tratados no ya exclusivamente por el Ejecutivo sino por los otros poderes del Estado federal, en los que el kirchnerismo ya no cuenta con poder absoluto.
A la sociedad, le comunican idéntico mensaje y a la vez le recuerda que la problemática agropecuaria es demasiado grande como para que un acuerdo tentativo le ponga fin.
A las bases ruralistas, que no se privaron de hacer conocer su desagrado y desacuerdo con la marcha de las negociaciones, la Mesa les reitera que sus reclamos no han sido abandonados a cambio de las baratas concesiones del Gobierno sino que continúan estando en la mesa, y que cualquier incumplimiento del Gobierno en llevar a la práctica los términos del acuerdo llevará a la renovación del conflicto.
Y a todos ellos, les hace saber que la continuidad de la Mesa no está en riesgo: la amenaza del Gobierno y la magnitud de los intereses a defender convierte a las divergencias históricas de las cuatro entidades en simples desacuerdos puntuales en el marco de un conflicto global.
Gobierno y campo han llegado cansados y al acuerdo del martes 4 de marzo. Ha sobrevenido una pausa momentánea y bienvenida por parte de una sociedad que se enfrenta a un año complejo y peligroso. Sin embargo, esta pausa tiene demasiado parecido con la proverbial calma que antecede a la tormenta como para que todos nosotros, Gobierno, ruralistas y los que estamos entre ambos, nos demos el lujo de cerrar nuestros paraguas.
Una cosa es segura: los tiempos interesantes no dejan de estar cerca.
La noticia de la semana fue el acta-acuerdo que la Mesa de Enlace de las cuatro entidades agropecuarias firmó con el Gobierno Nacional tras una reunión de ambos grupos en la que intervino sorpresivamente la Presidente Kirchner. De dicha acta-acuerdo se han dicho innumerables cosas: que es el fin del conflicto, que es el comienzo del fin, que es la rendición de la Mesa de Enlace, que es el comienzo de la ruptura del vapuleado frente agropecuario... muchas cosas han poblado las tapas de los diarios y los titulares de los noticieros, y varias de ellas tienen el inconfundible tufo de las operaciones de prensa.
Pero vayamos por partes. La primera pregunta que debemos analizar es: ¿es el acta-acuerdo un punto final para el conflicto entre el agro y el Gobierno?
La respuesta: no.
Es simplemente una pausa, una oportunidad que ambos lados del conflicto andaban necesitando para tomarse un respiro y reorganizarse para la siguiente etapa.
El Gobierno Nacional, que a esta altura es el matrimonio Kirchner y su círculo íntimo, está pasando por uno de sus momentos más complicados. Los tiempos en los que Néstor Kirchner podía disciplinar al Estado y al Partido con unas cuantas llamadas de teléfono y promesas de caja se acabaron. Ahora, el Presidente Consorte se enfrenta a deserciones y cuestionamientos en sus filas, y el costo de mantener a los que aún están dentro del paraguas del Frente para la Victoria es cada vez más alto en términos financieros y de favores.
Y si la capacidad coercitiva de Néstor Kirchner anda en baja, los números de "la caja" disminuyen justo en momentos en que los costos son cada vez más altos, tanto por el año electoral como por la creciente sangría de "lealtades" en el Justicialismo y otros afines K.
El año electoral es cualquier cosa menos prometedor para el Gobierno. Tras el error inconcebible de alienar a la base electoral que llevó a Cristina Kirchner a la Presidencia en 2007, es decir a los sectores rurales, al punto en que la sola asociación de un candidato con los Kirchner equivale en muchos distritos del interior al suicidio político, los apoyos que aún quedaban en los sectores urbanos empiezan a esfumarse como resultado del cóctel de inflación, inseguridad, intransigencia e intolerancia que despliega el Gobierno Nacional.
Peor aún: la crisis internacional, esa "burbuja que se derrumba", está más cerca de lo que originalmente pensaban los popes del kirchnerismo, y combinada con la propia crisis económica doméstica que empeora a cada día, promete ser una tormenta perfecta.
Como resultado, el Gobierno Nacional tiene una necesidad imperiosa de pausar el conflicto agropecuario en la medida necesaria para que:
a) no continúe ocupando las atenciones oficiales y mediáticas.
b) no se dilate en el tiempo como para tener un impacto mayúsculo en las legislativas de octubre.
c) permita al oficialismo la oportunidad de reagruparse y así tratar de recuperar terreno.
Además, los ultras (o "paladares negros", según Reutemann) del kirchnerismo nunca abandonaron los objetivos maníacos de Néstor Kirchner de "poner de rodillas a los ruralistas" y desintegrar la Mesa de Enlace. Es a la luz de esto que se deben interpretar los rumores de estatización total o parcial del mercado de cereales, a sabiendas de que la Federación Agraria, que históricamente coqueteó con el estatismo, se vea tentada y provoque fisuras en la Mesa de Enlace. Este objetivo ha sido cumplido en parte.
¿Pero qué pasa con la Mesa de Enlace?
Hay un hecho indiscutible: las cuatro entidades del campo tienen divergencias históricas que son muy difíciles de subsanar. Lo que Sociedad Rural piensa es en muchos casos inconciliable con las ideas de la Federación Agraria, y Confederaciones Rurales y Coninagro están en el medio, oscilando de acuerdo a la situación. La unidad de las cuatro entidades en todos los casos es imposible, y como es de esperar, la prolongada duración del conflicto y las constantes tretas del Gobierno para forzar la ruptura tuvieron efectos tensionantes en la relación.
Desde principios de año la Mesa de Enlace viene recibiendo golpe tras golpe: primero fueron las interminables chicanas impulsadas por el Gobierno prácticamente desde el comienzo del año, tendientes a lograr que el campo "pise el palito" y se lance a protestar en el momento más inconveniente del año.
Más tarde fue la "operación Biolcati" armada en torno a las negociaciones entre Julio de Vido y el presidente de la SRA, negociaciones que fueron "deschavadas" desde el propio Gobierno con el fin de fracturar a la Mesa, aunque su único efecto real fue desacreditar por completo a cualquier negociación con el Gobierno y reiterar a los miembros de la Mesa que el Gobierno aún los tiene como enemigos.
Luego vino la oleada de rumores sobre la estatización del comercio de granos primero y después la posible creación de una empresa mixta con participación estatal mayoritaria, una propuesta que suena como música para muchos miembros de la Federación Agraria y que provocó algunos cruces en la Mesa.
Y por último está la propia olla a presión que es el ruralismo. La Mesa de Enlace y las autoridades de las cuatro entidades están en la poco envidiable posición de tener que negociar con un Gobierno que ansía con ponerlos de rodillas, a la vez que representan y tratan de encauzar a una legión de productores y ruralistas que adquirió un verdadero odio hacia los Kirchner y todo lo que ellos significan. La Mesa sabe que cualquier acercamiento excesivo con el Gobierno sin que se obtengan beneficios para el sector agropecuario o sin que se avance en el logro del objetivo principal (la reducción o eliminación de las retenciones) resultaría en la pérdida del respaldo de las bases y en el crecimiento del sector "autoconvocado"; el comodín de la protesta agropecuaria. Las tensiones entre la Mesa y Alfredo de Angelis son el ejemplo perfecto.
Existen además dos elementos adicionales en la estrategia de la Mesa de Enlace. El primero de ellos tiene que ver con el timing de una eventual campaña de protestas; el liderazgo ruralista prefiere demorar cualquier tipo de protesta hacia los meses subsiguientes, dado que estiman (y no sin equivocarse) que la situación económica general y el sinceramiento necesario de los niveles de desempleo (acabadas las posibilidades de conceder "vacaciones extendidas" al personal despedido) generarán el clima necesario para que las protestas del campo encuentren no sólo apoyo de una sociedad golpeada por la crisis, sino también la oportunidad de encuadrarse dentro de una problemática mayor y no quedar circunscrita a ojos de la población como un problema puntual. En resumen, el campo aspira a dilatar el conflicto para no cortarse solo ante el Gobierno y la sociedad.
El segundo elemento tiene que ver con una realidad ineludible: el 2009 será un año extremadamente complicado en todos los aspectos y el humor social no tolerará un conflicto agro-Gobierno con la misma intensidad y fervor con que lo hizo en el 2008. Más aún, la Mesa sabe que el Gobierno no despreciará cualquier oportunidad para desacreditar a la protesta rural ante los ojos de la sociedad, y es por eso que su estrategia general apunta, en términos futbolísticos, a dejar la pelota en la cancha del Gobierno. La postura de la Mesa será dialoguista a ultranza y en la medida de lo posible, prefiriendo correr el riesgo de quedar como demasiado inocentes antes que quedar como demasiado combativos.
El acta-acuerdo representa la oportunidad ideal para que el Gobierno y la Mesa de Enlace encuentren un respiro y una pausa antes de la siguiente ronda de conflictos. El Gobierno intentará poner paños fríos al conflicto y a sus propias heridas, y la Mesa de Enlace tratará de descomprimir su compleja situación interna para que ésta no estalle en los meses por venir, a la vez que aprovecha la evidente precariedad del Gobierno para conseguir de éste algunas concesiones que mostrar ante la tropa como un éxito parcial.
Pero si el acta-acuerdo es una pausa, ¿cómo vendrá la siguiente etapa del conflicto?
Importará mucho la dinámica de fuerzas que existe en el seno del Gobierno Nacional. La intromisión de Cristina Kirchner en la reunión del martes pasado es una señal de debilidad en dos sentidos. Primero, muestra a las claras que ni Débora Giorgi ni Florencio Randazzo están en condiciones de negociar o acordar nada por su propia cuenta. Carecen de autoridad y de poder real para negociar, acordar y comprometer al Gobierno en el cumplimiento de cualquier acuerdo.
Segundo, muestran que el Gobierno está tan urgido de una pausa que está dispuesto a jugar la carta institucional de la Presidente en un acuerdo incipiente y menor cuando el año recién comienza. La credibilidad de Cristina como negociadora y garante quedará asociada al cumplimiento o no del acta-acuerdo ante los ojos del ruralismo y de la sociedad en general; un incumplimiento o traición acabarán con cualquier confianza que a estas alturas pueda representar Cristina. Que Cristina Kirchner sea la garantía del acta-acuerdo es el equivalente de jugar el ancho de bastos en la primera mano.
Dentro de la dinámica gubernamental, el comportamiento de Néstor Kirchner y los halcones que lo rodean es todavía un enigma. ¿Se avendrá el Presidente Consorte a respetar el acuerdo logrado el martes o intentará torpedearlo via "Lassie" Moreno, la AFIP de Echegaray o la módica ONCCA como lo ha hecho tantas otras veces? La experiencia histórica y la personalidad de Néstor Kirchner ya dan a conocer una respuesta más que probable a esa pregunta.
El creciente acercamiento de la Mesa de Enlace a los sectores de la Oposición, la elección de la vía legislativa para forzar el tratamiento de las retenciones y la insistencia por parte de los titulares de las cuatro entidades sobre la continuidad del conflicto, las dudas sobre el cumplimiento del acuerdo y la persistencia del problema principal son señales a las claras para todos los actores interesados en el conflicto.
Al Gobierno, le dicen que el acta-acuerdo no es ni el final ni el principio del final; quedan muchos otros temas sobre la mesa y la Mesa buscará que sean tratados no ya exclusivamente por el Ejecutivo sino por los otros poderes del Estado federal, en los que el kirchnerismo ya no cuenta con poder absoluto.
A la sociedad, le comunican idéntico mensaje y a la vez le recuerda que la problemática agropecuaria es demasiado grande como para que un acuerdo tentativo le ponga fin.
A las bases ruralistas, que no se privaron de hacer conocer su desagrado y desacuerdo con la marcha de las negociaciones, la Mesa les reitera que sus reclamos no han sido abandonados a cambio de las baratas concesiones del Gobierno sino que continúan estando en la mesa, y que cualquier incumplimiento del Gobierno en llevar a la práctica los términos del acuerdo llevará a la renovación del conflicto.
Y a todos ellos, les hace saber que la continuidad de la Mesa no está en riesgo: la amenaza del Gobierno y la magnitud de los intereses a defender convierte a las divergencias históricas de las cuatro entidades en simples desacuerdos puntuales en el marco de un conflicto global.
Gobierno y campo han llegado cansados y al acuerdo del martes 4 de marzo. Ha sobrevenido una pausa momentánea y bienvenida por parte de una sociedad que se enfrenta a un año complejo y peligroso. Sin embargo, esta pausa tiene demasiado parecido con la proverbial calma que antecede a la tormenta como para que todos nosotros, Gobierno, ruralistas y los que estamos entre ambos, nos demos el lujo de cerrar nuestros paraguas.
Una cosa es segura: los tiempos interesantes no dejan de estar cerca.
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