sábado, 24 de enero de 2009

Obamanía

Lo confieso, no soy un gran admirador del nuevo Presidente de los Estados Unidos.

Parecerá raro, ¿no? Después de todo, viene anunciado como si fuera poco menos que la Segunda Venida de Cristo, el gran redentor de los EE.UU., el reparador de las heridas raciales y políticas, y el que traerá la justicia y la paz al mundo, que patatín y patatero... eso sí, si se les cree a los medios de comunicación, que están (no parecen) fascinados con don Barack Hussein Obama, porque es imposible saber alguna otra cosa sobre el nuevo ocupante de la Casa Blanca.

A mí, la verdad, que cuando los medios vienen tan enloquecidos con un candidato como para no tomarse el laburo de investigarlo seriamente o pretender al menos algo parecido a una cobertura objetiva, me empieza a preocupar.

Acá en la Argentina ya tuvimos a un candidato presidencial que llegó con una imagen hecha pret-a-porter por los medios: Fernando De la Rúa.

Y así nos fue.

¿Les irá así a los Estados Unidos?

Las opiniones están divididas.

En lo personal, considero que el sistema republicano en ese país es lo bastante fuerte como para resistir un pichón de populista como parecería ser Obama según las versiones más contrarias, pero cuando veo el culto que se ha desatado por don Barack, no sé qué tanto puedan resistir las instituciones. No hay nada más peligroso para un país que un dirigente aupado por el fanatismo absoluto de la población. Eso lo sabemos muy bien acá en el Sur.

De entrada, algunos congresistas demócratas presentaron en la Cámara de Representantes un proyecto para derogar la 22ª Enmienda de la Constitución de EE.UU. ¿Saben qué dice la 22ª Enmienda? Que un Presidente no puede ejercer el cargo por más de dos mandatos.

Lleva menos de una semana y ya hay algunos que piden el tercer mandato.

Ya hasta parecen peronistas.

En el mejor de los casos, Obama resultará ser un Jimmy Carter del siglo XXI: un buenista con tendencias socialistoides que será eyectado de la Casa Blanca en 2012 por no estar a la altura de los acontecimientos.

En el peor de los casos, Obama puede ser el Perón de EE.UU.

Y ahí que Dios los agarre confesados a los norteamericanos.

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