sábado, 13 de febrero de 2010

Destripando al socialismo

Hoy es otro de esos días en los que no alcanzo a escribirles algo presentable como se merecen, de modo que los dejo en compañía de unos extractos que me tomé el atrevimiento de traducir, que encontré en el excelente blog norteamericano Doctor Zero, al que llegué gracias a los amigos de El Opinador Compulsivo.

Los siguientes extractos corresponden a varios artículos en los que el autor analiza las premisas del socialismo y del anticapitalismo, y las destripa de una manera tan simple y elegante que no puedo evitar pensar que jamás podré alcanzar este nivel.

El autor habla de los Estados Unidos y he tratado en la medida de lo posible de eliminar esas referencias, para que ustedes puedan pensar en la Argentina al leer esto.

Advierto desde ya que esto viene con su respetable longitud, de modo que les pido paciencia, y si lo acompañan con algo para tomar, tanto mejor para todos:
  • Considero a la ideología colectivista como una ofensa contra la libertad, y como un medio trágicamente ineficiente de enfrentar los problemas sociales por los que dice preocuparse. Un estudio de la Historia muestra que toda forma de ideología colectivista se vuelve cada vez más virulenta, y eventualmente asesina, conforme su elite dirigente se esfuerza para mantener el poder. Hay otra razón por la que me opongo al colectivismo: está condenado a fracasar.
  • El socialismo falla porque es una solución estática impuesta a una sociedad dinámica. La gente responde a los incentivos, corriendo detrás de las zanahorias y evitando los palos. La propuesta inicial era atender las necesidades de los desesperados mediante el cobro de impuestos a los ricos. Previsiblemente, el sistema degeneró en la compra de votos y la corrupción en la que vivimos, convirtiéndose en un pesado carro tirado por una clase media acosada que provee mucho más financiamiento que los "ricachones" que los socialistas adoran usar como chivos expiatorios. Los políticos también responden a los incentivos, y la maquinaria del Estado centralizado se destaca en chupar dólares en impuestos y escupir votos. Los horribles engranajes de esa máquina están bien escondidos tras una ilusión de autoridad moral y promesas seductoras, atrayendo lo suficiente como para conseguir el fiel apoyo de casi la mitad de la población, aún cuando sus fallas insostenibles se vuelven dolorosamente evidentes.
  • El atractivo del socialismo va más allá de simplemente usar dinero quitado a los ricos para comprar los votos de los pobres. Es también una expresión de ira, de parte de aquellos que creen que el capitalismo los ha tratado injustamente. Demasiadas personas parecen estar bastante dispuestas a soportar una reducción en sus modestos niveles de vida, con tal de que expriman a unos "ricachones" sin rostro. Los seguidores de la amarga política de la envidia deberían entender que todo sistema que ordene los asuntos humanos produce tanto ricos como pobres. Para 2008, dos tercios de los senadores de los Estados Unidos eran millonarios, y todos ellos tienen lujosos privilegios, beneficios increíbles, jubilaciones privilegiadas, incluidos cómodos trabajos en "consultoría" y "lobby"... cuando tienen la mala suerte de caer en los pocos agujeros de una red de seguridad en la que el 90% de quienes ocupan bancas consiguen reelecciones. Muchos de nuestros representantes viven como si fueran de la realeza gracias al abuso de su poder. Cada centavo de la fortuna de un político viene directamente de tu bolsillo, sin tu consentimiento libre para comprar productos o servicios.
  • La lente de la envidia socialista es bastante selectiva respecto de los blancos en los que se enfoca. Sus aliados políticos nunca son presentados al público como objetos de odio. Tampoco lo son aquellos con suficiente popularidad como para aislarse de la crítica, tales como los del mundo del entretenimiento y los atletas profesionales. Todo el que apoya a la izquierda en base al odio que siente por los malvados ricos haría muy bien en considerar la lista de aquellas personas fabulosamente ricas a las que nunca se le instruyó que odiara.
  • El socialismo es un objeto de romance para sus devotos. Los invita a unirse a una historia épica de poderosos estadistas que solucionan los problemas de la sociedad con nobles leyes, y los alienta a dar la espalda a la mediocre búsqueda del inmundo dinero. La izquierda adora hablar del logro de los sueños como la aspiración más alta del hombre... y dado que todo lo que propone es presentado como si fuera un sueño, ¿cómo puede alguien que aspira a grandes cosas presentar mezquinas objeciones prácticas? En cuestiones que afectan a millones de vidas y el uso de trillones de dólares, no podemos permitirnos nociones románticas. Sólo la fría y dura lógica es aceptable.
  • La verdad es que el dinero no es una perversa sustancia tóxica, cuya mancha la izquierda se afana en borrar de nuestras almas. El dinero es el mecanismo que te permite emplear tu tiempo haciendo lo que mejor sabés hacer, lo cual produce riqueza, de la misma manera en que una palanca amplifica la fuerza muscular para mover grandes pesos. Vos empleás el dinero que ganás cada día en una gama de productos que no podrías crear por tu cuenta bajo ningún concepto. Muy probablemente no puedas crear un par de zapatos decentes en las horas que te toma producir suficiente dinero para comprarlos. Definitivamente no podrías armar una computadora a partir de los materiales básicos en el tiempo que te lleva ganar mil dólares y comprar una. He aquí la génesis de la riqueza: la libertad que disfrutan las personas cuando el valor de su tiempo puede ser medido e intercambiado a través de la moneda.
  • Mediante la combinación de impuestos progresivos y aportes patronales, el socialismo estableció el principio de que el gobierno tiene el derecho de fijar el valor de tu tiempo, así como de reclamar la primera tajada, apoderándose de tu ingreso antes de que lo llegues a ver... y devolviéndote lo que le sobre y sin intereses, cuando te saca demasiado. El capitalismo es el derecho a diseñar tus propios sueños, y vos sos mucho mejor haciendo eso que una pandilla de políticos garabateando legislación incomprensible en una distante capital. La libertad de comportamiento que los socialistas gustan de considerar como indulgencias son asuntos fugaces del momento. La libertad para controlar tu labor y tu propiedad te permiten construir tu futuro. La verdadera prosperidad se mide en la cosas que están por venir. Nada crece en la fotografía de una flor.
  • Sigan la premisa del socialismo hasta su conclusión y pregúntense por qué el gobierno no puede lograr el pleno empleo mediante la conscripción de todos los ciudadanos, así como eliminar "la injusticia social" mediante la atención completa de todas sus necesidades. ¿Por qué tu salario no puede ser pagados en cupones, marcados por el sabio y benevolente Estado para ser cambiados por comida, salud, vivienda y placer? La respuesta es que una economía planificada no puede producir valor, asignar recursos, o nutrir las ambiciones de su pueblo sin al menos una fracción del vigor o la eficiencia del capitalismo. El valor de un papel del gobierno nunca podrá igualar el valor de un dólar. En vez de ayudar a la gente a descubrir su potencial, un gobierno socialista debe invertir una creciente parte de su energía en forzar su obediencia. Aquello que el capitalismo alaba por ser innovación, el socialismo lo castiga como si fuera impertinencia.
  • La clase media es el gran enemigo de las políticas colectivistas bajo cualquiera de sus nombres: progresismo, comunismo, fascismo o socialismo. Desde Karl Marx en adelante, los apóstoles del colectivismo han entendido que deben subyugar a la clase media antes de alcanzar la victoria total.
  • La clase alta no es un gran problema: no tienen los votos para bloquear un programa colectivista en una democracia, y generalmente encuentran maneras de mantener o incrementar su poder y riqueza bajo un Estado total. Los poderes del Estado pueden ser extremadamente valiosos para ellos a la hora de manipular mercados y frustrar a incipientes competidores. Muchos de ellos están dispuestos a cambiar algo de riqueza por poder, o a encontrar sustento moral en el apoyo a una agenda colectivista.
  • Los miembros de la clase baja son generalmente vistos como los clientes de un movimiento colectivista, los receptores de los beneficios sociales que promete. Su desesperación e ira son el combustible del movimiento, lo que le provee tanto la apariencia de justicia como el poder electoral. El colectivista sólo necesita ocultar cualquier esperanza de hallar prosperidad por fuera de la generosidad del Estado, y mantener a la clase baja convencida de que el gobierno es el único actor moral de la economía. Lean los discursos de Barack Obama y encuentren algo que sugiera que los pobres deben buscar salvación en algún lugar que no sea el Estado y sus programas sociales.
  • Es evidente que la clase media es el gran enemigo del colectivismo. Sólo ella tiene la combinación de poder electoral, dinero, e interés propio en lo económico como para ver al crecimiento del gobierno como algo indeseable, y a partir de ahí montar una resistencia efectiva. Generalmente la clase media ve su interacción con el gobierno negativamente; todos ellos han pasado tiempo sacando el registro de conducir, o lidiando durante horas con las declaraciones juradas, o sufriendo multas de tránsito que no creen merecer. Ellos entienden la ineficiencia e inestabilidad emocional del gobierno, e instintivamente resienten su intromisión en sus vidas.
  • La clase media es un vasto grupo en una sociedad capitalista, que es una de las cosas que los colectivistas verdaderamente odian del capitalismo. Sus capas superiores incluyen a los empresarios y pequeños empresarios que aportan vitalidad económica. A pesar de su furiosa retórica contra las grandes corporaciones, los izquierdistas no tienen problemas para controlarlas. Generalmente hacen negocios directamente con el gobierno, como vendedores... o a través de lobbistas, como clientes. Generalmente emplean a los sindicalistas, que sirven como un brazo de facto del Estado, para inyectar la agenda del Estado de manera directa en la vida corporativa. Son los pequeños empresarios y los cuentapropistas, junto a aquellos que aspiran a serlo, los más difíciles de controlar, y los que más capaces sean de convocar a una resistencia electoral efectiva contra la agenda estatista.
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Gracias por la paciencia y hasta la próxima

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