sábado, 18 de septiembre de 2010

La justicia social

Cuando no se tiene nada bueno para decir, a veces vale la pena poner palabras de otros.

Es por eso que este sábado, que vengo un poco a los tumbos, les voy a dejar un texto pobremente traducido por mí acerca del concepto de "justicia social". El original en inglés, de Thomas Sowell, es sencillo, rápido y clarito, y lo pueden encontrar acá.

El filósofo del siglo XVII Thomas Hobbes dijo que las palabras son las fichas de los sabios y el dinero de los tontos.

Esto es tan dolorosamente cierto hoy como lo fue hace cuatro siglos. Usar las palabras como vehículos para tratar de expresar lo que se quiere decir es muy diferente de tomar las palabras de manera tan literal que las palabras usan y confunden.

(...)

Si se revisan los hechos en lugar de confiar en las palabras, descubriremos que las leyes de "control de armas" no controlan las armas, el gasto gubernamental de "estímulo" no estimula la economía y que muchas políticas "compasivas" infligen resultados crueles (...).

¿Sabe usted cuántos millones de personas murieron en la guerra "para hacer que el mundo fuera más seguro para la democracia", una guerra que hizo que las dinastías autocráticas fueran reemplazadas por dictaduras totalitarias que masacraron a mucha mayor cantidad de su población que aquellas dinastías?

Las palabras y frases cálidas y suaves tienen una enorme ventaja en la política. Ninguna ha tenido tanta trayectoria de éxito político como "justicia social".

La idea no puede ser refutada porque no tiene un significado específico. Luchar contra ella sería como tratar de golpear a la niebla. No sorprende entonces que la "justicia social" haya sido un éxito político por más de un siglo y lo siga siendo todavía.

Aunque la expresión no tiene un significado definido, sí tiene connotaciones poderosamente emotivas. Hay una fuerte sensación de que no sólo no está bien, sino que es injusto, que algunas personas estén mucho mejor que otras.

Justificar, aún en el uso que se le da al término en la imprenta y la carpintería, significa alinear una cosa con otra. ¿Pero cuál es el estándar al que creemos que deben ser alineados los ingresos u otros beneficios?

¿Acaso se supone que la persona que pasó años en la escuela perdiendo el tiempo, exagerando o peleando, y por lo tanto malgastando los miles de dólares que los contribuyentes gastaron en su educación, deba terminar con ingresos alineados con los de la persona que pasó esos mismos años estudiando para adquirir conocimiento y habilidades que luego serían valiosas para sí mismo y para la sociedad en general?

Algunos promotores de la "justicia social" argumentan que lo que es fundamentalmente injusto es que una persona nazca en circunstancias que hagan que las posibilidades de esa persona en la vida sean radicalmente diferentes de las que tienen otros, aunque eso no sea error de uno ni mérito de los demás.

Tal vez la persona que desperdició las oportunidades educativas que tuvo y desarrolló comportamientos autodestructivos hubiera sido distinta de haber nacido en un hogar distinto o en una comunidad diferente.

Desde luego, eso sería más justo. Pero ya no estaríamos hablando de justicia "social", a menos que creamos que es culpa de la sociedad que distintas familias y comunidades tengan distintos valores y prioridades, y que la sociedad puede "resolver" ese "problema".

Tampoco la pobreza o la falta de educación pueden explicar dichas diferencias. Hay individuos que fueron criados por padres que eran tanto pobres como sin educación, pero que pudieron impulsar a sus hijos a conseguir la educación que los mismos padres no tuvieron. Muchos individuos y grupos no estarían donde están hoy de no haber ocurrido esto.

Toda clase de eventos fortuitos, con información, personas o circunstancias particulares, han significado eventos decisivos en las vidas de muchos individuos, sea para éxito o para el fracaso.

Ninguna de estas cosas es igual o pueden ser hechas iguales. Si esto es una injusticia, entonces no es una injusticia "social" porque está más allá del poder de la sociedad.

Se puede hablar o actuar como si la sociedad fuera tanto omnisciente como omnipotente. Pero hacer eso sería dejar que las palabras se conviertan, en palabras de Thomas Hobbes, en "el dinero de los tontos".

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