sábado, 2 de septiembre de 2006

Miserias

Y se llevó a cabo nomás la marcha organizada por Juan Carlos Blumberg. Afortunadamente, no hubo incidentes ni tragedias que lamentar.

El circo armado desde el Gobierno y su coro de "luchadores sociales" mostró en toda su crudeza sus miserias. Sobre todo el autoritarismo y la pretensión de verdad absoluta que tiene la izquierda ideologizada, especialmente la cepa que tenemos acá en la Argentina.

Porque para Luisito D'Elía, "la Plaza de Mayo es de las Madres, las Abuelas y los luchadores, y no de la derecha". Y yo que pensaba que la Plaza de Mayo era de todos los argentinos. Pero no, aparentemente hay que tener portación de pañuelo blanco para estar ahí.

Porque para el Gobierno, aunque no lo dijeron sus voceros, la Plaza es propiedad personal de Néstor Kirchner, y hacer una marcha que Él no bendijo es como cocinar un asado sin permiso en el jardín del vecino.

Porque para el coro "nacional y popular", antes de protestar hay que pasar un examen donde se comprueba si protestó por los derechos humanos en la década del '70; quien no esté en las listas de "luchadores" y "militantes", no tiene derecho a manifestarse. Curiosa concepción de la libertad de manifestarse, de la cual sólo pueden beneficiarse los que hayan estado previamente en causas "ideológicamente potables".

Porque para otros, si no se protesta por "el hambre y la miseria", no se puede protestar por nada. Marchen todo lo que quieran, parecen decir, siempre y cuando marchen por lo que a mí me parece bien. Casi como si tuvieran el monopolio de las causas justas.

Propuestas
En lo referido a las propuestas, vuelve a la carga el argumento de que no se atacan las "causas sociales" de la delincuencia. La pobreza, el desempleo, la marginalidad y la exclusión. Toda propuesta de seguridad que no se limite a más acción social y a la eternamente proclamada y jamás realizada "redistribución de la riqueza" es automáticamente condenable para quienes están en el extremo de este argumento; todo lo demás es "mano dura".

Hay que darles parcialmente la razón, porque el delito tiene causas sociales que deben ser resueltas urgentemente y negarlo es ignorar la base del problema. Pero no puede ignorarse la solución de las consecuencias sociales de esos problemas: la delincuencia, el narcotráfico, el crimen organizado, la violencia. De nada sirve implementar planes sociales si al mismo tiempo se roba, secuestra y asesina sin problemas. Mientras se tratan las causas, hay que contener las consecuencias y reprimirlas. El argumento es creíble en boca de las ONGs y los grupos de interés; en boca de presidentes, gobernadores y ministros, parece una excusa para justificar su inacción. "Hay que combatir las causas sociales", dicen los funcionarios del gobierno y sus defensores; las cárceles siguen siendo escuelas de delincuencia, la justicia sigue lenta y confusa, los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra y la policía sigue confundida, desmotivada y en decadencia. Mientras tanto, las causas sociales que dicen tratar permanecen igual y sin mejorías.

Otros critican las propuestas usando el siguiente argumento: las medidas que pidió Blumberg en 2004 fueron todas aprobadas y la inseguridad no bajó. Es fácil aprobar leyes; se hace todo el tiempo y sin pensar (basta ver lo que hacen nuestros diputados en las sesiones). El problema viene con la implementación de las leyes; si no se toman acciones para implementar las leyes, éstas quedan sin efecto alguno. A veces es por desidia, otras veces es para esperar a que pase la tormenta social.

Tomemos como ejemplo el Plan integral de seguridad que lanzó el Gobierno con bombos y platillos después de la primera marcha allá en 2004. ¿Se acuerdan, no? Ese plan que iba a crear el FBI argentino, entre otras cosas. Ese plan murió cuando Gustavo "Zapatitos Blancos" Béliz fue eyectado del Gobierno. De aquel plan que era la respuesta del Gobierno al problema de la seguridad apenas quedaron los folletos impresos, guardados en el sótano del Ministerio de Justicia.

Se podría aprobar una ley que derogue la ley de gravedad; si no se la implementa, queda como un papelito.

La implementación de políticas de seguridad pasa inevitablemente por la policía y el sistema judicial. En la Argentina, la justicia y la policía necesitan una reforma a fondo que corrijan sus vicios, simplifiquen la burocracia y eliminen la corrupción. Veamos... en la policía sólo se vino haciendo una serie de purgas a piacere y sin mucho sentido, mientras los sueldos siguen bajos y la moral está por el piso con tantos agravios y olvidos de parte de quienes tendrían que hacerse responsables. A veces tenemos expresiones delirantes, como cuando Nuestro Presidente se enorgulleció de que la Policía de Santa Cruz estuviese desarmada al día siguiente de que "militantes sociales" mataran a un oficial. Es que seca rápido la sangre del policía. En la justicia... se cambió el Consejo de la Magistratura para llenar los juzgados de "amigos" - perdón, para aumentar la representación de los funcionarios electos y reducir la influencia de las corporaciones. Del resto, como el juicio por jurados, sin novedades.

Gente de guita
La derecha, dicen los de izquierda, desprecia y no soporta que las clases bajas se expresen. Es un argumento que no carece de cierta realidad, y que demuestra algunas de las miserias que porta la derecha. Lo que la izquierda no dice, pero demuestra, es que siente igual desprecio e intolerancia por cualquier manifestación que no sea de aquellas clases a las que defiende.

La izquierda mira con sorna a las expresiones de la clase media: en su imaginario, la clase media es una masa confusa que sólo se mueve "cuando le tocan el bolsillo". O directamente mira a la clase media con desprecio cuando sus opiniones no coinciden con las de la izquierda. Pero a las gargantas de la izquierda les es fácil agrupar a la clase media y a las clases altas en una bolsa a la que llaman "gente de guita".

No tienen valor las marchas de la gente de guita, dicen señalando a los residentes de Recoleta, San Isidro y los countries mientras ignoran al número mayor de personas de los otros barrios de Buenos Aires y del conurbano. No importa el número. "Tienen guita" y automáticamente lo que digan carecerá de importancia y estará revestido con el manto sospechoso de los intereses propios, condimentados con una pizca de Proceso agregada al paso, como para darle más efecto. Para la izquierda no son ciudadanos, son gente de guita y sus propuestas son desechables por naturaleza; sus manifestaciones, meros espasmos reaccionarios; sus ideas, delirios sin importancia. Y en el fondo, la acusación, abierta o guardada, de ser "fachos" o "nazis".

Las gargantas de la izquierda siempre critican a la clase media y a las clases altas por no "sensibilizarse" o "solidarizarse" con los problemas sociales. Cuando lo hacen, se los tilda de reaccionarios y represores. Como si nada le viniera bien a la izquierda.

Oposición
Desde el Gobierno afirman: fue una marcha opositora. El Gobierno parece no alcanzar a comprender que se volvió opositora porque hacia eso la fueron empujando. Primero fue Alberto Fernández, quien de entrada responsabilizó a Blumberg por "cualquier cosa" que fuera a pasar en la marcha. Después fue el impresentable Luisito D'Elía, con sus insultos, su contramarcha y su tradicional prepotencia. Siguió el confuso episodio de las canchas de fútbol, en las que se prohibió "desde arriba" hacer mención al acto. Finalmente fue el coro de figuras kirchneristas (Kunkel, Pérsico, etc) con las críticas de siempre. Poquito a poco, con sus agravios, sus amenazas y sus insinuaciones, fueron corriendo el acto hacia el lado contrario a Nuestro Presidente, hasta que se convirtió en lo que ellos temían: una plaza opositora donde se silbó bien fuerte el apellido Kirchner. En el Obelisco quedaron desdibujadas y patéticas las contramarchas armadas con los recursos del Gobierno.

Felicitaciones, Gobierno: empujaron a la oposición a la única figura capaz de llenar una Plaza de Mayo sin ayuda del aparato pejotista.

Y si era una marcha opositora ¿cuál es el problema? ¿Desde cuando es un delito manifestarse como opositor al Gobierno? Sólo en la Argentina alienada de Néstor Kirchner, donde el pluralismo se practica con los que "piensan como uno", el ser opositor es sinónimo de desestabilizador y conspirador. Una marcha opositora es para Kirchner el equivalente a un malón de aquellos que azotaban los pueblos del sur. Y mucho más amenazante si vienen a Plaza de Mayo, reservada exclusivamente para el Presidente y sus actos de dominio del aparato pejotista.

Ante el malón, cualquier recurso es válido. Como enviar al matón favorito de Nuestro Presidente a hostigar y armar contramarchas usando los colectivos, choripanes y "agrupaciones" del Gobierno. Como ordenarle a los intendentes del conurbano que envíen diez colectivos cada uno. Como ubicar esa contramarcha en el Obelisco, que oh casualidad bloquearía Diagonal Norte, uno de los accesos a la Plaza de Mayo.

Pero hasta eso fue un fracaso. La contramarcha quedó como un pié de página por su relativa insignificancia, y como un bochorno para sus organizadores y sponsors; hasta el propio Adolfo Pérez Esquivel, de profesión Premio Nóbel de la Paz y manifestador profesional, se rehusó a seguir el juego de Luisito D'Elía y lo dejó pagando para hacer otra contramarcha por ahí cerca. Quedaron por ahí los colectivos vacíos de las líneas del conurbano, mientras Canal 7 se ocupaba de darle el peso que no tuvo. Nuestro Presidente ordena silencio absoluto de radio. D'Elía continúa desvariando, llegando incluso a acusar a los manifestantes de haber ido en "micros de colegios privados". Es otro día más en la Argentina kirchnerista.

Reflexiones
Finalmente se llevó a cabo la marcha. Se realizó en un clima caldeado de amenazas, acusaciones, maniobras e insultos, en medio de una crispación social y de una increíble crítica por parte del Gobierno que dice no criminalizar la protesta.

Quienes fueron a la marcha tienen cada uno sus motivos. Algunos habrán ido a criticar al Gobierno. Otros habrán ido en desafío a las patoteadas de Luisito. Muchos habrán ido para pedir seguridad. Otros más, para recordar a los familiares que no están.

Realmente, es triste ver que en la Argentina democrática una marcha para pedir seguridad es capaz de sacar a la luz tantas hilachas de autoritarismo. Es triste que una marcha que no fue armada por el aparato sea tan atacada. Pero más triste es que, una vez más, queda en claro que el diálogo político en la Argentina no existe, y que el lenguaje del debate se vuelve cada vez más insultante, bajo y agresivo.

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