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El pasado martes 1 de mayo, durante los actos conmemorativos del 25to aniversario del bautismo de fuego de la Fuerza Aérea que se celebraban en Tandil, un caza Mirage III sufrió un desperfecto en vuelo y se estrelló, causando la muerte del piloto, el primer teniente Marcos Peretti (28 años).
Este episodio lamentable se suma a otros fiascos y tragedias acontecidos en los últimos años, comenzando por el accidente del avión Learjet de la Fuerza Aérea estrellado en Bolivia en febrero del año pasado (6 muertos), el del avión Mohawk del Ejército en septiembre (2 muertos) y el incendio del rompehielos Almirante Irízar hace apenas tres semanas (sin muertos, gracias al profesionalismo del comandante y la tripulación... y a que Dios es grande).
Y esta vez, la realidad vuelve a golpear con la muerte de un joven de 28 años, piloteando un avión de 35. Supongo que no hay "derechos humanos", o que al teniente Peretti no se lo puede calificar de "joven idealista". Su muerte tampoco merece un furibundo discurso desde el atril. No tiene la trascendencia nacional que mereció el patético y risible (por no decir vergonzoso) "atentado" contra la casa del Presidente en Río Gallegos.
El accidente de Tandil es una clara ilustración del estado de decadencia material terminal al que están llegando las Fuerzas Armadas argentinas luego de más de veinte años de desinversión calculada y una falta absoluta de políticas de defensa claras, coherentes y libres del resentimiento enfermizo que infecta a nuestra "clase política". Una clase política acostumbrada a tomar a las Fuerzas Armadas como perro atado al cual se lo puede patear de vez en cuando para distraer la atención, en lugar de considerarlas como una de las instituciones fundamentales del Estado.
El caza Mirage III, en servicio con la Fuerza Aérea desde 1972, es un avión de combate obsoleto en todos los sentidos de la palabra, y por su avanzada edad (traducida en desgaste de los materiales y estructura, así como falta de repuestos) implica costos de mantenimiento crecientes y riesgos cada vez mayores en su operación. En numerosas oportunidades, los planes para dar de baja a estos cazas y reemplazarlos por otros más modernos, o al menos modernizarlos, han sido rechazados de plano, demostrando una completa ignorancia no sólo de las realidades regionales, sino incluso de las necesidades elementales de seguridad de los pilotos.
La hipótesis de la "falta de fondos" no es aceptable cuando hay un Gobierno que se enorgullece de un superávit abultado y de recaudaciones impositivas crecientes, cuyos resultados sólo pueden verse en las campañas electorales cada vez más burdas, en los viajes de la Senadora y en las cuentas personales inexplicables de los cleptócratas oficialistas.
Hay que decirlo con todas las letras: Nilda Garré debe renunciar ahora mismo. Igual que su equipo de "colaboradores". Su así llamada gestión al frente del Ministerio de Defensa ha sido un compendio de palabras vacías, incoherencias, firmas de pedazos de papel y un desconocimiento supino y negligente de las realidades más elementales de la defensa nacional, camufladas, eso sí, por una caradurez a prueba de balas y la clásica soberbia ignorante de los funcionarios del Kirchnerato.
La Argentina no puede continuar dándose el lujo de relegar a la defensa nacional a un cuarto plano. Se trata de una función del Estado que es indelegable y esencial a la existencia de una nación independiente, y que no puede quedar como hasta ahora, es decir, en manos de politiqueros electorales que la utilizan de punching-ball para reabrir heridas, o puestas bajo funcionarios cuyos únicos méritos sean determinados grados de parentesco con terroristas o desaparecidos.
Esperemos que la muerte del teniente Peretti sirva para que algo cambie en la Argentina. Aunque la reacción del Gobierno y de sus adláteres sea la misma que tiene ante cada uno de estos accidentes: desinterés completo.
Total, son militares.
Este episodio lamentable se suma a otros fiascos y tragedias acontecidos en los últimos años, comenzando por el accidente del avión Learjet de la Fuerza Aérea estrellado en Bolivia en febrero del año pasado (6 muertos), el del avión Mohawk del Ejército en septiembre (2 muertos) y el incendio del rompehielos Almirante Irízar hace apenas tres semanas (sin muertos, gracias al profesionalismo del comandante y la tripulación... y a que Dios es grande).
Y esta vez, la realidad vuelve a golpear con la muerte de un joven de 28 años, piloteando un avión de 35. Supongo que no hay "derechos humanos", o que al teniente Peretti no se lo puede calificar de "joven idealista". Su muerte tampoco merece un furibundo discurso desde el atril. No tiene la trascendencia nacional que mereció el patético y risible (por no decir vergonzoso) "atentado" contra la casa del Presidente en Río Gallegos.
El accidente de Tandil es una clara ilustración del estado de decadencia material terminal al que están llegando las Fuerzas Armadas argentinas luego de más de veinte años de desinversión calculada y una falta absoluta de políticas de defensa claras, coherentes y libres del resentimiento enfermizo que infecta a nuestra "clase política". Una clase política acostumbrada a tomar a las Fuerzas Armadas como perro atado al cual se lo puede patear de vez en cuando para distraer la atención, en lugar de considerarlas como una de las instituciones fundamentales del Estado.
El caza Mirage III, en servicio con la Fuerza Aérea desde 1972, es un avión de combate obsoleto en todos los sentidos de la palabra, y por su avanzada edad (traducida en desgaste de los materiales y estructura, así como falta de repuestos) implica costos de mantenimiento crecientes y riesgos cada vez mayores en su operación. En numerosas oportunidades, los planes para dar de baja a estos cazas y reemplazarlos por otros más modernos, o al menos modernizarlos, han sido rechazados de plano, demostrando una completa ignorancia no sólo de las realidades regionales, sino incluso de las necesidades elementales de seguridad de los pilotos.
La hipótesis de la "falta de fondos" no es aceptable cuando hay un Gobierno que se enorgullece de un superávit abultado y de recaudaciones impositivas crecientes, cuyos resultados sólo pueden verse en las campañas electorales cada vez más burdas, en los viajes de la Senadora y en las cuentas personales inexplicables de los cleptócratas oficialistas.
Hay que decirlo con todas las letras: Nilda Garré debe renunciar ahora mismo. Igual que su equipo de "colaboradores". Su así llamada gestión al frente del Ministerio de Defensa ha sido un compendio de palabras vacías, incoherencias, firmas de pedazos de papel y un desconocimiento supino y negligente de las realidades más elementales de la defensa nacional, camufladas, eso sí, por una caradurez a prueba de balas y la clásica soberbia ignorante de los funcionarios del Kirchnerato.
La Argentina no puede continuar dándose el lujo de relegar a la defensa nacional a un cuarto plano. Se trata de una función del Estado que es indelegable y esencial a la existencia de una nación independiente, y que no puede quedar como hasta ahora, es decir, en manos de politiqueros electorales que la utilizan de punching-ball para reabrir heridas, o puestas bajo funcionarios cuyos únicos méritos sean determinados grados de parentesco con terroristas o desaparecidos.
Esperemos que la muerte del teniente Peretti sirva para que algo cambie en la Argentina. Aunque la reacción del Gobierno y de sus adláteres sea la misma que tiene ante cada uno de estos accidentes: desinterés completo.
Total, son militares.
2 Comentarios:
No es que no les interesa: lo festejan.
Lo más importante en una aeronave es que su estado de mantenimiento sea óptimo, la antigüedad de la máquina pasa a un segundo plano.
Un abrazo!
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