Una semanita en la Argentina

Para confirmar que nuestro país cada vez es más "serio", nos desayunamos esta semana con la noticia de que los pique-asambleístas de Gualeguaychú andan tan agrandados por la vida que expiden "visas" para permitir o negar el paso por el puente internacional que andan cortando. Tenemos así que ante la inacción y complicidad del Gobierno Nacional, una banda anda arrogándose facultades estatales como el control del ingreso o egreso de las fronteras.

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En un país serio, ya se habría enviado a la Policía o a la Gendarmería a que desalojaran el puente, dado que un Estado serio y debidamente constituído jamás puede permitir que grupos de particulares usurpen sus funciones exclusivas mediante la fuerza, pero no estamos en un país serio. Ya debería haberme dado cuenta de eso.

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Cuando grupos como los asambleístas toman en sus manos las funciones del Estado, eso es el principio de la anarquía.

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Si este fuera un país en serio, otras que hubieran tenido que dar cuenta de sus actos son las Madres de Plaza de Mayo. Como si escuchar a esa cloaca humana de Hebe de Bonafini no fuera suficiente, esta semana hubo que ver a las "madres" tomando la Catedral de Buenos Aires para protestar porque el Gobierno de la Ciudad no les quería pasar plata para planes de vivienda.

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¿Perdón, pero desde cuándo una oenegé de "derechos humanos" tiene planes de vivienda? ¿Alguien alguna vez va a investigar los regalitos que el Gobierno le hace alegremente a la Bonafini?

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Y para completar la payasada con un poquito de ofensa gratuita, la Bonafini salió a decirle a todos que como los baños de la Catedral estaban cerrados, entonces ella y sus socias improvisaron un baño detrás del altar.

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O sea, la vieja y las suyas cagaron y mearon en el altar.

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Yo quisiera saber cómo habría reaccionado el progresariato si a alguien se le hubiera ocurrido cometer semejante acto de ofensa en una mezquita o en una sinagoga; probablemente a estas alturas ya nos hubieran dejado sordos con sus gritos de indignación. Pero en este caso no importa, ya que por un lado se trata de la Iglesia Católica y por el otro está involucrada esa desgraciada de Bonafini, ante quien los progres se arrodillan en adoración.

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Pero qué se le va a hacer, mientras la Bonafini siga gozando del favor de la botóxica de la Rosada, que siempre tiene cara de feliz cumpleaños cuando se la encuentra, tendremos que seguir soportándola a ella y a todos los "regalitos" que les pagamos entre todos, como por ejemplo el espacio que Bonafini tiene en Canal 7, o estos benditos "planes de vivienda", o su pseudo-Universidad que emite títulos oficiales sin estar debidamente acreditada para eso.

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En otras cosas que andan pasando por la periferia del mundo kirchnerista, estalló una nueva y breve crisis militar, esta vez en la Armada, en donde Nilda Garré anduvo "de cacería" para instruirle luego al almirante Jorge Godoy, jefe de la fuerza, que desplazara a una serie de asesores e investigadores con reputaciones manchadas por la década del '70. Pero eso no ha sido suficiente, y en los últimos días han corrido mucho los rumores que apuntan a una inminente eyección del almirante Godoy de su oficina en el Edificio Libertad.

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De ser así, el almirante Jorge Godoy se iría por la puerta chica y en medio del escándalo y reprobación de la platea indignada de siempre, siendo esa toda la recompensa que recibiría de los gobiernos kirchneristas por los servicios prestados durante casi cinco años de hacer absolutamente todo para aferrarse al cargo.

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Pero al menos tenemos un sistema político que se ocupa de las cosas importantes. Como el proyecto de Ley del Nombre que figura en el temario que Nuestra Presidenta envió para las sesiones extraordinarias del Congreso. Sesiones extraordinarias que, por otro lado, debieron ser convocadas porque durante todo el 2007 el Congreso Nacional anduvo haciendo una rascada colectiva de busarda "por las elecciones".

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Esta impostergable medida, de ser aprobada, hará obligatoria la inscripción del apellido paterno y materno, cosa que hasta el momento había quedado a la libre decisión y criterio de los padres, y modificará toda la cuestión del "de" en los apellidos de las personas casadas, entre otras tantas cosas "progres" que la Argentina andaba necesitando sin que nos diéramos cuenta.

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Qué suerte que los tenemos pensando a estos tipos, ¿no?

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¿Qué haríamos sin ellos?