¿Qué pasó?

Un día, las cosas cambiaron. Un mundo dejó de existir, y otro lo reemplazó.

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Dejó de haber bien y mal, verdad y falsedad, razón o sinrazón; todo se convirtió en un nebuloso menjunje de "relatividad" del que cada uno podía elegir lo que más le conviniera.

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Todo quedó invadido por la corrección política, transformando nuestro hablar cotidiano en un conjunto de eufemismos y palabras ablandadas, tiernas y prefabricadas, diseñadas para que nadie pudiera sentirse ofendido, o para "reparar" supuestas opresiones del pasado.

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El multiculturalismo se convirtió en dogma, obligándonos a abrir los brazos a cualquier idea, filosofía o estilo de vida, sin importar si el otro reconoce o no nuestro derecho a existir.

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Ya no importaba lo que una persona hiciera o dejara de hacer, o si ponía o no esfuerzo para hacer su vida; todo lo que importaba era el grupo, etnia, comunidad o religión a la que pertenecía, y si eso le daba derecho a privilegios especiales en base a su "identidad".

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Dejó de haber crimen y castigo, pasando a convertirse en "violencia social" y "represión", y se instaló la idea de que todo, desde la pobreza hasta el resentimiento, puede servir de excusa válida para cometer crímenes.

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Se abandonaron los premios y los castigos; los premios porque marcaban diferencias sociales inaceptables, y los castigos porque podían herir susceptibilidades... todo pasó a ser recompensado de la misma manera, sin importar el esfuerzo o el éxito.

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La autoridad perdió todo su poder y respeto.

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Se convirtió en dogma la idea de que la mayoría confiere automáticamente la razón, transformando a la verdad en algo susceptible de ser definido mediante módicas encuestas y campañas publicitarias.

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Se comenzó a proclamar que era más importante un árbol o una vaca que las necesidades de los seres humanos.

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Desaparecieron los conceptos de "responsabilidad" y "deber", dejándonos en su lugar un catálogo en eterna expansión de "derechos" para reclamar.

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Prácticamente cualquier cosa pasó a ser ofensiva, excepto, por supuesto, si ofendía a cualquier cosa que portara una cruz o una sotana.

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La hipocresía se convirtió en moneda corriente, mostrándonos adalides de la democracia y los derechos humanos en nuestro país que sin embargo se cruzan de brazos y miran para otro lado cuando les preguntan por lejanas tierras gobernadas por tiranos barbados y decrépitos, locos gritones de camisa roja o indigenistas resentidos que votan Constituciones a medida, a libro cerrado y mano alzada...

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La aptitud y la capacidad perdieron su valor; importaba rellenar los puestos de decisión con "minorías" o "personajes simbólicos".

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Cundió por todas partes una extraña niebla que todo lo ocultaba, dejándonos a tientas en un mundo en donde lo justo y lo injusto, lo legal y lo ilegal, lo correcto y lo erróneo, lo aceptable y lo reprobable quedaron ocultos y deformados...

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A eso lo llamaron "progreso".

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Y los que lo apoyaban se convirtieron en "progresistas".