Edición especial de LBP

Son las 23:00 del 25 de marzo de 2008.

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La bruja regresó de su refugio patagónico y acomodó los micrófonos para aleccionarlos.

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Mejor hubiera sido que se callara la boca. Para ella y para todos nosotros.

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Ahora está teniendo que atravesar un cacerolazo espontáneo en todo el país. El gran temor de los Kirchner, una protesta ciudadana descontrolada que los tiene a ellos como blanco, se ha convertido en realidad.

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El campo tomó las palabras de la testaferro del Poder Ejecutivo como lo que fueron en realidad: una declaración de guerra.

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Los voceros de siempre, los chupamedias, los colgados de la caja pingüinista están confundidos y aterrados, y se traban en sus absurdas defensas.

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Mamerto Fernández culpa de todo a Carrió. El asesino Juan Carlos Dante Gullo recurre a las nebulosas de la doctrina peronista para negar la realidad. Samid compara a los dirigentes agropecuarios con Galtieri. Capitanich ve intencionalidades ocultas en todo. Alperovich tuvo que cortar sus vacaciones en Salvador de Bahía para enfrentar una provincia en llamas.

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Todos insisten en ver una distinción entre grandes y pequeños productores cuando la realidad es que el campo entero se les está sublevando.

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Todos siguen con la afirmación de que el paro es para discutir la rentabilidad del sector. Por supuesto que es para discutir la rentabilidad del campo. En particular, para desmentir y discutir la animal teoría oficialista que sostiene que ganar plata es un delito, y que el Gobierno debe ser el único con poder para decidir cuánto tiene que ganar un argentino por su trabajo.

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Y las protestas no están acallando. Todo lo contrario.

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No nos engañemos. La botóxica y su marido están pasando momentos de terror en este momento.

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Y como todos los acorralados, reaccionan de manera desaforada.

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Hace minutos, llegaron a C5N trascendidos según los cuales Luis D'Elía ya anunció que está moviéndose para Plaza de Mayo. Los camisas pardas del Pingüinato están en marcha.

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Lo que pase a partir de ahora, queda en manos de un Gobierno Nacional que jugó a guapear esperando que del otro lado arrugaran, y le salió mal la jugada.

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Estamos viviendo tiempos interesantes.