sábado, 29 de marzo de 2008

Las diez lecciones de marzo

La semana que la Argentina pasó en la cornisa dejó una serie de lecciones que deberán ser tenidas muy en cuenta para entender lo que va a pasar.
  1. El microclima de la Rosada les impide entender la realidad a los K. Sólo entendiendo que las decisiones gubernamentales se toman dentro de un pequeño grupo de matones y chupamedias se explica que la Presidenta de la Nación manifestara su ignorancia sobre la composición del sector más dinámico de la economía nacional, al creer que el campo argentino está compuesto por "oligarcas" cuando en su mayoría lo forman pequeños productores muy alejados del estereotipo del "estanciero rico y malo" que popularizó el peronismo durante los últimos sesenta años.
  2. La dicotomía que plantea el Gobierno entre "piquetes buenos" y "piquetes malos" va más allá de eso, y se acerca peligrosamente al viejo dictado de Perón de "al enemigo, ni justicia". Durante la semana vimos cómo los matones a sueldo del Gobierno, tanto en el gremio de Camioneros como en las "orgas" piqueteras, fueron usados sin asco para romper protestas y manifestaciones contrarias a la botóxica. No sólo no existe reacción en el Gobierno para desautorizar al violento y salvaje Luis D'Elía, sino que intentan disculparlo y justificarlo, relegando la poca crítica que se le hace al piquetero oficialista a peleles como el vicepresidente Cobos o el senador Pampuro.
  3. Lo sepa o no, Kristina quemó su propio "cajón de Herminio Iglesias" en el acto de Parque Norte que todos tratan de alabar como un gesto de conciliación. Sentando a su derecha al impresentable de Luis D'Elía después de que todas las cámaras del país lo mostraran golpeando manifestantes, y apenas horas después de que ese ser proclamara orgullosamente su odio hacia un sector completo de la sociedad y todo lo que representa (agregándole un lindo condimento racista), Cristina perdió una oportunidad maravillosa de revertir el daño que su imagen sufrió en la clase media urbana... que ya no le tenía demasiado cariño. Tal vez el mensaje haya sido otro: que mientras ella tenga a D'Elía de su lado, poco o nada le va a importar lo que piense la clase media sobre ella.
  4. El Gobierno no puede, no quiere y no sabe entender la verdadera naturaleza del problema, como lo demuestran los dichos de Alberto Fernández tras la primera jornada de negociaciones. El problema no es determinar una rentabilidad justa para los productores agropecuarios: el problema es un Estado que se cree con derecho a decidir cuánto tienen que ganar los argentinos por sus esfuerzos.
  5. El Kirchnerismo padece de una inevitable arterioesclerosis. Después de dieciséis días de paro rural, rebelión fiscal, cacerolazos y violencia política, la única reacción de Kretina fue mechar en su discurso palabras que jamás había usado antes como "por favor" y "humildemente". Si esa es toda la capacidad de adaptación que tiene el Kirchnerato frente a una crisis, entonces estarán condenados cuando las cosas vuelvan a complicarse.
  6. El interior del país está en medio de un interesante y sano proceso de cuestionarse la naturaleza misma del "federalismo" argentino. Lejos de ser la protesta de ricos que quiso ver Kristina, la protesta en las provincias apuntó no sólo a un gobierno nacional insensible, soberbio y confrontativo sino además a sus propios gobernadores, que no hacen nada por preservar a la gente y economía de sus provincias, prefiriendo arrodillarse ante unos Kirchner dueños de la caja y disciplinadores de todo. Si los gobernadores fueron los intermediarios entre campo y Gobierno, fue porque ellos estaban sintiendo que las protestas les estaban respirando en la nuca, y que de seguir así ellos terminarían aplastados entre comprovincianos hartos y un Gobierno nacional que no los va a salvar.
  7. El "estilo K" ya hartó. Era hora. No sólo quedó claro que la táctica gubernamental de pegar cuatro gritos desde el atril dejó de dar resultado, sino también que existe un importante hartazgo de la ciudadanía frente a un gobierno que todo lo concibe en términos de amigo y enemigo, y que ante los problemas sólo reacciona culpando, confrontando y agrediendo. Que los K quieran ver en eso cadenas de mails en lugar de un genuino cansancio de la sociedad sólo les complica las cosas a ellos.
  8. El Gobierno no va a tolerar ninguna clase de manifestación no controlada, cooptada, prevista o comprada, y no se va a privar de ningún método para contenerlas. Sean los camioneros que van a romper bloqueos o los pique-matones de D'Elía, Pérsico, Tumini o Máximo Kirchner, la defensa del kirchnerato no va a conocer moderación ni va a tener escrúpulos sobre los medios a emplear. La violencia piquetera será tolerada, en abierto desprecio a los derechos humanos que el Gobierno tanto dice defender.
  9. El Gobierno es incapaz de ver conspiraciones detrás de todo. La paranoia con que se manejan los Kirchner en su círculo íntimo, en el que sólo están admitidos los chupamedias, los aduladores y los complacientes, tiñe su visión de la realidad. En todo los Kirchner ven la mano negra del Proceso, o de los neoliberales, o de quien fuera. Esa paranoia deforma su visión de la realidad y le impide entender la situación que está atravesando... y terminará por llevarlos a adoptar cursos de acción totalmente inútiles y perjudiciales para ellos mismos.
  10. El esquema de poder del Kirchnerismo empieza a mostrar grietas que se agrandan a cada segundo. Por más IndeK y aprietes de Moreno, los tiempos felices de la economía se están agotando. La concentración de decisión en manos del Matrimonio deja poco lugar a la iniciativa y a la libertad de acción, y reduce la capacidad de reaccionar ante situaciones imprevistas como el cacerolazo del martes (además de dejarlos bien puestos para que todo el mundo los culpe de los males cuando las cosas se les compliquen). El recurso descarado a la violencia paraestatal de piqueteros y sindicalistas sólo va a poner más en su contra a los sectores medios, además de radicalizar los niveles de enfrentamiento social. El cuestionamiento en las provincias hacia un sistema en donde sus riquezas van a parar a manos de un Gobierno que NUNCA da explicaciones sobre lo que hace con ese dinero pone en riesto la pata territorial del kirchnerismo: los gobernadores adiktos. El aparato de poder hace agua. Los Kirchner y su tropa no lo saben y no lo quieren ver, y lo van a seguir usando. Y el aparato se les va a caer encima.

Hasta la próxima.

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