¿Por qué irrita tanto?
Esa es la pregunta que se hace el número de esta semana de la revista Noticias.
¿Por qué Cristina Kirchner resulta ser tan irritante?
¿Por qué cada aparición pública de la Presidenta desata una epidemia nacional de rechinar de dientes, resoplidos de disgusto y palabras subidas de tono? Y para que no digan que exagero, Cristina comparte el dudoso privilegio de ser la segunda jefa de Estado en la historia argentina que provoca un cacerolazo con un discurso suyo. Chupete, ya no estás tan solo.
La revista aventura una serie de hipótesis que van desde el machismo que imperaría en la sociedad argentina (y que haría que resulte inaceptable acatar a una mujer en un cargo como la Presidencia), pasando por su relación cercana y aparentemente dependiente (¿para qué negarlo?) del Néstor, su estilo de vestir, su estilo de hablar y la soberbia que destila cada una de sus palabras.
Al margen de todo eso, creo que una de las cosas que más irritan de Cristina cada vez que da un discurso es la tremenda contradicción no sólo entre lo que dice y lo que hace, sino entre lo que dijo antes y lo que dice ahora.
La misma Presidenta que fustiga a los "piquetes de la abundancia" y desprecia las opiniones de los productores sólo por tener camionetas 4 x 4 (que tal vez no serían necesarias si los caminos del interior fueran decentes y transitables por autos normales) es la misma persona que podría comprar varias 4 x 4 con la plata que gasta en joyas y vestidos que no usa más de una vez... y que gasta unas decenas de miles de dólares en comprarle un Mini Cooper último modelo a su hija de 16 años a condición de que ella dé de baja el fotolog.
La misma Presidenta que tiene como una de sus principales espadas a un matón que cree que poner un revolver sobre el escritorio es una buena manera de abrir una negociación, y que no tien empacho en hacer la señal universal de la decapitación frente a las cámaras de televisión, es la misma que se horroriza por una caricatura y la tilda de "mensaje cuasi mafioso".
La misma Presidenta que sienta a su derecha a un matón que incita al odio racial por radio y que golpea manifestantes que no coinciden con sus opiniones es la que después lloriquea por el "paro salvaje" y la "agresión".
La misma Presidenta que en sus discursos parece creer que fuera de su círculo de aduladores sólo existen golpistas, racistas, vendepatrias, gorilas, "generales multimediáticos" y "gente que quiere que vuelva el pasado y que haya un país para pocos", después nos bate el parche sobre las virtudes del diálogo, el reconocimiento de los puntos de vista ajenos y la convivencia democrática.
La misma Presidenta que no puede ni quiere dar explicaciones sobre el aumento patrimonial de su familia y allegados pretende después convertir la palabra "propietario" en un insulto.
La misma Presidenta que no explica lo ocurrido con el dinero de su propia provincia ahora quiere hacer creer que la plata de las retenciones va exclusivamente a una "redistribución de la riqueza" que a esta altura de las cosas es más un artículo de fe de los progres que una realidad.
La misma Presidenta que llegó al poder prometiendo modernización y calidad en la gestión pública, es la que después llena una Plaza de Mayo gracias a la asistencia caraduresca de lo más putrefacto del sistema clientelista montado por el peronismo: los capomafias de la CGT y los barones del conurbano.
La misma Presidenta que no tiene ningún escrúpulo a la hora de retar o mandonear desde el atril, o rodearse de matones para que le hagan el trabajo sucio, es la que después lloriquea diciendo que todos la tratan mal por ser mujer, remitiéndose a una delicadeza y sensibilidad que jamás demostró en su carrera política.
La misma Presidenta que conduce uno de los gobiernos más hostiles hacia la prensa y más obsesionados por controlar el flujo de información que llega a la ciudadanía, es la misma que después afirma que "los medios" están todos unidos para negar los puntos positivos de su Gobierno.
Y todo eso mientras ajusta los micrófonos, levanta los deditos admonitorios y hace comillas en el aire.
Después de todo esto, mi opinión personal es que el discurso de Kristina Kirchner irrita y provoca úlceras por una sencilla razón: porque con soberbia y total falta de delicadeza ella pretende decirnos a todos que estamos equivocados, que la realidad que vemos es un invento, que lo que pensamos es un error si va en contra de su "relato".
Irrita porque ella, sin que se le mueva un pelo, quiere convencernos de que dos más dos es cinco.
1 Comentarios:
Si Evita hubiese sido una señora de la oligarquía, ninguno de estos machistas, de estos tipos llenos de odio por los que llegan desde abajo, por los que ocupan los lugares que no deben, le habían dicho nada. Lo mismo con Cristina Fernández y sus carteras o sus relojes. ¿Alguien imagina posible que se le cuestionara a Victoria Ocampo tener una casona tan opulenta en las Barrancas de San Isidro? ¿Alguien le dijo algo a Marcelo T. de Alvear por las joyas de su suntuosa mujer, Regina Pacini? Lo que subyace es lo siguiente: la oligarquía tiene lo que tiene porque tiene “derecho” a tenerlo. “Los campos no se compran, se heredan” le dice Elina Colomer a Juan Duarte en “Ay Juancito”. A la oligarquía le cae bien ser rica, rumbosa. A los otros, a los que carecen de linaje, el lujo solo les sirve para revelar su ambición.
“Quieren ser lo que no son”. Escribe Ghioldi: “Este furioso e incontenible amor al lujo pone al descubierto el escondido móvil que condujo su vida azarosa”(Américo Ghioldi, El mito de Eva Duarte, Montevideo, octubre 1952.) Que perfecto canalla: lo de “vida azarosa” significa “puta” . Una señora “bien” no tiene “vida azarosa”. Y si Victoria Ocampo la tuvo, fue por su “rebeldía”. Las niñas de clase alta si son “azarosas” es porque son “rebeldes”, “curiosas”, “inquietas” y por fin, “poetas”. Si Evita es “azarosa” es porque anduvo pasando de una cama a la otra, no de Roma a Paris y de Paris a Londres. ¿Porqué nunca se ha dicho nada de Regina Pacini de Alvear?. Era, al cabo, una prima donna, era portuguesa, pero era una cantante lírica. Una cosa son Verdi, Puccini y Wagner y otra una chica de Los Toldos que apenas si cantaba La comparsita. Pero tampoco es lo esencial. Lo que importa es esto: “Su figura (la de Alvear) respondía a ‘una cierta idea de país’ agropecuario, grandioso, bucólico, pacífico, que debía proyectarse al ritmo de las grandes republicas democráticas que el había conocido y admirado en sus largas residencias en Europa” (Maria Sáenz Quesada, La Argentina, historia del país y de su gente , Sudamericana, Buenos Aires, 2001, pag. 478). Alvear era un sibarita, le gustaba la buena vida, la vida de la noche, fue presidente del Jockey Club, hizo deportes, fue el perfecto bon vivant y, como buen enamorado del amor que era, se casó con la prima donna, con Regina Pacini. “Esto fue juzgado como una nueva locura de Alvear por la pacata sociedad tradicional que perdía con esta boda a un soltero codiciable. Ella dejó su profesión. Formaron un buen matrimonio dentro de los cánones de la época; residieron mucho tiempo en Paris y se vincularon con gente refinada” (Sáenz Quesada, ibid. pag.479).
¿No es un cuento de hadas? No creo que nadie le haya cuestionado a doña Regina Pacini de Alvear nada de lo que se pusiera encima.. A lo sumo, las conchetas solteras le recriminaron que les robara “a un soltero codiciable”. Hay cosas que repugnan. Hay un odio de clase en este país. Hay un siempre renovado cholulismo por la “gente bien”, por la aristocracia, por los dueños de la tierra o por las señoras de clase. Y, si acaso, eso ha disminuido (se me dirá que la oligarquía no esta en su apogeo, y es cierto), lo que no disminuyó, es el resentimiento contra el que vino de abajo, con el que usa lo que “por naturaleza” no le pertenece. Si alguien quiere criticar a Cristina Fernández, que critique su política, pero que no utilice para hacerlo, la cartera o los zapatos que usa. Lo hicieron con los vestidos de Dior de Evita aunque, se sabe, después los cambió por el traje sastre y el rodete de la militante. Pero, ¿por qué no los ofende la riqueza de los herederos? Al cabo, los que llegaron a lo alto algún esfuerzo tuvieron que hacer. Tuvieron que ganárselo. Por eso se les dice ambiciosos, trepadores. O, como dice el miserable de Ghioldi de Evita, “furioso e incontenible amor al lujo”. Los que viene de abajo no heredaron nada: se lo tuvieron que ganar todo. A los otros les cayó de arriba. Si viene la reina Sofía o la princesa de donde sea, se les rinden tributos y hablan de su elegancia. A Lady Di nadie jamás le dijo que se vestía lujosamente: admiraban su buen gusto. Nadie le dijo que revolvía demasiadas camas con demasiados amantes: le gustaba ser libre, ser la rebelde de la Corona. P u t a, jamás. Concluye Ghiodi “Corta de inteligencia, deficiente de cultura y sensibilidad femenina, ignorante de las relaciones morales y civiles de los hombres, sin autocrítica, sin carga de escrúpulos de conciencia, falta de gusta, Eva Perón ingresa a la historia como una leyenda plantada en el mentidero argentino” (Américo Ghioldi, ibid. pag. 49).
En cambio, Mary Main, la autora del libro que inspiró la opera rock que indignó al país, termina su libro diciendo: ”Por otra parte, aquellos que inicien la tarea (de recuperar al país) no deberán subestimar la influencia que ‘Santa Evita’ ejerce en los corazones simples y las almas sencillas. Influencia que puede ser fortalecida y no debilitada por la muerte. Y que desaparecerá, no por medio de leyes y decretos, sino con ilustración, democracia y libertad” (Mary Main, The woman of the Whip (La mujer del latigo) Nueva York, 1952, pag. 199). A Evita y al peronismo , en cambio, los “libertadores” los quisieron desaparecer con el decreto 4161 y a Evita, sin mas, la desaparecieron. Tanto miedo le tenian a su cadáver. Sabían que el pueblo la amaba. No el “lumproletariat” de Ezequiel Martnez Estarda. No la “chusma” de la oligarquía. O los obreros incultos, barbaricos de Ghioldi. Sino eso que Mary Main, calidamente, llama “los corazones simples y las almas sencillas”. O sea las almas y los corazones que amaba Tolstoi.
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