sábado, 26 de abril de 2008

¿Qué podemos esperar?

En resumen, nada distinto a lo que vimos hasta ahora.
Con la eyección de Martincho Lousteau del Ministerio de Economía luego de unos miserables cuatro meses y catorce días en el cargo, quedó definitivamente comprobado que la política económica, así como el poder real, del gobierno de la supuesta presidenta Cristina Fernández está en manos de su esposo y ex-presidente, el Supremo Pingüino.
Y también quedó definitivamente comprobado que el Gobierno está apostando al quiebre con el campo, a pesar de las supuestas "señales" conciliatorias de las últimas horas de parte de personajes como Alberto Fernández y otros... quienes no vacilan ahora en culpar de toda la crisis al ex-golden boy Lousteau.
El nuevo ministro Fernández (el tercer Fernández en el Gabinete y cuarto si contamos a la mismísima Tilinga) asumió sólo por haber sido el único de los consultados en aceptar convertirse en ministro mientras Guillermo "la tengo más larga" Moreno siguiera como Secretario de Comercio Interior. Aceptar a Moreno es aceptar, en última instancia, que el poder real de decisión en materia económica pertenece a Néstor Kirchner.
Y dado que Kirchner ya decidió de entrada que la inflación es culpa de algunos vivos y que "el campo" está fogoneando un complot contra él (no vayamos a decir contra su esposa porque ella sólo decide lo que se va a poner en el día), y que quien ose afirmar lo contrario es un infame traidor a la causa nacional y popular, el rumbo de las cosas se mantendrá: Moreno continuará de patotero y policía de precios, y continuará la ola de "atrilazos" que el mismo Pingüino comenzó el jueves y repitió el viernes.
Del otro lado, del lado del sector agrario, la confianza en una salida negociada de la crisis está desapareciendo a ojos vista. El intento del presidente de Coninagro de abrirse del resto del sector (bajo presión de un Moreno que amenazaba con quitarle a SanCor el financiamiento público que recibe, lo que demuestra la verdadera utilidad de los subsidios públicos) resultó en una total desautorización de parte de las segundas líneas de la entidad, que ratificaron su adhesión a las medidas de fuerza.
A esta altura de las cosas queda claro que no son ya los dirigentes de Sociedad Rural, Federación Agraria, Confederaciones Rurales y Coninagro los que llevan las riendas de las cosas, sino las bases de dichas organizaciones, que están haciendo suyo un reclamo que va más allá de las retenciones y que incluye la falta de una política agropecuaria sensata que nos permita apoyar la coyuntura, el manejo discrecional de los fondos, la rapiña del Gobierno central contra el interior y la propia inacción de los gobernadores e integrantes del Congreso.
Con su intransigencia, Kirchner está alimentando fuegos que le serán muy difíciles de controlar. Y no me estoy refiriendo a los incendios en el Delta.
La caída en picada de Cristina en todas las encuestas (salvo las del gran Artemio López) deberían servir como llamado de atención para un Gobierno que a poco más de cuatro meses de su asunción ya tiene índices de aprobación correspondientes a un Gobierno en su último año. De seguir así las cosas, el gobierno de Cristina Kirchner padecerá de un envejecimiento prematuro cuando aún le faltan más de tres años en el cargo.
El gran problema de la metodología de gobierno del kirchnerismo es que se fundamenta en dos principios que son por naturaleza inestables: el dinero y el miedo. Dinero, ya sea de caja pública, de subsidios o de contribuciones para comprar las voluntades, y miedo, impuesto a través del atril o de las medidas fugaces y feroces, para quebrar las demás voluntades.
Cuando se usa el miedo para callar a las voces opositoras, se produce en igual medida resentimiento entre los acallados... y llega un momento en el que el resentimiento supera al miedo y hace actuar a quienes hasta entonces habían sido silenciados por los alaridos del atril. Eso pasó con el campo y con los sectores urbanos a partir del infame discurso de Cristina de "los piquetes de la abundancia".
Cuando se usa el dinero para comprar voluntades, estas permanecen leales mientras dure el chorro de plata que las compra... y cuando el chorro empieza a cortarse, los mercenarios son los primeros en abandonar el buque.
El Gobierno se enfrenta a una situación en la que esos mecanismos, el miedo y el dinero, están probando su debilidad. Y sin embargo, insiste en actuar desde una posición de fuerza que cada día parece más increíble e insostenible.
Quizás el campo se avenga a dar una extensión de diez días en la tregua, como se ha oído en estos días, aunque es algo que yo veo personalmente como muy poco probable dada la mala fe y la intransigencia del Gobierno, y más ahora que quedó demostrado una vez más quién es el que lleva los pantalones en el poder nacional. La dirigencia rural tendrá que vender muy bien una decisión como esa para convencer a unas bases descreídas y furiosas con el kirchnerismo.
¿Qué podemos esperar, entonces? Este viernes 2 de mayo lo veremos.

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