De ingenuos, improvisados y pinchateléfonos
Viene siendo hora de hablar un poco del papelonazo de la Policía Metropolitana.
Ahora, como de costumbre, quiero dejar bien claro en donde estoy parado yo. Soy un tipo que votó cinco veces a Macri: en primera y segunda vuelta de las elecciones a jefe de Gobierno de 2003 y 2007, y para diputado nacional en 2005. En esas tres oportunidades voté por convicción: la convicción de que era preferible a las alternativas, sean éstas el inmoral y degenerado de Aníbal Ibarra (2003), el pedante e insufrible Rafael Bielsa (2005), o el insípido y teledirigido Daniel Filmus (2007).
Hasta el momento, pienso que sin haber sido todo lo bueno que pudo ser, el gobierno de Macri ha sido bastante mejor que lo que han sido otros anteriores. Es un gobierno bastante improvisado, que por momentos pierde el empuje y cede demasiado rápido, pero que intentó atacar problemas como el exceso de empleados públicos, la limpieza del espacio público y la seguridad. Mucho quedó en el tintero, por errores propios y picardías ajenas; no es nada fácil gobernar la ciudad teniendo a los Kirchner de invitados.
De entrada, no se le murieron 194 personas en un incendio exacerbado por la falta de controles, la corrupción y el descalabro del sistema de emergencias, como le pasó a Aníbal Ibarra, que no entiendo cómo tiene todavía cara para hablar cuando la única acción que por decencia debe tomar tendría que ser vestirse con harapos y exiliarse en el desierto de Atacama.
Estoy convencido de que la Ciudad necesita una policía propia. Es un despropósito que de los 24 distritos de la República, el único que no cuente con la posibilidad de instrumentar su propia política de seguridad y control del espacio público sea el que contiene a la ciudad con más habitantes, más densidad de población y mayor ingreso per cápita. Es una verdadera barbaridad que la seguridad de los porteños dependa de que haya buen feeling entre Bolívar 1 y Balcarce 50. Y, de última, como se quejan muchos impulsores de la teoría del complot porteño para controlar el país, que el resto de la República pague el servicio de seguridad de los porteños es un despropósito.
Hasta ahí mi postura. Bastante larga me salió.
Habiendo dicho todo eso, vamos al papelón del espionaje. Claramente, lo que sale de esto es que los dos grandes pecados del macrismo en toda esta estupidez han sido la ingenuidad y la improvisación. Son dos pecados mortales en política, y en la política argentina directamente condenan el alma al infierno.
Macri se comportó con una inenarrable e imperdonable ingenuidad en todo este asunto. La primera muestra fue haber puesto las manos en el fuego por un tipo como el "Fino" Palacios. Debería haber aprendido de los Kirchner que sólo podés bancar semejante defensa de amianto si sos un caradura absoluto y si tenés los medios para hacerle la vida imposible a tus críticos. Fuera de eso, así como no se debe irritar tanto al enemigo como para no poder hacer las paces después, no hay que inmolarse en defensa de nadie que más tarde tengas que dejar ir con el rabo entre las patas. Y la improvisación en este caso pasó por tomar a alguien como Palacios, que por más inocente de lo que se le acusa que pueda ser, ya quedó inhabilitado para el cargo por estar indagado y procesado.
"La mujer del César no solo debe ser honesta sino también parecerlo". No hay ninguna novedad en esto.
La segunda muestra de ingenuidad e improvisación pasó por la reacción del gobierno de la Ciudad en todo este asunto. Confiar en que "el tiempo" se iba a llevar todo el papelón al olvido es subestimar el hecho de que, al ser él uno de los figurones más importantes de la política, la dinámica política y mediática no iba a dejar pasar este hecho como tantos otros. Y aún si hubiera podido hacerlo, no faltan interesados en serruchale el piso al intendente.
Más todavía cuando del otro lado, de una manera u otra, está Néstor Kirchner. El marido presidencial es un experto en agarrar hasta el menor resquicio que pueda para explotarlo, y al dejar el flanco de las escuchas telefónicas medio al aire y esperando que con meter a Burzaco como jefe bastara para que desapareciera, Macri le dejó la pelota picando en el área a los K. No importa que los encargados de patear la pelota hayan sido los impresentables de Caníbal Fernández y Floppy Randazzo, o que los Kirchner sean la Stasi de Alemania Oriental en comparación con la Metropolitana: lo que importa es que la pelota estuvo libre para que la patearan, y que la culpa de eso, por acción y por omisión, es de Macri.
Si Macri quiere no ya ser candidato a presidente en 2011, sino llegar a 2011 con posibilidades de ser algo más, necesita hacerse a la idea de que la política argentina no le va a tolerar tantas improvisaciones y excesos de "ingenuidad", por no llamarla de otra manera. No basta con marketing, publicidad y el carisma de Gabriela Michetti para ser presidente de la nación. Hace falta astucia e inteligencia. Viveza no; como bien se lo definió, el vivo es aquel que sabe salir de problemas en los que un inteligente no hubiera caído. Macri necesita ser vivo ahora, pero inteligente para el futuro.
Por último, sobre la Policía Metropolitana. Creo que este escándalo, lejos de herir de muerte a la Policía de la Ciudad, la va a fortalecer. Convengamos en que picardías serias como las de Palacios, Chamorro y Ciro James son endémicas a las instituciones policiales. Es preferible, entonces, que se las detecte en la etapa de formación de la Metropolitana y se las extirpe allí mismo, antes de darles la oportunidad de crecer y pudrir lo que puede ser una salida positiva para la inseguridad.
Las propuestas de la oposición porteña de volver a cero con la formación de la Metropolitana deben ser ignoradas, no sólo por el desperdicio de dinero y recursos, que representarían sino también porque se pierde la oportunidad de detectar desde temprano un mal endémico que azota a las instituciones de seguridad de la Argentina y de ensayar respuestas correctivas en el momento más crucial de todos: en la conformación de la fuerza, una fuerza cuyo nacimiento y desarrollo es un acto de justicia para la Ciudad y una inevitabilidad histórica.
Saludos.
Ahora, como de costumbre, quiero dejar bien claro en donde estoy parado yo. Soy un tipo que votó cinco veces a Macri: en primera y segunda vuelta de las elecciones a jefe de Gobierno de 2003 y 2007, y para diputado nacional en 2005. En esas tres oportunidades voté por convicción: la convicción de que era preferible a las alternativas, sean éstas el inmoral y degenerado de Aníbal Ibarra (2003), el pedante e insufrible Rafael Bielsa (2005), o el insípido y teledirigido Daniel Filmus (2007).
Hasta el momento, pienso que sin haber sido todo lo bueno que pudo ser, el gobierno de Macri ha sido bastante mejor que lo que han sido otros anteriores. Es un gobierno bastante improvisado, que por momentos pierde el empuje y cede demasiado rápido, pero que intentó atacar problemas como el exceso de empleados públicos, la limpieza del espacio público y la seguridad. Mucho quedó en el tintero, por errores propios y picardías ajenas; no es nada fácil gobernar la ciudad teniendo a los Kirchner de invitados.
De entrada, no se le murieron 194 personas en un incendio exacerbado por la falta de controles, la corrupción y el descalabro del sistema de emergencias, como le pasó a Aníbal Ibarra, que no entiendo cómo tiene todavía cara para hablar cuando la única acción que por decencia debe tomar tendría que ser vestirse con harapos y exiliarse en el desierto de Atacama.
Estoy convencido de que la Ciudad necesita una policía propia. Es un despropósito que de los 24 distritos de la República, el único que no cuente con la posibilidad de instrumentar su propia política de seguridad y control del espacio público sea el que contiene a la ciudad con más habitantes, más densidad de población y mayor ingreso per cápita. Es una verdadera barbaridad que la seguridad de los porteños dependa de que haya buen feeling entre Bolívar 1 y Balcarce 50. Y, de última, como se quejan muchos impulsores de la teoría del complot porteño para controlar el país, que el resto de la República pague el servicio de seguridad de los porteños es un despropósito.
Hasta ahí mi postura. Bastante larga me salió.
Habiendo dicho todo eso, vamos al papelón del espionaje. Claramente, lo que sale de esto es que los dos grandes pecados del macrismo en toda esta estupidez han sido la ingenuidad y la improvisación. Son dos pecados mortales en política, y en la política argentina directamente condenan el alma al infierno.
Macri se comportó con una inenarrable e imperdonable ingenuidad en todo este asunto. La primera muestra fue haber puesto las manos en el fuego por un tipo como el "Fino" Palacios. Debería haber aprendido de los Kirchner que sólo podés bancar semejante defensa de amianto si sos un caradura absoluto y si tenés los medios para hacerle la vida imposible a tus críticos. Fuera de eso, así como no se debe irritar tanto al enemigo como para no poder hacer las paces después, no hay que inmolarse en defensa de nadie que más tarde tengas que dejar ir con el rabo entre las patas. Y la improvisación en este caso pasó por tomar a alguien como Palacios, que por más inocente de lo que se le acusa que pueda ser, ya quedó inhabilitado para el cargo por estar indagado y procesado.
"La mujer del César no solo debe ser honesta sino también parecerlo". No hay ninguna novedad en esto.
La segunda muestra de ingenuidad e improvisación pasó por la reacción del gobierno de la Ciudad en todo este asunto. Confiar en que "el tiempo" se iba a llevar todo el papelón al olvido es subestimar el hecho de que, al ser él uno de los figurones más importantes de la política, la dinámica política y mediática no iba a dejar pasar este hecho como tantos otros. Y aún si hubiera podido hacerlo, no faltan interesados en serruchale el piso al intendente.
Más todavía cuando del otro lado, de una manera u otra, está Néstor Kirchner. El marido presidencial es un experto en agarrar hasta el menor resquicio que pueda para explotarlo, y al dejar el flanco de las escuchas telefónicas medio al aire y esperando que con meter a Burzaco como jefe bastara para que desapareciera, Macri le dejó la pelota picando en el área a los K. No importa que los encargados de patear la pelota hayan sido los impresentables de Caníbal Fernández y Floppy Randazzo, o que los Kirchner sean la Stasi de Alemania Oriental en comparación con la Metropolitana: lo que importa es que la pelota estuvo libre para que la patearan, y que la culpa de eso, por acción y por omisión, es de Macri.
Si Macri quiere no ya ser candidato a presidente en 2011, sino llegar a 2011 con posibilidades de ser algo más, necesita hacerse a la idea de que la política argentina no le va a tolerar tantas improvisaciones y excesos de "ingenuidad", por no llamarla de otra manera. No basta con marketing, publicidad y el carisma de Gabriela Michetti para ser presidente de la nación. Hace falta astucia e inteligencia. Viveza no; como bien se lo definió, el vivo es aquel que sabe salir de problemas en los que un inteligente no hubiera caído. Macri necesita ser vivo ahora, pero inteligente para el futuro.
Por último, sobre la Policía Metropolitana. Creo que este escándalo, lejos de herir de muerte a la Policía de la Ciudad, la va a fortalecer. Convengamos en que picardías serias como las de Palacios, Chamorro y Ciro James son endémicas a las instituciones policiales. Es preferible, entonces, que se las detecte en la etapa de formación de la Metropolitana y se las extirpe allí mismo, antes de darles la oportunidad de crecer y pudrir lo que puede ser una salida positiva para la inseguridad.
Las propuestas de la oposición porteña de volver a cero con la formación de la Metropolitana deben ser ignoradas, no sólo por el desperdicio de dinero y recursos, que representarían sino también porque se pierde la oportunidad de detectar desde temprano un mal endémico que azota a las instituciones de seguridad de la Argentina y de ensayar respuestas correctivas en el momento más crucial de todos: en la conformación de la fuerza, una fuerza cuyo nacimiento y desarrollo es un acto de justicia para la Ciudad y una inevitabilidad histórica.
Saludos.
1 Comentarios:
a Macri no se le murio nadie (como a Ibarra) de milagro. Dejemonos de necedades, a esta altura todavía pensas que a Ibarra lo destituyeron por que pensaban que tenía la culpa. Si después de eso no cambió nada. Por favor no seamos inocentes ... o complices.
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