Heinlein: Soluciones imaginativas para viejos problemas
Creo que ustedes ya entienden que cuando dedico el post semanal a citar lo escrito por otro, eso es porque no tengo tiempo o no tengo ideas para escribir un artículo como Dios manda. En este caso, se trata de lo primero, pero además está el hecho de que a veces no hay mejor forma de expresar lo que otro dijo que usando sus propias palabras.
Esta vez, la persona a la que voy a robarle sus escritos es Robert Anson Heinlein. Este hombre es considerado como uno de los "tres grandes" autores del género de la ciencia ficción, junto con Isaac Asimov y Arthur C. Clarke.
Pero además de eso, Heinlein dejó entrever en muchos de sus escritos una concepción bastante interesante del rol del gobierno en la sociedad, de la relación entre ciudadanos e instituciones, y de la necesidad de preservar la libertad individual, todos ellos conceptos que bien vale la pena revisar y recordar.
Dicen que una de las virtudes de la ciencia ficción es que permite entender los problemas actuales mediante alegorías, y a través de ellos empezar a buscar soluciones creativas.
Como ejemplo, les dejo un extracto de una novela de Heinlein, La Luna es una amante cruel, en donde traspone las circunstancias de la independencia de los Estados Unidos, pero en el contexto de una colonia lunar que logra su independencia del gobierno tiránico de la Tierra. En la novela, una vez que la colonia lunar logra independizarse, se convoca a una Convención Constituyente para formar el nuevo gobierno.
Y es en el escenario de esta Convención ficticia en donde Heinlein nos regala un discurso que es ingenioso y provocativo a la vez:
Como el fuego y la fusión, el gobierno es un sirviente peligroso y un amo terrible. Ahora ustedes tienen libertad, si es que la pueden mantener. Pero recuerden que ustedes pueden perder esta libertad más rápidamente a manos de ustedes mismos que de cualquier otro tirano. Vayan lentamente, sean reticentes, piensen las consecuencias de cada palabra. No me entristecería si esta convención se prolongara durante diez años antes de presentar un proyecto final, pero me asustaría si les tomara menos de un año.
Desconfíen de lo obvio, sean sospechosos de lo tradicional... porque en el pasado la Humanidad no ha tenido éxito al proveerse gobiernos. Por ejemplo, he notado en un informe preliminar una propuesta para formar una comisión que divida a la Luna en circunscripciones electorales y que las reasigne de vez en cuando según la población.
Esta es la manera tradicional; por lo tanto debe ser sospechosa, considerada culpable hasta que se pruebe su inocencia. Tal vez ustedes piensen que ésta es la única manera. ¿Me permiten sugerir otras? De seguro que en dónde vive un hombre es la cosa menos importante sobre él. Las circunscripciones pueden formarse dividiendo a la población según su ocupación... o su edad... o incluso alfabéticamente. O quizás no haya que dividir a las personas, y todos los miembros sean así elegidos en una circunscripción única - y no objeten diciendo que esto haría imposible elegir a una persona que no sea bien conocida en toda la Luna; quizás esto sea lo mejor posible para la Luna.
Pueden incluso considerar darle el cargo al candidato que haya obtenido el menor número de votos; los hombres impopulares pueden ser justamente la clase de personas que los salven a ustedes de una nueva tiranía. No rechacen la idea sólo porque parece absurda - ¡piensen en ella! En la historia pasada, los gobiernos popularmente elegidos no han sido mucho mejores, y en ocasiones fueron peores, que las tiranías explícitas.
Pero si su intención resulta ser crear un gobierno representativo, entonces todavía hay maneras de lograrlo mejor que el distrito territorial. Por ejemplo, cada uno de ustedes representa a alrededor de diez mil seres humanos, quizás siete mil de ellos en edad para votar, y algunos de ustedes han sido elegidos por mayorías escasas. Supongamos que en lugar de elecciones, un hombre pueda lograr el cargo a través de una petición firmada por cuatro mil ciudadanos. Él representaría a estos cuatro mil de manera afirmativa, sin minoría disconforme, porque aquellos que en una circunscripción territorial serían una minoría estarían en completa libertad de comenzar nuevas peticiones o unirse a las que ya existen. Todos estarían entonces representados por hombres de su elección. O un hombre con ocho mil simpatizantes puede contar con dos votos en este cuerpo. Hay dificultades, objeciones, cuestiones prácticas para ser trabajadas - ¡muchas de ellas! Pero ustedes pueden trabajarlas... y por tanto evitar así la enfermedad crónica del gobierno representativo: la minoría disconforme que siente -con razón- que se la ha privado de la participación.
¡Pero sea lo que sea que hagan, no dejen que el pasado sea una camisa de fuerza!
He notado una propuesta para hacer que este Congreso sea bicameral. Excelente, mientras más impedimentos haya para legislar, mejor. Pero en lugar de seguir la tradición, sugiero que haya una cámara de legisladores, y otra cuyo único deber sea derogar leyes. Que los legisladores puedan sancionar leyes sólo mediante una mayoría de dos tercios... mientras que los derogadores sean capaces de cancelar cualquier ley a través de una mera minoría de un tercio. ¿Absurdo? Piénsenlo. Si un proyecto de ley es tan pobre que no puede lograr el consenso de dos terceras partes de ustedes, ¿no será probable que sea una mala ley? Y si hasta un tercio de ustedes desaprueba una ley, ¿no es probable que estén mejor sin ella?
¡Pero mientras escriben su Constitución, permítanme llamar su atención a las maravillosas virtudes de lo negativo! Pongan énfasis en lo negativo. Que su documento esté repleto de cosas que el Gobierno tenga prohibido hacer. Que no pueda establecer la conscripción... que no interfiera, sin importar lo mínima que sea, con la libertad de prensa, o de palabra, o de tránsito, o de asamblea, o de religión, o de instrucción, o de comunicación, o de ocupación... que no haya tributación compulsiva. Camaradas, si ustedes pasaran cinco años estudiando la Historia mientras piensan en más y más cosas que su Gobierno deba prometer que jamás hará y dejan que su Constitución no tenga más que aquellas prohibiciones, no temeré lo que haya de suceder después.
Aquello a lo que más temo es a las acciones afirmativas de hombres sobrios y de buenas intenciones, que le conceden al Gobierno el poder para hacer aquello que parece ser necesario.
Otros pasajes de la novela tratan sobre el poder del Estado para fijar impuestos, y el riesgo que ello conlleva para la libertad:
- ¡Señor Presidente! ¡Una pregunta de información! Usted ha dicho "que no haya tributación compulsiva" ¿Cómo espera entonces que paguemos las cosas! ¡NETCCUAG! (Nota del Mayor: "NETCCUAG" significa "No Existe Tal Cosa Como Un Almuerzo Gratis", y significa que básicamente es imposible proveer un bien o servicio sin pagar el costo del mismo, sea de manera directa o indirecta)
- Pues discúlpeme, señor, pero ese es su problema. Puedo pensar en muchas maneras. Contribuciones voluntarias como aquellas con las que se sostienen a sí mismas las Iglesias... loterías patrocinadas por el Gobierno en las que nadie estaría obligado a suscribirse... o quizás ustedes miembros del Congreso deban buscar en sus propios bolsillos y pagar lo que sea necesario; esa sería una manera de mantener al Gobierno reducido a sus funciones indispensables, sean éstas cuales fueren. Si es que hay alguna. Me daría por satisfecho si la Regla de Oro fuera la única ley; no veo la necesidad de ninguna otra, así como de ningún medio para mantenerlas en vigor. Pero si realmente creen que sus vecinos deben tener leyes por su propio bien, ¿por qué no pagan ustedes por ellas? Camaradas, les imploro - no recurran a la tributación compulsiva. No existe peor tiranía que forzar a un hombre a pagar por aquello que no quiere solamente porque ustedes piensan que sería bueno para él.
Han puesto el dedo en el dilema de todo gobierno, y en la razón por la que soy un anarquista. El poder para establecer impuestos, una vez concedido, no tiene límites; contiene hasta que destruye. No bromeaba cuando les dije que hurgaran en sus propios bolsillos. Quizás no sea posible librarse del gobierno, a veces pienso que es una enfermedad ineludible de los seres humanos. Pero puede ser posible mantenerlo pequeño, famélico e inofensivo, ¿y pueden pensar una mejor manera de lograrlo que haciendo que sean los mismos gobernantes quienes paguen los costos de su afición antisocial?
No es lo único interesante que escribió Heinlein: para otra vuelta queda Starship Troopers, un libro al que el mogotrón de Paul Verhoeven le hizo una gran injusticia con su "versión cinematográfica" paródica y patética. Lo que trata la novela original, y su gran debate sobre los méritos ciudadanos, empero, será tema de otra discusión.
Gracias por la paciencia y hasta la próxima.
Esta vez, la persona a la que voy a robarle sus escritos es Robert Anson Heinlein. Este hombre es considerado como uno de los "tres grandes" autores del género de la ciencia ficción, junto con Isaac Asimov y Arthur C. Clarke.
Pero además de eso, Heinlein dejó entrever en muchos de sus escritos una concepción bastante interesante del rol del gobierno en la sociedad, de la relación entre ciudadanos e instituciones, y de la necesidad de preservar la libertad individual, todos ellos conceptos que bien vale la pena revisar y recordar.
Dicen que una de las virtudes de la ciencia ficción es que permite entender los problemas actuales mediante alegorías, y a través de ellos empezar a buscar soluciones creativas.
Como ejemplo, les dejo un extracto de una novela de Heinlein, La Luna es una amante cruel, en donde traspone las circunstancias de la independencia de los Estados Unidos, pero en el contexto de una colonia lunar que logra su independencia del gobierno tiránico de la Tierra. En la novela, una vez que la colonia lunar logra independizarse, se convoca a una Convención Constituyente para formar el nuevo gobierno.
Y es en el escenario de esta Convención ficticia en donde Heinlein nos regala un discurso que es ingenioso y provocativo a la vez:
Como el fuego y la fusión, el gobierno es un sirviente peligroso y un amo terrible. Ahora ustedes tienen libertad, si es que la pueden mantener. Pero recuerden que ustedes pueden perder esta libertad más rápidamente a manos de ustedes mismos que de cualquier otro tirano. Vayan lentamente, sean reticentes, piensen las consecuencias de cada palabra. No me entristecería si esta convención se prolongara durante diez años antes de presentar un proyecto final, pero me asustaría si les tomara menos de un año.
Desconfíen de lo obvio, sean sospechosos de lo tradicional... porque en el pasado la Humanidad no ha tenido éxito al proveerse gobiernos. Por ejemplo, he notado en un informe preliminar una propuesta para formar una comisión que divida a la Luna en circunscripciones electorales y que las reasigne de vez en cuando según la población.
Esta es la manera tradicional; por lo tanto debe ser sospechosa, considerada culpable hasta que se pruebe su inocencia. Tal vez ustedes piensen que ésta es la única manera. ¿Me permiten sugerir otras? De seguro que en dónde vive un hombre es la cosa menos importante sobre él. Las circunscripciones pueden formarse dividiendo a la población según su ocupación... o su edad... o incluso alfabéticamente. O quizás no haya que dividir a las personas, y todos los miembros sean así elegidos en una circunscripción única - y no objeten diciendo que esto haría imposible elegir a una persona que no sea bien conocida en toda la Luna; quizás esto sea lo mejor posible para la Luna.
Pueden incluso considerar darle el cargo al candidato que haya obtenido el menor número de votos; los hombres impopulares pueden ser justamente la clase de personas que los salven a ustedes de una nueva tiranía. No rechacen la idea sólo porque parece absurda - ¡piensen en ella! En la historia pasada, los gobiernos popularmente elegidos no han sido mucho mejores, y en ocasiones fueron peores, que las tiranías explícitas.
Pero si su intención resulta ser crear un gobierno representativo, entonces todavía hay maneras de lograrlo mejor que el distrito territorial. Por ejemplo, cada uno de ustedes representa a alrededor de diez mil seres humanos, quizás siete mil de ellos en edad para votar, y algunos de ustedes han sido elegidos por mayorías escasas. Supongamos que en lugar de elecciones, un hombre pueda lograr el cargo a través de una petición firmada por cuatro mil ciudadanos. Él representaría a estos cuatro mil de manera afirmativa, sin minoría disconforme, porque aquellos que en una circunscripción territorial serían una minoría estarían en completa libertad de comenzar nuevas peticiones o unirse a las que ya existen. Todos estarían entonces representados por hombres de su elección. O un hombre con ocho mil simpatizantes puede contar con dos votos en este cuerpo. Hay dificultades, objeciones, cuestiones prácticas para ser trabajadas - ¡muchas de ellas! Pero ustedes pueden trabajarlas... y por tanto evitar así la enfermedad crónica del gobierno representativo: la minoría disconforme que siente -con razón- que se la ha privado de la participación.
¡Pero sea lo que sea que hagan, no dejen que el pasado sea una camisa de fuerza!
He notado una propuesta para hacer que este Congreso sea bicameral. Excelente, mientras más impedimentos haya para legislar, mejor. Pero en lugar de seguir la tradición, sugiero que haya una cámara de legisladores, y otra cuyo único deber sea derogar leyes. Que los legisladores puedan sancionar leyes sólo mediante una mayoría de dos tercios... mientras que los derogadores sean capaces de cancelar cualquier ley a través de una mera minoría de un tercio. ¿Absurdo? Piénsenlo. Si un proyecto de ley es tan pobre que no puede lograr el consenso de dos terceras partes de ustedes, ¿no será probable que sea una mala ley? Y si hasta un tercio de ustedes desaprueba una ley, ¿no es probable que estén mejor sin ella?
¡Pero mientras escriben su Constitución, permítanme llamar su atención a las maravillosas virtudes de lo negativo! Pongan énfasis en lo negativo. Que su documento esté repleto de cosas que el Gobierno tenga prohibido hacer. Que no pueda establecer la conscripción... que no interfiera, sin importar lo mínima que sea, con la libertad de prensa, o de palabra, o de tránsito, o de asamblea, o de religión, o de instrucción, o de comunicación, o de ocupación... que no haya tributación compulsiva. Camaradas, si ustedes pasaran cinco años estudiando la Historia mientras piensan en más y más cosas que su Gobierno deba prometer que jamás hará y dejan que su Constitución no tenga más que aquellas prohibiciones, no temeré lo que haya de suceder después.
Aquello a lo que más temo es a las acciones afirmativas de hombres sobrios y de buenas intenciones, que le conceden al Gobierno el poder para hacer aquello que parece ser necesario.
Otros pasajes de la novela tratan sobre el poder del Estado para fijar impuestos, y el riesgo que ello conlleva para la libertad:
- ¡Señor Presidente! ¡Una pregunta de información! Usted ha dicho "que no haya tributación compulsiva" ¿Cómo espera entonces que paguemos las cosas! ¡NETCCUAG! (Nota del Mayor: "NETCCUAG" significa "No Existe Tal Cosa Como Un Almuerzo Gratis", y significa que básicamente es imposible proveer un bien o servicio sin pagar el costo del mismo, sea de manera directa o indirecta)
- Pues discúlpeme, señor, pero ese es su problema. Puedo pensar en muchas maneras. Contribuciones voluntarias como aquellas con las que se sostienen a sí mismas las Iglesias... loterías patrocinadas por el Gobierno en las que nadie estaría obligado a suscribirse... o quizás ustedes miembros del Congreso deban buscar en sus propios bolsillos y pagar lo que sea necesario; esa sería una manera de mantener al Gobierno reducido a sus funciones indispensables, sean éstas cuales fueren. Si es que hay alguna. Me daría por satisfecho si la Regla de Oro fuera la única ley; no veo la necesidad de ninguna otra, así como de ningún medio para mantenerlas en vigor. Pero si realmente creen que sus vecinos deben tener leyes por su propio bien, ¿por qué no pagan ustedes por ellas? Camaradas, les imploro - no recurran a la tributación compulsiva. No existe peor tiranía que forzar a un hombre a pagar por aquello que no quiere solamente porque ustedes piensan que sería bueno para él.
Han puesto el dedo en el dilema de todo gobierno, y en la razón por la que soy un anarquista. El poder para establecer impuestos, una vez concedido, no tiene límites; contiene hasta que destruye. No bromeaba cuando les dije que hurgaran en sus propios bolsillos. Quizás no sea posible librarse del gobierno, a veces pienso que es una enfermedad ineludible de los seres humanos. Pero puede ser posible mantenerlo pequeño, famélico e inofensivo, ¿y pueden pensar una mejor manera de lograrlo que haciendo que sean los mismos gobernantes quienes paguen los costos de su afición antisocial?
No es lo único interesante que escribió Heinlein: para otra vuelta queda Starship Troopers, un libro al que el mogotrón de Paul Verhoeven le hizo una gran injusticia con su "versión cinematográfica" paródica y patética. Lo que trata la novela original, y su gran debate sobre los méritos ciudadanos, empero, será tema de otra discusión.
Gracias por la paciencia y hasta la próxima.
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