El elenco autoritario (segunda parte)
En la entrega de hoy, trataremos otros roles que suelen figurar en los repartos que acompañan a todo gobierno donde la hilacha autoritaria es imposible de ocultar. Al igual que en la entrega de la semana pasada, luego de la explicación de cada uno de estos cargos, se propondrá un ejemplo de algún régimen dictatorial histórico y luego su correlato en la actual y mediocre Argentina presidida por la sexóloga retardada que le da al carré de cerdo para tener una noche fogosa.
Comencemos entonces por el siguiente actor en el triste elenco autoritario:
El Verdugo: Cual eslabón de una cadena de producción, este simpático personaje ocupa el último lugar en el proceso que iniciaran el Comisario y el Inquisidor. Mientras el Comisario elige el blanco y el Inquisidor lo destroza en público, el Verdugo es el encargado del trámite final de su liquidación, sea física o económica. El Comisario trabaja en la intimidad de su oficina y el Inquisidor frente a las cámaras; el Verdugo prefiere la humedad y oscuridad de los sótanos, o la invasión del espacio doméstico o laboral del condenado. El Verdugo es un tipo de pocas luces, generalmente siniestro al punto de darle una mezcla de asco y miedo al resto de la tropa autoritaria. No necesita más cultura que la indispensable para pegar el tiro en la nuca o, como ocurre en autoritarismos menos brutales, llevar la amenazas y exigencias del patroncito al tipo al que desea eliminar o expoliar.
Stalin supo tener en los momentos más sangrientos de sus purgas a Nikolai Yezhov, un ser pequeño, sádico y despreciable que era conocido por el apodo de "el Enano Envenenado", por su estatura de 1,51 metros. Tras escribir un informe en el que sostenía que la oposición política desembocaba eventualmente en violencia y terrorismo, Yezhov fue promovido a jefe de la NKVD luego de que Stalin se deshiciera de Genrikh Yagoda, el Verdugo anterior y mentor del propio Yezhov; la primera tarea del muchacho Yezhov fue investigar y condenar a Yagoda, para lo cual inventó la evidencia necesaria para su ejecución. Su aseveración de que "es mejor que diez inocentes sufran antes que dejar que un solo enemigo del pueblo escape" se cobró la vida de al menos 680.000 personas... sólo entre 1937 y 1938. Finalmente cayó en desgracia cuando Stalin eligió a Lavrenti Beria (de quien hablamos la semana pasada en el apartado "el Comisario") como su nuevo jefe de la NKVD y acabó ejecutado, pero su influencia se sintió al punto de que el período de las grandes purgas es también llamado "la Era de Yezhov".
En la Argentina kirchnerista todavía no llegamos a los niveles de un Yezhov, pero sí hay pequeños seres que cumplen con el papel del Verdugo. Aunque Carlos Kunkel, el ladero bestia de la insufrible Inquisidora Diana Conti puede ser un buen Verdugo, no le llega ni a los talones al salvaje, despreciable y vil Guillermo Moreno. Las correrías y andanzas del "Poronga" Moreno son por todos conocidas: desde hacerse acompañar por boxeadores en las marchas del kirchnerismo hasta amenazar a los empresarios que Kirchner quiere fagocitar, ya sea recibiéndolos con una pistola sobre el escritorio, o gritando por el teléfono, o sugiriendo que sus muchachos "expertos en partir espaldas" pueden ocuparse del tema. Lo que queda claro es que lo que pasa por las manos de Moreno acaba destruido y arrasado.
El Matón: Todo movimiento o partido que aspire a ser el patrón exclusivo de la vereda requiere del control de las calles y de la intimidación al público en general. La trinidad Comisario-Inquisidor-Verdugo funciona con enemigos individuales y de alto perfil; su mecánica compleja la hace ineficiente para la intimidación colectiva excepto en la medida en la que se pueda usar de ejemplo. Después de todo, el ciudadano de a pie rara vez atraerá la atención del Comisario como para poner en marcha el proceso.
Ahí entra en escena el Matón. Comparte con el Verdugo su incultura y sus modos bestiales, pues la educación es totalmente innecesaria para ir haciéndose el patotero por la calle y rompiendo vidrios o cabezas. Puesto a la cabeza de otros matones, el Matón ocupa las calles y las reclama para los líderes de la facción, instalando en el hombre común el miedo a la violencia bruta, directa e inmediata hacia su persona o propiedad. Sin embargo, el Matón es un puesto que rara vez suele sobrevivir a la conquista del poder, ya que su brutalidad termina alimentando la desconfianza y resentimiento de las personas cuya colaboración es necesaria e imprescindible para el buen funcionamiento del Estado, y si los líderes los sostienen, es con la plena confianza de que hacerlo les va a costar mucho en imagen. Es por eso que los Matones suelen ser las primeras víctimas de las purgas y limpiezas.
Eso fue lo que le pasó a Ernst Röhm. El rechoncho y homosexual veterano de guerra (que llegó incluso a ser asesor militar del Ejército Boliviano durante la Guerra del Chaco) se convirtió en el gran líder de las SA, la milicia de "camisas pardas" con la que Hitler reventó cabezas opositoras durante su conquista del poder. Los desocupados, violentos y brutales matones de las SA solían trenzarse en grescas callejeras con los militantes del comunismo alemán y participaban de todas las campañas de escarnio contra los judíos y otros "indeseables". Sin embargo, la utilidad de Röhm acabó poco después de la toma del poder por Hitler, ya que el Führer lo encontró "inconveniente" en su relación con los empresarios y los militares, y acabó con él en la célebre "Noche de los Cuchillos Largos" de 1934.
El Matón por excelencia del kirchnerismo no es ni más ni menos que Luis "Cinco Pibe" D'Elía, el impresentable y feminoide pseudo-maestro ocupador de calles y chupador de fondos públicos que se gana el pan moviendo gente para "ganar la calle" cuando el Néstor lo dispone. Luisito es quizás uno de los mayores factores piantavotos del kirchnerismo, y ciertamente es de las caras más despreciables de la patota, pero Néstor lo sostiene contra viento y marea porque, como quedó claro durante la pelea con el campo en 2008, cuando D'Elía se ganó el pan y los subsidios reventando cabezas de ruralistas y ciudadanos comunes y corrientes.
El Megáfono: Dura tarea la de este muchacho. No es fácil correr a las radios y canales de televisión, poner la cara todos los días para defender lo indefendible y hacerse cargo de las imbecilidades y barbaridades del poder. No debe ser fácil saberse un objeto de odio para una sociedad que lo escucha incrédulo mientras defiende cosas como si en algún sistema lógico cupiera tenerlas por verdadera. Pero ese es el trabajo del Megáfono: ser la voz oficial. Ser el tipo que pone en sus labios los argumentos oficiales, y que los grita cuando éstos no logran imponerse por sobre el sentido común. La piel del Megáfono es dura; tiene que serlo para resistir los epítetos y el desprecio a los que se hace acreedor. La enfermedad endémica del Megáfono es creer que todo se reduce a la opinión pública. Al relato, como diría Cristina. Es así que ante la seguidilla de desastres, el Megáfono multiplica sus apariciones, sus discursos y sus campañas, creyendo que su sola voz podrá poner "las ideas correctas" en la cabeza del populacho y revertir el curso del desastre.
No hay Megáfono más puro y perfecto que Joseph Goebbels. El enano y rengo Ministro de Propaganda del Tercer Reich, cultor del principio de "miente, miente, que algo quedará", fue la voz del nazismo y constructor de su imagen pública. Podía contarse con Goebbels para convertir en palabra oficial el desvarío más enfermo que saliera de la mente de Hitler. No que él tuviera problemas con eso; un tipo lo bastante fanático como para ponerle a sus seis hijos (a los cuales hizo matar tras la muerte de Hitler) nombres que empezaran con la letra "H", iba a ser lo bastante convencido de la causa como para gritar sin pena ni remordimiento lo que el nazismo quisiese.
Comparar a Aníbal Fernández con Goebbels es un despropósito; el alemán era un genio perverso de la propaganda, mientras que Caníbal es simplemente perverso. El Megáfono kirchnerista se limita a gritar e insultar en su afán de convertir las sandeces más impresentables y los movimientos más enfermos del matrimonio de turros en realidades a ser impuestas a como dé lugar. Lo vimos en varias de las grandes batallas épicas del kirchnerismo: "Retenciones o Muerte", "Ley de Medios o Muerte", "Testimoniales o Muerte" y la reciente "Reservas del BCRA o Muerte". Para Fernández no hay sótanos demasiado bajos o sandeces demasiado enfermas como para no decirlas en cámara cual verdades reveladas.
El Arriero: Los intelectuales se excitan con algunas palabras lindas e ideas abstrusas. Los convencidos se mueven solos; los fanáticos, sin que se los pidan. Al resto de la gente hay que moverla de alguna manera, o en caso de preferirse la inmovilidad del vulgo, hay que darles lo necesario para que no sientan el impulso de moverse en otra dirección. Y todo gobierno autoritario requiere de un Arriero que organice el movimiento o el reposo del ganado social. La principal preocupación del Arriero pasa por el control de los sindicatos, que son por lo general los mayores actores sociales no-estatales y no-empresariales que intervienen en política. Con el control sindical en sus manos, el Arriero puede desde ahí convertirlos en herramientas para el régimen, organizando la distribución del pan, de vez en cuando la del circo, y encargándose de las movilizaciones que sean necesarias.
Cuando Hitler llegó al gobierno, uno de sus primeros pasos fue, justamente, hacerse con el control del movimiento obrero alemán. Para ello, recurrió a los servicios de un ebrio, tartamudo, incompetente y absolutamente leal ex combatiente llamado Robert Ley. Este muchacho creó el Deutsche Arbeitsfront (DAF), el Frente Alemán del Trabajo, cuando Hitler ilegalizó los sindicatos en 1933. El DAF, conducido desde principio hasta fin por el amigo Ley, pretendió ser una mezcla mutante de sindicato único y universal nacional, de comisión paritaria permanente, de obra social y agencia de viajes para el placer de los trabajadores, e incluso de colimba laboral para los desocupados. Fue Ley quien puso en marcha la idea de un "auto del pueblo" que los trabajadores afiliados al DAF pudieran comprar con ahorros semanales de cinco marcos, sólo que la plata ahorrada fue empleada para la producción de armas: después de la guerra, ese auto fue el origen del querido Escarabajo Volkswagen. Acabó suicidándose en la celda antes de que empezara el juicio de Nuremberg
En cambio, Hugo Moyano sólo puede soñar con el poder que alcanzó Ley en la Alemania nazi. Lamentablemente, Huguito tiene que conformarse con el poder que le puede arrebatar al resto de los Gordos de la CGT, en lugar de tener algo parecido al DAF. Sin embargo, Hugo sabe cómo hacer bien el papel de chantajista para conseguir lo que quiere de los Kirchner: dinero, dinero y más dinero. A cambio de las efectividades conducentes que le da el Pingüinato, Hugo hace lo posible para mantener la enorme estructura sindical firmemente abulonada al catastrófico "proyecto nacional" de Néstor y la sexóloga del neuropsiquiátrico.
El Idiota Útil: Hay quienes creen que pueden jugar con fuego sin quemarse. Hay quienes piensan que pueden "domesticar" al pichón de dictador e incluso hacerlo jugar para él. Hay quienes piensan que su propia bondad y pureza pueden "civilizar" al régimen y suavizar sus peores aristas. Hay quienes piensan que es posible integrar al aspirante de mandamás al sistema democrático que odia y desprecia. A todos ellos les cabe el mote de "Idiotas Útiles". Son los idiotas que abren las puertas del desastre, o los que creen que pueden convertir a las víboras en ciudadanos con su ejemplo o su participación adentro del propio Gobierno. Son, con sus buenas intenciones y sus palabras razonables, los que les dan a los tiranos potenciales la oportunidad que necesitan.
Franz von Papen es casi el epítome del Idiota Útil, y un raro caso doble de Idiota Útil que abre la puerta y que se queda adentro. Aristócrata, refinado y culto, político de renombre en la Alemania de entreguerras, líder del Partido de Centro, Canciller del Reich durante cinco meses de 1932, von Papen tuvo la peregrina idea de "domesticar" nada más y nada menos que a Adolf Hitler, proponiéndole al viejo y senil presidente Hindenburg que nombrara a Hitler como Canciller del Reich en un gabinete en el que los nazis tendrían apenas tres de once ministerios y en el que el propio von Papen tendría las riendas desde la vicecancillería, con la convicción de que Hitler podía ser controlado si se lo ponía en el Gobierno. Lo que hizo el idiota, que había pronosticado que "en dos meses habremos empujado a Hitler contra la esquina con tanta fuerza que acabará sollozando", fue darle al Führer las llaves del poder. Si bien la vicecancillería (mas no la vida) de von Papen acabaría en 1934 con la Noche de los Cuchillos Largos, Hitler siempre encontró un lugar para este aristócrata idiota, que acabaría vagando como embajador y representante del Reich por varios países europeos. Su idiotez fue tal que el Tribunal de Nuremberg lo sobreseyó.
A diferencia de von Papen, en la Argentina kirchnerista podemos ver casos individuales. Eduardo Duhalde fue un Idiota Útil clásico al aupar al desconocido y nefasto pingüino como candidato presidencial en 2003, con la convicción de que podría controlarlo a través del aparato bonaerense. Todos sabemos cómo terminó eso y cómo sigue: con Duhalde reducido a prometer cosas como "voy a llevarme al loco que traje". En cambio, Graciela Ocaña fue de las que pensó que el kirchnerismo no podía ser tan malo, y que quizás si entraba, podía ayudar a mejorar varias cosas. Así le fue.
Bueno, espero que les haya parecido interesante esta descripción de personajes y papeles... de momento tengo algunas ideas sobre otros personajes pero no las refiné. Si a ustedes se les ocurren otros que podrían ser útiles para este racconto, son más que bienvenidos a proponerlos.
Hasta la próxima.
Comencemos entonces por el siguiente actor en el triste elenco autoritario:
El Verdugo: Cual eslabón de una cadena de producción, este simpático personaje ocupa el último lugar en el proceso que iniciaran el Comisario y el Inquisidor. Mientras el Comisario elige el blanco y el Inquisidor lo destroza en público, el Verdugo es el encargado del trámite final de su liquidación, sea física o económica. El Comisario trabaja en la intimidad de su oficina y el Inquisidor frente a las cámaras; el Verdugo prefiere la humedad y oscuridad de los sótanos, o la invasión del espacio doméstico o laboral del condenado. El Verdugo es un tipo de pocas luces, generalmente siniestro al punto de darle una mezcla de asco y miedo al resto de la tropa autoritaria. No necesita más cultura que la indispensable para pegar el tiro en la nuca o, como ocurre en autoritarismos menos brutales, llevar la amenazas y exigencias del patroncito al tipo al que desea eliminar o expoliar.
Stalin supo tener en los momentos más sangrientos de sus purgas a Nikolai Yezhov, un ser pequeño, sádico y despreciable que era conocido por el apodo de "el Enano Envenenado", por su estatura de 1,51 metros. Tras escribir un informe en el que sostenía que la oposición política desembocaba eventualmente en violencia y terrorismo, Yezhov fue promovido a jefe de la NKVD luego de que Stalin se deshiciera de Genrikh Yagoda, el Verdugo anterior y mentor del propio Yezhov; la primera tarea del muchacho Yezhov fue investigar y condenar a Yagoda, para lo cual inventó la evidencia necesaria para su ejecución. Su aseveración de que "es mejor que diez inocentes sufran antes que dejar que un solo enemigo del pueblo escape" se cobró la vida de al menos 680.000 personas... sólo entre 1937 y 1938. Finalmente cayó en desgracia cuando Stalin eligió a Lavrenti Beria (de quien hablamos la semana pasada en el apartado "el Comisario") como su nuevo jefe de la NKVD y acabó ejecutado, pero su influencia se sintió al punto de que el período de las grandes purgas es también llamado "la Era de Yezhov".
En la Argentina kirchnerista todavía no llegamos a los niveles de un Yezhov, pero sí hay pequeños seres que cumplen con el papel del Verdugo. Aunque Carlos Kunkel, el ladero bestia de la insufrible Inquisidora Diana Conti puede ser un buen Verdugo, no le llega ni a los talones al salvaje, despreciable y vil Guillermo Moreno. Las correrías y andanzas del "Poronga" Moreno son por todos conocidas: desde hacerse acompañar por boxeadores en las marchas del kirchnerismo hasta amenazar a los empresarios que Kirchner quiere fagocitar, ya sea recibiéndolos con una pistola sobre el escritorio, o gritando por el teléfono, o sugiriendo que sus muchachos "expertos en partir espaldas" pueden ocuparse del tema. Lo que queda claro es que lo que pasa por las manos de Moreno acaba destruido y arrasado.
El Matón: Todo movimiento o partido que aspire a ser el patrón exclusivo de la vereda requiere del control de las calles y de la intimidación al público en general. La trinidad Comisario-Inquisidor-Verdugo funciona con enemigos individuales y de alto perfil; su mecánica compleja la hace ineficiente para la intimidación colectiva excepto en la medida en la que se pueda usar de ejemplo. Después de todo, el ciudadano de a pie rara vez atraerá la atención del Comisario como para poner en marcha el proceso.
Ahí entra en escena el Matón. Comparte con el Verdugo su incultura y sus modos bestiales, pues la educación es totalmente innecesaria para ir haciéndose el patotero por la calle y rompiendo vidrios o cabezas. Puesto a la cabeza de otros matones, el Matón ocupa las calles y las reclama para los líderes de la facción, instalando en el hombre común el miedo a la violencia bruta, directa e inmediata hacia su persona o propiedad. Sin embargo, el Matón es un puesto que rara vez suele sobrevivir a la conquista del poder, ya que su brutalidad termina alimentando la desconfianza y resentimiento de las personas cuya colaboración es necesaria e imprescindible para el buen funcionamiento del Estado, y si los líderes los sostienen, es con la plena confianza de que hacerlo les va a costar mucho en imagen. Es por eso que los Matones suelen ser las primeras víctimas de las purgas y limpiezas.
Eso fue lo que le pasó a Ernst Röhm. El rechoncho y homosexual veterano de guerra (que llegó incluso a ser asesor militar del Ejército Boliviano durante la Guerra del Chaco) se convirtió en el gran líder de las SA, la milicia de "camisas pardas" con la que Hitler reventó cabezas opositoras durante su conquista del poder. Los desocupados, violentos y brutales matones de las SA solían trenzarse en grescas callejeras con los militantes del comunismo alemán y participaban de todas las campañas de escarnio contra los judíos y otros "indeseables". Sin embargo, la utilidad de Röhm acabó poco después de la toma del poder por Hitler, ya que el Führer lo encontró "inconveniente" en su relación con los empresarios y los militares, y acabó con él en la célebre "Noche de los Cuchillos Largos" de 1934.
El Matón por excelencia del kirchnerismo no es ni más ni menos que Luis "Cinco Pibe" D'Elía, el impresentable y feminoide pseudo-maestro ocupador de calles y chupador de fondos públicos que se gana el pan moviendo gente para "ganar la calle" cuando el Néstor lo dispone. Luisito es quizás uno de los mayores factores piantavotos del kirchnerismo, y ciertamente es de las caras más despreciables de la patota, pero Néstor lo sostiene contra viento y marea porque, como quedó claro durante la pelea con el campo en 2008, cuando D'Elía se ganó el pan y los subsidios reventando cabezas de ruralistas y ciudadanos comunes y corrientes.
El Megáfono: Dura tarea la de este muchacho. No es fácil correr a las radios y canales de televisión, poner la cara todos los días para defender lo indefendible y hacerse cargo de las imbecilidades y barbaridades del poder. No debe ser fácil saberse un objeto de odio para una sociedad que lo escucha incrédulo mientras defiende cosas como si en algún sistema lógico cupiera tenerlas por verdadera. Pero ese es el trabajo del Megáfono: ser la voz oficial. Ser el tipo que pone en sus labios los argumentos oficiales, y que los grita cuando éstos no logran imponerse por sobre el sentido común. La piel del Megáfono es dura; tiene que serlo para resistir los epítetos y el desprecio a los que se hace acreedor. La enfermedad endémica del Megáfono es creer que todo se reduce a la opinión pública. Al relato, como diría Cristina. Es así que ante la seguidilla de desastres, el Megáfono multiplica sus apariciones, sus discursos y sus campañas, creyendo que su sola voz podrá poner "las ideas correctas" en la cabeza del populacho y revertir el curso del desastre.
No hay Megáfono más puro y perfecto que Joseph Goebbels. El enano y rengo Ministro de Propaganda del Tercer Reich, cultor del principio de "miente, miente, que algo quedará", fue la voz del nazismo y constructor de su imagen pública. Podía contarse con Goebbels para convertir en palabra oficial el desvarío más enfermo que saliera de la mente de Hitler. No que él tuviera problemas con eso; un tipo lo bastante fanático como para ponerle a sus seis hijos (a los cuales hizo matar tras la muerte de Hitler) nombres que empezaran con la letra "H", iba a ser lo bastante convencido de la causa como para gritar sin pena ni remordimiento lo que el nazismo quisiese.
Comparar a Aníbal Fernández con Goebbels es un despropósito; el alemán era un genio perverso de la propaganda, mientras que Caníbal es simplemente perverso. El Megáfono kirchnerista se limita a gritar e insultar en su afán de convertir las sandeces más impresentables y los movimientos más enfermos del matrimonio de turros en realidades a ser impuestas a como dé lugar. Lo vimos en varias de las grandes batallas épicas del kirchnerismo: "Retenciones o Muerte", "Ley de Medios o Muerte", "Testimoniales o Muerte" y la reciente "Reservas del BCRA o Muerte". Para Fernández no hay sótanos demasiado bajos o sandeces demasiado enfermas como para no decirlas en cámara cual verdades reveladas.
El Arriero: Los intelectuales se excitan con algunas palabras lindas e ideas abstrusas. Los convencidos se mueven solos; los fanáticos, sin que se los pidan. Al resto de la gente hay que moverla de alguna manera, o en caso de preferirse la inmovilidad del vulgo, hay que darles lo necesario para que no sientan el impulso de moverse en otra dirección. Y todo gobierno autoritario requiere de un Arriero que organice el movimiento o el reposo del ganado social. La principal preocupación del Arriero pasa por el control de los sindicatos, que son por lo general los mayores actores sociales no-estatales y no-empresariales que intervienen en política. Con el control sindical en sus manos, el Arriero puede desde ahí convertirlos en herramientas para el régimen, organizando la distribución del pan, de vez en cuando la del circo, y encargándose de las movilizaciones que sean necesarias.
Cuando Hitler llegó al gobierno, uno de sus primeros pasos fue, justamente, hacerse con el control del movimiento obrero alemán. Para ello, recurrió a los servicios de un ebrio, tartamudo, incompetente y absolutamente leal ex combatiente llamado Robert Ley. Este muchacho creó el Deutsche Arbeitsfront (DAF), el Frente Alemán del Trabajo, cuando Hitler ilegalizó los sindicatos en 1933. El DAF, conducido desde principio hasta fin por el amigo Ley, pretendió ser una mezcla mutante de sindicato único y universal nacional, de comisión paritaria permanente, de obra social y agencia de viajes para el placer de los trabajadores, e incluso de colimba laboral para los desocupados. Fue Ley quien puso en marcha la idea de un "auto del pueblo" que los trabajadores afiliados al DAF pudieran comprar con ahorros semanales de cinco marcos, sólo que la plata ahorrada fue empleada para la producción de armas: después de la guerra, ese auto fue el origen del querido Escarabajo Volkswagen. Acabó suicidándose en la celda antes de que empezara el juicio de Nuremberg
En cambio, Hugo Moyano sólo puede soñar con el poder que alcanzó Ley en la Alemania nazi. Lamentablemente, Huguito tiene que conformarse con el poder que le puede arrebatar al resto de los Gordos de la CGT, en lugar de tener algo parecido al DAF. Sin embargo, Hugo sabe cómo hacer bien el papel de chantajista para conseguir lo que quiere de los Kirchner: dinero, dinero y más dinero. A cambio de las efectividades conducentes que le da el Pingüinato, Hugo hace lo posible para mantener la enorme estructura sindical firmemente abulonada al catastrófico "proyecto nacional" de Néstor y la sexóloga del neuropsiquiátrico.
El Idiota Útil: Hay quienes creen que pueden jugar con fuego sin quemarse. Hay quienes piensan que pueden "domesticar" al pichón de dictador e incluso hacerlo jugar para él. Hay quienes piensan que su propia bondad y pureza pueden "civilizar" al régimen y suavizar sus peores aristas. Hay quienes piensan que es posible integrar al aspirante de mandamás al sistema democrático que odia y desprecia. A todos ellos les cabe el mote de "Idiotas Útiles". Son los idiotas que abren las puertas del desastre, o los que creen que pueden convertir a las víboras en ciudadanos con su ejemplo o su participación adentro del propio Gobierno. Son, con sus buenas intenciones y sus palabras razonables, los que les dan a los tiranos potenciales la oportunidad que necesitan.
Franz von Papen es casi el epítome del Idiota Útil, y un raro caso doble de Idiota Útil que abre la puerta y que se queda adentro. Aristócrata, refinado y culto, político de renombre en la Alemania de entreguerras, líder del Partido de Centro, Canciller del Reich durante cinco meses de 1932, von Papen tuvo la peregrina idea de "domesticar" nada más y nada menos que a Adolf Hitler, proponiéndole al viejo y senil presidente Hindenburg que nombrara a Hitler como Canciller del Reich en un gabinete en el que los nazis tendrían apenas tres de once ministerios y en el que el propio von Papen tendría las riendas desde la vicecancillería, con la convicción de que Hitler podía ser controlado si se lo ponía en el Gobierno. Lo que hizo el idiota, que había pronosticado que "en dos meses habremos empujado a Hitler contra la esquina con tanta fuerza que acabará sollozando", fue darle al Führer las llaves del poder. Si bien la vicecancillería (mas no la vida) de von Papen acabaría en 1934 con la Noche de los Cuchillos Largos, Hitler siempre encontró un lugar para este aristócrata idiota, que acabaría vagando como embajador y representante del Reich por varios países europeos. Su idiotez fue tal que el Tribunal de Nuremberg lo sobreseyó.
A diferencia de von Papen, en la Argentina kirchnerista podemos ver casos individuales. Eduardo Duhalde fue un Idiota Útil clásico al aupar al desconocido y nefasto pingüino como candidato presidencial en 2003, con la convicción de que podría controlarlo a través del aparato bonaerense. Todos sabemos cómo terminó eso y cómo sigue: con Duhalde reducido a prometer cosas como "voy a llevarme al loco que traje". En cambio, Graciela Ocaña fue de las que pensó que el kirchnerismo no podía ser tan malo, y que quizás si entraba, podía ayudar a mejorar varias cosas. Así le fue.
Bueno, espero que les haya parecido interesante esta descripción de personajes y papeles... de momento tengo algunas ideas sobre otros personajes pero no las refiné. Si a ustedes se les ocurren otros que podrían ser útiles para este racconto, son más que bienvenidos a proponerlos.
Hasta la próxima.
4 Comentarios:
Excelente conclusión de la tipología del zoológico!
Pregunto: A las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y demás "organizaciones de Derechos Humanos", sostén "moral" de este gobierno... ¿qué papel les cabe dentro de esta tipología? o son algo que hasta ahora no se le ocurrió a nadie?
Ge-nio. Te cuento que me lei todos tus posts. To-dos.
saludos.
Tengo algunos nombres: Garré, Oliván, Haddad, González Oro, Orlando Barone, Zaffaroni, Persico, La Gorda Carrió cuando a fines de los 90 y principios de la década que terminó hablaba de los frescos vientos del sur que se vienen, con carita esperanzada, los movileros de CQC que la jugaban de críticos simpáticos cuando hacían que enfrentaban a los K, los empresarios K (elegí el que más asco te dé), Scioli, Alberto Fernández, etc.
Esta serie de dos artículos es estupenda. Merece difusión, haré lo que pueda de mi parte.
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