No me banco el Twitter
Tal vez sea yo que ya estoy sintiendo un viejazo prematuro, pero la verdad que no le puedo encontrar la menor utilidad o sentido al Twitter. Sé que hay gente que le encanta y me alegro por ellos, pero yo no puedo.
Llegué a armarme una cuenta, pero tanto me aburrió que terminé por olvidarme la contraseña. Quizá sea porque no tengo la paciencia o la voluntad para sostener publicaciones regulares (Dios sabe que eso me pasa acá en La Bestia), o tal vez porque no le veo el sentido a andar cada dos por tres subiendo 140 caracteres sobre cualquier cosa.
Sea como sea, si antes pensaba que podía llegar a haber alguna utilidad para el Twitter, ahora que parece haberse convertido en el medio de comunicación favorito de la clase política argenta, me parece una completa pérdida de tiempo.
¿Cuándo fue la última vez que algún político dijo algo importante por Twitter? Hagamos de cuenta que no tenemos una banda de cretinos en el gobierno y pensemos en el hecho de que lo que un funcionario de gobierno dice tiene un peso importante en una sociedad. La palabra de un ministro, de un gobernador, de un presidente, tiene un impacto que no puede ignorarse, y precisamente por eso debe ser cuidada y empleada únicamente cuando es necesario.
Es precisamente por eso que el Twitter es desastroso para la política y para la sociedad: hace que sea barato y fácil para nuestros "dirigentes" abrir la boca sobre lo que se les dé la gana. Antes, por lo menos, tenían que hacerlo en vivo y en directo, dando la cara ante la prensa o ante el público y exponiéndose; ahora lo hacen desde la comodidad de su casa o despacho, o peor aún, pagándole a alguien para que ponga palabras en sus bocas.
Es así que llegamos a las imbecilidades que dice rutinariamente la Presidenta, sea para llamar "piratas for ever" a los británicos en medio de una controversia diplomática o para usar el rescate de los mineros en Chile como excusa para basurear una vez más a todos los que ella odia, o a las animaladas de seres como el canciller Timerman o Caníbal Fernández.
Pero hagamos abstracción de la política; cada vez que la palabra "Twitter" aparece en los medios es porque dos o más personas entraron en una discusión digna de viejas gritonas, puteándose y contestándose las puteadas por 140 caracteres. El Twitter es la digitalización del puterío.
Qué se yo, es mi opinión nomás.
Llegué a armarme una cuenta, pero tanto me aburrió que terminé por olvidarme la contraseña. Quizá sea porque no tengo la paciencia o la voluntad para sostener publicaciones regulares (Dios sabe que eso me pasa acá en La Bestia), o tal vez porque no le veo el sentido a andar cada dos por tres subiendo 140 caracteres sobre cualquier cosa.
Sea como sea, si antes pensaba que podía llegar a haber alguna utilidad para el Twitter, ahora que parece haberse convertido en el medio de comunicación favorito de la clase política argenta, me parece una completa pérdida de tiempo.
¿Cuándo fue la última vez que algún político dijo algo importante por Twitter? Hagamos de cuenta que no tenemos una banda de cretinos en el gobierno y pensemos en el hecho de que lo que un funcionario de gobierno dice tiene un peso importante en una sociedad. La palabra de un ministro, de un gobernador, de un presidente, tiene un impacto que no puede ignorarse, y precisamente por eso debe ser cuidada y empleada únicamente cuando es necesario.
Es precisamente por eso que el Twitter es desastroso para la política y para la sociedad: hace que sea barato y fácil para nuestros "dirigentes" abrir la boca sobre lo que se les dé la gana. Antes, por lo menos, tenían que hacerlo en vivo y en directo, dando la cara ante la prensa o ante el público y exponiéndose; ahora lo hacen desde la comodidad de su casa o despacho, o peor aún, pagándole a alguien para que ponga palabras en sus bocas.
Es así que llegamos a las imbecilidades que dice rutinariamente la Presidenta, sea para llamar "piratas for ever" a los británicos en medio de una controversia diplomática o para usar el rescate de los mineros en Chile como excusa para basurear una vez más a todos los que ella odia, o a las animaladas de seres como el canciller Timerman o Caníbal Fernández.
Pero hagamos abstracción de la política; cada vez que la palabra "Twitter" aparece en los medios es porque dos o más personas entraron en una discusión digna de viejas gritonas, puteándose y contestándose las puteadas por 140 caracteres. El Twitter es la digitalización del puterío.
Qué se yo, es mi opinión nomás.
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