Una historia de ciencia ficción
Aún si tuviera alguna buena idea de qué tratar hoy, la veda electoral de esta ciudad (je) me lo complicaría, así que para no hacer como la Presidenta cada vez que usa la cadena nacional, hoy vamos a ir a otras cuestiones.
Entre los múltiples universos de ciencia ficción que disfruto está el de la serie de novelas de Honor Harrington, escritas por el novelista norteamericano David Weber. La serie en sí empieza como una adaptación espacial de las Guerras Napoleónicas del siglo XIX, más específicamente del aspecto naval, reemplazando a Gran Bretaña, a Francia y a las otras potencias de la época por colonias espaciales que son sus análogos mas no necesariamente idénticos, aunque en las últimas entregas (la serie ya va por doce novelas en la línea principal, cuatro derivadas y cinco antologías) el estilo de guerra parece algo más de la Segunda Guerra Mundial.
El autor se mató con el diseño del universo y por momentos no puede evitar envolverse en descripciones enormes sobre ese universo, pero dejaré que los méritos literarios sean discutidos por alguien que sepa un poco más de eso; me limitaré a decir que me entretiene y eso es lo básico que espero de una historia antes de ponerme a pensar en otras cosas.
En fin, el punto es que en una de las antologías el autor aprovecha para publicar una parte de su "biblia de escritor", con explicaciones sobre la tecnología de la serie y la historia ficticia de las naciones contendientes. Dejo aquí, porque es a donde quería llegar, una traducción de la historia particular de la que vendría a ser la nación antagonista inicial de las primeras novelas, la República Popular de Haven, que vendría a ser un paralelo de la Francia pre- y post-revolucionaria... aunque quizás noten en estos pasajes demasiados paralelismos con otro país que conocemos demasiado bien y que no pudo evitar que me salga una sonrisa triste al leer...
Una última nota; el autor usa un calendario con punto de partida en nuestro año 2103, así que súmenle ese número a los años que aparecen en el extracto.
En fin, acá vamos.
Haven se encuentra en una región particularmente atractiva, con una inusualmente alta proporción de estrellas de clase F, G y K, y la expedición original estaba extremadamente bien financiada por un emprendimiento conjunto de no menos de once corporaciones basadas en planetas integrantes de la Liga Solariana. Más aún, el nombre de Haven demostró ser apropiado, ya que las formas de vida terrestres se adaptaron a su ambiente con un mínimo de dificultad y su clima era casi idílico. Con una poderosa organización de relaciones públicas cantando las loas de su atractivo, ejerció un efecto magnético entre los aspirantes a colonos de la Liga y, con la nueva tecnología hiperespacial disponible, creció a una velocidad increíble. Para 1430 PD, la República de Haven ya contaba con una población planetaria de casi mil millones y estaba empezando a organizar sus propias expediciones colonizadoras en lo que se conocería (a pesar de que otros seis sistemas en la misma región habían sido colonizados antes o casi al mismo tiempo que Haven) como el Cuadrante Haven.
Para 1475, la economía y el gobierno de Haven habían demostrado ser extremadamente eficientes y efectivos. Políticamente, Haven era una democracia representativa con una clase media fuerte y políticamente activa, y su política económica consagraba los principios del capitalismo liberal con mínima interferencia gubernamental. Junto con la ventaja provista por las altamente favorables circunstancias iniciales de la colonia, esta combinación de eficiencia de mercado y gobierno flexible crearon un estándar planetario de vida al menos tan elevado como el de la mayoría de los mundos miembros de la Liga Solariana, y se convirtió en la envidia y el modelo a seguir para todos los otros mundos del cuadrante.
Durante los siguientes dos siglos, Haven continuó cumpliendo con su promesa, con una población de casi siete mil millones en todo el sistema y convirtiéndose en una especie de Atenas interestelar. El Cuadrante Haven, aunque compuesto por mundos y sistemas estelares independientes, rivalizaba con la Liga Solariana en poderío económico, a la vez que continuaba siendo una entidad vibrante y expansiva, a diferencia de la esencialmente satisfecha y contenta Liga. Aunque el cuadrante no contenía ninguna confluencia de agujeros de gusano, tenía acceso a la Confluencia de Manticore (y luego a la Confluencia de Erewhon) y por su intermedio a la Liga, y todo apuntaba a que su expansión y prosperidad continuarían.
No fue así. Es imposible hacer una identificación precisa de un evento específico que causara el cambio en el cuadrante, pero en términos generales podría ser llamado "exceso de éxito". Al cuadrante, y en particular Haven, le había ido demasiado bien. Su riqueza era incalculable, y comenzó a parecer injusto que esa riqueza no estuviera distribuída más equitativamente. En particular, el capitalismo, como siempre, había producido clases estratificadas que iban desde los extremadamente ricos hasta los marginales e incluso sub-marginales, y si los miembros de la clase "sub-marginal" de Haven estaban inestimablemente mejor que, por ejemplo, los ciudadanos pre-andermanos de Nueva Berlín, no estaban bien en comparación con sus propios conciudadanos prósperos.
La República comenzó así a experimentar, con cautela al principio, con programas de asistencia y bienestar para incrementar las oportunidades de sus ciudadanos menos afortunados. Desafortunadamente, lo que comenzó como un experimento se convirtió gradualmente en otra cosa. Las transferencias se tornaron cada vez más importantes para el mantenimiento de los pobres industriales, lo que significó una mayor carga para los elementos productivos de la sociedad. Las operaciones industriales marginales se beneficiaron con tarifas proteccionistas, préstamos públicos y concesiones explícitas para fomentar el pleno empleo, lo que a la vez recortó la eficiencia y productividad general de la base industrial y alentó la inflación. La inflación empeoró aún más la condición de los pobres, lo que hizo necesario transferencias aún más elevadas, transferencias que pronto fueron indexadas de acuerdo con la tasa de inflación de manera periódica y obligatoria, y, conforme proliferaba la red de asistencia, esta comenzó a ser considerada como un "derecho" fundamental de los que recibían la ayuda. Para 1680 PD, Haven había proclamado su célebre "Carta de Derechos Económicos", que declaraba que todos sus ciudadanos tenían un "derecho inalienable" a un estándar de vida relativo a ser definido (y ajustado según lo exigiera la inflación) por un estatuto de la legislatura.
En el proceso, el gobierno había iniciado una espiral interminable de inflación, mayores transferencias, y déficit fiscal creciente. Aún más, había (sin intención, al menos al principio) erosionado la fuerza fundamental de su propia democracia. La clase media, la tradicional espina dorsal de la República, estaba bajo creciente presión tanto de arriba como de abajo, oprimida entre una economía cada vez menos productiva y exigencias cada vez mayores sobre sus ganancias para mantener el sistema de bienestar. Mientras que la clase media había visto alguna vez a la clase alta como (en el peor de los casos) rivales esencialmente amigables o (en el mejor de los casos) como aliados en su prosperidad común, empezaron a ver a los ricos, al igual que los pobres, como enemigos en la lucha por una prosperidad decreciente. Peor aún, la tradicional aspiración de la clase media a la movilidad ascendente se había convertido en un sueño cada vez más remoto, y era más fácil enfocar el resentimiento en aquellos que tenían más que la clase media que en aquellos que tenían menos, una tendencia que se tornó cada vez más pronunciada conforme comentaristas y académicos "iluminados" afianzaban sus posiciones dominantes en los medios y en el sistema educativo.
Quizás lo peor fue el surgimiento de los bloques "pensionados". Los pensionados (así llamados porque vivían "de las pensiones") todavía eran votantes de pleno derecho y, lógicamente, apoyaban a los candidatos que más les ofrecían. Era una cuestión de interés propio, y el interés propio de los pensionados encajó con el de los políticos cada vez más carreristas. Surgió una nueva clase de políticos de aparato, los "administradores de pensionados", que cumplían el papel de hacedores de reyes al proveer enormes bloques de votos a los candidatos de su elección. Los políticos que ejercían cargos pronto se dieron cuenta de que su permanencia en los mismos estaba virtualmente garantizada con el respaldo de los administradores, y de que lo contrario también era cierto. Un político marcado por el "Quórum del Pueblo" (el término oficial que describía a la alianza de los administradores de pensionados) estaba condenado, y conforme los líderes del Quórum se percataban de su poder, eligieron a políticos específicos para castigarlos como ejemplo para todos los políticos sobre el poder que el Quórum representaba.
Por último, como para completar la epidemia sistémica de locura masiva, la mayoría de aquellos que reconocían que había algo que andaba mal abrazaron una "teoría conspirativa" que asumía que sus problemas debían resultar de las maquinaciones hostiles de alguien, probablemente de los miembros de las "clases adineradas" domésticas o de las industrias extranjeras que "arrojaban" sus productos baratos y de baja calidad en la economía de Haven. Casi peor, había un elemento atrincherado de "esto no estaría pasándonos si no estuviéramos en falta de alguna manera" en la gran mayoría del pensamiento político y el análisis y retórica social havenita de mediados del siglo XVIII, y esta tendencia masoquista sólo se volvió más pronunciada conforme el siglo llegaba a su fin.
Para 1750 PD la República (no ya "la República de Haven" sino "la República Popular de Haven") se había vuelto prisionera de una coalición de políticos profesionales (de hecho, políticos que nunca habían tenido ni estaban calificados para cualquier otra carrera) y el Quórum, ayudados y amparados por una comunidad académica en bancarrota moral e intelectual y medios de comunicación masivos que se sentían filosóficamente a gusto con los objetivos del Quórum y que se acobardaban (cuando hacía falta) por amenazas de listas negras. Que el Quórum podía tener éxito en poner periodistas en la lista negra había sido demostrado en 1746 en el caso de Adele Wasserman, una de las últimas periodistas moderadas. Su moderación, que estaba de hecho un poco a la izquierda del centro para los estándares de mediados del siglo XVII, era tildada de "conservadora" o más frecuentemente de "reaccionaria" para sus contemporáneos del siglo XVIII. Ella misma fue acusada de ser "enemiga del hombre común", "esclava de los poderes adinerados", y (la calumnia más dura de ese entonces en Haven) "elitista fiscal", y su empleador, uno de los últimos servicios de noticias independientes, fue presionado para rescindir su contrato (por "demagogia socialmente insensible e inapropiada") mediante un boicot económico, huelgas y presión gubernamental. Su despido, seguido por su posterior asentamiento en el Reino de Manticore y una carrera exitosa como teórica señera del Partido Centrista, fue la señal definitiva para cualquiera que tuviera ojos. A menos que algo extraordinario tuviera lugar, el sistema havenita vigente estaba condenado.
El problema era uno que había surgido junto con el Imperio Romano de la Vieja Tierra: cuando el poder depende del "pan y circo", aquellos en el poder se ven compelidos a dar beneficios más grandes si quieren seguir en el poder. En efecto, los políticos requerían arcas públicas sin fondo y perpetuamente repletas para pagarles a los pensionados y proveer la rapiña y corrupción que sostenían las vidas a las que ellos mismos estaban acostumbrados, y después de casi dos siglos de heridas autoinfligidas cada vez más serias, ni siquiera la alguna vez robusta economía havenita podía soportar esa carga. Se tornó evidente para las cabezas políticas que todo el edificio estaba en problemas: los ingresos impositivos no habían igualado a los gastos en más de 143 años terrestres, la investigación y el desarrollo estaban tambaleando ya que un sistema educativo cada vez más politizado (y por lo tanto inútil) difundía la cháchara pseudo-científica de la teoría económica colectivista en vez de una sensata instrucción científica; y los números menguantes de administradores industriales y técnicos verdaderamente capaces provistos por el sistema se veían cada vez más atraídos por otros sistemas estelares cuyas economías les permitían usar sus talentos y disfrutar de los beneficios subsiguientes. La "Ley de Conservación Técnica" de 1778, que revocó las visas de emigración para todos los ingenieros de investigación y producción mediante la nacionalización de su experiencia "como un recurso de la República", debía poner fin a eso, pero no pudo revertir las tendencias fatales.
El crecimiento económico real se había detenido (de hecho, la economía estaba contrayéndose), pero era políticamente imposible escapar de pagos cada vez más altos del Estipendio Vital Básico, y la estanflación resultante se convertía en una reacción autosostenida. En 1771 PD, un reporte económico altamente clasificado hecho para la Cámara de Legisladores predijo que para el año 1870 PD toda la economía colapsaría en un desastre que haría que la Gran Depresión y el Invierno Económico de 252 PD en la Vieja Tierra parecieran tibias recesiones. Los Jefes de Estado Mayor, puestos al tanto del nivel de colapso que se anticipaba, advirtieron que éste provocaría una guerra sin cuartel en las calles a medida que los ciudadanos de Haven pelearan por comida para sus familias, ya que Haven había alcanzado mucho antes una población que no podía alimentarse sin importaciones, y las importaciones no podían pagarse con una balanza comercial negativa.
El gobierno sólo vio dos posibles salidas: afrontar la realidad, terminar con el déficit fiscal, abolir el EVB y esperar a sobrevivir la reorganización catastrófica que sobrevendría, o encontrar alguna otra fuente de ingresos que mantuviera a flote al presupuesto. Era mucho pedir para ellos afrontar la posibilidad de admitir que ya no se podían pagar los intereses del futuro hipotecado de Haven, lo que significaba que sólo la segunda solución era una posibilidad real, pero ya no había más dinero que exprimir de la economía. Un grupo de legisladores aterrados sugirió esquemas draconianos para "exprimir a los ricos", pero la mayoría reconocía que tal panacea sería puramente cosmética. Al margen de sus propios bienes ocultos, los ricos representaban menos del 0,5% de la población total, y las tasas totalmente confiscatorias propuestas proveerían sólo un alivio temporal... y eliminarían tanto la inversión privada futura y las más altas categorías fiscales (que ya tenían tasas del 92% al ingreso personal y del 75% al ingreso por inversiones) como una fuente de ingresos a largo plazo. Una base impositiva autosostenida podía ser producida sólo por una clase media fuerte, y la clase media había sido sistemáticamente destruída; lo que quedaba de ella era demasiado pequeño como para sostener los gastos actuales del gobierno y lo había sido así durante casi un siglo.
Eso sólo dejó una forma posible de encontrar el ingreso necesario y el gobierno, con la cooperación del Quórum, se preparó para acometerla mediante el así llamado "Plan DuQuesne".
El primer paso fue una "Convención Constituyente" que reescribió radicalmente la Constitución havenita. Aunque mantenía una fachada democrática, la nueva constitución, al redefinir los requisitos electorales y calificaciones necesarias para ejercer cargos y otorgarle a la Cámara de Legisladores el derecho de negarse a aceptar incluso a un representante debidamente electo si la Cámara lo encontraba "personalmente incapacitado para ejercer cargo público", creó una dictadura legislativa con membresía hereditaria. No era una herencia estrictamente de padre a hijo sino una codificación del proceso de "adopción" que se había convertido en la carrera habitual de los políticos havenitas durante el siglo anterior; las verdaderas dinastías vendrían después. El segundo paso fue no limitar el gasto deficitario sino incrementarlo, esta vez con el apoyo entusiasta de las Fuerzas Armadas, que experimentaron la mayor expansión en tiempo de paz en la historia havenita. Y el tercer paso, lanzado en 1846 PD, fue adquirir ingresos adicionales de una fuente completamente nueva: la conquista militar.
Los ataques iniciales casi no tuvieron oposición. El cuadrante estaba tan acostumbrado a la idea de que Haven representaba el ideal al que toda la Humanidad aspiraba que su progresivo colapso había sido tristemente subestimado. Los problemas de Haven eran conocidos, pero se juzgó mal su severidad, y el consenso era que todos ellos podrían ser resueltos si tan sólo Haven pusiera la casa en orden. De hecho, la mayoría de los vecinos de Haven pensaban que Haven estaba en el camino correcto pero que simplemente se había salido temporalmente de control, y muchos de ellos estaban en las primeras etapas del mismo proceso en una suerte de emulación suicida del desastre. La repentina expansión de las fuerzas armadas havenitas causó algo de preocupación, pero aquellos que aseguraban que la históricamente amistosa Haven estaba contemplando acciones hostiles fueron tomados por alarmistas histéricos. Además, los otros sistemas del cuadrante empezaron a ver que sus propias economías estaban cada vez más ajustadas, y las naves de guerra y las tropas costaban dinero que se requería para sus propios programas de bienestar.
El resultado fue un tiro al pavo para la Armada Popular. Entre 1846 y 1900 PD, un período de poco más de cincuenta años, la República Popular de Haven había conquistado cada sistema estelar en un radio de cien años luz a la redonda, incorporándolos por la fuerza dentro de una nueva RPH interestelar gobernada por la ahora abiertamente hereditaria "legislatura" del sistema Haven.
Desafortunadamente para los legislaturistas, pronto descubrieron que la conquista no era la solución que esperaban. Era cierto que podían saquear las economías de los mundos conquistados, pero a menos que quisieran una insurrección servil, había un límite a lo mucho que podían destrozar sus economías subordinadas. Peor aún, la maquinaria militar necesaria para conquistar y luego patrullar su nuevo imperio costó aún más que lo que habían anticipado, particularmente conforme sus alarmados y (aún) no conquistados vecinos empezaron a armarse en respuesta. A pesar de todos los esfuerzos, sus presupuestos continuaron tercamente en la columna del déficit; simplemente no podían pagar tanto sus fuerzas armadas como el apoyo a su población subsidiada con los recursos disponibles. Había una apariencia de prosperidad en el frente doméstico, pero aquellos que estaban en posiciones informadas sabían que era sólo una apariencia. En suma, la "República" tenía sólo dos opciones: continuar expandiéndose, o colapsar.
Entre los múltiples universos de ciencia ficción que disfruto está el de la serie de novelas de Honor Harrington, escritas por el novelista norteamericano David Weber. La serie en sí empieza como una adaptación espacial de las Guerras Napoleónicas del siglo XIX, más específicamente del aspecto naval, reemplazando a Gran Bretaña, a Francia y a las otras potencias de la época por colonias espaciales que son sus análogos mas no necesariamente idénticos, aunque en las últimas entregas (la serie ya va por doce novelas en la línea principal, cuatro derivadas y cinco antologías) el estilo de guerra parece algo más de la Segunda Guerra Mundial.
El autor se mató con el diseño del universo y por momentos no puede evitar envolverse en descripciones enormes sobre ese universo, pero dejaré que los méritos literarios sean discutidos por alguien que sepa un poco más de eso; me limitaré a decir que me entretiene y eso es lo básico que espero de una historia antes de ponerme a pensar en otras cosas.
En fin, el punto es que en una de las antologías el autor aprovecha para publicar una parte de su "biblia de escritor", con explicaciones sobre la tecnología de la serie y la historia ficticia de las naciones contendientes. Dejo aquí, porque es a donde quería llegar, una traducción de la historia particular de la que vendría a ser la nación antagonista inicial de las primeras novelas, la República Popular de Haven, que vendría a ser un paralelo de la Francia pre- y post-revolucionaria... aunque quizás noten en estos pasajes demasiados paralelismos con otro país que conocemos demasiado bien y que no pudo evitar que me salga una sonrisa triste al leer...
Una última nota; el autor usa un calendario con punto de partida en nuestro año 2103, así que súmenle ese número a los años que aparecen en el extracto.
En fin, acá vamos.
Haven se encuentra en una región particularmente atractiva, con una inusualmente alta proporción de estrellas de clase F, G y K, y la expedición original estaba extremadamente bien financiada por un emprendimiento conjunto de no menos de once corporaciones basadas en planetas integrantes de la Liga Solariana. Más aún, el nombre de Haven demostró ser apropiado, ya que las formas de vida terrestres se adaptaron a su ambiente con un mínimo de dificultad y su clima era casi idílico. Con una poderosa organización de relaciones públicas cantando las loas de su atractivo, ejerció un efecto magnético entre los aspirantes a colonos de la Liga y, con la nueva tecnología hiperespacial disponible, creció a una velocidad increíble. Para 1430 PD, la República de Haven ya contaba con una población planetaria de casi mil millones y estaba empezando a organizar sus propias expediciones colonizadoras en lo que se conocería (a pesar de que otros seis sistemas en la misma región habían sido colonizados antes o casi al mismo tiempo que Haven) como el Cuadrante Haven.
Para 1475, la economía y el gobierno de Haven habían demostrado ser extremadamente eficientes y efectivos. Políticamente, Haven era una democracia representativa con una clase media fuerte y políticamente activa, y su política económica consagraba los principios del capitalismo liberal con mínima interferencia gubernamental. Junto con la ventaja provista por las altamente favorables circunstancias iniciales de la colonia, esta combinación de eficiencia de mercado y gobierno flexible crearon un estándar planetario de vida al menos tan elevado como el de la mayoría de los mundos miembros de la Liga Solariana, y se convirtió en la envidia y el modelo a seguir para todos los otros mundos del cuadrante.
Durante los siguientes dos siglos, Haven continuó cumpliendo con su promesa, con una población de casi siete mil millones en todo el sistema y convirtiéndose en una especie de Atenas interestelar. El Cuadrante Haven, aunque compuesto por mundos y sistemas estelares independientes, rivalizaba con la Liga Solariana en poderío económico, a la vez que continuaba siendo una entidad vibrante y expansiva, a diferencia de la esencialmente satisfecha y contenta Liga. Aunque el cuadrante no contenía ninguna confluencia de agujeros de gusano, tenía acceso a la Confluencia de Manticore (y luego a la Confluencia de Erewhon) y por su intermedio a la Liga, y todo apuntaba a que su expansión y prosperidad continuarían.
No fue así. Es imposible hacer una identificación precisa de un evento específico que causara el cambio en el cuadrante, pero en términos generales podría ser llamado "exceso de éxito". Al cuadrante, y en particular Haven, le había ido demasiado bien. Su riqueza era incalculable, y comenzó a parecer injusto que esa riqueza no estuviera distribuída más equitativamente. En particular, el capitalismo, como siempre, había producido clases estratificadas que iban desde los extremadamente ricos hasta los marginales e incluso sub-marginales, y si los miembros de la clase "sub-marginal" de Haven estaban inestimablemente mejor que, por ejemplo, los ciudadanos pre-andermanos de Nueva Berlín, no estaban bien en comparación con sus propios conciudadanos prósperos.
La República comenzó así a experimentar, con cautela al principio, con programas de asistencia y bienestar para incrementar las oportunidades de sus ciudadanos menos afortunados. Desafortunadamente, lo que comenzó como un experimento se convirtió gradualmente en otra cosa. Las transferencias se tornaron cada vez más importantes para el mantenimiento de los pobres industriales, lo que significó una mayor carga para los elementos productivos de la sociedad. Las operaciones industriales marginales se beneficiaron con tarifas proteccionistas, préstamos públicos y concesiones explícitas para fomentar el pleno empleo, lo que a la vez recortó la eficiencia y productividad general de la base industrial y alentó la inflación. La inflación empeoró aún más la condición de los pobres, lo que hizo necesario transferencias aún más elevadas, transferencias que pronto fueron indexadas de acuerdo con la tasa de inflación de manera periódica y obligatoria, y, conforme proliferaba la red de asistencia, esta comenzó a ser considerada como un "derecho" fundamental de los que recibían la ayuda. Para 1680 PD, Haven había proclamado su célebre "Carta de Derechos Económicos", que declaraba que todos sus ciudadanos tenían un "derecho inalienable" a un estándar de vida relativo a ser definido (y ajustado según lo exigiera la inflación) por un estatuto de la legislatura.
En el proceso, el gobierno había iniciado una espiral interminable de inflación, mayores transferencias, y déficit fiscal creciente. Aún más, había (sin intención, al menos al principio) erosionado la fuerza fundamental de su propia democracia. La clase media, la tradicional espina dorsal de la República, estaba bajo creciente presión tanto de arriba como de abajo, oprimida entre una economía cada vez menos productiva y exigencias cada vez mayores sobre sus ganancias para mantener el sistema de bienestar. Mientras que la clase media había visto alguna vez a la clase alta como (en el peor de los casos) rivales esencialmente amigables o (en el mejor de los casos) como aliados en su prosperidad común, empezaron a ver a los ricos, al igual que los pobres, como enemigos en la lucha por una prosperidad decreciente. Peor aún, la tradicional aspiración de la clase media a la movilidad ascendente se había convertido en un sueño cada vez más remoto, y era más fácil enfocar el resentimiento en aquellos que tenían más que la clase media que en aquellos que tenían menos, una tendencia que se tornó cada vez más pronunciada conforme comentaristas y académicos "iluminados" afianzaban sus posiciones dominantes en los medios y en el sistema educativo.
Quizás lo peor fue el surgimiento de los bloques "pensionados". Los pensionados (así llamados porque vivían "de las pensiones") todavía eran votantes de pleno derecho y, lógicamente, apoyaban a los candidatos que más les ofrecían. Era una cuestión de interés propio, y el interés propio de los pensionados encajó con el de los políticos cada vez más carreristas. Surgió una nueva clase de políticos de aparato, los "administradores de pensionados", que cumplían el papel de hacedores de reyes al proveer enormes bloques de votos a los candidatos de su elección. Los políticos que ejercían cargos pronto se dieron cuenta de que su permanencia en los mismos estaba virtualmente garantizada con el respaldo de los administradores, y de que lo contrario también era cierto. Un político marcado por el "Quórum del Pueblo" (el término oficial que describía a la alianza de los administradores de pensionados) estaba condenado, y conforme los líderes del Quórum se percataban de su poder, eligieron a políticos específicos para castigarlos como ejemplo para todos los políticos sobre el poder que el Quórum representaba.
Por último, como para completar la epidemia sistémica de locura masiva, la mayoría de aquellos que reconocían que había algo que andaba mal abrazaron una "teoría conspirativa" que asumía que sus problemas debían resultar de las maquinaciones hostiles de alguien, probablemente de los miembros de las "clases adineradas" domésticas o de las industrias extranjeras que "arrojaban" sus productos baratos y de baja calidad en la economía de Haven. Casi peor, había un elemento atrincherado de "esto no estaría pasándonos si no estuviéramos en falta de alguna manera" en la gran mayoría del pensamiento político y el análisis y retórica social havenita de mediados del siglo XVIII, y esta tendencia masoquista sólo se volvió más pronunciada conforme el siglo llegaba a su fin.
Para 1750 PD la República (no ya "la República de Haven" sino "la República Popular de Haven") se había vuelto prisionera de una coalición de políticos profesionales (de hecho, políticos que nunca habían tenido ni estaban calificados para cualquier otra carrera) y el Quórum, ayudados y amparados por una comunidad académica en bancarrota moral e intelectual y medios de comunicación masivos que se sentían filosóficamente a gusto con los objetivos del Quórum y que se acobardaban (cuando hacía falta) por amenazas de listas negras. Que el Quórum podía tener éxito en poner periodistas en la lista negra había sido demostrado en 1746 en el caso de Adele Wasserman, una de las últimas periodistas moderadas. Su moderación, que estaba de hecho un poco a la izquierda del centro para los estándares de mediados del siglo XVII, era tildada de "conservadora" o más frecuentemente de "reaccionaria" para sus contemporáneos del siglo XVIII. Ella misma fue acusada de ser "enemiga del hombre común", "esclava de los poderes adinerados", y (la calumnia más dura de ese entonces en Haven) "elitista fiscal", y su empleador, uno de los últimos servicios de noticias independientes, fue presionado para rescindir su contrato (por "demagogia socialmente insensible e inapropiada") mediante un boicot económico, huelgas y presión gubernamental. Su despido, seguido por su posterior asentamiento en el Reino de Manticore y una carrera exitosa como teórica señera del Partido Centrista, fue la señal definitiva para cualquiera que tuviera ojos. A menos que algo extraordinario tuviera lugar, el sistema havenita vigente estaba condenado.
El problema era uno que había surgido junto con el Imperio Romano de la Vieja Tierra: cuando el poder depende del "pan y circo", aquellos en el poder se ven compelidos a dar beneficios más grandes si quieren seguir en el poder. En efecto, los políticos requerían arcas públicas sin fondo y perpetuamente repletas para pagarles a los pensionados y proveer la rapiña y corrupción que sostenían las vidas a las que ellos mismos estaban acostumbrados, y después de casi dos siglos de heridas autoinfligidas cada vez más serias, ni siquiera la alguna vez robusta economía havenita podía soportar esa carga. Se tornó evidente para las cabezas políticas que todo el edificio estaba en problemas: los ingresos impositivos no habían igualado a los gastos en más de 143 años terrestres, la investigación y el desarrollo estaban tambaleando ya que un sistema educativo cada vez más politizado (y por lo tanto inútil) difundía la cháchara pseudo-científica de la teoría económica colectivista en vez de una sensata instrucción científica; y los números menguantes de administradores industriales y técnicos verdaderamente capaces provistos por el sistema se veían cada vez más atraídos por otros sistemas estelares cuyas economías les permitían usar sus talentos y disfrutar de los beneficios subsiguientes. La "Ley de Conservación Técnica" de 1778, que revocó las visas de emigración para todos los ingenieros de investigación y producción mediante la nacionalización de su experiencia "como un recurso de la República", debía poner fin a eso, pero no pudo revertir las tendencias fatales.
El crecimiento económico real se había detenido (de hecho, la economía estaba contrayéndose), pero era políticamente imposible escapar de pagos cada vez más altos del Estipendio Vital Básico, y la estanflación resultante se convertía en una reacción autosostenida. En 1771 PD, un reporte económico altamente clasificado hecho para la Cámara de Legisladores predijo que para el año 1870 PD toda la economía colapsaría en un desastre que haría que la Gran Depresión y el Invierno Económico de 252 PD en la Vieja Tierra parecieran tibias recesiones. Los Jefes de Estado Mayor, puestos al tanto del nivel de colapso que se anticipaba, advirtieron que éste provocaría una guerra sin cuartel en las calles a medida que los ciudadanos de Haven pelearan por comida para sus familias, ya que Haven había alcanzado mucho antes una población que no podía alimentarse sin importaciones, y las importaciones no podían pagarse con una balanza comercial negativa.
El gobierno sólo vio dos posibles salidas: afrontar la realidad, terminar con el déficit fiscal, abolir el EVB y esperar a sobrevivir la reorganización catastrófica que sobrevendría, o encontrar alguna otra fuente de ingresos que mantuviera a flote al presupuesto. Era mucho pedir para ellos afrontar la posibilidad de admitir que ya no se podían pagar los intereses del futuro hipotecado de Haven, lo que significaba que sólo la segunda solución era una posibilidad real, pero ya no había más dinero que exprimir de la economía. Un grupo de legisladores aterrados sugirió esquemas draconianos para "exprimir a los ricos", pero la mayoría reconocía que tal panacea sería puramente cosmética. Al margen de sus propios bienes ocultos, los ricos representaban menos del 0,5% de la población total, y las tasas totalmente confiscatorias propuestas proveerían sólo un alivio temporal... y eliminarían tanto la inversión privada futura y las más altas categorías fiscales (que ya tenían tasas del 92% al ingreso personal y del 75% al ingreso por inversiones) como una fuente de ingresos a largo plazo. Una base impositiva autosostenida podía ser producida sólo por una clase media fuerte, y la clase media había sido sistemáticamente destruída; lo que quedaba de ella era demasiado pequeño como para sostener los gastos actuales del gobierno y lo había sido así durante casi un siglo.
Eso sólo dejó una forma posible de encontrar el ingreso necesario y el gobierno, con la cooperación del Quórum, se preparó para acometerla mediante el así llamado "Plan DuQuesne".
El primer paso fue una "Convención Constituyente" que reescribió radicalmente la Constitución havenita. Aunque mantenía una fachada democrática, la nueva constitución, al redefinir los requisitos electorales y calificaciones necesarias para ejercer cargos y otorgarle a la Cámara de Legisladores el derecho de negarse a aceptar incluso a un representante debidamente electo si la Cámara lo encontraba "personalmente incapacitado para ejercer cargo público", creó una dictadura legislativa con membresía hereditaria. No era una herencia estrictamente de padre a hijo sino una codificación del proceso de "adopción" que se había convertido en la carrera habitual de los políticos havenitas durante el siglo anterior; las verdaderas dinastías vendrían después. El segundo paso fue no limitar el gasto deficitario sino incrementarlo, esta vez con el apoyo entusiasta de las Fuerzas Armadas, que experimentaron la mayor expansión en tiempo de paz en la historia havenita. Y el tercer paso, lanzado en 1846 PD, fue adquirir ingresos adicionales de una fuente completamente nueva: la conquista militar.
Los ataques iniciales casi no tuvieron oposición. El cuadrante estaba tan acostumbrado a la idea de que Haven representaba el ideal al que toda la Humanidad aspiraba que su progresivo colapso había sido tristemente subestimado. Los problemas de Haven eran conocidos, pero se juzgó mal su severidad, y el consenso era que todos ellos podrían ser resueltos si tan sólo Haven pusiera la casa en orden. De hecho, la mayoría de los vecinos de Haven pensaban que Haven estaba en el camino correcto pero que simplemente se había salido temporalmente de control, y muchos de ellos estaban en las primeras etapas del mismo proceso en una suerte de emulación suicida del desastre. La repentina expansión de las fuerzas armadas havenitas causó algo de preocupación, pero aquellos que aseguraban que la históricamente amistosa Haven estaba contemplando acciones hostiles fueron tomados por alarmistas histéricos. Además, los otros sistemas del cuadrante empezaron a ver que sus propias economías estaban cada vez más ajustadas, y las naves de guerra y las tropas costaban dinero que se requería para sus propios programas de bienestar.
El resultado fue un tiro al pavo para la Armada Popular. Entre 1846 y 1900 PD, un período de poco más de cincuenta años, la República Popular de Haven había conquistado cada sistema estelar en un radio de cien años luz a la redonda, incorporándolos por la fuerza dentro de una nueva RPH interestelar gobernada por la ahora abiertamente hereditaria "legislatura" del sistema Haven.
Desafortunadamente para los legislaturistas, pronto descubrieron que la conquista no era la solución que esperaban. Era cierto que podían saquear las economías de los mundos conquistados, pero a menos que quisieran una insurrección servil, había un límite a lo mucho que podían destrozar sus economías subordinadas. Peor aún, la maquinaria militar necesaria para conquistar y luego patrullar su nuevo imperio costó aún más que lo que habían anticipado, particularmente conforme sus alarmados y (aún) no conquistados vecinos empezaron a armarse en respuesta. A pesar de todos los esfuerzos, sus presupuestos continuaron tercamente en la columna del déficit; simplemente no podían pagar tanto sus fuerzas armadas como el apoyo a su población subsidiada con los recursos disponibles. Había una apariencia de prosperidad en el frente doméstico, pero aquellos que estaban en posiciones informadas sabían que era sólo una apariencia. En suma, la "República" tenía sólo dos opciones: continuar expandiéndose, o colapsar.
7 Comentarios:
Che, pará, es muy impresionante.
¿En que se basó para escribir eso??
El tipo es un obsesivo en eso de construir universos ficticios y se mata con el detalle... tanto que uno de sus problemas es clavar explicaciones largas de todo en distintos puntos de los libros...
Aunque las novelas cuentan una suerte de guerra napoleónica en el espacio y Haven sería el análogo de la Francia pre y post revolucionaria, el autor dijo una vez que toda esa descripción la había imaginado a partir de pensar en cómo serían los EEUU después de doscientos años de déficit fiscal como resultado de una alianza entre políticos interesados en eternizarse en el poder y los administradores del estado de bienestar.
Pero que por lo menos me agarraron paralelismos con Argentina, me agarraron, aunque don Weber nunca jamás haya nombrado a nuestra querida República...
Hace un par de años cayó en mis manos una de las novelas de la serie (War of Honor, si no me equivoco) y recuerdo que había una especie de campaña política "sucia" contra la protagonista, y no pude evitar los paralelismos locales.
En fin, ni originales somos en nuestra tragicómica caída (sacando lo del expansionismo, a no ser que tracemos un paralelismo con el fenómeno expansionista de ciertas organizaciones narcos y ciertos punteros relacionados en las villas miseria).
Gracias por el texto. Un cordial saludo.
Sep, Bugman, War of Honor, la décima novela de la serie principal, la cual leí tratando de hacer docenas de malabarismos en la cabeza con lo que narraba y con lo que había venido en las nueve novelas anteriores... me gusta la saga pero esa novela en particular se hizo difícil de digerir.
Me acuerdo de la tirada de merda en cuestión (for the record, dar a entender a través de los medios que la protagonista está teniendo un affaire con un almirante casado, para hacerla quedar como el traste ya que la mujer corneada es poco menos que una santa pública y así hacer que se dejen todos de criticar las políticas catastróficas del gobierno de turno) y puedo imaginarme cosas parecidas en las cabezas de nuestros líderes, sólo que los de acá tienen más de matarifes que de aristócratas...
Lo triste, Occam, es tener que escuchar a un montón de presuntos cráneos queriendo venderte lo que está pasando acá como si fuera algo novedoso (me viene a la memoria la muletilla cansadora del "nunca como ahora..." a la que Ella es tan afecta) cuando en realidad es la misma triste e idiota historia suicida de cada civilización que elige suicidarse... típico de una clase política e intelectual que gusta de orinar en las cabezas de la sociedad y decirles que en realidad está lloviendo.
El "nunca como ahora" es porque está absolutamente convencida que la historia argentina empezó el 25 de mayo de 2003, y que EL y ELLA son una especie de Inti y Pachamama... Perón y Evita: unos simples prolegómenos.
Muy triste de ver que el 47% es muy ignorante y egoísta.
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