A propósito del aborto
La discusión del post de Lilith me hizo acordar al Lobo estepario. Si alguien no lo leyó, es un libro de Herman Hesse muy recomendable. Así que dejo un fragmento de un diálogo (si alguien está pensando en leer el libro, le aviso que es un fragmento del final)
"¿Justo? ¡Oh, no! - grité desesperado-. ¡Dios mío, si todo es tan falso, tan endiabladamente tonto y malo! Yo soy una bestia, Mozart, una bestia necia y malvada, enferma y echada a perder; en eso tiene usted mil veces razón. Pero, por lo que atañe a esta muchacha, ella misma lo ha querido así; yo sólo he cumplido su propio deseo.
Mozart reía en silencio, pero, en cambio, tuvo ahora la excelsa bondad de desenchufar la radio.
Mi defensa me sonó a mí mismo, de pronto, bien estúpida; a mí, que hacía un momento nomás había creído sinceramente en ella. Cuando en una ocasión Armanda -así volví a acordarme de repente- me había hablado del tiempo y de la eternidad, entonces había estado dispuesto inmediatamente a considerar a sus pensamientos como reflejos de los míos propios. Pero que la idea de dejarse matar por mí era el capricho y el deseo más íntimo de Armanda y no estaba influida por mí en lo más íntimo me parecía indudable ¿Por qué entonces no sólo había había aceptado y creído esta idea tan terrible y tan extraña, sino que hasta la había adivinado de antemano? ¿Acaso porque era mi propio pensamiento? ¿ Y por qué había asesinado a Armanda precisamente en el momento de encontrarla desnuda en los brazos de otro? Omnisciente y llena de sarcasmo, resonaba la risa callada de Mozart.
-Harry -dijo-, es usted un farsante. ¿No había de haber deseado de usted realmente esta pobre muchacha otra cosa que una puñalada? ¡Eso cuénteselo usted a otro!"
Con esto quiero recordar la facilidad con la que las personas, aún reconociendo la belleza de algo, creamos cualquier pretexto para no tener que asumir que lo queremos y tener que aceptar la lucha que cuesta conseguirlo. Entonces lo matamos.
A propósito, Harry asesina a Armanda cuando ella está durmiendo. No la mira, ni la escucha.
"¿Justo? ¡Oh, no! - grité desesperado-. ¡Dios mío, si todo es tan falso, tan endiabladamente tonto y malo! Yo soy una bestia, Mozart, una bestia necia y malvada, enferma y echada a perder; en eso tiene usted mil veces razón. Pero, por lo que atañe a esta muchacha, ella misma lo ha querido así; yo sólo he cumplido su propio deseo.
Mozart reía en silencio, pero, en cambio, tuvo ahora la excelsa bondad de desenchufar la radio.
Mi defensa me sonó a mí mismo, de pronto, bien estúpida; a mí, que hacía un momento nomás había creído sinceramente en ella. Cuando en una ocasión Armanda -así volví a acordarme de repente- me había hablado del tiempo y de la eternidad, entonces había estado dispuesto inmediatamente a considerar a sus pensamientos como reflejos de los míos propios. Pero que la idea de dejarse matar por mí era el capricho y el deseo más íntimo de Armanda y no estaba influida por mí en lo más íntimo me parecía indudable ¿Por qué entonces no sólo había había aceptado y creído esta idea tan terrible y tan extraña, sino que hasta la había adivinado de antemano? ¿Acaso porque era mi propio pensamiento? ¿ Y por qué había asesinado a Armanda precisamente en el momento de encontrarla desnuda en los brazos de otro? Omnisciente y llena de sarcasmo, resonaba la risa callada de Mozart.
-Harry -dijo-, es usted un farsante. ¿No había de haber deseado de usted realmente esta pobre muchacha otra cosa que una puñalada? ¡Eso cuénteselo usted a otro!"
Con esto quiero recordar la facilidad con la que las personas, aún reconociendo la belleza de algo, creamos cualquier pretexto para no tener que asumir que lo queremos y tener que aceptar la lucha que cuesta conseguirlo. Entonces lo matamos.
A propósito, Harry asesina a Armanda cuando ella está durmiendo. No la mira, ni la escucha.
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