jueves, 14 de septiembre de 2006

Tarde pero seguro...

El lunes fue el Día del Maestro, así que, tarde pero seguro, un pequeño homenaje.
Como suele pasar en el fenómeno de reconocimiento social, el trabajo callado, constante y paciente, que va al ritmo del hombre, de sus tiempos, porque no pretende otra cosa que verlo crecer, pasa desapercibido. El arte del maestro, entonces, queda por detrás de las miradas de la sociedad. Y tiene que vivir con recursos que no siempre son suficientes, vivir desprestigiado, soportar la presión de los padres, que muchas veces les llevan hijos que ellos no saben querer, y, a pesar de todo, educar y acompañar a sus alumnos.
Pareciera que el mundo, tan preocupado por la técnica, el dominio del espacio, llegando a los límites del sin sentido, pasa velozmente por donde se detiene la vida (en este caso, la de sus hijos). Yo me pregunto cómo llegamos a confundirnos tanto.
En categorías de Buber, se podrían identificar dos tipos de fuerza social: la publicitaria y la educativa. La primera se caracteriza por mover las pasiones que están más a flor de piel, las que no dudan en moverse. Pero, de la misma manera que tiene mucha rapidez en la movilización, se muere pronto. La otra, la educativa, se caracteriza por el conducir al hombre según quién es, hacia los caminos que le dicta su ser, en un movimiento integral. La segunda es la que marca los tiempos y cambios más profundos en la historia. Algunos reconocen estos ritmos, otros no. En ese sentido, la política tiene mucho que aprender de los maestros. Porque, si quiere ser humana, además de saber mover inmediatamente, tiene que saber conducir pedagógicamente a su pueblo.

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