sábado, 17 de marzo de 2007

Terminó el experimento. ¿Se enteraron todos?

El Congreso Nacional del Pueblo, la máxima instancia legislativa de la República Popular China, acaba de aprobar una ley que define entre otras cosas el derecho a la propiedad privada (con sus limitaciones, por ejemplo, la tierra continúa siendo propiedad del Estado pero se le reconoce a los privados el derecho a su uso y usufructo). La ley fue aprobada con 2799 votos a favor, 53 en contra y 37 abstenciones (¿se imaginan si nuestro Congreso de la Nación tuviera más de 2800 diputados?). Esta ley codifica las formas de propiedad legal que existen en China (estatal, colectiva y privada), y da un impulso a la propiedad privada, que ya había sido reconocida en la reforma constitucional de 2003.

Con esta medida, China acaba de poner fin a uno de los principales mandamientos del marxismo: aquel que decía que los medios de producción debían ser propiedad exclusiva del Estado. Después de casi sesenta años de comunismo, la patria del maoísmo reconoce finalmente el fracaso del "gran experimento" y, como dijo uno de los diputados presentes, se adapta a "las realidades económicas y sociales" de China. En criollo simple, se dieron cuenta de la realidad.

Es el triunfo del ideario del fallecido Deng Xiaoping, cuyo programa de reformas implementado luego de la muerte de Mao estuvo caracterizado por dos frases: "Hacerse rico es glorioso" y "No importa si el gato es blanco o negro, lo que importa es que pueda cazar ratones". Frases con las que enterró los monumentales errores de Mao, como el Gran Salto Adelante (un plan de industrialización forzosa de China que resultó en hambrunas masivas al forzar a los granjeros a dedicarse a producir hierro y acero) y la Revolución Cultural (un intento de "reavivar el fervor revolucionario" que desencadenó en una matanza de "desviacionistas" y otros enemigos circunstanciales de Mao).

Una vez más comprobamos que el comunismo sólo existe en la mente de los comunistas, y sólo en aquellos que viven en países capitalistas. El viejo Segundo Mundo marxista, que sufrió las consecuencias de los delirios místicos de Marx, Lenin y Mao, asumió los resultados del fracaso y reconoció lo evidente. Quedan por ahí algunos tercos que no reconocen la realidad, como el eterno dictador cubano y sus admiradores como Hugo Chávez, Evo Morales y otros que pululan por nuestro continente.

Difícilmente escucharíamos frases como las de Deng en boca de nuestros socialistas de entrecasa, compradores del merchandising del Che, admiradores del chavismo, fanáticos de Evo Morales y eternos críticos del capitalismo. A esos cara de piedra no les importa el colapso soviético y el arrastre de Europa oriental en su caída, o el pragmatismo chino y vietnamita, o el fracaso rotundo del castrismo (que siempre achacan al bloqueo de EE.UU). Siempre buscan formas retorcidas de explicar el fracaso del comunismo, culpando a la CIA, a EE.UU o a los marcianos, cuando la explicación es sencilla: el comunismo jamás sirvió.

Es una paradoja que se repitió siempre en el siglo XX: los máximos admiradores del comunismo y sus sectas siempre fueron los que lo vieron desde afuera, desde el cómodo confort del capitalismo. Acuérdense de nuestros "jóvenes idealistas", que cuando su aventura terminó se rajaron todos a España, Francia o Suecia, pero ninguno a Cuba, China o la Unión Soviética. Acuérdense de nuestros actuales antinorteamericanos vestidos de jeans, conductores de Ford, consumidores de Coca-Cola y usuarios de Internet. Sáquenles todas esas cosas y mándenlos a una granja colectiva y verán cómo cambian de opinión.

"Zurdos a la violeta", como diría mi abuela.

Lo verdaderamente triste es que hubieron muchas personas, muchos zurdos a la violeta, que eligieron matar en nombre de ideales que, tan sólo veinte años después, serían desechados por sus principales exponentes como la basura que fueron. Yo me pregunto si un monstruo como Abimael Guzmán, el fundador del grupo terrorista Sendero Luminoso, al enterarse de la nueva ley china, se arrepentirá de haber matado a más de 30.000 peruanos en nombre de una ideología como el maoísmo, en la que ni sus mismos creadores continúan creyendo.

La pregunta que hay que hacerse ahora es si valió la pena todo esto para darse cuenta de realidades tan obvias como la necesidad de respetar la iniciativa privada y la imposibilidad del control absoluto por parte del Estado.

2 Comentarios:

Blogger Fabiana Bump dijo...

Obviamente no valió la pena.
Millones de personas fueron asesinadas para imponer regímenes totalitarios que, encima, fracasaron estrepitosamente.
Y como si no hubiera pasado nada, nuevos aprendices de tiranos quieren volver al pasado, aprovechándose de la ignorancia de la gente.

1:50 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

¿Eso quiere decir que bajo el capitalismo no hubo muertes, asesinatos, y devastaciones en nombre del capital?
Pareciera que la libertad de "iniciativas privadas" justifica la muertes que ocurren bajo este régimen.

5:42 a. m.  

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