Apostillas de la hipocresía nacional

Me resulta altamente gracioso ver lloriquear al gobierno y a los asamblepiqueteros de Gualeguaychú ahora que, como podía preveerse desde el primer día de esta crisis estúpida, la pastera Botnia entró en funcionamiento. Me resulta incluso entretenido ver al Gobierno protestando y pataleando por la decisión uruguaya de cerrar el paso fronterizo entre Gualeguaychú y Fray Bentos, y también me entretiene un montón escuchar a Kirchner refiriéndose a la decisión de Tabaré Vázquez como "digna de una republiqueta bananera" o algo así, dado que la considera algo hecho para satisfacer sus necesidades políticas internas.
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¿Por qué digo esto?
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Porque lo que hizo Uruguay en estos días no es nada más ni nada menos que lo que la Argentina viene haciendo de manera constante desde que explotó este diferendo imbécil entre los dos países.
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¿Uruguay cortó el paso de Fray Bentos? Qué sorpresa, la Argentina cortó ese paso durante ya casi dos años, o más correctamente, permitió que un grupo de exaltados lo hiciera sin ponerles trabas, e incluso dándoles dinero de nuestros impuestos.
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¿Tabaré autorizó la entrada en funcionamiento de Botnia para salvar sus papas en el terreno político uruguayo? Nada distinto a lo que Kirchner hace constantemente, haciendo gestos en política exterior con el único propósito de conservar miserables puntos en las encuestas o no irritar a algún intendente patotero.
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"Ajo y agua, muchachos"... la Argentina obtuvo lo que se merecía tras tantas kirchnereadas: que nos hicieran kirchnereadas a nosotros.
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Pero la irritación nacional ante el "tomáaaaa" venido del Uruguay es sólo una pequeña muestra de la hipocresía de nuestra sociedad, que declama grandes principios y se convierte en juzgadora de todo y de todos, pero después se lava convenientemente las manos, o tiene el caradurismo de ofenderse cuando alguien se comporta con nuestro país de la misma manera que nosotros nos comportamos con otros.

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Sólo como hipocresía podemos entender que nuestro país, autoproclamado campeón de la democracia, la libertad, los derechos humanos, la memoria, verdad, justicia y el derecho de todo chico a tomar Nesquik subsidiado por el Estado todas las tardes, tenga como mejor amigo y socio preferencial al demente Hugo Chávez, que ahora mismo anda reescribiendo la Constitución de su país para alargar el mandato presidencial, darse reelecciones indefinidas, arrogarse el poder de redibujar la división política, manejar por sí sólo las reservas internacionales de su país o declarar el estado de emergencia y suspender las libertades políticas por tiempo indeterminado.

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Sin mencionar, claro, su deseo abiertamente confesado de quedarse otros 30 añitos como Dict--- Presidente de Venezuela: “Quisiera estar 30 años más, pero no para concentrar el poder, como dice la oposición, sino para entregarlo al pueblo”... o la represión sin asco que ejerce contra los que protestan la transformación de la Constitución venezolana en un mamarracho.
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¿A donde están los defensores de la democracia y la libertad? Probablemente tapándose los oídos y haciendo karaoke de "Cantando por un Sueño", o repitiendo como mantra: "Chávez es democrático porque lo votaron".
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¿Más hipocresía?
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Tenemos a María José Lubertino, titular del Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI), quien en un artículo de opinión escrito para el diario La Nación se refirió al feriado del 12 de octubre con términos tremendistas, diciendo que era una ofensa contra los derechos humanos de los indígenas y no sé qué otras cosas, y proponiendo rebautizar al feriado con el nombre de "Día de la Diversidad Cultural Americana": una verdadera joya del progre-speak.

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Las encendidas palabras de la Lubertino parecerían indicar que el único problema de los indígenas es que se celebre la llegada de Colón a América. Quisiera saber si la Lubertino, que tanto vela por los derechos humanos y otras yerbas, tiene alguna idea de las cosas que pasan en Formosa, en donde para las elecciones se les dio un lote de DNI a los indígenas, quienes fueron luego subidos en camiones y llevados como ganado por los matones políticos de la zona.

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Supongo que aquellas personas sentirían que sus derechos humanos están más vulnerados por las barbaridades de los gangsters peronistas formoseños que por el nombre que se le da al feriado del 12 de octubre... pero claro, es mucho más importante llorar y patalear por eventos de hace 500 años que ocuparse de las cosas que pasan ahora.

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Tiene su lógica, después de todo: Cristóbal Colón no es ni gobernador ni peronista.
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Ya ni hablemos de la humillante orden que Kirchner, a través de su felpudo Nilda Garré, dio a las Fuerzas Armadas para que pelen una pala por cada soldado y busquen los restos de los terroristas Santucho y Urteaga... que no están desaparecidos, si se lo preguntaban: fueron abatidos en enfrentamientos. Eso es algo que el Gobierno considera un rol productivo para unas Fuerzas Armadas que constantemente andan recibiendo palazos y golpes, por no mencionar una desinversión y un desinterés criminal que cobran vidas con espantosa regularidad.

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O también del nuevo Parque de la Desmemoria, diseñado para homenajear a 30.000 desaparecidos de los cuales no encuentran los nombres de 22.000: lo importante es perpetuar la leyenda de un número ficticio que jamás pudo comprobarse en 24 años de investigaciones interminables e indemnizaciones cada vez más jugosas.
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No importa que haya inseguridad en estos días, o que la inflación se lo coma todo: la sed de venganza de Mamá Hebe necesita ser satisfecha, al igual que el ánimo destructor del Primer Damo Kirchner.
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En fin, a apechugar: el cambio recién empieza y hay que profundizarlo.
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Ay, Patria mía...