sábado, 3 de noviembre de 2007

Meditaciones de un porteño soberbio, isleño y gorila...


Llámenme iluso, optimista o lo que quieran, pero por unas pocas y maravillosas horas de ingenuidad, quise convencerme de que quizás el gobierno de la Presidenta Electa Cristina Fernández de Kirchner no iba a ser como el de su esposo.
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Después de todo, razonaba, estábamos ante una mujer que al menos no destripaba la gramática castellana cada vez que abría la boca, y que tenía una vaga noción de que existe un mundo más allá de la Argentina y Venezuela. Incluso, asombro de asombros, su primer discurso tras conocerse su victoria electoral fue tranquilo, mesurado y hasta conciliador, marcando un refrescante contraste con los graznidos hirientes y agresivos del futuro Primer Damo de la Nación.
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Quizás, pensé, ella no iba a ser como el marido; tal vez nos estuviéramos acercando un poco más al nivel de entendimiento y convivencia necesario para un país que dice ser una democracia.
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Tonto de mí.
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El que se encargó de detonar mi ilusa expectativa fue el módico Jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Con una desfachatez que inspira deseos irrefrenables de darle un sopapo, el Jefe de Gabinete dijo: "Le voy a seguir pidiendo a la ciudad que sea parte de un país, y deje de votar y pensar como una isla."
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Pero como si retar a una ciudad de tres millones de habitantes porque su conducta electoral difiere de la de otros distritos del país no fuera suficiente, el Jefe de Gabinete tuvo el descaro de afirmar que "El otro día me causó alguna gracia esta idea de que los mayores soberbios del país estaban reclamándole a Cristina su condición de soberbia."
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Baste decir que en mi carácter de porteño, nacido y residente de esta gran ciudad de Buenos Aires, las declaraciones del Mamerto me cayeron bastante mal, al punto de acordarme en repetidas oportunidades de su señora madre...
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Sumémosle a eso la tapa de la revista "Debate", en la que se tilda al voto antikristinista en las grandes ciudades (Kristina, para que sepas, Mendoza y Tucumán son grandes ciudades pero también lo son Buenos Aires, Córdoba, Rosario, La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, etcétera...) de "voto gorila".
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Ahí supe que el Kirchnerato 2.0 no iba a cambiar las mañas en lo absoluto. Vamos a tener cuatro años más de agravios, soberbia, caradurez e intolerancia. Eso sí, más fashion y con botox...
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El comportamiento de Mamerto Fernández con respecto a esta Capital sigue la línea tradicional del kirchnerismo intolerante y resentido que desprecia a los habitantes de Buenos Aires por no inclinarse ante su magnificencia. La línea de Daniel Filmus al lloriquear tras las elecciones porteñas que a él lo votó "la gente que piensa". La línea de José Pablo Feinmann al afirmar que "el pueblo es un reverendo pelotudo" por no votar a Filmus y osar dar su voto a un candidato opositor.
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La línea clásica de un gobierno que se llena la boca hablando de democracia y derechos humanos, pero que tiene reacciones dignas del peor tiranuelo cuando un distrito vota en contra de ellos.
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Ahora, digo yo, ¿esperan de manera realista que la Ciudad de Buenos Aires vote en favor del kirchnerismo? Porque me resulta incomprensible esta aspiración dadas las reacciones que tiene el Kirchnerato con la ciudadanía de esta capital.
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¿Cómo esperan ganar el voto de una ciudad a la que ningunean desde el primer día, y a cuyos habitantes tildan de "soberbios", "pelotudos" y "no-pensantes"? ¿Cómo esperan ganarse el apoyo de una ciudadanía a la que agreden permanentemente, reeditando el viejo, cansado y estúpido mito que afirma que Buenos Aires es la madre de todos los males nacionales y la eterna explotadora de las pobres y sufridas provincias?
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Debe ser porque en la lógica kirchnerista no cabe que alguien pueda votar sin haber sido previamente incentivado por la sempiterna coca y choripán, o por el regalo de obra pública, o por la zapatilla cuya pareja se entrega luego del voto. Y esto no va sólo por Buenos Aires, sino también por las otras grandes ciudades en donde Kristina no se alzó con el voto.
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Debe ser porque en la lógica kirchnerista no se entiende que haya una población a la que, con sus defectos (que son muchos) y sus virtudes (que no son pocas), les desagrade el matonismo, la soberbia y la prepotencia que fueron, son y serán las marcas del kirchnerismo, corporizadas en esta oportunidad en un cretino y caradura que le pide a una ciudad entera que deje de pensar.
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Debe ser porque en la lógica kirchnerista no se comprende que no existe ninguna obligación de que todo el país vote por igual.
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Kristina, ¿querés que la Capital Federal algún día te vote?
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Fácil.
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Fletá a Alberto Fernández y a todos los demás soberbios que la acompañan, y demostrá que tenés algo de diferencia respecto al sátrapa de tu esposo.
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Viva la Reina del Plata, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Capital Federal de la República Argentina.

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