sábado, 12 de junio de 2010

Infantilismo

Desde hace un tiempo que me vengo convenciendo de que la izquierda en sus múltiples manifestaciones debe ser alguna forma de enfermedad mental, o por lo menos, de percepción bastante distorsionada de la realidad.

Pensémoslo bien.

Si no tengo plata, es porque alguien me la robó. Si no tengo trabajo, es porque alguien no me lo dio. Si me pegan, son criminales y yo una víctima; si les pego, soy un héroe y ellos se lo buscaron. Si le va bien, me tiene que mantener porque de alguna manera me está cagando. Si me acusan de un crimen, es la sociedad que me oprime. Si me piden que trabaje, es que la sociedad me está explotando. El pobre es pobre porque el rico es rico. Es posible vivir sin pagar nada, si tan sólo el Estado lo manejara todo y "los que tienen más" son obligados a pagar más. La autoridad es opresión. La violencia es mala sólo si no soy yo el que la aplica. Si nada sale como lo queremos, es porque alguien más está jugando en contra. La realidad es injusta. Lo tuyo es mío y lo mío también.

¿Les suena parecido a algo?

Si no aprobé el examen, es porque el profesor me odia y no me quiso aprobar. Si no hay helado, alguien (nunca yo) lo tiene que ir a comprar ya. Papá y mamá me tienen que mantener toda la vida. No quiero trabajar. No quiero estudiar. No quiero. Regalame. Comprame. Traeme. No es justo que llueva. No es justo que salga el sol. No es justo que él tenga una Play y yo no. No quiero ir a la escuela. Odio perder. No sé lo que quiero, pero lo quiero ya.

No puedo dejar de pensar que las propuestas e ideas de la izquierda caen mejor en personas que, por alguna razón, todavía no dejan atrás perspectivas que eran aceptables en la infancia, cuando éramos todos inocentes y no conocíamos la realidad. Analizado en su más cruda expresión, el discurso de la izquierda y el comportamiento de sus adherentes tiene demasiado en común con el berrinche de un nene caprichoso.

Tal vez sea muy injusto, porque conozco y tengo muchos amigos y familiares increíblemente decentes y bienintencionados que sostienen posturas políticas y sociales que encajarían en el arco de la izquierda, y porque no creo que lo hagan de puros hijos de puta. Pero ese es el problema y la gran trampa del debate político actual: a la izquierda se la juzga y se la evalúa por sus ideales e intenciones, sin importar el rotundo fracaso de sus propuestas; a la derecha se le aplica contundentemente una condena ante el menor fracaso, sin importar las circunstancias.

Pero juzguemos a ambos campos por sus intenciones. La izquierda cree que un mundo perfecto y "justo" es posible y que tiene que implementarse cuanto antes. La derecha, en cambio, asume que el mundo en el que vivimos fue, es y será siempre imperfecto y que lo que nos queda por hacer es minimizar los daños. La derecha mira la realidad siempre con un ojo puesto en la Ley de Murphy. La izquierda se pone una venda en los ojos y trota al borde del precipicio confiada de que por su pureza va a poder caminar en el aire.

Es que en la base del progresismo y de la izquierda está la idea de que la realidad es injusta. Es un error: la realidad no es ni buena ni mala, ni justa ni injusta, simplemente es. A nosotros no nos corresponde intentar transformarla para que se ajuste a nuestros ideales de justicia, sino hacer lo mejor posible en lo que podemos actuar, sabiendo perfectamente que nada nos garantiza que vayamos a tener éxito.

La izquierda promete utopías, paraísos y fantasías redentoras para todos de manera gratuita, libre y sin esfuerzo; sabe quizás a nivel inconsciente que es imposible pero no importa, ya le achacará el fracaso a "los sospechosos de siempre". En el gobierno, siempre se manejará con el mismo libreto: identidad a partir de la victimización, impuestos a partir de la envidia, leyes a partir del infantilismo, políticas nacidas del resentimiento. Pero no importa, porque como en la campaña dijo "Yes we can!" está todo bien.

La derecha sabe que no todas las historias tienen final feliz, que no existe tal cosa como un almuerzo gratis, que para salir adelante hay que hacer cosas que van a doler, que los otros no necesariamente son incomprendidos y victimizados, sino que puede haber genuinos hijos de puta, y lo único que promete es hacer lo mejor que se pueda con lo que se tenga al alcance. Pero nunca se le perdonará el que haya tenido la temeridad de sacarnos de la fantasía eterna e infantil que la izquierda elevó al nivel de filosofía.

Muy en el fondo, en su nivel más básico, la izquierda es la filosofía política de los inmaduros e infantiles.

* * * * *

Ah, a propósito, por una amable invitación de su equipo que jamás podré agradecer del todo, desde hace un par de días estoy escribiendo en BlogBis como blogger invitado. Pasen por ahí que vale la pena y muchísimo. Y no se preocupen, La Bestia seguirá funcionando y sólo acá escribiré mis habituales choclos indigeribles.

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