Ideas de fondo
Creo que hace un tiempo hice un par de posts en donde me basé en la frase de Ortega y Gasset que dice que "una nación es un proyecto sugestivo de vida en común", y en estos días me sentí tentado a volver a esa idea.
En mi humilde y absolutamente intrascendente opinión, más que una selección de fútbol, más que una bandera, más que un himno nacional o que los próceres, una nación es un conjunto de principios fundamentales y compartidos por sus miembros acerca de la mejor manera de organizarse para la vida comunitaria y para garantizar la paz y el orden.
Una persona no tiene que sentirse orgullosa de su país por los campeonatos que sus equipos ganen, por los récords mundiales que pueda llegar a tener o por ese otro millón de cosas a las que parece limitarse la noción de argentinidad, sino porque en lo más profundo de su ser esa persona está convencida de que en su país puede hacer la mejor vida posible para sí mismo y para los suyos.
Y así vuelvo a ese punto que creo haber mencionado en esos otros posts: ¿qué idea de vida en común tenemos en la base de lo que significa ser argentino?
Las respuestas que pueden intentarse con sólo abrir el diario o ver los noticieros no son precisamente halagüeñas.
Tenemos una sociedad en la que la idea fundamental consiste en que es preferible pasar por hijo de puta antes que por boludo, y que la definición de "boludo" es no cagarse en el otro en cuanto se presenta la ocasión o cualquier otra clase de comportamiento que se ajuste a las reglas. Una sociedad en donde todo el mundo reclama en público que el Estado se haga cargo de mantenernos mientras que en privado no deja de putear al Estado por su rotunda incompetencia. Una sociedad que prefiere explicarlo todo mediante fantasías paranoicas y delirios de persecución antes que examinar sus propias responsabilidades. Una sociedad que dignifica y convierte en meritoria la humillante actitud de extender la mano para mendigar.
¿Tiene vida una sociedad así? La tiene, somos prueba viviente de ello, aunque pienso que en un nivel inconsciente todos los argentinos ven al país como un Titanic que está siempre a cinco minutos de hundirse, y que en vez de pensar en cómo salvar el barco prefieren manotear todo lo que puedan meter en los botes salvavidas.
La estructura mental de este país, la base ética y moral sobre la que está construído, está totalmente podrida, quizás más allá de cualquier recuperación que no involucre el trauma de estrellarse a gran velocidad contra las consecuencias de sus acciones.
Quién sabe, tal vez haya solución. En este sábado pesimista de fines de febrero, a días de escuchar a la jefa de mi Estado celebrar como un logro nacional un contrato de televisación deportiva, me cuesta creer que la haya.
En mi humilde y absolutamente intrascendente opinión, más que una selección de fútbol, más que una bandera, más que un himno nacional o que los próceres, una nación es un conjunto de principios fundamentales y compartidos por sus miembros acerca de la mejor manera de organizarse para la vida comunitaria y para garantizar la paz y el orden.
Una persona no tiene que sentirse orgullosa de su país por los campeonatos que sus equipos ganen, por los récords mundiales que pueda llegar a tener o por ese otro millón de cosas a las que parece limitarse la noción de argentinidad, sino porque en lo más profundo de su ser esa persona está convencida de que en su país puede hacer la mejor vida posible para sí mismo y para los suyos.
Y así vuelvo a ese punto que creo haber mencionado en esos otros posts: ¿qué idea de vida en común tenemos en la base de lo que significa ser argentino?
Las respuestas que pueden intentarse con sólo abrir el diario o ver los noticieros no son precisamente halagüeñas.
Tenemos una sociedad en la que la idea fundamental consiste en que es preferible pasar por hijo de puta antes que por boludo, y que la definición de "boludo" es no cagarse en el otro en cuanto se presenta la ocasión o cualquier otra clase de comportamiento que se ajuste a las reglas. Una sociedad en donde todo el mundo reclama en público que el Estado se haga cargo de mantenernos mientras que en privado no deja de putear al Estado por su rotunda incompetencia. Una sociedad que prefiere explicarlo todo mediante fantasías paranoicas y delirios de persecución antes que examinar sus propias responsabilidades. Una sociedad que dignifica y convierte en meritoria la humillante actitud de extender la mano para mendigar.
¿Tiene vida una sociedad así? La tiene, somos prueba viviente de ello, aunque pienso que en un nivel inconsciente todos los argentinos ven al país como un Titanic que está siempre a cinco minutos de hundirse, y que en vez de pensar en cómo salvar el barco prefieren manotear todo lo que puedan meter en los botes salvavidas.
La estructura mental de este país, la base ética y moral sobre la que está construído, está totalmente podrida, quizás más allá de cualquier recuperación que no involucre el trauma de estrellarse a gran velocidad contra las consecuencias de sus acciones.
Quién sabe, tal vez haya solución. En este sábado pesimista de fines de febrero, a días de escuchar a la jefa de mi Estado celebrar como un logro nacional un contrato de televisación deportiva, me cuesta creer que la haya.
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