sábado, 5 de marzo de 2011

De reelecciones y privaciones

Respecto de esta controversia sobre si el cristinismo está pensando en cambiar la Constitución para permitirle a la Viudita presentarse a las elecciones de 2015, y también sobre la idea de que los kakas creen tener las elecciones de octubre ganadas, me permito recordarles que había alguien hace no mucho tiempo que también creía que el futuro estaba escrito a su favor y se ilusionaba con nuevos mandatos y nuevas venganzas, hasta que un día feriado el cuerpo no le dio más y convirtió todas sus ambiciones en comida para gusanos.

Como en aquella parábola del Evangelio, hay que tener cuidado de no enloquecerse con grandes planes y éxitos hacia el futuro, no sea cosa que en el momento menos pensado Dios diga ”Insensato, esta misma noche vas a morir, ¿Y para quién será lo que has amontonado?”.

Pero no quiero darle más entidad a los desvaríos de una demente como Diana Conti, sobre todo después de que Luis Juez le diera la respuesta perfecta ("Le digo que la medida es una de Fernet por dos de Coca. Si la cambiás, cagaste"), así que voy a cambiar rotundamente de tema y paso a dejarles unos extractos de un artículo cuyo enlace al texto en inglés original les dejo aquí.

Se trata de una pequeña reflexión sobre la libertad de mercado y el mundo en el que vivimos, un mundo que no hubiera podido ser posible sin muchas cosas que damos por hechas.

"Yo, el Lápiz, así de simple como parezco ser, merezco tu maravilla y asombro, una afirmación que intentaré demostrar. De hecho, si puedes entenderme -no, eso es mucho pedir de cualquiera-, si puedes tomar conciencia del milagro que represento, podrás ayudar a preservar la libertad que la humanidad está perdiendo de forma tan alegre. Tengo una profunda lección que enseñar. Y puedo enseñar esta lección mejor que lo que pueden hacer un automóvil o un avión o un lavaplatos porque, bueno, porque soy en apariencia tan simple."

"¿Simple? Sin embargo, no hay una sola persona sobre la faz de esta Tierra que sepa cómo hacerme. Esto suena fantástico, ¿no es verdad? Sobre todo cuando te das cuenta de que hay entre mil y mil quinientos millones de los míos producidos cada año en los Estados Unidos."

"Levántame y mírame. ¿Qué ves? No hay mucho que asome a la vista, hay algo de madera, laca, una inscripción impresa, grafito, algo de metal y una goma de borrar."

"De la misma manera en que no eres capaz de remontarte muy atrás en tu árbol genealógico, me es imposible nombrar y explicar todos mis antecedentes. Pero quisiera sugerir los suficientes como para darte una idea de la riqueza y complejidad de mi pasado".

"No hay una sola persona sobre la faz de esta Tierra que sepa cómo hacerme". Lo mismo puede decirse de casi todos los bienes de consumo actuales. En un sentido muy importante, no sabemos el mundo que hemos hecho. Su producción, al igual que la producción de lápices, está tan dispersa y depende de tantas cadenas complejas de eventos que si un planificador central la propusiera, ese plan sería rechazado a carcajadas por el Politburó.

Y sin embargo, a diferencia de los planes diseñados, de los planes desarrollados por un individuo o por un pequeño comité central, los planes que se desarrollan orgánicamente tienen una posibilidad de éxito mucho mayor. Se producen lápices. La gente trabaja y se le paga. El malgasto y el desecho es castigado o eliminado. Si una parte del sistema falla, el sistema mismo, es decir el sistema de precios, está listo para indicarnos dónde puede encontrarse la mejor alternativa, y ni siquiera tenemos que preguntarle al planificador central.

Cuando elogio la libertad de mercado, es esto lo que estoy elogiando. El proceso; nada más. No estoy elogiando las grandes concentraciones de dinero, y ciertamente no elogio a las personas que las poseen. No estoy diciendo que sea suficiente con tener lápices baratos, y que los pobres se queden donde están. Todo lo que digo es que no hay otro sistema que haya producido tantos lápices por tanto tiempo y de forma tan barata. Eso es bastante excelente de por sí, ¿no es así?

Tampoco hay otro sistema que nos haya dado el tiempo extra que haga posible que casi todos los niños pasen sus años formativos aprendiendo cómo usar lápices. La libertad de mercado no abolió el trabajo infantil ni produjo la alfabetización masiva. Pero la libertad de mercado hizo que estas cosas fueran propuestas a considerar sin que indujeran hambrunas en primer lugar. (¿Educación de masas durante los primeros veinte años de vida? ¿En la Edad Media? ¿Estás bromeando?)

Lo que, de nuevo, no significa que los pobres deban contentarse con lo que les toca o que las grandes concentraciones de dinero sean perfectamente justas, etcétera, etcétera. Es sólo decir que puedes comprar una calculadora de bolsillo por un dólar, mientras que en los años cincuenta el único lugar donde podías encontrar una calculadora de bolsillo era en las páginas de Isaac Asimov. Eso es bien increíble. ¿Podría incluso Asimov haberlo imaginado, tan pronto y tan barato?

Fuera de la libertad de mercado, no hay nada que parezca capaz de arrinconar a la privación de forma tan completa, que nosotros en el mundo industrializado podamos pensar que la privación es una curiosidad y, peligrosamente, concluír que es fácil de abolir. No lo es. El camino para salir de la privación es angosto y nos ha tomado una eternidad encontrarlo.

Sin embargo, la privación es lo que nos da la naturaleza. A diferencia de los mitos, la Madre Naturaleza no es una mujer generosa. No nos da lápices, y ni siquiera nos da frutas y verduras en gran cantidad. Nos da requerimientos nutricionales bastante exigentes que sólo recientemente hemos podido satisfacer como especie, sin llegar siquiera a una resolución adecuada. Nos da malaria, viruela y disentería. Nos da este horrible impulso por reproducirnos sin importar que los niños vivan felices, o sufran, o mueran de forma miserable. Nos da analfabetismo, e ignorancia, e intuiciones sobre el mundo natural que podrían habernos sido útiles en nuestros tiempos de cazadores y recolectores pero que no nos hacen dar ni un paso más allá.

La naturaleza es completamente cruel y avara, y sin embargo los mercados la pueden superar, y es por eso que una calculadora a energía solar que cuesta un dólar es tan maravillosa.

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