sábado, 13 de agosto de 2011

Darwinismo populista

Es una pregunta válida la de por qué la Argentina, o mejor dicho, los argentinos, somos como sociedad tan proclives a caer en delirios populistas y dirigistas, en una actitud de tropezar diez veces con la misma piedra sin otra reacción que no sea culpar a la piedra.

Una respuesta triste que va más allá de aquella que dice que no están dadas las condiciones para crear una sociedad respetuosa del libre comercio y de los derechos individuales es la que dice que sencillamente es imposible que esas ideas calen en una sociedad que no sólo se acostumbró al populismo sino que no concibe la validez de un camino alternativo.

¿Cómo creer en la libertad de comercio cuando el mensaje social imperante es que hacer dinero es algo intrínsecamente malo, que el comercio es pernicioso y corruptor, que la virtud está en el asistencialismo y no en el espíritu de empresa, y en el que curiosamente ninguno de los que declama odiar el dinero es precisamente pobre de solemnidad?

¿Cómo se va a desarrollar una cultura emprendedora en un país en donde al que levanta cabeza y jode al amigo del comisario le caen con todo, le inventan reglas en contra y lo corren a patadas, mientras que el único que alcanza a prosperar es porque se ocupó de adornar convenientemente alguno o varios de los eslabones de la cadena de inútiles que van desde las empleadas públicas gasallescas al intendente, gobernador o presidente de turno?

¿Cómo se puede tener confianza en el Estado de derecho y en el imperio de la ley cuando las leyes son reescritas, amañadas, pervertidas o directamente ignoradas si joroban al gobierno de turno o complican a los que están colgados para hacer negocios, cuando las causas judiciales mueren ignoradas si no se es amigo del juez, si no se lo embadurna de plata o si no hay un palenque político ande rascarse, donde se puede pasar el texto de la Constitución y de las leyes por donde no brilla el sol sin consecuencias si tan sólo se es lo bastante caradura como para hacerlo a la vista de todos sin la menor vergüenza, y donde lo único que resguarda a jueces que sobreseen en minutos a los amigos y entenados o que manejan prostíbulos es el grado de lealtad al taita de turno o su habilidad para decir las cosas que suenan bien?

¿Cómo se puede creer en la participación política como camino para lograr cambios si las vías legales están todas muertas o restringidas a base de trampas de todo tipo y cuando los únicos que logran algo son los que rompen todo y mandan a la mierda a sus semejantes?

¿Cómo creer en las virtudes del trabajo cuando se alienta desde el gobierno y desde la "intelectualidad" una cultura perversa que exalta el lloriqueo y la puteada como único camino virtuoso y que no tiene empacho en reducir a los seres humanos a bestias incapaces de otra cosa que no sea estirar la mano para recibir "el plan social" de turno?

¿Cómo se puede hacer carne el respeto a la propiedad cuando se acepta como dogma que el que tiene algo es porque se lo robó a otro que capaz nunca se calentó en su puta vida por ganárselo pero cree "que lo merece", cuando se acepta así nomás el vandalismo y el saqueo como desahogo ante cualquier frustración y cuando se repite como si fuera una verdad y no un cáncer mental la muletilla de "donde hay una necesidad hay un derecho"?

No se sobrevive en un pozo ciego social como la Argentina sin hacer una serie de contorsiones morales e intelectuales. Comportarse como si en la Argentina hubiera un sistema político ordenado y racional, como si las leyes fueran de cumplimiento universal y obligatorio, como si hubiera una correlación entre trabajo, propiedad, empresa y éxito, lleva a uno a un fracaso más rápido que el que encontraría un mamut en el Sahara.

Quien quiera sobrevivir en un país donde las notas que mencioné en los párrafos anteriores son los elementos esenciales de la realidad desde hace, como mínimo, setenta años, debe por fuerza o tener de nacimiento las características necesarias y prosperar a lo darwiniano o adaptarse a como dé lugar en un proceso casi lamarckiano, mientras el resto es o condenado a la ruina o forzado a buscar campos más fértiles que esta pampa de cardos que pretende ser un país.

Salir de esta demencia, volver a la cordura, retornar a algo sensato y objetivo en vez de perseverar en el delirio voluntarista, va a requerir algo más que habilidad política. Va a necesitar de una frialdad absoluta para saber gobernar un país que llorará lágrimas de sangre antes de volver a la coherencia, por el simple hecho de que demasiados integrantes de su población ni conciben una forma de organización política y económica distinta, ni cuentan con la habilidad de adaptarse a ese cambio sin sufrir horrores.

Mañana es día de primarias. O la tomamos como una elección de mentiritas o la consideramos como la primera encuesta obligatoria y nacional. Lo único que nos queda es elegir entre el SIDA, el cáncer y el Ébola. La campaña brilló por su pobreza, su mediocridad y su farsa. ¿Podíamos esperar otra cosa?

4 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Excelente.

6:05 p. m.  
Anonymous Luciana dijo...

Contestando a su interrogatorio final ¡¡¡¡GANO EL EBOLA !!!ya que por lo que visualizamos el otro 50% que no la voto, el estallido y la destruccion sera a mas corto plazo que el de las otras dos PATOLOGIAS!!!
Triste pero real !!!

1:00 p. m.  
Anonymous vidio dijo...

Tropezar con la piedra 1000 veces y seguir echando la culpa a la piedra. Es lo más gráfico para la situación.
Por lo visto, mientras existan subsidios y limosnas para todos, pueden estar cayendo porongas de punta que van a seguir votando mierda.

11:58 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Cuando vea que el comercio se hace, no por consentimientos de las partes, sino por coerción; cuando adviertan que para producir, necesitan obtener autorización de quienes no producen nada; cuando comprueben que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciban que muchos se hacen ricos por el soborno y por las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no los protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en auto sacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada. "Ayn Rand"

3:33 p. m.  

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