sábado, 24 de noviembre de 2012

El 7°A

Visto originalmente en BlogBis y reposteado acá porque merece ser difundido y dado a conocer para entender, entre otras cosas, cómo llegamos a esto.

"Los del 7º A habían sido gente de plata. Vivían ahí casi desde la inauguración del edificio, en épocas en que el abuelo inmigrante tenía una campito que le permitía vivir bien y darse algunos lujos.
En los años 20 y principios de los 30 también armó una empresa, y como también le fue bien con eso había podido viajar y educar a los hijos en la Universidad. El departamento, que era de los más grandes del edificio, reflejaba la módica fortuna del dueño. A principios de los 40 hizo arreglar el departamento con los mejores decoradores de la ciudad, que le pusieron lo mejor que en la época se podía comprar. Pero justo cuando terminó de acomodarlo, zás, el abuelo se murió de improviso.
No está muy claro si los ocupantes actuales son los nietos, bisnietos o qué de aquel gringo laburador, pero el asunto es que hace diez años, los del 7ªA pasaron un mal trance económico y dejaron de pagar todas las cuentas. Debían meses y meses de expensas y les habían cortado el teléfono, pero un día de diciembre se encontraron con la realidad más cruda, les cortaron la luz, el agua y el gas. En atención a los años que llevaban en el edificio, el del 7ºB les tiró un cable desde su medidor, para que al menos pudieran tener andando la heladera, el consorcio decidió darles un tiempo de gracia para acomodar los pagos, y las viejas del edificio convencieron a los chinos del supermercado de la esquina. al carnicero, al panadero y al verdulero para que les fiaran. El pibe del 8ºA hizo la patriada más grande: desde el lavadero les tiró una manguera para que en el 7ºA pudieran tener agua corriente. 
Un día se aparecieron unos primos que se instalaron en el departamento. Vinieron con bríos y prometieron a todos que iban a arreglar el descalabro. Le aseguraron al administrador que iban a pagar todo, y que estaban arreglando el tema de la luz, el agua y el gas. Pero no pagaron un peso. Pudieron sacar algún peso malvendiendo el campo, pero siguieron sin pagar deudas. Hasta pusieron a andar el auto viejo de un tío fallecido, que aún sin patente, salía a dar vueltas por el barrio con nafta comprada a un amigo playero que les traía cada tanto un par de bidones. 
Aún sin pagar, fueron a las reuniones de consorcio a explicar que se liquidaban mal las expensas, le reclamaron al vecino del B por un cable más grueso (para poder hacer funcionar un aire acondicionado comprado con tarjeta de la que no pagaron ni una cuota), y hasta se ofendieron con el del 8º cuando les pidió unos pesos para cambiar la manguera. La prima se paseaba por el palier con ropa cara y nueva, gritando a quien quisiera oírla que todo lo que le pasaba era injusto y que el consorcio no tenía argumentos para tratarlos de esa manera y mucho menos para pretender cobrarles. 
Los vecinos se fueron hartando más que de mantenerlos, de tolerarles los modales. Hasta al chino de la esquina le parecieron simpáticos al principio y les aguantó la cuenta corriente pero se puso de acuerdo con el panadero y el verdulero y les cortó el crédito. Al final, un día cualquiera, el del 8º se hinchó y les sacó la manguera, el del 7ºB desenchufó el alargue y finalmente, les llegó la demanda por diez años de expensas impagas. Ahí están sin luz, sin agua, y sin gas. Cocinan lo que pueden encontrar y se iluminan quemando tablas del parquet, y dicen que no tienen por qué pagar nada. Pero tarde o temprano les va a llegar el oficial de justicia con la orden de lanzamiento. 
La historia del 7ºA es la historia de la Argentina. Si entendés como reaccionan hoy los vecinos vas a comprender porqué hoy el mundo nos embarga, nos exige pagos, y nos trata como vagos o delincuentes"
* * * * *
Hasta la próxima

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