miércoles, 15 de octubre de 2008

El sueño progre y la cruda realidad

Thomas Hobbes decía en el Leviatán que "el hombre es el lobo del hombre" y que una sociedad sin leyes ni orden condenaba al ser humano a una vida "solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve". Hay razones para pensar que el viejo Thomas era un tanto pesimista sobre algunos de sus puntos, pero hubo algo en lo que la pegó de manera olímpica: los seres humanos somos, en términos técnicos, gente jodida.
Buscamos las ventajas que no nos corresponden cuando nos es posible hacerlo sin recibir reprimendas, tratamos de quedarnos con los beneficios logrados por otros, torpedeamos al que hace las cosas mejor que nosotros y si podemos hacerlo, tratamos de quedarnos con algún beneficio material indebido, ya sea monetario o "en especie".
Podrán decir que yo soy pesimista en ese sentido, pero mi opinión es que la única diferencia entre el tipo que le mete un billete de 50 pesos a la tarjeta verde cuando un policía le hace parar el auto y un político que se embolsa varios miles o millones por algún negociado es que el político tuvo pasturas más verdes donde pastar.
En resumen: si se lo deja por su cuenta, lo más probable es que el hombre intente quedarse con lo que no le corresponde por cualquier medio posible.
Salvando las excepciones y los casos notables de decencia natural, las personas aprenden a respetar los derechos y propiedad de los demás más por el temor al castigo legal que por la conciencia de lo sagrado de esos derechos; en todo caso, el valorar los derechos y respetarlos por lo que son es una consecuencia de aprender que apropiarse de lo ajeno por las malas y sin derecho es un camino de mal final, como le pasa al chico que primero entiende que está mal comerse lo que queda para el postre cuando el padre o la madre le pegan los primeros retos.

Esta idea de que dejado a su arbitrio el ser humano es una criatura ventajera e inescrupulosa se presta para muchos debates, en especial los relativos a la seguridad y rigor de las leyes, pero en esta oportunidad lo quería traer a colación para mostrar que se trata de uno de los mayores obstáculos a la concepción progresista del bienestar social.
Instaurar un modelo en donde los "derechos" pasan a convertirse en algo cuyo cumplimiento se exige al Estado, en lugar de pedirle que defienda la posibilidad de adquirirlos por el propio trabajo, y esperar que el nivel de vida sea algo a ser garantizado por los impuestos de toda la ciudadanía sería solamente factible si todos fuéramos santos e irreprochables.
Lamentablemente, no somos santos e irreprochables: somos seres humanos, con todo lo que eso significa. En el caso del Estado de Bienestar, esto significa que esos beneficios sociales tienden, a la larga, a fomentar la existencia de los aprovechadores, los corruptos y los que viven tranquilamente de lo que los demás producen, porque el Estado se ocupa de hacérselos llegar.
Para muestra les dejo al pie del artículo un extracto que encontré por ahí de la novela "La Rebelión de Atlas" de Ayn Rand, que me parece que ilustra muy bien no sólo las fallas del concepto sino también lo que le pasó a la Argentina (y lo que le sigue pasando) por sostener durante décadas un modelo en donde se acepta como normal que haya una gran cantidad de sostenidos en lugar de buscar que todos sean capaces de sostenerse por su propia cuenta y aceptando las consecuencias de sus propias decisiones.
Hay algunas cosas que pueden parecer algo extremistas en los pasajes, pero no dejen de prestar atención a la idea general o a algunos de los personajes que aparecen, y fíjense si no les recuerdan mucho a las figuras y personajes que encontramos en noticieros, diarios y revistas. Fíjense si algunos comportamientos, actitudes y discursos que aparecen en el texto no les suenan tremendamente similares a lo que vemos cotidianamente y tremendamente desquiciados si los analizamos racionalmente. Y en última instancia, tómenlo como un ejemplo didáctico de lo que le puede pasar a una comunidad cuando slogans como "justicia social" y "donde hay una necesidad, hay un derecho" se convierten en principios morales.
No sé qué tanto les parezca, pero a mí me pareció ilustrativo en grado sumo.

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