Historia contrafáctica: ¿Y si los ingleses hubieran ganado en las Invasiones?
Como me aburre hablar de política hoy, voy a dedicarme a desvariar un poco con un ejercicio de imaginación histórica y escribir sobre qué hubiera podido pasar si los españoles y los criollos resultaban derrotados en la Segunda Invasión Inglesa en 1807 y los británicos hubieran podido establecer una presencia colonial en lo que hoy en día es la Argentina. El período cubierto va desde 1807 hasta la hipotética constitución de un estado al estilo canadiense o australiano en 1887. Capaz que más tarde escribo sobre lo que pudo venir después.
Lo que sigue es un ejercicio intelectual y de imaginación; lo único que podemos saber en este ejercicio contrafáctico es que las cosas hubieran sido distintas, nada más. No sabemos si para bien o para mal en general, aunque podemos imaginar que algunas cosas habrían acabado mejor mientras que compraríamos otros tantos problemas que ahora no tenemos, pero en líneas generales quiero decir que lo único que se puede asegurar es que el resultado hubiera sido muy distinto, y es eso lo que quiero tratar de imaginar con este pequeño ejercicio.
Todo esto viene para decir "¡No me peguen, no soy cipayo!".
Bueno, espero que lo disfruten.
La conquista del Río de la Plata (1806-1832)
El 3 de junio de 1807, apenas dos días después de infligir una categórica derrota a las milicias españolas y criollas en el combate de Miserere, las fuerzas británicas al mando del teniente general John Whitelocke lanzaron un ataque contra Buenos Aires organizados en tres columnas y con fuerte apoyo de la artillería. Luego de una feroz batalla callejera sin cuartel, los británicos consiguieron acabar con la resistencia local y forzaron la rendición de Buenos Aires el 4 de junio.
Mientras los restos de las fuerzas españolas y los criollos que optaron por huir de Buenos Aires se replegaban hacia Córdoba, convertida provisionalmente en la capital del Virreinato del Río de la Plata, de Londres llegaba un decreto que nombraba a Whitelocke como "Gobernador de la Colonia del Plata", que abarcaba tanto Buenos Aires y sus áreas circundantes como la Banda Oriental, que había sido conquistada previamente a la toma de Buenos Aires. Además, se enviaban refuerzos para proseguir la lucha contra los españoles hasta el río Paraná, en una campaña que pasaría a la historia como la "Primera Guerra del Plata".
Esta guerra se prolongó hasta febrero de 1808, cuando los británicos pudieron apoderarse de las tierras entre los ríos Paraná y Uruguay, lo que les permitió alejar la posibilidad de un contraataque español y así afianzar su posesión en Buenos Aires y la Banda Oriental.
Se sucedieron entonces dos décadas de tensión y ocasionales escaramuzas entre las fuerzas acantonadas en lo que ya se conocía como la "Sudamérica Británica" y las tropas españolas de la Capitanía General de los Andes, que había amalgamado los restos del Virreinato y Chile en una nueva y reforzada gobernación militar.
Durante estos años, el dominio británico sobre sus nuevas posesiones sudamericanas se consolidó e institucionalizó, mientras las colonias españolas atravesaban el tenso período de las fallidas revueltas independentistas de 1810, que fueron aplastadas en gran medida por las tropas adicionales que habían sido enviadas por España para prevenir una nueva expansión del Reino Unido.
Hubo dos momentos de gran tensión durante este período. El primero tuvo lugar en 1811 cuando una fuerza expedicionaria británica al mando del brigadier Denis Pack intentó apoderarse del puerto chileno de Valparaíso en una acción repelida por los españoles. Sin embargo, los británicos pudieron replegar sus tropas hasta la ciudad de Talcahuano, que había sido tomada por una segunda columna, estableciendo de esa manera una cabeza de playa al otro lado de los Andes. El segundo aconteció en 1819 cuando estalló en Buenos Aires una revuelta encabezada por Juan Castelli, la cual fue aplastada por las autoridades británicas.
Expansión (1832-1845)
Aquella tensa convivencia comenzó a resquebrajarse a finales de la década de 1820 con la segunda ola de levantamientos independentistas en los dominios españoles, que pudieron finalmente forzar al imperio español a conceder autonomías e incluso independencias limitadas a sus colonias americanas. Una de las últimas posesiones españolas en sucumbir a esta nueva ola independentista fue la Capitanía General de los Andes, que sufrió una fulminante revuelta de 1831 encabezada por Facundo Quiroga que desembocó en una larga guerra civil.
Aprovechando estas circunstancias, el gobernador británico de la Colonia del Plata, Sir Alexander Duff, lanzó a comienzos de 1832 un fulminante ataque contra la Capitanía de los Andes, logrando en tan sólo seis meses de campaña apoderarse de buena parte de las intendencias de Paraguay y de Córdoba del Tucumán. A pesar de que los contraataques españoles detuvieron el avance británico a pocos kilómetros de San Miguel del Tucumán, los españoles no fueron capaces de expulsar a los invasores de su territorio, excepto de las regiones de Cuyo, y debieron reconocer la pérdida de Córdoba y del Paraguay en el tratado de Salta, que puso fin a la "Segunda Guerra del Plata" el 19 de septiembre de 1833.
Meses después de la firma del tratado, la Capitanía de los Andes colapsó a manos de Quiroga y sus insurrectos, proclamándose en el antiguo cabildo de Antofagasta la "República de los Andes" el 27 de enero de 1834. De dicha república formaban parte los restos de la capitanía de Chile, las posesiones de Cuyo y las intendencias de Salta del Tucumán, Moxos, Chiquitos, Chuquisaca, La Paz, Charcas y Potosí. La tensión entre la nueva República de los Andes y los dominios británicos perduraría por algunos años más hasta la firma en 1838 de un tratado definitivo de paz y de mutuo reconocimiento entre el presidente andino Diego Portales y el plenipotenciario británico Sir Woodbine Parish.
Conscientes de que las posesiones sudamericanas se habían tornado demasiado vastas como para ser gobernadas exclusivamente desde Buenos Aires, el Parlamento británico sancionó en 1838 la "British South America Act", que reorganizaba al territorio controlado por Londres en seis colonias separadas: la colonia del Plata con capital en Buenos Aires, la colonia del Uruguay con capital en Montevideo, la colonia de la Mesopotamia con capital en Corrientes, la colonia del Paraguay con capital en Asunción, la colonia del Paraná con capital en Córdoba, y la colonia de la Araucanía con capital en Talcahuano.
Posteriormente, el triunfo británico en la guerra de 1841 contra el Imperio del Brasil permitió agregar dos nuevas colonias: la del Río Grande con capital en Santa Ana, y la de las Misiones con capital en la nueva ciudad de Iguassu. Además y como respuesta a las incursiones indígenas, se lanzó en 1849 la llamada "Campaña del Sur", que incorporó al dominio británico importantes extensiones de territorio patagónico a ambos lados de los Andes.
Desarrollo y rebelión (1845-1846)
Desde el final de la Segunda Guerra del Plata se produjo una importante inmigración británica y particularmente irlandesa, como así la instalación de las primeras líneas ferroviarias y el desarrollo de una incipiente pero importante industria agropecuaria que bien pronto convirtió a la Sudamérica Británica en el "Granero del Imperio".
Sin embargo, en 1845 tuvo lugar la más severa amenaza al dominio británico en el Río de la Plata cuando Juan Manuel de Rosas, un importante hacendado de la colonia del Plata, encabezó a un grupo de insurrectos que el 20 de noviembre de ese año emboscó en un paraje del Paraná llamado "Vuelta de Obligado" a tres transportes que llevaban armas para la guarnición británica en el Paraguay.
Con ese armamento y con el súbito respaldo de numerosos descontentos en la población hispanoparlante, Rosas lanzó una rebelión que en su mayor momento pudo apoderarse de las ciudades de Rosario y Santa Fe y organizar una marcha contra Buenos Aires, la cual fue derrotada en el combate de Caseros en abril de 1846.
Meses después de aquella derrota, la insurrección fue aplastada de manera categórica y Rosas fue sentenciado a prisión, aunque sería luego liberado y se le permitiría vivir en paz en su estancia platense. Desde entonces, Rosas se convirtió en un héroe y una figura icónica del nacionalismo hispanoparlante, y en una de las figuras más controvertidas del siglo XIX en la Argentina.
Camino a la Confederación (1846-1885)
La rebelión de Rosas provocó un importante cimbronazo en las autoridades británicas, que comprendieron la necesidad de otorgar a la población hispanoparlante una presencia mayor en los asuntos públicos de las colonias. Fue así que en 1848 se introdujeron importantes enmiendas a la British South America Act, entre las que se contaban la creación de cámaras representativas en las asambleas legislativas locales a las que podían ser electos los hispanoparlantes, y se le reconocieron a la Iglesia Católica idénticos derechos y privilegios que los que gozaba la Iglesia de Inglaterra como religión oficial.
La culminación de estas reformas ocurrió en 1853 cuando por decisión del Parlamento se le concedía a las colonias del Plata y del Uruguay el derecho a un "gobierno responsable", en el que las autoridades ejecutivas locales debían contar con el respaldo de una mayoría en las legislaturas coloniales, ante las cuales eran responsables por el ejercicio de sus poderes. Idénticos estatutos fueron aprobados para el resto de las colonias en un período que transcurrió entre 1855 y 1867.
En medio de un creciente desarrollo y siguiendo tendencias que por esos años tenían lugar con mayor o menor éxito en las posesiones británicas en Canadá y Australia, surgió un movimiento que buscaba la unión de las colonias británicas de Sudamérica en un único gobierno confederado. Este movimiento, que contaba con un importante respaldo en la población local, tanto angloparlante como hispanoparlante, promovió numerosas conferencias intercoloniales durante la década de 1870 para lograr la unificación, las cuales fracasaron por causas que iban desde la desconfianza de las élites coloniales hasta el resentimiento en las posesiones con mayor población hispanoparlante, como el Paraná y el Paraguay.
Federación (1885-1887)
A pesar de estos traspiés, representantes de todas las colonias y de los territorios de la Patagonia comenzaron el 4 de marzo de 1885 un nuevo Congreso Confederal en la ciudad de Rosario con el fin de acordar la creación de un gobierno confederal similar al que dieciocho años antes se habían dado las colonias canadienses. Tras largas y arduas semanas de deliberación, el 25 de mayo de ese mismo año el Congreso concluyó con un acuerdo entre todos los representantes, posteriormente ratificado y refrendado por los gobiernos coloniales, para la constitución de un gobierno que unificara a las colonias y posesiones sudamericanas en una federación.
La respuesta de Londres llegó pocos meses después en la forma de la "South America Constitution Act", que establecía un Parlamento bicameral conformado por un Senado que representaría a las colonias (redenominadas "provincias") y territorios, y una Cámara de Representantes cuyos miembros serían elegidos mediante un sistema similar al de Westminster. Como titular nominal del poder y representante oficial de la Corona, la nueva ley establecía el cargo de Gobernador General, el cual sería asistido por un Consejo Ejecutivo (posteriormente conocido simplemente como "gabinete") presidido por un Primer Ministro con responsabilidad ante la Cámara de Representantes.
Además, se creaba una Corte Superior de Justicia y una serie de tribunales federales, se dividieron los poderes y competencias entre el gobierno federal y las autoridades provinciales, y se daban los primeros pasos para el establecimiento de milicias complementarias de las tropas británicas, que en el futuro constituirían las fuerzas armadas nacionales. Las protecciones a la Iglesia Católica se mantendrían bajo el nuevo sistema, y por primera vez se incluirían provisiones para el uso del castellano en los servicios públicos en el nivel provincial y territorial de gobierno, aunque el inglés seguiría siendo por el momento el único idioma oficial a nivel federal.
Por decisión unánime de los representantes coloniales, las nuevas autoridades tendrían su asiento en la ciudad de Rosario, que sería transferida a la jurisdicción federal como el "Territorio Federal de la Capital". Una serie de ajustes fronterizos y reorganizaciones daría como resultado la división política de la nueva nación, que pasaría a incluir ocho provincias (Plata, Uruguay, Mesopotamia, Paraguay, Misiones, Río Grande, Paraná, Araucania) y cinco territorios (Capital, Patagonia, Tehuelchia, Magellania, Islas del Atlántico Sur).
Si bien la ley se refería al nuevo gobierno como "Sudamérica Británica", rápidamente se decidió que era necesario un nombre más neutral y aceptable para la población hispanoparlante. Uno de los representantes del Paraná, Julio Bautista Roca, propuso la palabra "Argentina", la cual sería aceptada por el Congreso Confederal, que oficiaba de Parlamento interino, como el nombre oficial de la flamante nación.
Tras la celebración de las primeras elecciones generales en junio de 1886 y la conformación de ambas Cámaras del Parlamento en diciembre de dicho año, la Constitución entró en pleno vigor el primero de enero de 1887, fecha que pasaría a la historia como el "Día de la Federación".
Lo que sigue es un ejercicio intelectual y de imaginación; lo único que podemos saber en este ejercicio contrafáctico es que las cosas hubieran sido distintas, nada más. No sabemos si para bien o para mal en general, aunque podemos imaginar que algunas cosas habrían acabado mejor mientras que compraríamos otros tantos problemas que ahora no tenemos, pero en líneas generales quiero decir que lo único que se puede asegurar es que el resultado hubiera sido muy distinto, y es eso lo que quiero tratar de imaginar con este pequeño ejercicio.
Todo esto viene para decir "¡No me peguen, no soy cipayo!".
Bueno, espero que lo disfruten.
La conquista del Río de la Plata (1806-1832)
El 3 de junio de 1807, apenas dos días después de infligir una categórica derrota a las milicias españolas y criollas en el combate de Miserere, las fuerzas británicas al mando del teniente general John Whitelocke lanzaron un ataque contra Buenos Aires organizados en tres columnas y con fuerte apoyo de la artillería. Luego de una feroz batalla callejera sin cuartel, los británicos consiguieron acabar con la resistencia local y forzaron la rendición de Buenos Aires el 4 de junio.
Mientras los restos de las fuerzas españolas y los criollos que optaron por huir de Buenos Aires se replegaban hacia Córdoba, convertida provisionalmente en la capital del Virreinato del Río de la Plata, de Londres llegaba un decreto que nombraba a Whitelocke como "Gobernador de la Colonia del Plata", que abarcaba tanto Buenos Aires y sus áreas circundantes como la Banda Oriental, que había sido conquistada previamente a la toma de Buenos Aires. Además, se enviaban refuerzos para proseguir la lucha contra los españoles hasta el río Paraná, en una campaña que pasaría a la historia como la "Primera Guerra del Plata".
Esta guerra se prolongó hasta febrero de 1808, cuando los británicos pudieron apoderarse de las tierras entre los ríos Paraná y Uruguay, lo que les permitió alejar la posibilidad de un contraataque español y así afianzar su posesión en Buenos Aires y la Banda Oriental.
Se sucedieron entonces dos décadas de tensión y ocasionales escaramuzas entre las fuerzas acantonadas en lo que ya se conocía como la "Sudamérica Británica" y las tropas españolas de la Capitanía General de los Andes, que había amalgamado los restos del Virreinato y Chile en una nueva y reforzada gobernación militar.
Durante estos años, el dominio británico sobre sus nuevas posesiones sudamericanas se consolidó e institucionalizó, mientras las colonias españolas atravesaban el tenso período de las fallidas revueltas independentistas de 1810, que fueron aplastadas en gran medida por las tropas adicionales que habían sido enviadas por España para prevenir una nueva expansión del Reino Unido.
Hubo dos momentos de gran tensión durante este período. El primero tuvo lugar en 1811 cuando una fuerza expedicionaria británica al mando del brigadier Denis Pack intentó apoderarse del puerto chileno de Valparaíso en una acción repelida por los españoles. Sin embargo, los británicos pudieron replegar sus tropas hasta la ciudad de Talcahuano, que había sido tomada por una segunda columna, estableciendo de esa manera una cabeza de playa al otro lado de los Andes. El segundo aconteció en 1819 cuando estalló en Buenos Aires una revuelta encabezada por Juan Castelli, la cual fue aplastada por las autoridades británicas.
Expansión (1832-1845)
Aquella tensa convivencia comenzó a resquebrajarse a finales de la década de 1820 con la segunda ola de levantamientos independentistas en los dominios españoles, que pudieron finalmente forzar al imperio español a conceder autonomías e incluso independencias limitadas a sus colonias americanas. Una de las últimas posesiones españolas en sucumbir a esta nueva ola independentista fue la Capitanía General de los Andes, que sufrió una fulminante revuelta de 1831 encabezada por Facundo Quiroga que desembocó en una larga guerra civil.
Aprovechando estas circunstancias, el gobernador británico de la Colonia del Plata, Sir Alexander Duff, lanzó a comienzos de 1832 un fulminante ataque contra la Capitanía de los Andes, logrando en tan sólo seis meses de campaña apoderarse de buena parte de las intendencias de Paraguay y de Córdoba del Tucumán. A pesar de que los contraataques españoles detuvieron el avance británico a pocos kilómetros de San Miguel del Tucumán, los españoles no fueron capaces de expulsar a los invasores de su territorio, excepto de las regiones de Cuyo, y debieron reconocer la pérdida de Córdoba y del Paraguay en el tratado de Salta, que puso fin a la "Segunda Guerra del Plata" el 19 de septiembre de 1833.
Meses después de la firma del tratado, la Capitanía de los Andes colapsó a manos de Quiroga y sus insurrectos, proclamándose en el antiguo cabildo de Antofagasta la "República de los Andes" el 27 de enero de 1834. De dicha república formaban parte los restos de la capitanía de Chile, las posesiones de Cuyo y las intendencias de Salta del Tucumán, Moxos, Chiquitos, Chuquisaca, La Paz, Charcas y Potosí. La tensión entre la nueva República de los Andes y los dominios británicos perduraría por algunos años más hasta la firma en 1838 de un tratado definitivo de paz y de mutuo reconocimiento entre el presidente andino Diego Portales y el plenipotenciario británico Sir Woodbine Parish.
Conscientes de que las posesiones sudamericanas se habían tornado demasiado vastas como para ser gobernadas exclusivamente desde Buenos Aires, el Parlamento británico sancionó en 1838 la "British South America Act", que reorganizaba al territorio controlado por Londres en seis colonias separadas: la colonia del Plata con capital en Buenos Aires, la colonia del Uruguay con capital en Montevideo, la colonia de la Mesopotamia con capital en Corrientes, la colonia del Paraguay con capital en Asunción, la colonia del Paraná con capital en Córdoba, y la colonia de la Araucanía con capital en Talcahuano.
Posteriormente, el triunfo británico en la guerra de 1841 contra el Imperio del Brasil permitió agregar dos nuevas colonias: la del Río Grande con capital en Santa Ana, y la de las Misiones con capital en la nueva ciudad de Iguassu. Además y como respuesta a las incursiones indígenas, se lanzó en 1849 la llamada "Campaña del Sur", que incorporó al dominio británico importantes extensiones de territorio patagónico a ambos lados de los Andes.
Desarrollo y rebelión (1845-1846)
Desde el final de la Segunda Guerra del Plata se produjo una importante inmigración británica y particularmente irlandesa, como así la instalación de las primeras líneas ferroviarias y el desarrollo de una incipiente pero importante industria agropecuaria que bien pronto convirtió a la Sudamérica Británica en el "Granero del Imperio".
Sin embargo, en 1845 tuvo lugar la más severa amenaza al dominio británico en el Río de la Plata cuando Juan Manuel de Rosas, un importante hacendado de la colonia del Plata, encabezó a un grupo de insurrectos que el 20 de noviembre de ese año emboscó en un paraje del Paraná llamado "Vuelta de Obligado" a tres transportes que llevaban armas para la guarnición británica en el Paraguay.
Con ese armamento y con el súbito respaldo de numerosos descontentos en la población hispanoparlante, Rosas lanzó una rebelión que en su mayor momento pudo apoderarse de las ciudades de Rosario y Santa Fe y organizar una marcha contra Buenos Aires, la cual fue derrotada en el combate de Caseros en abril de 1846.
Meses después de aquella derrota, la insurrección fue aplastada de manera categórica y Rosas fue sentenciado a prisión, aunque sería luego liberado y se le permitiría vivir en paz en su estancia platense. Desde entonces, Rosas se convirtió en un héroe y una figura icónica del nacionalismo hispanoparlante, y en una de las figuras más controvertidas del siglo XIX en la Argentina.
Camino a la Confederación (1846-1885)
La rebelión de Rosas provocó un importante cimbronazo en las autoridades británicas, que comprendieron la necesidad de otorgar a la población hispanoparlante una presencia mayor en los asuntos públicos de las colonias. Fue así que en 1848 se introdujeron importantes enmiendas a la British South America Act, entre las que se contaban la creación de cámaras representativas en las asambleas legislativas locales a las que podían ser electos los hispanoparlantes, y se le reconocieron a la Iglesia Católica idénticos derechos y privilegios que los que gozaba la Iglesia de Inglaterra como religión oficial.
La culminación de estas reformas ocurrió en 1853 cuando por decisión del Parlamento se le concedía a las colonias del Plata y del Uruguay el derecho a un "gobierno responsable", en el que las autoridades ejecutivas locales debían contar con el respaldo de una mayoría en las legislaturas coloniales, ante las cuales eran responsables por el ejercicio de sus poderes. Idénticos estatutos fueron aprobados para el resto de las colonias en un período que transcurrió entre 1855 y 1867.
En medio de un creciente desarrollo y siguiendo tendencias que por esos años tenían lugar con mayor o menor éxito en las posesiones británicas en Canadá y Australia, surgió un movimiento que buscaba la unión de las colonias británicas de Sudamérica en un único gobierno confederado. Este movimiento, que contaba con un importante respaldo en la población local, tanto angloparlante como hispanoparlante, promovió numerosas conferencias intercoloniales durante la década de 1870 para lograr la unificación, las cuales fracasaron por causas que iban desde la desconfianza de las élites coloniales hasta el resentimiento en las posesiones con mayor población hispanoparlante, como el Paraná y el Paraguay.
Federación (1885-1887)
A pesar de estos traspiés, representantes de todas las colonias y de los territorios de la Patagonia comenzaron el 4 de marzo de 1885 un nuevo Congreso Confederal en la ciudad de Rosario con el fin de acordar la creación de un gobierno confederal similar al que dieciocho años antes se habían dado las colonias canadienses. Tras largas y arduas semanas de deliberación, el 25 de mayo de ese mismo año el Congreso concluyó con un acuerdo entre todos los representantes, posteriormente ratificado y refrendado por los gobiernos coloniales, para la constitución de un gobierno que unificara a las colonias y posesiones sudamericanas en una federación.
La respuesta de Londres llegó pocos meses después en la forma de la "South America Constitution Act", que establecía un Parlamento bicameral conformado por un Senado que representaría a las colonias (redenominadas "provincias") y territorios, y una Cámara de Representantes cuyos miembros serían elegidos mediante un sistema similar al de Westminster. Como titular nominal del poder y representante oficial de la Corona, la nueva ley establecía el cargo de Gobernador General, el cual sería asistido por un Consejo Ejecutivo (posteriormente conocido simplemente como "gabinete") presidido por un Primer Ministro con responsabilidad ante la Cámara de Representantes.
Además, se creaba una Corte Superior de Justicia y una serie de tribunales federales, se dividieron los poderes y competencias entre el gobierno federal y las autoridades provinciales, y se daban los primeros pasos para el establecimiento de milicias complementarias de las tropas británicas, que en el futuro constituirían las fuerzas armadas nacionales. Las protecciones a la Iglesia Católica se mantendrían bajo el nuevo sistema, y por primera vez se incluirían provisiones para el uso del castellano en los servicios públicos en el nivel provincial y territorial de gobierno, aunque el inglés seguiría siendo por el momento el único idioma oficial a nivel federal.
Por decisión unánime de los representantes coloniales, las nuevas autoridades tendrían su asiento en la ciudad de Rosario, que sería transferida a la jurisdicción federal como el "Territorio Federal de la Capital". Una serie de ajustes fronterizos y reorganizaciones daría como resultado la división política de la nueva nación, que pasaría a incluir ocho provincias (Plata, Uruguay, Mesopotamia, Paraguay, Misiones, Río Grande, Paraná, Araucania) y cinco territorios (Capital, Patagonia, Tehuelchia, Magellania, Islas del Atlántico Sur).
Si bien la ley se refería al nuevo gobierno como "Sudamérica Británica", rápidamente se decidió que era necesario un nombre más neutral y aceptable para la población hispanoparlante. Uno de los representantes del Paraná, Julio Bautista Roca, propuso la palabra "Argentina", la cual sería aceptada por el Congreso Confederal, que oficiaba de Parlamento interino, como el nombre oficial de la flamante nación.
Tras la celebración de las primeras elecciones generales en junio de 1886 y la conformación de ambas Cámaras del Parlamento en diciembre de dicho año, la Constitución entró en pleno vigor el primero de enero de 1887, fecha que pasaría a la historia como el "Día de la Federación".
2 Comentarios:
¡Julio Bautista Roca! Brillante post. Hace unos años que está dando vueltas un libro de editorial Taurus obre historia contrafáctica. Es de un historiador reconocido pero ahora no recuerdo el nombre...
Al final, me parece, a los británicos les vino bien su derrota en las Invasiones. Se ahorraron muchos inconvenientes (léase money) y simplificaron su posición contribuyendo a la "causa" revolucionaria desde las sombras. Tan mal no les fue, ¿no?
Jejejejeje... naturalmente que a la larga les habrá resultado un ahorro, mi estimado Joaquín. Pero bueno... se puede fantasear un poco con lo que podría haber sido!
Hay un sitio que armó un canadiense que justamente parte de una hipótesis similar... www.britishargentina.com, sólo que toma un camino separado (Uruguay y Argentina como países separados y con más o menos las mismas fronteras que las actuales) y detalla mucho más lo cultural, lingüístico y otros factores... es un ejercicio muy interesante de leer.
El de historia contrafáctica que conozco es uno que sacó Rosendo Fraga hace unos años... está bueno aunque más que expandir sobre lo contrafáctico, se dedica a explicar las vueltas que tuvo la historia que conocemos. En fin, es un enfoque...
Estoy pensando en escribir una segunda parte que llegue a nuestros días... y ya estoy pensando en algunos giros de la historia para ciertos personajes conocidos...
Saludos!
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