sábado, 29 de septiembre de 2012

De Genghis Khan a Sam Bigotes


Con qué velocidad se pasa de la apoteosis y la omnipotencia al ridículo más humillante.
En apenas 15 días, nada más que dos semanas, el kirchnerismo pasó de llevarse puestos a quienes se le plantaran y a comerse el mundo sin un escarbadientes a ser un hato de papeloneros ridículos que inspirarían vergüenza ajena si no inspiraran más ganas de patearlos en el piso. De Genghis Khan a Sam Bigotes en una nadería en tiempos históricos.
Empezó con el formidable cacerolazo del 13 de septiembre, cuando centenares de miles de argentinos se pudrieron de esperar acción de una oposición acomodaticia e inútil y salieron a darle a la kakidad una noche que nunca olvidará por más bravatas e insultos que escupan en respuesta.
Después del cacerolazo vino una modesta semana de calma, hasta el día en que se supo que una simple despachante de aduana había tenido más pelotas que todos los empresarios de la Unión Industrial y se había atrevido a denunciar a la justicia a la bestia bípeda que se autoproclamó zar de la economía nacional.
El intento del régimen de hacer "business as usual" y mandar a la causa a una muerte lenta e indecorosa a manos del impresentable Oyarbide murió cuando le tocó sufrir en carne propia un cacerolazo al citado magistrado; no tardó el Señor del Anillo Dilatado en deshacerse de la causa que le había tocado con esa suerte maravillosa que un país entero no deja de preguntar que por qué no la puede usar en la lotería en vez de malgastarla en cagar causas judiciales con los argumentos más absurdos posibles.
La denuncia ya había expuesto a Poronga por lo que es, un cagón miserable que agrede y amenaza a mujeres. Sí, a mujeres, justo en el gobierno de esa que siempre supo que tooooooooodo le iba a costar más por ser mujer y que vino a poner la cara por el género. En realidad no debería sorprender; si siguen hablando de igualdad de género mientras incorporan al perpetrador del homicidio piromaníaco de su propia esposa, es que la cara la tienen hecha de uranio empobrecido. Que sería lo único empobrecido del kirchnerismo, valga aclarar.
Pero cuando le tocó el turno al propio Poronga de recibir la visita de las cacerolas, el muy cagón huyó a Zona Norte y dejó un cinturón defensivo de batatas del Mercado Central alrededor de su departamento. Es bien macho para mandar a meter cacerolas por el orto, pero eso sí, mientras las cacerolas estén de este lado de la General Paz y él del otro.
Y para rematar, las maravillosas disertaciones presidenciales en Georgetown y Harvard. Los que tenían alguna idea ya podían paladear que a la Yegua, mujer que le tiene asco a la idea de una aparición pública que no esté digitada en un 99%, la iba a pasar bastante mal en estas situaciones, pero nunca para tanto.
En Georgetown debería haberse avivado que lo suyo no es hablar. Derrapó en las respuestas, derrapó en los modales, demostró su completa falta de contacto con la realidad negando la inflación que todos los días le quema los bolsillos al país, hizo el ridículo insinuando que podía hablar con "miyones y miyones de argentinos", deliró feo con escenas de periodistas que le gritan y le patean la puerta de los despachos y se mostró en general como es en realidad: una pobre mina resentida, bruta, pedante y desagradable.
Pero Georgetown fue sólo la entrada para el plato principal que fue Harvard. La mina que no puede mostrar su diploma de abogada, que tiene bajo siete llaves su registro universitario de la UNLP y que no se le conoce matrícula en algún colegio de abogados de la República dijo que la tarasca la había juntado siendo "una exitosa abogada y una exitosa presidenta", por sólo mencionar alguna de las increíbles y vergonzosas salidas que trató de esbozar ante las preguntas de unos chicos que le deben haber dado a entender que ella no tiene la propiedad de la juventud.
Encima de todo, el maltrato y la humillación. La Yegua mostró la capa de resentimiento y desprecio que tiene incluso sin necesidad imperiosa de hacerlo. Podría haberle dicho al chico que le preguntó que él estaba en Harvard cuando había otros en la Argentina que ni siquiera terminaban la primaria. Pero claro, eso además hubiera implicado reconocer que en la Patria de la Felicidad y la Buena Onda la deserción escolar es pavorosa. En cambio, se dedicó a humillar gratuitamente a una universidad que ya quisieran muchas otras en este país, con su infraestructura colapsada, sus pasillos roñosos y sus paredes tapizadas de capas geológicas de afiches, acercársele al menos en términos de cuidado de instalaciones y aspecto general.
Todo eso para terminar con el ya célebre "eso es para La Matanza, estamos en Járvar". Deschavada por completo: en su odio y resentimiento hacia un distrito que no ha hecho más que votar por ella de manera consistente, y en la falsedad de su persona, que no tiene problema alguno en reconocer que en La Matanza se comporta de una manera que no usaría en otros ambientes más finos. Como Járvar, por ejemplo.
Una mina rencorosa, resentida, miserable, vana, soberbia, pedante y desubicada en tiempo, forma, espacio y modales.
Me dan un poco de bronca los que le pegan a los chicos de Georgetown y Harvard por la calidad o pertinencia de sus preguntas, más cuando vienen de gente que en casi diez años de kakismo jamás fueron capaces de ponerla ni la cuarta parte de nerviosa que se la vio en sus disertaciones. Se olvidan que los que tienen que hacerle preguntas inteligentes y punzantes no son estudiantes que todavía no consiguieron sus títulos universitarios, sino los periodistas y dirigentes opositores que hasta ahora no han logrado acercarse a algo similar a lo que vimos en esas noches mágicas en los Estados Unidos.
Que el Gobierno argentino haya quedado descolocado por seis preguntas de estudiantes universitarios habla muy mal de un régimen encabezado por una mujer que no puede hacer frente ni a una charla universitaria sin llenarla de aplaudidores y chirolitas; habla muy mal de un país en donde puede llegar al máximo cargo una persona tan poco experimentada en rendir cuentas de manera abierta; habla muy mal de una dirigencia opositora que no fue capaz de lograr ni siquiera esto.
Y para rematar el absurdo, lo tenemos a Pito Fáez diciendo que los que le hacían las preguntas a la Vaca Estúpida eran chicos "con tan poco swing". Vaya uno a saber qué quiso decir con eso el drogadicto cuyo asco por media ciudad no le impide tratar de juntar buenas moneditas en conciertos porteños.
Ya estamos viendo a los kirchneristas hablándose encima con pavadas sobre conspiraciones, sobre la mano negra de Magnetto y del PRO digitando los eventos de Harvard y de Georgetown, sobre cómo en vez de ser un papelón fue un triunfo excelso de la Presidenta, sobre cómo ella nunca dijo lo que infinidad de videos, testimonios, ojos y oídos la vieron y la escucharon decir.
Y se hundirán en el ridículo. Ese ridículo en el que cayeron en apenas dos semanas y del que parecen obsesionados en salir... cavando a través del suelo.

3 Comentarios:

Anonymous carancho dijo...

Sublime, Mayor.

7:01 a. m.  
Blogger Mayor Payne dijo...

Me alegro que le haya gustado, Carancho.

9:51 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Clap clap clap clap!!!

5:18 p. m.  

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