sábado, 27 de octubre de 2012

Taras


Tiendo a pensar que gran parte de los males de la sociedad argentina responden a creencias muy perversas y muy internalizadas que de una u otra manera gobiernan nuestro comportamiento social y nos llevan al desastre en que vivimos.
Entre las que puedo identificar están las siguientes:
La ley no es la regla de la sociedad sino el cepo del otro. Seamos honestos. En una medida mayor que la que nos gustaría siquiera reconocer, tenemos internalizada la creencia perfecta de que las reglas son para los otros y que para nosotros son siempre las excepciones.
Nunca pensamos en leyes que gobiernen la convivencia y permitan el mutuo progreso: pensamos en panfletos legales de forma y perversos de espíritu que sirvan para complicarle la existencia al otro, mientras nosotros los violamos con plena tranquilidad.
Que no nos sorprenda entonces que los gobiernos siempre, pero siempre siempre, legislen para joder al rival o al blanco de turno. 
El Estado es el Gobierno es el Partido es el Presidente. Esta confusión mental no es patrimonio exclusivo de la fracción o camarilla gobernante que cree que todo lo público es de ellos (y lo privado también si nadie los para a tiempo) y que hace un uso repulsivo de los bienes del Estado para beneficio personal. Esta confusión mental opera también en la cabeza de argentos y argentinos, los cuales parecen ser incapaces de distinguir entre lo permanente (el Estado) y lo transitorio (el Gobierno y sus figuras). O peor aún, personalizan lo permanente y estatal en la figura del Presidente de turno, convirtiéndolo en un perverso eco de "El Estado soy yo" de Luis XIV.
No nos tiene que sorprender que como resultado de esta confusión mental la Argentina como sociedad crea que es posible hacer un acto de purificación de culpas y de absolución de consecuencias cada vez que saca a un Presidente y pone a otro, sea por las buenas y por las malas. Las deudas que contrajeron los anteriores no nos deben ser cobradas porque "quienes tuvieron la culpa" ya no están. Las broncas e irritaciones provocadas más allá de las fronteras nos tienen que ser perdonadas porque sus perpetradores ya no ocupan el poder. Y así sucesivamente y hasta el infinito, con un país que por no entender que el Estado no es ni debe ser jamás lo mismo que el Gobierno no puede entender cómo es posible que todavía le echen en cara lo que hicieron los gobiernos anteriores.
La moralidad, el bien y el mal son cuestión de mayorías. Esta de verdad es peligrosa, porque supedita cualquier noción de lo correcto y lo incorrecto, de lo justo e injusto, a la opinión circunstancial de una mayoría circunstancial. "Vox Populi, Vox Dei" debería ser a esta altura de la vida una frase tan nefasta como lo fue "Ein Volk, ein Reich, ein Führer" para la Alemania y el mundo de mediados del siglo pasado, y debería provocar las mismas reacciones en quienes la escuchan que la crítica sarcástica que dice "Coma mierda, diez mil millones de moscas no pueden estar equivocadas". 
La opinión mayoritaria tiene sus usos, hay que reconocerlo, pero en cuestiones de bien y mal, de justicia e injusticia, no se puede apelar como se suele hacer acá al resultado de una elección o de una consulta. El 54% no justifica ninguna acción inmoral, ilegal o ilegítima, así como tampoco lo justificaría si hubiese sido el 99,99% de los votos. El día que entendamos de una vez por todas que hay cosas y acciones buenas y malas cuya condición de tales no depende de la opinión pública, habremos dado un paso vital en el progreso del país y de la sociedad.
A cada uno se le habrá de dar según cómo me caiga. Otra bien perversa, ya que legitima cualquier clase de injusticias y de atropellos cometidos contra cualquier persona o grupo por el simple hecho de que le caiga mal a uno o al grupo, facción o sector al que pertenece. Es el gran abismo moral comprendido entre el "Primero vinieron por..." del pastor Niemöller (no del comunista stalinista Bertolt Brecht) y el "Al enemigo ni justicia" del mil veces maldito Perón. 
Es el cretinismo ético que nos permite justificar que al otro se lo agreda, se lo acose, se le niegue lo que es suyo y se lo someta a cualquier clase de desprotección y abuso simplemente porque me cae mal, porque no me gusta o (un sayo que le cabe a demasiados argentos) porque le tengo envidia.
El primer y sencillo paso de las tiranías, siendo la tiranía kakal la más reciente de ellas en azotarnos a los argentinos, es ensañarse contra algún sector despreciado, víctima de resentimientos o responsabilizado por todos los males de la sociedad. En el caso de la kakocracia, esos sectores fueron las Fuerzas Armadas, a las que se las humilló, purgó, maltrató y despreció sin pausa desde 2003 hasta la fecha, y posteriormente a la Justicia, empezando por la vieja (y claramente perversa a su manera) Corte Suprema de Julio Nazareno a la que se la echó por cadena nacional. En ambos casos el regocijo fue mayúsculo y compartido por varios que ya deberían tener más claras las cosas.
Y dado ese primer paso, superado a base de frases dulces y declamaciones de buenas intenciones ese umbral entre lo justo y lo injusto, es mucho más fácil avanzar en los abusos. Empezando por los militares y jueces por cuyos derechos y protecciones legales nadie daba un mango por ser blancod el escarnio público, fue que llegamos al día de hoy donde las miras oficialistas están clavadas en los que critican en voz alta, en los que cuestionan y en los que simplemente quieren resguardar sus propiedades de las arbitrariedades oficiales.
Un consejo para todos aquellos que en el futuro se sientan tentados a justificar cualquier abuso que les toque a aquellos por quienes no sienten cariño: tengan muy presente que siempre va a haber quien los odie a ustedes, y que es demasiado fácil hacer que ese odio se contagie a quienes no los conocen. Lo que aplaudan hoy lo tendrán que sufrir mañana, y en lugar de escuchar los apoyos que ustedes piden, lo único que escucharán serán los aplausos de quienes sienten por ustedes el mismo odio que ustedes sentían por las víctimas de ayer.
Estoy seguro de que puede y debe haber muchas taras más.
Por cierto, hace dos años que el Virolo pasó a revistar como tomuer. En estos días en que a más de uno se le da por pretender lavar la figura del Bizcocho Perverso, siempre viene bien recordar que:
  • Fue Nefástor el que toqueteó el Consejo de la Magistratura para tener la posibilidad de castigar a quienes no fallaban como él quería, proteger a los que le eran serviles y ascender a los inútiles chupamedias.
  • Fue Nefástor el que puso a Moreno en el cargo que ocupa actualmente.
  • Fue Nefástor el que mandó intervenir al INDEK para que mintiera sistemáticamente con la inflación.
  • Fue Nefástor el que sacó a Garré de la irrelevancia previa para que humillara a cuanto uniformado se le cruzara.
  • Fue Nefástor el que aupó a Herpes de Bonafano y a la víbora Carlotto, las llenó de guita y las convirtió en instrumentadoras y apologistas de la venganza, el odio y el resentimiento oficial.
  • Fue Nefástor el que consolidó al Congreso como "escribanía oficial".
  • Fue Nefástor el que llenó los tribunales y las reparticiones encargadas de la "seguridad" con garantistas dispuestos a defender por sobre todas las cosas a los chorros, violadores y asesinos.
  • Fue Nefástor el que inundó al Estado de montoneros, erpianos y otras lacras terroristas setentosas.
  • Fue Nefástor el que inventó las candidaturas testimoniales y tantas otras tretas roñosas de la política reciente.
  • Fue Nefástor el que inauguró los atrilazos y los discursos a los gritos con cualquiera que se opusiese a él.
  • Fue Nefástor el que puso a la Yegua y le digitó el gobierno hasta que se lo llevó la parca.
  • Fue Nefástor el que se opuso a reconocer que había problemas tales como la inflación o la inseguridad.

Y muchas pero muchas cosas más.
Ténganlas en mente. No dejen que se instale la idea de que Néstor fue un santo y que todo lo arruinó la loka de su viuda.

1 Comentarios:

Anonymous carancho dijo...

Buen ejercicio de memoria, Mayor.
Viendo las propagandas en la calle, nos quieren vender al alce tuerto como un nuevo héroe nacional.
Por suerte, algunos (confío en que cada vez seamos más) tenemos memoria.
Saludos.

7:00 a. m.  

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