sábado, 2 de marzo de 2013

Año Cero


Originalmente el post de hoy iba a ser una diatriba contra la atrocidad oratoria que perpetró la Vaca Estúpida ayer ante el auditorio acostumbrado de militontos, cómplices del desfalco y salamines opositores, pero antes de que pudiera arrancar con eso Internet acudió en mi auxilio.
Hay un autor y comentarista llamado Richard Fernandez que escribe en el sitio PJ Media y cuya lectura recomiendo de manera enfática por más que escriba solo en inglés. Fernandez es muy hábil a la hora de tomar ejemplos del día a día y ponerlos en el contexto de procesos que comenzaron antes que nosotros y que seguirán incluso después de nuestras muertes, y aunque en muchos casos su punto de partida es la realidad de los EE.UU., también suele partir de lo que sucede en otros lugares del mundo para explayarse sobre las corrientes y realidades que le están dando forma a este mundo en el que vivimos.
Por ejemplo, la pieza que hallé hoy parte de dos situaciones muy concretas y circunscritas, los escándalos de mala praxis y de muertes de pacientes mayores en el sistema socializado de salud del Reino Unido y las estadísticas de desempleo juvenil en varios países de Europa, para construir a partir de allí un panorama que no deja de ser escalofriante: la catástrofe que aqueja a ambos extremos de la humanidad (la devastación laboral de los jóvenes y el desamparo criminal de los ancianos) son simplemente heraldos de la catástrofe mayor que le espera al Estado de Bienestar en primer lugar, y sucesivamente a quienes lo apoyaron, a los políticos que se beneficiaron de él y al resto de nosotros.
Escribe Fernández (y yo traduzco según mi leal saber y entender):
"La actual elite ha abusado el poder de la confianza de una manera que muy pocas elites en el pasado lo han hecho. Han tomado la legitimidad construida por generaciones de aptitud y la usaron para tapizar la mediocridad y la locura. La confianza que tenían que desperdiciar era inmensa y la desperdiciaron.
"Cuando ocurra el colapso la desilusión será tremenda. No será la clase de desilusión que lleva a derrotas electorales o a la caída de un gobierno. Será la clase de disgusto que hunde a una civilización. La clase que derribará al mundo del Sr. Bloomberg y del Sr. Obama a tal extremo que pasarán cien años antes de que los sobrevivientes puedan siquiera reflexionar de manera objetiva al respecto. En "Suave Es La Noche", F. Scott Fitzgerald entendió la inmensidad de la tragedia en los términos de su propia era. Los líderes de su mundo habían malgastado mucho más que las vidas de una generación. Habían destruido el amor, la verdad, la fe y el hogar.
"Esta tierra de aquí costó veinte vidas por pie en ese verano.
Mira ese pequeño arroyo; podríamos caminar y llegar a él en dos minutos. Le tomó a los británicos un mes caminar hacia él; todo un imperio caminando muy pero muy despacio, muriendo por delante y empujando por detrás. Y otro imperio caminó muy lentamente hacia atrás unas pocas pulgadas por día, dejando a los muertos como si fueran un millón de felpudos sangrientos. Ningún europeo volverá a hacer lo mismo en esta generación.
Este asunto del Frente Occidental no podrá ser repetido, no por mucho tiempo. Los jóvenes piensan que pueden hacerlo pero no pueden. Pudieron pelear la Primera Batalla del Marne una vez más pero no esto. Esto demandó religión y años de abundancia y de enormes certidumbres y la relación exacta que existía entre las clases. A los rusos y a los italianos no les fue nada bien en este frente. Tenías que tener un bagaje sentimental del tamaño de tu alma que se remontara más atrás de lo que pudieras recordar. Tenías que recordar la Navidad, y las postales del Príncipe Heredero y su prometida, y los pequeños cafés de Valence y las cervecerías de la Unter den Linden, y los casamientos en la municipalidad, y las idas al Derby, y los mostachos de tu abuelo."
Ni Bloomberg ni Obama entenderán jamás todo lo que desperdiciaron, y por qué poco lo malgastaron."
¿Por qué cito este artículo? Porque temo que algo muy similar nos estará esperando cuando acabe el régimen de la Vaca Estúpida y con él caigan todas las mentiras, los delirios y las fantasías que lo sostuvieron, y eso va a ser mucho más serio que cualquier prostitución de la Justicia.
Los últimos cien años de historia argentina han sido el proceso descrito por Fernandez pero en cámara lenta. En este siglo maldito de Dios y de los hombres los argentinos hemos consumido no sólo la confianza, sino también el respeto por las leyes, el patriotismo, las virtudes del trabajo y del esfuerzo, la prudencia y tantas otras cosas, hasta no dejar más que cenizas y decepción.
Aniquiladas las virtudes y los méritos, el kirchnerismo y el cristinismo se sustentaron en lo único que quedó en pie: los defectos y las miserias de la argentinidad. La arrogancia, el patoterismo, la corrupción, la desidia, el facilismo, la "viveza criolla", el resentimiento, el revanchismo y todos los otros comportamientos turbulentos que fuimos creando a la par de la demolición de las virtudes, todo eso fue lo que alimentó esta década de locura absoluta cuyas consecuencias podían verse desde el primer día, aunque muchos optaron por cerrar los ojos y darle para adelante. Yendo por todo. Nunca menos.
Lo bueno es que cuando por el peso de su propia incompetencia y despotismo se venga abajo el régimen de la Yegua, también colapsarán todas las miserias humanas que lo sustentaron de la misma manera en que los anteriores fracasos nacionales se llevaron puestos a sus propios pilares, siguiendo la tesis de Fernandez. Lo malo es que lo que va a quedar después va a ser tierra arrasada; la locura y la mediocridad al aire libre ya sin ningún tapiz que lo disimule, ni siquiera los torpes colgajos que usaba el kirchnerismo para taparlos.
Y en esa desolación, desnudos por completo y sin más relato que impida ver la tierra arrasada, vamos a quedar todos nosotros. Los que odiamos al régimen y los que mamaron de su teta. Los decentes y los corrompidos. Todos nosotros en una ruina, con todos los principios morales aniquilados, con la confianza exterminada y con las ilusiones pisoteadas.
Ruina para todos.
Será un mundo en donde tendremos que explicarles a muchos que el Fútbol Para Todos no es ni por puta un derecho, sino un capricho ridículo que demasiada plata consumió y demasiadas mentes ayudó a pudrir mediante la difusión de la basura propagandística del régimen, y de paso empiezan a hacerse a la idea de que pagar quince o veinte centavos de dólar por un pasaje subsidiado hasta las tetas fue una gracia que no volverá más porque no hay forma de bancarlo.
Será un mundo en donde van a tener que desengañarse por las malas numerosos pendejos camporitas que pensaron que lo natural en la vida era ocupar un cargo en la administración pública o en el imperio empresarial del Estado y cobrar sueldos de varias decenas de miles de pesos al mes cuando su experiencia profesional y personal e incluso su edad no los habilitaba para algo más que repartir volantes o sentarse en un call center a atender llamadas en castellano neutro.
Será un mundo en donde a mucha pero mucha gente le va a entrar una resaca feroz después de diez años de borrachera, y encima va a ser la única resaca de la que no van a poder escapar, porque no los va a obligar a hacerlo alguien interesado en que la transición sea delicada y llevadera, sino la mismísima realidad, diciéndoles que no queda nada más.
Ese es el país que nos espera. Aunque sea necesario acabar con la Vaca y con sus obras nefastas, que nadie se haga ilusiones acerca de que nos espera el paraíso en la tierra o de que nos vamos a poder salvar de las consecuencias de alguna manera. Nos pasamos los últimos cien años quemando en la hoguera del delirio nacional todas aquellas virtudes que nos hubieran ayudado a impedirlo, y de poco nos van a servir sus cenizas.
Y sobre esas cenizas, y sobre las ruinas de un país que implotó a manos de sus propios habitantes hasta dejarlos en pelotas y a los gritos, tendremos que arrancar de nuevo con la perspectiva certera de que faltarán muchos años de esfuerzo real y doloroso antes de poder siquiera disfrutar de algo parecido a la vida mentirosa que tuvimos en la Década de Él y de Ella, mientras entendemos de una puta vez todo lo que desperdiciamos y por qué poca cosa lo malgastamos.
Repito aquí las palabras de Fernandez que cité arriba: "Cuando ocurra el colapso la desilusión será tremenda. No será la clase de desilusión que lleva a derrotas electorales o a la caída de un gobierno. Será la clase de disgusto que hunde a una civilización."
Y así seguiremos, en esa marcha inexorable hacia el Año Cero que supimos conseguir por acción u omisión.

2 Comentarios:

Anonymous carancho dijo...

Jodidamente deprimente... y espantosamente realista.
Quilombo a full, allà vamos.

7:30 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Brillante.

10:40 p. m.  

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