sábado, 12 de noviembre de 2011

Por qué soy un liberal

Si tuviera que clasificar mi ideología en una sola palabra, diría que la que más se ajusta es "liberal". Y tendría reservas en usar esa palabra, porque por el otro lado soy bastante conservador, sobre todo en materia social, principalmente porque creo que no hace falta arreglar algo que no está roto y que si las cosas funcionaron hasta la llegada de los aprendices de brujo con ínfulas de ingenieros sociales, por algo será.

También hay algunas otras cosas en mi marote, como mi noción de que el voto calificado no es tan mala idea después de todo, y otras nociones políticamente incorrectas que no sé si encajarían en las nociones de "liberal" o "conservador". Algún cachito de lo poco que leí de Ayn Rand por ahí, un poco más de Maquiavelo por allá, y llegamos al revuelto gramajo ideológico que anida en mi cabeza.

Pero en fin, basta de eso. La idea de este post es hablar un poco de por qué me identifico más con el liberalismo. Y la respuesta es simple: porque funciona.

No es una proclama de superioridad ideológica como las de los bolches que tienen la idea de que el comunismo es alguna clase de conocimiento científico y que su triunfo es "inevitable". Cuando digo que el liberalismo funciona es, sobre todo, porque termina funcionando a pesar de todos los intentos que se hicieron para negarlo.

El liberalismo tal como lo entiendo concibe a las personas como agentes libres capaces de decidir por sí mismos, de obrar en consecuencia con los medios a su alcance y de aceptar los resultados de sus decisiones y acciones. El liberalismo tal como lo entiendo concibe a las sociedades como la suma de las interacciones que se producen entre los individuos conforme éstos buscan llevar a la práctica sus fines individuales; una suma de interacciones tan grande, tan vasta y tan compleja que excede cualquier posibilidad real de conocerla en su totalidad, ni hablar de controlarla o dirigirla.

El liberalismo tal como lo entiendo ve a los Estados como organizaciones hechas para la protección de los derechos y el resguardo de la libertad frente a quienes los amenacen, ya sean individuos, grupos u otros Estados. El liberalismo tal como lo entiendo cree que no hay mejor solución para un problema que la que puede surgir de quienes están más cerca de él si es que se les permite acceder a los recursos necesarios para atenderlo, y que no existe peor forma de empeorar las cosas que hacerlas depender de alguien que está tan lejos que ni puede verlo ni le importa ni le afecta personalmente.

Por sobre todas las cosas, el liberalismo tal como lo entiendo sabe que existe una realidad, que la misma se impone tarde o temprano, que el voluntarismo es impotente contra ella en cualquier circunstancia, y que es ineludible por más alquimias que se hagan para evadir sus resultados.

Quien vive más allá de sus posibilidades, sin importar qué tan mago sea con el dinero, eventualmente tiene que hacerse cargo de lo que deja, especialmente cuando el socialismo empieza a funcionar mal, como suele ocurrir cuando, al decir de Margaret Thatcher, "se le acaba el dinero de los demás".

Quien pone controles irracionales, sólo incentiva los esfuerzos de quienes intentan escapar de ellos, o como diría la princesa Leia en la película original de Star Wars: "The more you tighten your grip, Tarkin, the more star systems will slip through your fingers".

Y a todo esto, ¿por qué digo que funciona? Porque nos basta ver cómo todos los esfuerzos por negar la realidad, hechos por gente de pelajes que van desde el comunismo puro y duro hasta el progretudismo a la europea, y pasando por el fascismo fatto in casa que es el peronismo, terminan estrellándose contra la naturaleza humana más básica, aquella que busca sus propios fines y que, por más que lo niegue, en el fondo sólo pide que la dejen en paz.

De vez en cuando y sin que se note, la Cuba raúlcastrista tira al tacho alguno de esos principios que tanto humedecen las canaletas de los progres del mundo, porque se está dando cuenta de a poquito que el paraíso socialista en cuya construcción desperdiciaron 52 años terminó siendo un miserable prostíbulo al aire libre, sólo que con fotos del Che en lugar de casinos de Batista, en el que las únicas industrias exitosas son la apertura de gambas de las jineteras y la construcción de balsas.

La Unión Europea, paraíso progre si los hay, está desmoronándose después de décadas de proclamar que sí había tal cosa como un almuerzo gratis y de que un país sí podía vivir indefinidamente a base de la productividad de otro; ahora ni todas sus regulaciones ni todo su poderío pueden evitar un desastre económico, político y hasta demográfico, ni pueden lograr que una población demasiado acostumbrada a vivir de arriba vuelva a la cordura.

Ni qué hablar del comunismo viejo al estilo soviético, que no pudo ni siquiera amurallar una ciudad para evitar que sus propios ciudadanos trataran de escapar hacia donde querían vivir. Y se escucha el eco de las palabras de la princesa Leia.

O miremos lo que pasa acá en Argenta, tierra de voluntarismo y de pasión estatista si las hay, donde cada nueva medida que anuncian para controlar la huída del dólar sólo termina potenciándola, donde cada decisión arbitraria sólo provoca nuevos intentos de la población de escapar de su alcance, donde cada nueva regulación hecha a medida de los obesindicalistas hace crecer el empleo en negro y donde cada nuevo control que se impone en cualquier ámbito termina beneficiando únicamente al mercado negro. Y así va a ser hasta que se les meta de una puta vez en la cabeza que el mercado no es un montón de ejecutivos conspiradores, sino que somos todos nosotros en nuestro día a día... y que nunca van a tener ni la suficiente gente para estar vigilando en todos lados ni la suficiente capacidad de recolectar información como para saber todo lo que pasa.

Y estamos hablando de un gobierno que se las da de haber logrado el porcentaje más alto de votos en una elección presidencial desde 1983, no del impotente de De la Rúa. He ahí el poder político, completamente inútil sin el consentimiento de los gobernados.

Todo esto es lo que me lleva al liberalismo. Pongan un control nuevo, más gente tratará de eludirlo. Regulen más el mercado, más gente se irá al mercado negro. Nieguen la realidad, más sopapos terminará por darles tarde o temprano. Insistan en que no hace falta trabajar para vivir, y tarde o temprano el que trabaja para que ustedes vivan se cansará de pagar la fiesta. Sigan buscando la eficiencia del control estatal y sólo terminarán en la locura de un anarcodirigismo que no lo puede saber todo, no lo puede controlar todo y no puede decidir nada de forma efectiva. Impongan las reglas que quieran para pagar el capricho bienpensante que se les ocurra y nadie querrá hacer negocios con ustedes. El altruísmo bien entendido es una virtud excepcional, no una cualidad común a todos los seres humanos y menos que menos algo que pueda imponerse.

Y esto ha sido así siempre, durante toda la historia, en todos los países y hablado en todas las lenguas. Siempre la voluntad termina chocando contra la realidad, y cuando la voluntad triunfa es porque en el fondo expresa una realidad. Siempre.

No hay ley, decreto o mayoría parlamentaria que pueda abolir la ley de oferta y demanda, la naturaleza humana o el simple deseo de tener lo que es mío y que me dejen en paz.

Nunca otro que está más lejos va a saber mejor que yo qué es lo que necesito y cómo puedo resolver mis problemas.

Nunca las cosas van a dejar de valer lo que valen de verdad para valer el precio arbitrario que fije un burócrata que no tiene la menor idea de lo que cuesta producirlas.

Nunca las fronteras van a estar del todo bloqueadas a las importaciones.

Nunca van a faltar dólares en las cuevas.

Nunca va a existir un gobierno que sobreviva una vez que pierde el consenso de los gobernados, a menos que apele a las armas y prefiera gobernar sobre los cementerios.

Nunca.

La realidad se impone. La naturaleza humana sigue existiendo. El liberalismo funciona. Sobre todo porque funciona a pesar de los esfuerzos más delirantes de quienes niegan la realidad. Porque intentar derrotar a la realidad es una empresa tan inútil que cualquier esfuerzo hecho en tal sentido está desperdiciado desde el vamos. Porque el ser humano va a seguir siendo lo que es por más raza superior o nuevo hombre soviético que se quiera construir siguiendo dictados ideológicos. Y porque insistir una y otra vez con lo mismo y esperar resultados distintos, porque "esta vez seguro que sale bien" como dicen los amigos de El Opinador Compulsivo, es la definición de "locura".

Y por eso soy liberal.

Hasta la próxima.

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