lunes, 14 de noviembre de 2011

Una historia paralela de la Argentina (Parte 4)

En esta entrega va la cuarta parte de mi proyecto de una historia alternativa de la Argentina que tenga como punto de partida una hipotética victoria británica en la invasión de 1807, cubriendo en esta oportunidad el tramo que va desde 1838 hasta 1845.

Esperando que sea de su interés, finalizo con esta introducción.

* * *

UNA HISTORIA PARALELA DE LA ARGENTINA (1806-2010)

4. Consolidación y conflicto (1838-1845)

Definidas las fronteras tras la Segunda Guerra del Plata y definitivamente conjurada la amenaza de una reconquista española tras el colapso de su propio imperio colonial, los británicos pasaron a ocuparse de desarrollar y afianzar la situación de sus colonias sudamericanas, que ya incluían en 1838 a unos dos millones de habitantes.

El primer paso consistió de una profunda reforma política y administrativa en la Sudamérica Británica, un territorio que se había vuelto demasiado vasto y complejo como para poder ser gobernado de manera eficaz únicamente desde Buenos Aires. Fue así que, luego de un pedido del propio gobernador Duff, el Parlamento británico sancionó en 1838 la “British South America Act”, una ley que reorganizaba al territorio controlado por Londres en seis colonias separadas: la Colonia del Plata con capital en Buenos Aires, la Colonia del Uruguay con capital en Montevideo, la Colonia de la Mesopotamia con capital en Corrientes, la Colonia del Paraguay con capital en Asunción, la Colonia del Paraná con capital en Córdoba, y la Colonia de la Araucania con capital en Talcahuano.

Cada una de estas colonias separadas contaría con su propia legislatura local y estaría bajo la autoridad de su propio gobernador, aunque el control general sobre las fuerzas militares en todas las colonias estaría en manos de un comandante en jefe con sede en Buenos Aires. Si bien esta ley permitiría que las regiones del dominio colonial se desarrollaran de manera más rápida bajo sus propias instituciones, la primacía de Buenos Aires y de la Colonia del Plata persistiría, aunque de manera más acotada.

Un segundo cambio estaría vinculado con el desarrollo general de la economía y la infraestructura de las colonias. Aún antes de la Segunda Guerra del Plata las posesiones de la Sudamérica Británica se perfilaban como proveedoras de alimentos y otros productos de origen agropecuario que el imperio británico necesitaba cada vez más en su constante expansión. Durante la posguerra se dio un fuerte impulso al campo, a través de nuevas leyes y medidas que facilitaron el acceso a la tierra y la inversión en el desarrollo rural, lo que se tradujo en cosechas crecientes y en una diversificación importante de las actividades agropecuarias.

Asimismo, la reciente invención del ferrocarril encontró en Sudamérica un terreno propicio para su desarrollo, habida cuenta de la necesidad imperiosa de trasladar la producción del interior al puerto de Buenos Aires y, a su vez, facilitar la colonización y la expansión británica en todo el territorio colonial. Bien pronto la Sudamérica Británica pudo ostentar una de las redes ferroviarias más importantes de todo el Imperio, con líneas que se expandieron inicialmente de manera radial desde Buenos Aires y luego de manera más diversa.

Producto de la incorporación de los territorios conquistados, los británicos procuraron impulsar la inmigración a la Sudamérica Británica para compensar la gran cantidad de hispanoparlantes absorbidos tras la guerra. Fue así que durante la década posterior a la Segunda Guerra del Plata existió un importante fomento a los migrantes de las islas Británicas para que se establecieran en las colonias sudamericanas. Si bien no fueron pocos los escoceses, ingleses y galeses que escogieron iniciar nuevas vidas en Sudamérica, todos ellos fueron superados por otra nación británica que abrazó la oportunidad con singular entusiasmo.

Fueron los irlandeses los que mejor respondieron a la oferta, en parte por la importante presencia católica y por la amplia y generosa oferta de tierras cultivables (aunque una gran cantidad de las mejores tierras hubiera sido previamente asignada a los terratenientes ingleses) en las colonias. Según estimaciones de la época, casi el sesenta por ciento del millón de inmigrantes que se asentó en la Sudamérica Británica entre 1838 y 1845 era de origen irlandés, dándole así a la “Primera Inmigración” un indiscutible tinte irlandés que persiste desde entonces.

De manera curiosa, hubo una considerable mezcla cultural, étnica y religiosa entre las comunidades irlandesa y de origen español que llevó al hecho curioso de que muchos de los inmigrantes irlandeses fueran adoptando progresivamente el castellano como su idioma, un hecho que no pocos atribuyen al resentimiento y la hostilidad que irlandeses e hispanoparlantes compartían hacia los ingleses.

Bajo la forma que fuere, esta combinación de impulso a la producción rural, de desarrollo ferroviario y de inmigración intensiva ayudó a que en pocos años las colonias de la Sudamérica Británica adquirieran una bien merecida reputación como el “Granero del Imperio Británico”.

La primera prueba que enfrentaría la Sudamérica Británica tras su consolidación y reorganización tendría lugar en 1841. El vecino Imperio del Brasil, surgido a partir de las colonias portuguesas de Sudamérica, había mantenido con el Reino Unido una relación cercana y positiva a pesar de haberse apoderado los británicos en su invasión inicial de la antigua Banda Oriental, un territorio históricamente disputado entre Portugal y España, y de existir discrepancias en la delimitación fronteriza entre las posesiones de ambas potencias. Esta relación de “buena vecindad” se mantuvo aún durante la Segunda Guerra del Plata, en la que los brasileños se mantuvieron conspicuamente neutrales, aunque la percepción en la corte brasileña demostró estar terriblemente equivocada.

Convencidos de que los británicos aceptarían las reclamaciones de Río de Janeiro como contrapartida de su neutralidad durante la guerra, los brasileños comenzaron a moverse para establecer una presencia en los terrenos en disputa. La reacción británica no se hizo esperar: tres poderosas columnas armadas partieron desde las colonias del Paraguay, del Uruguay y de la Mesopotamia para enfrentar a los brasileños en lo que la Historia conocería como la “Tercera Guerra del Plata”.

Esta guerra fue un conflicto breve y contundente de apenas cinco meses de duración, en los que los británicos derrotaron a las fuerzas brasileñas en media docena de enfrentamientos terrestres en la zona en disputa. A los reveses en tierra debieron sumarles los brasileños una fuerte derrota de su armada a manos de la Royal Navy frente a las costas de Río de Janeiro, lo que convenció al emperador brasileño Pedro II a consentir en el Tratado de Montevideo que los territorios en disputa pasaran a la jurisdicción británica.

De estas conquistas surgirían dos nuevas posesiones que se convertirían en colonias de pleno derecho: la Colonia de Río Grande, con capital en Santa Ana, y la Colonia de las Misiones con capital en la recientemente fundada ciudad de Iguassu.

Los británicos debieron hacer frente a otra amenaza, esta vez en su frontera sur. Durante siglos, los pueblos indígenas del extremo sur del continente se enfrentaron con los españoles en una larga guerra sin vencedores reales, en la que ni los colonizadores pudieron conjurar definitivamente la amenaza indígena, ni los nativos fueron capaces de perturbar el dominio español más allá de constantes y ocasionalmente devastadoras incursiones y correrías a lo largo de la frontera sur.

Estas campañas se intensificaron en los años posteriores a la Segunda Guerra del Plata y adquirieron proporciones considerables tras la guerra anglobrasileña, siendo el punto álgido de “las correrías” una incursión que cuatro mil indígenas lanzaron en marzo de 1843 y que llegó a cincuenta kilómetros de Buenos Aires antes de ser detenida por las guarniciones locales.

Con plena autoridad para poner fin a las correrías, el general británico Sir George Anson organizó una poderosa expedición a la frontera sur entre 1843 y 1844, compuesta por casi siete mil efectivos militares.

Durante esta campaña, que hizo uso combinado de infantería, artillería y caballería a lo largo de un extenso y despoblado campo de batalla, las fuerzas de Anson pudieron empujar a los indígenas al sur del Río Negro y establecer una presencia armada incluso más allá de dicho curso de agua, que facilitaría la posterior expansión británica en la Patagonia y la Araucanía durante las décadas de 1850, 1860 y 1870.

* * *

El jueves la seguimos...

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6 Comentarios:

Blogger San dijo...

Acabás de matar todo el romanticismo que tienen lo' shankee' con los Irlandeses!

Boondock Saints, The Departed, Daredevil....todo "made in aryentain"!

11:48 a. m.  
Anonymous Mayor Payne dijo...

Jajajajajaja... no te preocupes, estoy seguro de que hay mucho irlandés que fue a parar a los EE.UU; pensá que la Gran Hambruna irlandesa recién arranca en 1845 y muchos de los emigrados irlandeses habrán ido a parar a los EE.UU en vez de a la Argentina como en la historia real... dudo mucho que los brits hubieran permitido que a unas colonias que se les acababan de rebelar llegaran cantidades enormes de irlandeses que rajaban de una hambruna en parte provocada y agravada por la legislación británica en Irlanda, hubiera sido tirar nafta al fuego.

12:26 p. m.  
Anonymous Mayor Payne dijo...

Errata: cuando digo "habrán ido a parar a los EE.UU. en vez de a la Argentina como en la historia real" quiero decir que se fueron a EE.UU. como sucedió en la realidad, no tanto a la Argentina de esta historia alternativa.

Salute!

12:28 p. m.  
Blogger San dijo...

No vendrás de ese mundo paralelo y por eso el fallido, ¿no?

2:27 a. m.  
Anonymous Mayor Payne dijo...

Para nada, para nada, hasta donde yo recuerdo los brits siempre perdieron en 1807, Rosas siempre tuvo sus 2 mandatos y 20 años en el poder y Uruguay siempre fue otro país... aunque con las revisiones que le vengo pegando últimamente al texto para la publicación, es como si tuviera un pie en cada lado...

7:49 a. m.  
Anonymous Mayor Payne dijo...

Aunque también uno puede agarrarse de las interpretaciones más fantásticas de la física cuántica que sostienen que cada evento genera un universo propio, separado e independiente para cada posibilidad que pudiera haberse dado...

Eventualmente, el número de decisiones, probabilidades y posibilidades es tan alto que bien pudiera haber una cantidad tan innumerable de universos en los que las invasiones inglesas hubieran triunfado como la cantidad de universos en los que las mismas hubieran fracasado... y si el número de posibilidades se acerca al infinito (o por lo menos es tan inconcebible para nosotros que prácticamente nos parecería infinito aunque no lo fuera), alguna podría acercarse a lo planteado en estos posts...

Quién te dice, capaz que en otro universo hay alguien que está posteando su propia historia alternativa sobre lo que pudo haber pasado en la Argentina si los británicos hubieran perdido la invasión de 1807...

Sí, ya sé, estoy fumando demasiado de la mala, es que tengo que ahorrar ahora que se termina el festival de subsidios...

8:59 a. m.  

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