Los desaparecidos de la democracia
Me llamó la atención el impacto que tuvo la declaración de Felipe Solá, en la que decía que Julio López es “el primer desaparecido de la democracia". Es verdad que la democracia nos libra de tragedias como esas y que no se puede aplicar el término en este contexto. Pero, de todos modos, encuentro cierta analogía con el caso y con otras realidades cotidianas.
Porque, en el fondo, el hacer desaparecer a alguien, en cualquiera de las formas que tome, es tenerle miedo a su voz, a sus obras, a sus relaciones, y preferir eliminarlas. Me da la sensación de que ese impulso está latente, desde los grandes movimientos y decisiones en política, hasta el mundo cotidiano. Por eso, no afirmaría con tanta seguridad que en la democracia no hay desaparecidos. Hay personas a las que nuestros prejuicios les quitaron la voz, otras a las que no queremos dejar pensar, otras que son demasiado íntegras frente a nuestra inseguridad.
Muchos dirán que la política consiste en eso: saber definir amigos y enemigos, y, sin duda, destruir a los segundos. Respondiendo desde el mismo enfoque, no sé hasta qué punto uno puede destruir a un enemigo y sus relaciones, hasta qué punto uno puede estar seguro de que la violencia que despliega no va a ser retrucada con más violencia. En este sentido, ver la relación entre Estados Unidos y Medio Oriente . La ofensiva de grupos de la izquierda setentista a los militares que participaron de la dictadura es otro ejemplo, pero dentro del Estado.
Desde un punto de vista más general, la democracia y los gobiernos dictatoriales van a tener desaparecidos si sus sociedades no desarrollan la capacidad de dialogar con el otro, no la manifiestan y no la defienden.
Porque, en el fondo, el hacer desaparecer a alguien, en cualquiera de las formas que tome, es tenerle miedo a su voz, a sus obras, a sus relaciones, y preferir eliminarlas. Me da la sensación de que ese impulso está latente, desde los grandes movimientos y decisiones en política, hasta el mundo cotidiano. Por eso, no afirmaría con tanta seguridad que en la democracia no hay desaparecidos. Hay personas a las que nuestros prejuicios les quitaron la voz, otras a las que no queremos dejar pensar, otras que son demasiado íntegras frente a nuestra inseguridad.
Muchos dirán que la política consiste en eso: saber definir amigos y enemigos, y, sin duda, destruir a los segundos. Respondiendo desde el mismo enfoque, no sé hasta qué punto uno puede destruir a un enemigo y sus relaciones, hasta qué punto uno puede estar seguro de que la violencia que despliega no va a ser retrucada con más violencia. En este sentido, ver la relación entre Estados Unidos y Medio Oriente . La ofensiva de grupos de la izquierda setentista a los militares que participaron de la dictadura es otro ejemplo, pero dentro del Estado.
Desde un punto de vista más general, la democracia y los gobiernos dictatoriales van a tener desaparecidos si sus sociedades no desarrollan la capacidad de dialogar con el otro, no la manifiestan y no la defienden.
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