sábado, 17 de diciembre de 2011

Los perros se parecen a sus dueños

Ya sé que esto caería dentro de la categoría de las perogrulladas, pero en estos días estuve cayendo en la cuenta de cuánto se parecen los Estados a las clases de personas que detentan el poder a lo largo de la historia. Acepto sus chocolates por la noticia, pero no muchos que todavía tengo que pasar las Fiestas.

Pongámoslo así; en la antigüedad, aquellas naciones gobernadas por una élite guerrera eran más bien un Ejército con un aparato estatal que lo abastecía y le cumplía las tareas administrativas, y el principal negocio de estas naciones era el expansionismo armado. Quizás el más claro ejemplo de esto sea el Imperio Romano, que en la práctica terminó siendo no ya una dictadura militar (que es algo transitorio y excepcional) sino una verdadera estratocracia, es decir, un sistema político en donde el poder estaba en manos de los jefes militares. A tal punto es esto que la traducción más apropiada para el término que nos legaron para definir al líder del imperio, imperator, es "comandante en jefe".

O veamos sino las teocracias: no son más que un culto con poder político, en donde las decisiones políticas y las acciones de gobierno tienen menos que ver con cuestiones administrativas o de gestión que con nebulosas interpretaciones de la voluntad de la deidad de turno. Su expansionismo, si existe y es muy probable que así sea, está no tan orientado a la conquista de los territorios sino a la de los corazones y mentes.

Pasando a las grandes potencias mercantiles de los siglos XVI a XIX, nos encontramos con Estados que en la práctica no eran más que vendedores excepcionalmente agresivos de sus productos e intereses comerciales, al menos hasta que decidieron que no venía mal una buena dosis de expansionismo territorial. Más que en los franceses o en los británicos (cuyas colonias empezaron como factorías), pienso más en los holandeses o en los portugueses, países de comerciantes si los hay.

Ni qué hablar de los regímenes totalitarios de partido único, sean inaceptables para la corrección política como el nacionalsocialismo o el fascismo o "perdonables" para la progresía como los sistemas comunistas. Nada importa más en estos sistemas, nada es tan eficiente, nada es tan vital, como el aparato de control y represión que construyen para uniformar el pensamiento y la opinión, para infiltrar cada aspecto de la vida individual y social y pervertirlo al servicio del Partido, para poner al líder o a la ideología de turno al tope de la pirámide de lealtades y afectos de las personas.

Hasta ahora muy bien, pero ahora apliquemos todo esto a las democracias occidentales de corte moderno.

Convengamos que la idea de base de las repúblicas democráticas es admirable: crear un régimen en donde todos los habitantes sean iguales ante la ley y en donde el criterio para gobernar no sea algo basado en principios hereditarios, teocráticos, comerciales o en la fuerza bruta misma, sino en la razón y el sentido común compartido por la mayor parte posible de la sociedad.

El problema es la degeneración que hemos estado experimentando, quizás más acá en la Argentina y en Sudamérica que en otros lados, pero ciertamente extendida por todo el mundo occidental. Esa visión racional que mencioné en el párrafo anterior pasó a convertirse en un verdadero pacto suicida entre una sociedad caprichosa, vaga y deseosa de ser mantenida en sus fantasías y caprichos a como dé lugar, y una clase dirigente que sabe que el camino al éxito pasa por decirle al vulgo lo que éste quiere oír, por recompensar con subsidios y prebendas convenientemente a aquellos que vienen a adornarlos, y por manejar bien el arte de ser la nada misma para después poder dar la impresión de ser todo para todos.

¿Tenemos derecho a sorprendernos entonces de que los Estados democráticos modernos sean masas disfuncionales de burocracias obesas e inútiles que no hacen más que cuidar las quintitas de los acomodados de siempre, y que no sean capaces de actuar de otra forma que no sea repartiendo prebendas y perpetuando la ilusión insostenible de que se puede vivir de arriba?

¿Nos podemos sorprender de que siendo el principal criterio para llegar al poder la habilidad de caerle bien al vulgo, nuestras elites dirigentes sean incapaces de tomar decisiones difíciles que les hagan perder popularidad y prefieran siempre esconder el problema para que le explote a otro?

¿Nos tenemos que dar por sorprendidos de que en Estados en donde se privilegia "la toma de decisiones políticas" por sobre la habilidad o la competencia, las políticas que se pongan en marcha sean de una incompetencia supina y criminal, sea acá, en los Estados Unidos Obamistas o en la Unión Catástrofeuropea?

Elegimos demagogos; no tenemos derecho a quejarnos de que el resultado sea demagogia.

No sé, son cosas en que me puse a pensar.

En otro orden de cosas, también pensé un rato sobre esta maratón legislativa en la que vive nuestro Congreso de rascabolas y que nos desayuna con las noticias de leyes próximas a ser aprobadas que establecen controles al papel de diarios y una redefinición tan vaga de lo que constituye "terrorismo" (me mata sobre todo la parte que dice que es terrorismo cuando se quiere obligar a que el gobierno haga o deje de hacer algo) que prácticamente cualquier cosa cae en la volada.

Lo único que tengo para decir al respecto es que el pueblo argentino decidió en el referéndum cotidiano de la vida que la libertad y la ley no valen un escroto y que de nada sirve insistir en el valor de esos principios, porque como siempre suele suceder, recién van a descubrir su importancia y su valor cuando la Argentina los haya perdido por el simple expediente de no haber sabido ni merecerlos ni custodiarlos.

Que este futuro del 54% sea con felicidad.

3 Comentarios:

Anonymous carancho dijo...

Hoy se levantò especialmente optimista, Mayor Payne.
Lo triste es que me puse a pensar si podìa refutar algo... y no pude.
Tiene usted toda la razòn.
Y de seguir asì, creo que realmente merecemos que un chimpancè nos gobierne, ya que es exactamente lo que merecemos.
Saludos, y aproveche el chocolate... y cuìdese el hìgado.

4:13 p. m.  
Blogger Mayor Payne dijo...

Muchas gracias, Carancho... es jodido cuidarse en estas épocas donde te pasás una semana entera yendo de una cena brutal a un almuerzo de sobras.

Sobre lo demás... intento conservar un poco de optimismo pero cada vez es más difícil. Mirá que hasta me pongo a pensar si tal vez no la pifian mucho los que dicen que en el 2012 se va todo al carajo...

Saludos!

6:40 p. m.  
Blogger Andy dijo...

Todo lo que mencionás y te hace sentir tan mal, y a mí también, te aseguro que al mítico 54%, mientras haya Fulbo para Todos, birra barata, y culos en la tele; cobren el Plan, la AUH, la jubilación sin aportes; o peor aún, tengan ciertos estudios pero se conformen con "metió a lo' milico' genosida' (*) en cana", o "hace mucho por la cultura y la educasión (*)"; le requeterecontrach... bien los dos hue...
hasta que se les caiga el techo del relato en la cabeza... y ahí sólo atinarán a echarle la culpa a alguna entelequie, preferentemente extranjera.
(*) sí, pronuncian con "ese", e incluso a veces lo escriben; la del final, bien, gracias.

10:53 a. m.  

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