jueves, 8 de diciembre de 2011

Una historia paralela de la Argentina (Parte 11)

UNA HISTORIA PARALELA DE LA ARGENTINA (1806-2010)

11. La Coalición Nacional (1930-1945)

El llamado público que el Gobernador General Edrington hizo a pedido del Primer Ministro Marcelo de Alvear para unir a los principales partidos de la Argentina en un gobierno de unidad nacional provocó cimbronazos en el mundo político del país. Mientras en el seno del Partido Cívico se sucedían los cruces entre los dirigentes que defendían la propuesta de Alvear y los que no querían abrir el gobierno a la participación opositora, en los otros grandes partidos se dio un debate similar entre los que argumentaban que era un deber patriótico colaborar con el gobierno en una hora de crisis y los que creían que era preferible dejar que Alvear y los cívicos sobrellevaran el costo de la crisis en sus propias espaldas.

El debate trascendió las fronteras de los partidos y adquirió por momentos una virulencia pocas veces vista, pero tras unas cuantas semanas de deliberaciones internas y de escaramuzas fomentadas por dirigentes que veían la oportunidad de asumir los liderazgos partidarios, se logró un consenso en los partidos Nacional y Conservador. El 15 de marzo de 1930 Julio Bautista Roca (hijo) y Clive Whitfield, líderes de los partidos Nacional y Conservador respectivamente, anunciaron conjuntamente el consentimiento de sus partidos para integrarse a la coalición solicitada por Alvear.

En el laborismo tuvo lugar el mismo debate pero se impuso la posición contraria luego de que los sindicatos hicieran valer su peso en el seno del congreso partidario. Al día siguiente del anuncio de Roca y Whitfield, el nuevo líder laborista tras el fallecimiento de J. B. Moreau, Henry Dickmann, declinó en nombre del Partido Laborista acceder a la solicitud de sumarse a la coalición nacional, aunque aseguró que su partido no obstruiría las medidas del gobierno de coalición “en tanto no perjudicaran a los trabajadores más que lo que la crisis lo está haciendo”.

De las negociaciones entre Alvear, Roca y Whitfield salió como resultado el llamado “Acuerdo de Mandeville Hall”, llamado así por la residencia oficial del Gobernador General en Rosario, por el cual el gobierno se comprometía a llamar a elecciones antes del 30 de junio de 1930, quedando el cargo de Primer Ministro en manos del partido con más escaños y las carteras del gabinete distribuidas entre todos los partidos miembros de la coalición de acuerdo con la cantidad de bancas que obtuvieran en la Cámara de Representantes. Además, los partidos se comprometían a sostener al Gobierno durante un período parlamentario completo de cinco años, dejando el debate de la continuidad o disolución de la coalición para después de unas elecciones generales previstas para 1936.

Dado a conocer el acuerdo, el primer “Gobierno de Coalición Nacional” fue inaugurado oficialmente el 1 de abril de 1930 y tendría a Alvear como Primer Ministro, secundado por Roca y Whitfield en las estratégicas carteras de Finanzas y Asuntos Exteriores y con las otras carteras repartidas entre cívicos, nacionales y conservadores según su proporción en la Cámara de Representantes.

Aunque en un principio el nuevo gobierno procuró sobrellevar la crisis y la inevitable reestructuración económica que sobrevendría, el grado de urgencia que empezaron a adquirir los numerosos problemas sociales que provocó el derrumbe económico obligaron bien pronto a los miembros de la coalición a consentir medidas de acción social y atención de emergencia, como pensiones de desempleo y programas de alimentación, como parte de un plan de emergencia nacional con miras a la normalización del país. Sin embargo, la salida de la depresión insumiría muchos años más, sin que volviera a vivirse el espíritu de los prósperos años veinte.

La primera crisis del gobierno llegó en septiembre de 1930 cuando Alvear sufrió un ataque cardíaco que lo mantuvo en una delicada situación por algunas semanas. Si bien Alvear pudo recuperarse, un estudio médico arrojó la conclusión terminante de que no podía continuar con su ritmo de vida y con sus actividades sin arriesgarse a un segundo y posiblemente fatal infarto. A regañadientes, Alvear accedió a dejar el cargo tras ocho años de gobierno y nombrar a su histórico rival en el Partido Cívico, Lisandro de la Torre, como Primer Ministro interino y líder del partido.

Ni bien fue juramentado en el cargo, de la Torre debió enfrentar a los otros socios de la Coalición Nacional, quienes le plantearon que debía continuar con el llamado a elecciones para 1931 tal como estaba acordado, a lo que el Primer Ministro interino debió acceder en interés de no crear una crisis política que empeorara la compleja situación económica y social del país.

Durante su interinato, de la Torre continuó con las políticas heredadas de Alvear y consensuadas con la Coalición Nacional. Al margen de varias acciones tendientes a erradicar los focos de corrupción en el seno del gobierno federal, la mayor medida que de la Torre tomó durante el período en que se mantuvo al frente del gobierno, una que él mismo había impulsado durante su paso por el gabinete de Alvear, fue la proclamación del castellano como idioma oficial del país en pie de igualdad con el inglés. A pesar de ciertas reticencias del Partido Conservador, la nueva Ley de Idiomas Oficiales fue aprobada por el Parlamento y recibió el asentimiento del gobernador general el 18 de noviembre de 1930.

Las elecciones generales se celebraron finalmente el 22 de junio de 1931; sus resultados colocaron al Partido Nacional a cinco escaños de obtener una mayoría propia, seguido por el Partido Cívico y por el laborismo, mientras que los conservadores quedaban en un cuarto lugar y otros partidos considerados como extremistas, como el Partido Comunista (tres bancas) y el Partido de Acción Patriótica (dos bancas) consiguieron ingresar por primera vez a la Cámara de Representantes.

En cumplimiento con los términos del Acuerdo de Mandeville Hall, Julio B. Roca (hijo) asumió como Primer Ministro el 25 de junio de 1931, al frente de un gabinete en el que la mitad de los ministros pertenecían a su Partido Nacional y la otra mitad estaba repartida entre cívicos y conservadores. En su primera alocución al Parlamento, Roca prometió proseguir con las políticas consensuadas por la Coalición y puso a consideración de ambas Cámaras un vasto programa de obras públicas para movilizar todos los recursos nacionales en pos de la recuperación.

Con una aprobación parlamentaria que incluyó a los laboristas a pesar de no estar éstos dentro de la Coalición, Roca puso en marcha su plan de obras públicas. Los emprendimientos iniciados incluían una serie de represas hidroeléctricas sobre los ríos Colorado y Negro construidas bajo los auspicios de la flamante Corporación Nacional de Energía Eléctrica, una red de autopistas asfaltadas entre las principales ciudades y capitales provinciales, la renovación y expansión del tendido ferroviario, además de muchas otras obras destinadas a hacer uso de todas las capacidades ociosas del país.

La política exterior del Gobierno de la Coalición Nacional gozó de una mayor autonomía que pudo ser combinada con una mejor relación con Londres. El anhelo nacional de independencia había obtenido un fuerte impulso el 11 de diciembre de 1931 cuando, cumpliendo con lo previamente acordado en la Conferencia Imperial de 1930, el Parlamento británico promulgó el llamado “Estatuto de Westminster”, por el cual el Reino Unido reconocía a la Argentina y a los otros dominios imperiales de Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Irlanda, Sudáfrica y Terranova la plena igualdad legislativa y renunciaba a cualquier facultad legislativa sobre los asuntos internos de dichos países. Aún siendo parte formal del Imperio Británico, la Argentina se había vuelto prácticamente independiente para dirigir su destino nacional.

La nueva relación política se trasladó al campo económico en la Conferencia Económica del Imperio Británico, celebrada en la capital canadiense de Ottawa entre julio y agosto de 1932. En dicha conferencia, el Reino Unido y sus dominios y colonias acordaron abandonar los intentos de mantener el patrón oro para sus monedas, como así establecer un sistema de preferencias arancelarias y tarifas bajas que beneficiarían a su comercio mutuo en detrimento del comercio con actores externos al Imperio Británico, y adoptar ideas de corte keynesiano para sus planes de recuperación económica.

En materia económica el nuevo gobierno emprendió una política para estabilizar el valor del dólar argentino y contener la ola inflacionaria, mientras que dio un fuerte impulso a la exportación agropecuaria e industrial con el fin de incorporar divisas que sirvieran de respaldo a la moneda nacional. Aunque hubo resistencia en las provincias rurales a las políticas intervencionistas del gobierno, las mismas pudieron ser aplicadas bajo la condición de que tendrían una vigencia limitada que sólo podría ser renovada por el nuevo Parlamento después de las elecciones de 1936.

También se aumentaron las medidas de asistencia social para paliar el hambre y los problemas de salud que se multiplicaron como consecuencia de la depresión, mientras que la pensión de desempleo se incorporó en un nuevo programa federal de empleo que logró en el lapso de dos años reducir la desocupación a casi la mitad de lo que había llegado a alcanzar en su punto máximo.

Aunque los partidos extremistas intentaron fogonear la crisis para difundir la violencia y eventualmente tomar el poder, el gobierno de la Coalición Nacional no dudó en aplicar la fuerza cuando resultaba necesario hacerlo, llegando a decretar la ley marcial en algunas de las grandes ciudades en más de una ocasión. Si bien estos incidentes terminaron en muchas ocasiones en víctimas fatales, el consenso político en torno al gobierno de la Coalición impidió que la situación se agravara y ayudó a preservar la estabilidad interna.

Este mantenimiento de la estabilidad doméstica, sumado a la lenta pero progresiva recuperación económica y social tras los pozos en los que había caído el país durante la Gran Depresión, llevó a los líderes políticos del país a aceptar continuar con la Coalición Nacional por otros cinco años, posponiéndose la decisión sobre la disolución o mantenimiento de aquel acuerdo extraordinario hasta las elecciones previstas para 1941. Fue así que en medio de un clima de excepcional calma en comparación con comicios anteriores, la Argentina fue a las urnas el 9 de mayo de 1936 para elegir al sucesor de Julio B. Roca (hijo), quien ya había anunciado que dejaría la conducción del Partido Nacional y por ende el cargo de Primer Ministro.

Una vez más el Partido Nacional se alzó con la mayor cantidad de escaños, por lo que su nuevo líder, Christopher Glover, fue proclamado inmediatamente como el nuevo Primer Ministro de la Argentina. Glover había sido elegido para el Parlamento en representación de la modesta circunscripción mesopotámica de Fairview, y pronto se ganó la suficiente confianza del liderazgo del Partido Nacional como para convertirse en Ministro del Interior del anterior gabinete. Su firme manejo de la seguridad doméstica del país en medio de las tensiones de la Gran Depresión le valió una reputación de tenacidad y decisión que fueron esenciales a la hora de definir al nuevo líder del mayor partido de la Coalición Nacional.

Con los cimbronazos de la Gran Depresión quedando lentamente en el pasado, Glover se esforzó por devolverle a la Argentina una sensación de “vuelta a la normalidad”, para lo cual dispuso una modesta liberalización de las regulaciones económicas más estrictas votadas por los anteriores gobiernos; si bien estas decisiones provocaron debates en el seno de la Coalición Nacional, Glover fue capaz de hacer valer el peso del Partido Nacional y conseguir no sólo el respaldo del Partido Conservador sino de los miembros menos ideologizados del Partido Cívico. Varios de los controles al comercio agropecuario y petrolífero fueron suavizados, mientras que el control de cambio implementado para contener la escalada inflacionaria del dólar argentino fue sustituido por una flotación más abierta de la moneda nacional.

La Argentina tampoco estuvo exenta del enfrentamiento entre las grandes ideologías de la época. Aunque el apoyo que tenían en la sociedad era claramente minoritario y relegado a algunos sectores extremistas (aunque las alas más radicales del laborismo no ocultaban sus simpatías por el comunismo), tanto los movimientos comunistas como los grupos fascistas hicieron sentir su presencia en el país. Sus intentos de convertir la crisis de la Gran Depresión en la antesala de una revolución habían fallado, pero eso no les impidió promover un clima de violencia y tensión que a la larga sólo podía tener un mal resultado para el país.

Tras el “Verano de los Disparos” de 1937, en el que las bandas armadas de los partidos Comunista y de Acción Patriótica se enfrentaron en las calles de varias ciudades del país con un saldo de varias decenas de muertos, el gobierno de Glover intervino de manera decisiva ordenando la aplicación a nivel nacional de la Ley de Poderes de Emergencia, una norma aprobada durante la guerra de 1914-1918 que le daba al gobierno federal poderes extraordinarios para suspender las garantías civiles en caso de desórdenes domésticos. Glover también propuso a las Cámaras la prohibición del Partido Comunista y del Partido de Acción Patriótica por “amenazas a la paz doméstica”, y consiguió la aprobación parlamentaria necesaria aunque no sin una dura oposición del laborismo y de algunos elementos descontentos del Partido Cívico.

Las medidas de Glover, que algunos veían como draconianas, demostrarían su pleno valor en poco tiempo más. El 1 de septiembre de 1939 la Alemania de Adolf Hitler invadió Polonia con la excusa de una reivindicación territorial. Dos días después, en cumplimiento de las garantías hechas a Polonia antes de la invasión, tanto Francia como Gran Bretaña declararon la guerra a Alemania.

La Segunda Guerra Mundial había estallado.

* * *

¡Hasta la próxima, que será el lunes!

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