martes, 27 de diciembre de 2011

Una historia paralela de la Argentina (Parte 16)

UNA HISTORIA PARALELA DE LA ARGENTINA (1806-2010)

16. Los primeros años de la República (1960-1968)

Como estaba previsto, los primeros comicios parlamentarios bajo el régimen republicano tuvieron lugar el 1 de marzo de 1960, pero quizás a tono con los vientos de cambio, esas elecciones encontraron a los partidos políticos argentinos en medio de una profunda reorganización.

El manejo que el gobierno de Peter Leonard había hecho durante el arduo debate entre monarquía y república había puesto en crisis al oficialista Partido Nacional. Si bien muchos de sus miembros simpatizaban con Leonard y consideraban que sus decisiones habían sido las adecuadas, había muchos otros que adherían a los postulados tradicionales de lealtad hacia Gran Bretaña y reticencia a los cambios bruscos y que creían que la proclamación de la República había sido una traición imperdonable a los principios del Partido Nacional. Muchos de esos dirigentes, distanciados de manera irreparable con Leonard y su ala política, prefirieron abandonar al Partido Nacional y encontrar su lugar en el Partido Conservador, que se había atrincherado en un monarquismo cerrado y casi fanático después del referéndum de 1957.

Pero los cambios más fenomenales ocurrirían en la izquierda del espectro político argentino. El Partido Laborista todavía no se había recuperado de la brutal caída de Perón y de las feroces luchas internas que le siguieron, y para 1959 se lo podía describir no como un partido sino como una confederación de pequeños líderes que peleaban por un poder débil y elusivo.

En contraste, el Partido Cívico había salido muy fortalecido de las crisis de la década anterior. La tradición antimonárquica de los cívicos les había reportado un gran apoyo popular durante el debate por la instauración de una república, y sus esfuerzos para no caer en el nacionalismo rabioso de Perón o en la reacción cerril de los conservadores y nacionales más furiosos les habían ganado una reputación de moderación que era bienvenida tras los vaivenes anteriores.

Esto se tradujo durante 1959 en un formidable fortalecimiento del Partido Cívico frente al Partido Laborista que terminó por convertirse en una reacción autosustentable en la que el crecimiento de los primeros derivaba en la decadencia de los segundos. El golpe de gracia llegaría en octubre de 1959 cuando el nuevo líder del Partido Cívico, Arturo Frondizi, ofreció al Partido Laborista una fusión completa entre ambas fuerzas. Esto terminó por desencadenar la fractura definitiva del laborismo entre los que aceptaron formar parte del nuevo Partido Socialdemócrata y los que persistieron en su intransigencia en el Partido Laborista Auténtico.

Renovado en lo político y en la consideración pública, el nuevo Partido Socialdemócrata arrasó en las elecciones de 1960, mientras que el Partido Nacional sufría una sangría de sus votos más tradicionales hacia el Partido Conservador que le quitó cualquier posibilidad de llegar al gobierno. Fue así que el 3 de abril de 1960 Arturo Frondizi fue juramentado por el presidente Glover como el quinceavo Primer Ministro desde la Federación y el primero desde la proclamación de la República.

El gobierno de Frondizi se benefició de las políticas de recuperación económica que había puesto en marcha su predecesor, que en combinación con un clima internacional favorable le dieron la posibilidad de gobernar sin excesivas preocupaciones por la marcha de la economía. Aprovechando esta situación, Frondizi dedicó su gobierno a las relaciones exteriores, en un esfuerzo por reposicionar a la Argentina entre los grandes jugadores de la política internacional.

A nivel mundial, el gobierno de Frondizi profundizó el acercamiento de la Argentina con los Estados Unidos y la alineación con occidente en el marco de la Guerra Fría. Aunque las propuestas argentinas de un “Tratado del Atlántico Sur” con Sudáfrica, Brasil y los Estados Unidos no llegaron a buen término, durante su gobierno se firmaron numerosos acuerdos de seguridad común, cooperación militar y de trabajo conjunto en inteligencia, y se promovió una modernización general de las fuerzas militares argentinas que convirtió a los Estados Unidos en el principal proveedor de armamento de la Argentina en lugar del Reino Unido.

La Argentina también adoptó un rol más activo en los asuntos económicos y de cooperación internacional. Frondizi promovió una mayor participación en el Fondo Monetario Internacional, del que formaba parte la Argentina como país prestamista, e intensificó los lazos de cooperación y asistencia con muchos de los nuevos Estados africanos que surgían del proceso de descolonización.

Frondizi también procuró convertir a la Argentina en un país líder en el mantenimiento de la paz internacional. Si bien la Argentina había enviado personal militar a las primeras misiones de paz de las Naciones Unidas en la década anterior, durante los años '60 se incrementó esta participación hasta convertir a la Argentina en uno de los países más relevantes en el campo de las operaciones de paz, a la par de otros como Canadá.

Sin embargo, el alto perfil de Frondizi en la política internacional le traería considerables problemas. A pesar de su alineamiento con los Estados Unidos, la Argentina se negó a excluir a Cuba del sistema interamericano luego de la revolución de 1959 que llevó a Fidel Castro al poder. Un episodio que perseguiría a Frondizi durante todo su mandato fue la reunión privada que en ocasión de la Cumbre Interamericana de East Point de 1962 mantuvo con el delegado cubano, el guerrillero de origen argentino Ernesto “Che” Lynch. Aunque Frondizi mantuvo durante toda su vida que se trató de un encuentro estrictamente dedicado a discutir la situación cubana en el escenario regional, los opositores del Primer Ministro lo acusaron de mantener simpatías con el régimen castrista.

Las críticas por algunas de sus posturas internacionales, sumadas a una salud en rápido deterioro luego de un repentino infarto sufrido a comienzos de 1963, obligaron a Frondizi a dejar formalmente la conducción del partido al año siguiente. De la elección interna surgiría un líder para el Partido Socialdemócrata completamente inesperado, que le daría al Partido una identidad propia y distinta de los partidos de los que procedía, y que perdura hasta hoy.

Ese líder era un economista que había sido miembro del Parlamento y Ministro de Comercio Exterior en el gobierno de Frondizi, llamado Martin Ashley. Oriundo de Buenos Aires, hijo de padre angloparlante y madre hispanoparlante, Ashley era un hombre joven, carismático y atractivo, cuyo dominio perfecto de ambos idiomas oficiales lo tornaba muy aceptable para las dos comunidades lingüísticas del país. Mal que les pesara a los antiguos referentes partidarios, no podía haber mejor líder para los socialdemócratas, pues Ashley parecía haber sido hecho ex profeso para simbolizar lo que la sociedad esperaba en los nuevos tiempos republicanos.

No fue sorpresa entonces que con Ashley como líder los socialdemócratas repitieran en 1963 un triunfo similar al de 1960, que les permitió controlar la Cámara de Representantes frente a una oposición dividida entre nacionales y conservadores. Martin Ashley se convirtió entonces en el nuevo Primer Ministro de la República de Argentina y, con sus 44 años de edad, en el más joven de la historia nacional.

A diferencia de sus predecesores en el cargo, que preferían ocuparse de cuestiones políticas, económicas o diplomáticas, Ashley le imprimió a su gobierno una profunda impronta liberalizadora y secularizadora en los asuntos sociales, a tono con el clima que empezaba a vivirse en Occidente desde comienzos de la década. Si bien la sociedad argentina era más liberal y secular que la norma sudamericana, estaba considerada como uno de los países más conservadores y tradicionalistas en lo que ya empezaba a conocerse como el “Primer Mundo”, y las tensiones empezaban a hacerse sentir.

Atento a esta situación y sin dudar en hacer uso de su formidable mayoría parlamentaria, Ashley logró que el Parlamento aprobara profundas reformas de orden social que transformaron a la sociedad argentina en el transcurso de una década. A la legalización del divorcio vincular en 1964 le siguió la separación de la Iglesia y el Estado y la consiguiente pérdida del carácter oficial del catolicismo y del anglicanismo en 1965, entre otras polémicas medidas que desataron grandes debates en la sociedad, pero que tuvieron un efecto perdurable.

La participación de la mujer en la vida económica, política y laboral del país, un fenómeno que se sentía desde la posguerra, irrumpió con gran fuerza a mediados de los '60 junto a la difusión masiva de los métodos anticonceptivos. Las políticas que el gobierno de Ashley puso en marcha tanto en materia laboral como de salud reproductiva provocaron un fortísimo choque con los sectores más conservadores de la sociedad cuya resolución legislativa, lejos de superar la situación, únicamente la potenció.

Otro ámbito en el que Ashley actuó de manera radicalmente distinta a la de sus predecesores fue en lo relativo a los pueblos indígenas de la Argentina. Aunque las políticas más tajantes de asimilación forzosa habían sido progresivamente desmanteladas, fue Ashley el que anunció ante el Parlamento su intención de integrar a las culturas indígenas a una sociedad argentina “que en la tolerancia y la mutua aceptación demostrara su grandeza”.

Llegado 1965, el final del mandato presidencial de Christopher Glover puso a Ashley en la situación de designar un nuevo Presidente. El nombre que los senadores socialdemócratas presentaron fue el de Gloria Braddock, una veterana dirigente del antiguo Partido Cívico que había hecho historia en 1946 al ser la primera mujer elegida para ocupar una banca en la Cámara de Representantes. Su designación formal como Presidente de la República tras recibir un voto mayoritario del Senado convirtió a Braddock en la primera mujer que llegaba a la jefatura de un Estado occidental no monárquico.

En política exterior el gobierno de Ashley continuó en la línea pro-occidental iniciada por sus predecesores, aunque al igual que Frondizi antes que él, tendría un fuerte encontronazo con los Estados Unidos, esta vez motivado por la guerra de Vietnam. A pesar de los pedidos norteamericanos y de las exigencias de la oposición de colaborar con fuerzas combatientes en el Sudeste Asiático, Ashley se mantuvo firme y limitó la participación militar argentina al envío de personal del Ejército especializado en el combate selvático para adiestrar a los norteamericanos y otros países involucrados.

La buena estrella de Ashley comenzó a apagarse en 1967 cuando salieron a la luz evidencias de que altos funcionarios del Gobierno habían realizado “irregularidades financieras” en el marco de un ambicioso plan de renovación del parque ferroviario de Argentine Railways. Posteriores investigaciones periodísticas dieron cuenta de que a lo largo de los últimos años se había montado un vasto sistema de “peajes” en las empresas estatales de servicios, mediante el cual los funcionarios oficiales exigían sobornos a las empresas interesadas en participar de los contratos públicos.

Aunque en un principio Ashley desmintió cualquier participación en el esquema de corrupción, otro escándalo de “peaje para contratos” que involucraba a la empresa oficial de fomento comercial International Trade Corporation (ITC) salpicó a dos funcionarios de carrera que habían sido designados en el directorio por el propio Ashley durante su paso por el Ministerio de Comercio Exterior.

De mala gana, el Primer Ministro tuvo que consentir a que el Parlamento creara una comisión investigadora que eventualmente descubriría el alcance masivo del esquema de corrupción en un informe que sacudió a la Argentina. Acorralado, Ashley solicitó a la presidente Braddock que disolviera el Parlamento y convocara a nuevas elecciones para el 7 de septiembre de 1967, al tiempo que presentaba su renuncia indeclinable al liderazgo del Partido Socialdemócrata.

* * *

La seguimos el próximo jueves, como de costumbre.

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