sábado, 31 de julio de 2010

Existe la realidad, existe la fantasía, existe el cielo, existe el infierno, y existe Corea del Norte

El Palacio de la Cultura popular es una mole de cemento. Inmensa, espectacular. Símbolo gris de otros tiempos, que por Pyongyang, la capital de la República Popular Democrática de Corea -el nombre oficial de la comunista, controvertida y armamentista Corea del Norte- se conserva en esplendor. Suerte de Coliseo romano de siglo XXI, se nutre de festivales, espectáculos, conciertos bajo el resguardo oficial. También, claro, todo acontecimiento de gobierno, militar casi en exclusividad, que tienen como consecuencia glorificar a los líderes de un sistema que, evidentemente, no parece clausurado. Ese espacio, también, tiene otros fines. Algunos parecen de la Edad Media, cuando los seres humanos se asemejaban a animales. Algo de eso ocurrió días atrás. En un palco nada improvisado, los jugadores que integraron el seleccionado que perdió todos los partidos durante el Mundial, fueron blanco de los insultos, de los reproches, de las bajezas de unos 400 supuestos fanáticos (funcionarios, oficiales y estudiantes, en su mayoría), parados del otro lado del atrio. Escupitajos, proyectiles durante más de seis horas. Y los entusiastas jugadores -casi todos, amateurs- parados, inmunes, reprimiendo el deseo de contrarrestar tanta cobardía organizada. Hay más: Ri Dong Kyu, el relator de la TV pública, desde el atril, era el satisfecho encargado de destacar los desatinos de cada jugador, como si fuese un experto. Un acto de una bajeza propia de otro siglo. En vivo y en directo.

Canchallena

Creo que ni el más ácido escritor satírico hubiera podido imaginar un país más delirante y alejado de la realidad que la República Popular Democrática de Corea. Cada historia que sale de la tierra de Disco Kim parece o salida de un cuento de terror o material para una joda de Tinelli. Para variar, hoy no nos toca una historia sobre armas nucleares, amenazas de guerra en la península coreana o el misterio de quién sucederá al Querido Líder cuando estire la pata.

Esta vez le tocó a los embajadores del deporte norcoreano, que la ligaron feo por su desempeño en Sudáfrica 2010 y tuvieron que comerse seis horas de un escrache público y televisado que ya quisiera montar acá Hebe de Bonafini. A los jugadores les tocó el insulto a cargo de funcionarios y burócratas; al DT del equipo de la Idea Juche, una condena a trabajos forzados al mejor estilo stalinista.

Quiero imaginar que si Diegote y sus muchachos se enteraron de esto, deben estar ahora profundamente aliviados de que nuestro Gobierno nacional y popular les haya armado una parodia de recibimiento triunfal por su desempeño mundialista en lugar de una bienvenida al estilo Pyongyang.

sábado, 24 de julio de 2010

Y ahora el aborto

Parece que el Gran Instalador de Temas ya decidió que el próximo Impostergable y Necesario Debate Nacional que tiene que darse Argentolandia es el del aborto.

Por supuesto. Porque estamos tan bien en todos los aspectos políticos, económicos y culturales que podemos meternos en dos batallas como las del matrimonio homosexual y del aborto en espacio de semanas cuando a otros países les llevó décadas encontrar salidas siempre polémicas y resistidas a ambos temas.

¡Y de qué manera encaramos el debate del aborto, papá! No con las agrias, amargas y feroces luchas que tuvieron y tienen todos los países que se plantean legalizar el infanticidio, con secuelas que duran décadas (preguntemos en Estados Unidos si todavía es polémico el fallo de Roe v. Wade) y con resoluciones que involucraron la participación de todos los sectores sociales y poderes del Estado. No, acá en Argentolandia lo sacamo' por una resolución ministerial colada como terrorista en un avión de pasajeros, lo sacamo'.

Son minucias todas esas cuestiones de interpretación constitucional, del "debate de la coma" en el artículo del Código Penal que criminaliza el aborto, de si hay que aplicar la definición de "salud" de la OMS que es tan amplia que podría considerarse un riesgo para la salud el cagazo previo a un examen, de la objeción de conciencia, del financiamiento público. Todas pelotudeces. Y como son pelotudeces, las resolvemos con una resolución ministerial firmada por una subsecretaria.

Así de piolas y vivos somos los argentos. El Sistema Solar nos queda chico, lo nuestro es la Vía Láctea, papá.

Antes dije "infanticidio" porque así considero al aborto, por razones religiosas y también por otras de carácter ético y moral que no tienen nada que ver con la fe que profeso. Para ese lado pateo en este debate, por si había que aclararlo.

Ahora dicen que la publicación de esta resolución fue un "error", porque es una hipótesis totalmente creíble tratándose de un gobierno en donde ni una mosca se mueve sin el permiso del Patroncito y si se mueve, es porque le permite al Néstor subir dos décimas de punto en una encuesta o currar unos quinientos millones de dólares más. No sabe cómo hacer para repuntar y hacerse una imagen de "reformista".

No importa la excusa oficial porque el tema ya está "instalado", y si no, vean cómo en los canales ya empiezan con las "historias de vida" con alguna musiquita triste de fondo para arrancar la lagrimita fácil. Ahora que está instalado, del tema se van a colgar los mismos de siempre que por ver alguno de sus principios llevados a la realidad, les pasa como por un tubo el tragarse el sapo de quedar pegados al taita ladrón venido de Santa Cruz... y ojalá estuviéramos hablando solamente de progres.

Tampoco va a faltar el que diga que vamos a ser un país mejor y más avanzado si llega a legalizarse el aborto, como todos los modernos y avanzados países europeos que ahora tienen poblaciones envejecidas y sin reemplazo. Lo mismo dijeron con el casamiento gay y esa misma tarde la Argentina seguía siendo una republiqueta corrupta, decadente y mediocre, sólo que con un registro civil más ampliado.

Y si sale el aborto, seguirá siendo una republiqueta corrupta, decadente, mediocre, con un registro civil más ampliado y además infanticida.

sábado, 17 de julio de 2010

Historia contrafáctica: ¿Y si los ingleses hubieran ganado en las Invasiones?

Como me aburre hablar de política hoy, voy a dedicarme a desvariar un poco con un ejercicio de imaginación histórica y escribir sobre qué hubiera podido pasar si los españoles y los criollos resultaban derrotados en la Segunda Invasión Inglesa en 1807 y los británicos hubieran podido establecer una presencia colonial en lo que hoy en día es la Argentina. El período cubierto va desde 1807 hasta la hipotética constitución de un estado al estilo canadiense o australiano en 1887. Capaz que más tarde escribo sobre lo que pudo venir después.

Lo que sigue es un ejercicio intelectual y de imaginación; lo único que podemos saber en este ejercicio contrafáctico es que las cosas hubieran sido distintas, nada más. No sabemos si para bien o para mal en general, aunque podemos imaginar que algunas cosas habrían acabado mejor mientras que compraríamos otros tantos problemas que ahora no tenemos, pero en líneas generales quiero decir que lo único que se puede asegurar es que el resultado hubiera sido muy distinto, y es eso lo que quiero tratar de imaginar con este pequeño ejercicio.

Todo esto viene para decir "¡No me peguen, no soy cipayo!".

Bueno, espero que lo disfruten.

La conquista del Río de la Plata (1806-1832)

El 3 de junio de 1807, apenas dos días después de infligir una categórica derrota a las milicias españolas y criollas en el combate de Miserere, las fuerzas británicas al mando del teniente general John Whitelocke lanzaron un ataque contra Buenos Aires organizados en tres columnas y con fuerte apoyo de la artillería. Luego de una feroz batalla callejera sin cuartel, los británicos consiguieron acabar con la resistencia local y forzaron la rendición de Buenos Aires el 4 de junio.

Mientras los restos de las fuerzas españolas y los criollos que optaron por huir de Buenos Aires se replegaban hacia Córdoba, convertida provisionalmente en la capital del Virreinato del Río de la Plata, de Londres llegaba un decreto que nombraba a Whitelocke como "Gobernador de la Colonia del Plata", que abarcaba tanto Buenos Aires y sus áreas circundantes como la Banda Oriental, que había sido conquistada previamente a la toma de Buenos Aires. Además, se enviaban refuerzos para proseguir la lucha contra los españoles hasta el río Paraná, en una campaña que pasaría a la historia como la "Primera Guerra del Plata".

Esta guerra se prolongó hasta febrero de 1808, cuando los británicos pudieron apoderarse de las tierras entre los ríos Paraná y Uruguay, lo que les permitió alejar la posibilidad de un contraataque español y así afianzar su posesión en Buenos Aires y la Banda Oriental.

Se sucedieron entonces dos décadas de tensión y ocasionales escaramuzas entre las fuerzas acantonadas en lo que ya se conocía como la "Sudamérica Británica" y las tropas españolas de la Capitanía General de los Andes, que había amalgamado los restos del Virreinato y Chile en una nueva y reforzada gobernación militar.

Durante estos años, el dominio británico sobre sus nuevas posesiones sudamericanas se consolidó e institucionalizó, mientras las colonias españolas atravesaban el tenso período de las fallidas revueltas independentistas de 1810, que fueron aplastadas en gran medida por las tropas adicionales que habían sido enviadas por España para prevenir una nueva expansión del Reino Unido.

Hubo dos momentos de gran tensión durante este período. El primero tuvo lugar en 1811 cuando una fuerza expedicionaria británica al mando del brigadier Denis Pack intentó apoderarse del puerto chileno de Valparaíso en una acción repelida por los españoles. Sin embargo, los británicos pudieron replegar sus tropas hasta la ciudad de Talcahuano, que había sido tomada por una segunda columna, estableciendo de esa manera una cabeza de playa al otro lado de los Andes. El segundo aconteció en 1819 cuando estalló en Buenos Aires una revuelta encabezada por Juan Castelli, la cual fue aplastada por las autoridades británicas.

Expansión (1832-1845)

Aquella tensa convivencia comenzó a resquebrajarse a finales de la década de 1820 con la segunda ola de levantamientos independentistas en los dominios españoles, que pudieron finalmente forzar al imperio español a conceder autonomías e incluso independencias limitadas a sus colonias americanas. Una de las últimas posesiones españolas en sucumbir a esta nueva ola independentista fue la Capitanía General de los Andes, que sufrió una fulminante revuelta de 1831 encabezada por Facundo Quiroga que desembocó en una larga guerra civil.

Aprovechando estas circunstancias, el gobernador británico de la Colonia del Plata, Sir Alexander Duff, lanzó a comienzos de 1832 un fulminante ataque contra la Capitanía de los Andes, logrando en tan sólo seis meses de campaña apoderarse de buena parte de las intendencias de Paraguay y de Córdoba del Tucumán. A pesar de que los contraataques españoles detuvieron el avance británico a pocos kilómetros de San Miguel del Tucumán, los españoles no fueron capaces de expulsar a los invasores de su territorio, excepto de las regiones de Cuyo, y debieron reconocer la pérdida de Córdoba y del Paraguay en el tratado de Salta, que puso fin a la "Segunda Guerra del Plata" el 19 de septiembre de 1833.

Meses después de la firma del tratado, la Capitanía de los Andes colapsó a manos de Quiroga y sus insurrectos, proclamándose en el antiguo cabildo de Antofagasta la "República de los Andes" el 27 de enero de 1834. De dicha república formaban parte los restos de la capitanía de Chile, las posesiones de Cuyo y las intendencias de Salta del Tucumán, Moxos, Chiquitos, Chuquisaca, La Paz, Charcas y Potosí. La tensión entre la nueva República de los Andes y los dominios británicos perduraría por algunos años más hasta la firma en 1838 de un tratado definitivo de paz y de mutuo reconocimiento entre el presidente andino Diego Portales y el plenipotenciario británico Sir Woodbine Parish.

Conscientes de que las posesiones sudamericanas se habían tornado demasiado vastas como para ser gobernadas exclusivamente desde Buenos Aires, el Parlamento británico sancionó en 1838 la "British South America Act", que reorganizaba al territorio controlado por Londres en seis colonias separadas: la colonia del Plata con capital en Buenos Aires, la colonia del Uruguay con capital en Montevideo, la colonia de la Mesopotamia con capital en Corrientes, la colonia del Paraguay con capital en Asunción, la colonia del Paraná con capital en Córdoba, y la colonia de la Araucanía con capital en Talcahuano.

Posteriormente, el triunfo británico en la guerra de 1841 contra el Imperio del Brasil permitió agregar dos nuevas colonias: la del Río Grande con capital en Santa Ana, y la de las Misiones con capital en la nueva ciudad de Iguassu. Además y como respuesta a las incursiones indígenas, se lanzó en 1849 la llamada "Campaña del Sur", que incorporó al dominio británico importantes extensiones de territorio patagónico a ambos lados de los Andes.

Desarrollo y rebelión (1845-1846)

Desde el final de la Segunda Guerra del Plata se produjo una importante inmigración británica y particularmente irlandesa, como así la instalación de las primeras líneas ferroviarias y el desarrollo de una incipiente pero importante industria agropecuaria que bien pronto convirtió a la Sudamérica Británica en el "Granero del Imperio".

Sin embargo, en 1845 tuvo lugar la más severa amenaza al dominio británico en el Río de la Plata cuando Juan Manuel de Rosas, un importante hacendado de la colonia del Plata, encabezó a un grupo de insurrectos que el 20 de noviembre de ese año emboscó en un paraje del Paraná llamado "Vuelta de Obligado" a tres transportes que llevaban armas para la guarnición británica en el Paraguay.

Con ese armamento y con el súbito respaldo de numerosos descontentos en la población hispanoparlante, Rosas lanzó una rebelión que en su mayor momento pudo apoderarse de las ciudades de Rosario y Santa Fe y organizar una marcha contra Buenos Aires, la cual fue derrotada en el combate de Caseros en abril de 1846.

Meses después de aquella derrota, la insurrección fue aplastada de manera categórica y Rosas fue sentenciado a prisión, aunque sería luego liberado y se le permitiría vivir en paz en su estancia platense. Desde entonces, Rosas se convirtió en un héroe y una figura icónica del nacionalismo hispanoparlante, y en una de las figuras más controvertidas del siglo XIX en la Argentina.

Camino a la Confederación (1846-1885)

La rebelión de Rosas provocó un importante cimbronazo en las autoridades británicas, que comprendieron la necesidad de otorgar a la población hispanoparlante una presencia mayor en los asuntos públicos de las colonias. Fue así que en 1848 se introdujeron importantes enmiendas a la British South America Act, entre las que se contaban la creación de cámaras representativas en las asambleas legislativas locales a las que podían ser electos los hispanoparlantes, y se le reconocieron a la Iglesia Católica idénticos derechos y privilegios que los que gozaba la Iglesia de Inglaterra como religión oficial.

La culminación de estas reformas ocurrió en 1853 cuando por decisión del Parlamento se le concedía a las colonias del Plata y del Uruguay el derecho a un "gobierno responsable", en el que las autoridades ejecutivas locales debían contar con el respaldo de una mayoría en las legislaturas coloniales, ante las cuales eran responsables por el ejercicio de sus poderes. Idénticos estatutos fueron aprobados para el resto de las colonias en un período que transcurrió entre 1855 y 1867.

En medio de un creciente desarrollo y siguiendo tendencias que por esos años tenían lugar con mayor o menor éxito en las posesiones británicas en Canadá y Australia, surgió un movimiento que buscaba la unión de las colonias británicas de Sudamérica en un único gobierno confederado. Este movimiento, que contaba con un importante respaldo en la población local, tanto angloparlante como hispanoparlante, promovió numerosas conferencias intercoloniales durante la década de 1870 para lograr la unificación, las cuales fracasaron por causas que iban desde la desconfianza de las élites coloniales hasta el resentimiento en las posesiones con mayor población hispanoparlante, como el Paraná y el Paraguay.

Federación (1885-1887)

A pesar de estos traspiés, representantes de todas las colonias y de los territorios de la Patagonia comenzaron el 4 de marzo de 1885 un nuevo Congreso Confederal en la ciudad de Rosario con el fin de acordar la creación de un gobierno confederal similar al que dieciocho años antes se habían dado las colonias canadienses. Tras largas y arduas semanas de deliberación, el 25 de mayo de ese mismo año el Congreso concluyó con un acuerdo entre todos los representantes, posteriormente ratificado y refrendado por los gobiernos coloniales, para la constitución de un gobierno que unificara a las colonias y posesiones sudamericanas en una federación.

La respuesta de Londres llegó pocos meses después en la forma de la "South America Constitution Act", que establecía un Parlamento bicameral conformado por un Senado que representaría a las colonias (redenominadas "provincias") y territorios, y una Cámara de Representantes cuyos miembros serían elegidos mediante un sistema similar al de Westminster. Como titular nominal del poder y representante oficial de la Corona, la nueva ley establecía el cargo de Gobernador General, el cual sería asistido por un Consejo Ejecutivo (posteriormente conocido simplemente como "gabinete") presidido por un Primer Ministro con responsabilidad ante la Cámara de Representantes.

Además, se creaba una Corte Superior de Justicia y una serie de tribunales federales, se dividieron los poderes y competencias entre el gobierno federal y las autoridades provinciales, y se daban los primeros pasos para el establecimiento de milicias complementarias de las tropas británicas, que en el futuro constituirían las fuerzas armadas nacionales. Las protecciones a la Iglesia Católica se mantendrían bajo el nuevo sistema, y por primera vez se incluirían provisiones para el uso del castellano en los servicios públicos en el nivel provincial y territorial de gobierno, aunque el inglés seguiría siendo por el momento el único idioma oficial a nivel federal.

Por decisión unánime de los representantes coloniales, las nuevas autoridades tendrían su asiento en la ciudad de Rosario, que sería transferida a la jurisdicción federal como el "Territorio Federal de la Capital". Una serie de ajustes fronterizos y reorganizaciones daría como resultado la división política de la nueva nación, que pasaría a incluir ocho provincias (Plata, Uruguay, Mesopotamia, Paraguay, Misiones, Río Grande, Paraná, Araucania) y cinco territorios (Capital, Patagonia, Tehuelchia, Magellania, Islas del Atlántico Sur).

Si bien la ley se refería al nuevo gobierno como "Sudamérica Británica", rápidamente se decidió que era necesario un nombre más neutral y aceptable para la población hispanoparlante. Uno de los representantes del Paraná, Julio Bautista Roca, propuso la palabra "Argentina", la cual sería aceptada por el Congreso Confederal, que oficiaba de Parlamento interino, como el nombre oficial de la flamante nación.

Tras la celebración de las primeras elecciones generales en junio de 1886 y la conformación de ambas Cámaras del Parlamento en diciembre de dicho año, la Constitución entró en pleno vigor el primero de enero de 1887, fecha que pasaría a la historia como el "Día de la Federación".

sábado, 10 de julio de 2010

Y dale con el matrimonio gay...

Este tema ya lo traté en octubre del año pasado, pero como volvió a la carga el debate, a la carga vuelvo yo.

Ahora que parece que todo anda fantástico en la República Argenta, resulta que el gran debate de la hora pasa por la legalización o no del matrimonio homosexual.

Al respecto y antes de abordar el tema, tengo que dejar claro que como católico (aunque no excesivamente practicante), mi definición de lo que es un matrimonio no puede incluir bajo ningún concepto la unión homosexual. Es desde ese punto que parto.

Como católico, esa es mi postura. Pero como argentino, es decir, como parte de una sociedad que no es exclusiva de la gente de mi religión, no creo que sea aceptable hacer extensiva la definición a toda la sociedad, aunque más no sea para no dejar la puerta abierta a que desde otros grupos se me quieran imponer definiciones que no estoy dispuesto a aceptar.

Para mí el problema del matrimonio homosexual existe por el solo hecho de que el Estado se arroga el poder para definir instituciones que están muy lejos de su competencia. Inevitablemente, cualquier definición de matrimonio que adopte va a dejar a alguien disconforme, sea porque la considera ofensiva a sus valores religiosos, sea porque la cree lesiva de sus derechos reales o percibidos.

Entonces se trata, como en muchas otras cuestiones, de encontrar el punto medio y común y trabajar a partir de ahí.

En mi opinión lo que actualmente llamamos "matrimonio" puede definirse de manera neutra como "una libre decisión de dos personas adultas de unirse y vivir en común, en los términos que ellas mismas fijan, con consecuencias legales y económicas derivadas del contrato celebrado, y que puede recibir la bendición de una institución religiosa."

Tenemos ahí tres partes: la libre decisión, las consecuencias legales y económicas, y la bendición religiosa, siendo esta última opcional según la fe o no de las partes. De la tercera se ocupa la Iglesia o las autoridades de fe correspondiente. La primera queda a criterio único y exclusivo de las partes (y seamos honestos en este tema, dos homosexuales se van a sentir pareja o matrimonio independientemente de lo que diga la Iglesia, el Estado o cualquiera) de acuerdo a su responsabilidad y libertad.

La única que le queda al Estado, pienso yo, es la de las consecuencias legales y económicas: la propiedad puesta en común, la inclusión en la herencia y los trámites de sucesión, la división de bienes en caso de ruptura. Todas cuestiones que se pueden celebrar (a menos que un abogado me desmienta) con contratos comunes y corrientes que no tienen por qué llevar el título de "matrimonio".

Si se me diera a mí la posibilidad de intentar resolver esto, mi respuesta sería:
  • eliminar el matrimonio civil como institución tanto para heterosexuales como para homosexuales,
  • dejar para las partes la cuestión de las relaciones que se quieren emprender, siempre que estén en condiciones de decidir responsablemente,
  • dejar al Estado nada más que la celebración de los contratos necesarios para dejar clara la situación patrimonial y de sucesión, y establecer que, en caso de ausencia de estos contratos, el paso del tiempo en convivencia otorga derechos,
  • y dejar a criterio de la fe religiosa de cada uno o a la ausencia de la misma la cuestión de la naturaleza filosófica y trascendental del matrimonio, pareja o como quieran llamarlo. Punto.
Punto. Si dos homosexuales después quieren festejar vestidos los dos con traje blanco de novia, me importa poco y podría llegar a importarme menos; religiosamente diré que es un asunto que es sólo entre ellos y Dios, socialmente diré que no es asunto mío y que como adultos son libres para hacer lo que les parezca siempre que no jodan a los demás, y políticamente diré que lo único que le tiene que interesar al Estado es que paguen sus impuestos, cumplan las obligaciones legales y económicas que se desprenden de su caracter societario, y no acaben hiriéndose o matándose.

La adopción es otro tema que no voy a abordar, excepto para decir que mejor sería reformar por completo el sistema de adopciones antes de agregar así de la nada todo un nuevo grupo de potenciales solicitantes.

Quizás sea liberalismo de laboratorio, pero a esta altura del partido, bien vale pensar soluciones alternativas a la cuestión, aunque probablemente no pasen la prueba de la realidad.

Respecto a lo que ahora se debate en el Congreso, me parece que el proyecto de matrimonio homosexual muere en el Senado y el de unión civil muere en Diputados. En suma, la comunidad homosexual se va a quedar sin el pan y sin la torta.

De todas formas, dudo mucho que, salga lo que salga, vaya a haber una solución. Como me dijo un colega: "no se trata de los derechos de ellos ni siquiera del derecho a adoptar, sino de apropiarse de la palabra 'matrimonio'; para ellos es como sitiar una fortaleza e izar la bandera al tope". Y en este caso, este interés se juntó con las ganas de Kirchner, a quien no le veo pinta o tradición de militante pro-gay, de escupirle en el ojo a monseñor Bergoglio y al resto de la Iglesia argentina.

O de manera más sencilla y como dirían en El Opinador Compulsivo, se trata de tener en todo momento algo con qué joder.

sábado, 3 de julio de 2010

Pensando tras la decepción

Bueno, se terminó, quéseleváser. De vuelta a casa, de vuelta a la realidad.

Fue lindo mientras duró, incluso para mí que soy ateo en materia futbolística. Dieron ganas de creer, dieron ganas de pensar que esta vez se podía llegar a... a algo.

Por unos días estuvo lindo tener algo en qué pensar y de qué hablar que no fuera de política, de crisis, corrupción, inseguridad y autoritarismo. Estuvo bueno ver alguna esperanza por ahí, de llegar a algo aunque más no sea en el fútbol.

Lo de siempre: esperar que la decepción, o en este caso el desconsuelo y el dolor que nos dejó esta verdadera violación que fue el partido con Alemania, ayude a replantear algunas cosas. Por ejemplo, la conducción mafiosa y corrupta de la AFA con Grondona a la cabeza, o la manera en que se endiosó y se le puso confianza a Maradona en un puesto para el que no está calificado, o la forma en que nosotros como sociedad encaramos los esfuerzos argentinos en cualquier campo.

Y sí, si Argentina hubiera ganado, hoy Maradona seguiría siendo Gardel. Hasta yo lo podría haber dicho. Pero no lo hizo, todos los errores, presunciones y arrogancias de Maradona y de los que quisimos creer en él nos volvieron de la peor manera. No estoy feliz con Maradona hoy, pero él llegó a donde llegó porque lo llevamos ahí y lo dejamos subir a un lugar para el que quizás no estaba listo.

No somos los peores, por más que el 4-0 nos quiera hacer pensar eso. Pero no somos los mejores, y no lo vamos a ser por más que tengamos todo lo que se suele repetir en momentos como éste. Para ser los mejores hay que trabajar, hay que esforzarse, hay que tomar decisiones, no basta con la "mística", con las cábalas, las boludeces del pulpito o de la camiseta celeste y blanca. Si la Argentina quiere llegar a ganar en el 2014 el laburo tiene que empezar pasado mañana, cuando estén los muchachos de vuelta acá en la Argentina.

Para mí, el ejemplo del Mundial fue ver ayer a los jugadores uruguayos reunidos antes de los penales y leer los labios del Maestro Tabárez diciendo: "Tranquilos, ya no importa. Ya no importa". Llegar a esta etapa, para ellos, era un triunfo y valía la pena. Debajo de Uruguay, en caso de perder, habían quedado 24 equipos. No era poca cosa.

Debajo nuestro quedaron unos 24 equipos. Podría ser peor, pudo haber sido el bochorno de 2002, con el infeliz de Bielsa que ahora se hace el exquisito con Piñera después del recibimiento que le hicieron por un resultado que, de haberlo obtenido con la Argentina, lo hubiera condenado al ostracismo.

Estamos entre los ocho mejores. Hay 24 equipos que no se fueron de Sudáfrica pensando eso. Y hay otros 172 que quedaron afuera en las eliminatorias que tampoco lo pueden pensar.

Pero bueno, de vuelta a la realidad. Fue lindo mientras duró.
Más recientes›  ‹Antiguas