sábado, 27 de febrero de 2010

El valor de la ciudadanía

El escritor norteamericano de ciencia ficción Robert Heinlein, de quien ya nos ocupamos una vez, fue autor de un libro llamado Starship Troopers, el cual además de ser señero y creador de tendencia en el género de la ciencia ficción bélica (y de haber sido adaptado al cine de una manera criminal), plantea reflexiones más que interesantes para lo político.

Aunque el libro se enfoca mucho en el aspecto "militar", puede decirse que su base es inherentemente política: es un libro en el que se discute sobre el valor de la ciudadanía y la responsabilidad que un ciudadano debe tener hacia la sociedad a la que pertenece. En el hipotético gobierno mundial de la novela, la Federación Terrena, la ciudadanía completa,(el sufragio y la posibilidad de ser candidato) sólo se otorga a aquellos que prestan dos años de servicio público y que de esa manera demuestran estar dispuestos a hacer sacrificios para ser dignos de ejercer la autoridad política.

Como la novela se enfoca exclusivamente en una de las formas en que se presta este servicio, que es el enrolamiento en las Fuerzas Armadas, (y como en rigor de verdad Heinlein no hizo mención en el texto a su idea original de que la vasta mayoría de los "ciudadanos" eran veteranos del servicio civil) se acusó a la novela y al autor de ser fascistas, militaristas y otros insultos tan en boga. Al margen de eso y sabiendo que hay libros mejor escritos y más atractivos que este, creo que no hay muchos autores que se propongan cuestionar abiertamente si no se necesita algo más que llegar vivo a los 18 años para ser un buen ciudadano.

Aquí les dejo algunos de los extractos más jugosos que pude encontrar:
  • Si quisieras enseñarle una lección a un bebé, ¿le cortarías la cabeza? Por supuesto que no. Le darías nalgadas. Hay circunstancias en las que es tan idiota atacar una ciudad enemiga con una bomba de hidrógeno como darle nalgadas a un bebé con un hacha. La guerra no es pura y simple violencia y muerte; la guerra es violencia controlada para servir un propósito. El propósito de la guerra es apoyar las decisiones de tu gobierno por la fuerza. El propósito nunca es matar al enemigo por matarlo, sino hacer que haga lo que tú quieres hacer. No matar... pero sí una violencia controlada y con propósito. Pero no es su negocio ni el mìo decidir el propósito del control. Nunca es trabajo del soldado decidir cuándo o donde o cómo, o por qué, debe pelear; eso le corresponde a los estadistas y a los generales. Los estadistas deciden por qué y hasta qué punto; los generales se hacen cargo allí y nos dicen dónde y cuándo y cómo. Nosotros proveemos la violencia; otras personas, "cabezas más viejas y sabias" como les dicen, proveen el control. Que es como debe ser.
  • Hay una vieja canción que asegura que "las mejores cosas en la vida son gratuitas". ¡No es verdadero! ¡Es completamente falso! Esta fue la trágica falacia que causó la decadencia y colapso de las democracias del siglo veinte; esos nobles experimentos fracasaron porque las personas habían sido persuadidas de que podían simplemente votar para tener lo que sea que quisieran... y conseguirlo, sin esfuerzo, sin sudor, sin lágrimas.
  • Ah sí, los "derechos inalienables" [la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad]. Cada año hay alguien que recita esa magnífica poesía. ¿La vida? ¿Qué "derecho" a la vida tiene un hombre que se está ahogando en el Pacífico? El océano no se apiadará de sus gritos. ¿Qué "derecho" a la vida tiene un hombre que debe morir para salvar a sus hijos? Si elige salvar su propia vida, ¿lo hará por una cuestión de "derechos"? Si dos hombres están muriendo de hambre y el canibalismo es la única alternativa a la muerte, ¿el derecho de cuál de los dos es "inalienable"? ¿Y es un "derecho"? En cuanto a la libertad, los héroes que firmaron ese gran documento se comprometieron a comprar la libertad con sus propias vidas. La libertad nunca es inalienable; debe ser redimida regularmente con la sangre de los patriotas o siempre se desvanecerá. De todos los así llamados "derechos humanos" que han sido inventados, la libertad es el menos proclive a ser barato y nunca está libre de costo. ¿El tercer "derecho", la "búsqueda de la felicidad"? Es verdaderamente inalienable pero no es un derecho; es simplemente una condición universal que ni los tiranos pueden quitar ni los patriotas restaurar. Enciérrenme en un calabozo, quémenme en la hoguera, corónenme rey de reyes, y yo podré "buscar la felicidad" mientras mi cerebro viva, pero ni los dioses ni los santos, ni los hombres sabios ni las drogas sutiles, podrán garantizar que la encuentre.
  • Les he dicho que "delincuente juvenil" es un oxímoron. "Delincuente" significa "que falla en cumplir su deber". Pero el deber es una virtud adulta, y de hecho un joven se convierte en adulto cuando, y sólo cuando, adquiere un conocimiento del deber al que abraza por encima del amor propio con el que nació. Nunca hubo ni podrá haber un "delincuente juvenil". Pero por cada criminal juvenil siempre hay uno o más delincuentes adultos -personas de edad madura que o no conocen su deber o que, conociéndolo, fallan en cumplirlo.
  • Y esa fue la debilidad que destruyó lo que era en muchos aspectos una cultura admirable. Los gamberros juveniles que asolaban sus calles eran síntomas de una enfermedad mayor; sus ciudadanos (todos ellos eran ciudadanos entonces) glorificaron su mitología de los "derechos"... y se olvidaron por completo de sus deberes. Ninguna nación así constituida puede sobrevivir.
  • - Votar es tener autoridad; es la suprema autoridad de la que toda otra autoridad deriva, como por ejemplo la que tengo para hacer de sus vidas un infierno una vez al día. Es la fuerza, si así quieren llamarla - la ciudadanía es la fuerza, pura y desnuda, el poder de la vara y del hacha. Sea ejercida por diez hombres o por diez mil millones, la autoridad política es fuerza. Pero el universo consiste en dualidades. ¿Cuál es el reverso de la autoridad, señor Rico?
  • - La responsabilidad, señor.
  • - Un aplauso. Tanto por razones prácticas como morales, la autoridad y la responsabilidad deben ser iguales, o de lo contrario un rebalanceo tendrá lugar con la misma certeza con que una corriente fluye entre puntos de desigual potencia. Permitir la autoridad irresponsable es sembrar el desastre; hacer responsable a un hombre por lo que no controla es comportarse con idiotez ciega. Las democracias ilimitadas eran inestables porque sus ciudadanos no se hacían responsables de la manera en que ejercían su autoridad soberana... que no fuera mediante la trágica lógica de la historia. Este único "impuesto por votar" que debemos pagar era inaudito. No se hizo ningún intento por determinar si un votante era socialmente responsable por su literalmente ilimitada autoridad. Si votaba por lo imposible, el desastroso posible ocurría en su lugar, y la responsabilidad le era impuesta lo quisiera o no, y lo destruía tanto a él como a su templo sin cimientos.
  • En la superficie, nuestro sistema es sólo levemente diferente; tenemos una democracia sin limitaciones de raza, color, credo, nacimiento, riqueza, sexo o convicción, y cualquiera puede conseguir el poder soberano mediante un período de servicio usualmente breve y no muy arduo, nada más que un trabajo ligero en comparación con el de nuestros ancestros cavernícolas. Pero esa leve diferencia es la que hay entre un sistema que funciona, dado que está construido para ajustarse a los hechos, y uno que es inherentemente inestable. Dado que la franquicia soberana es lo último en autoridad humana, nos aseguramos de que todos aquellos que la ejerzan acepten lo último en responsabilidad social: exigimos que cada persona que desee ejercer control sobre el Estado ponga en juego su propia vida, y la pierda si es necesario, para salvar la vida del Estado. La máxima responsabilidad que un humano puede aceptar es por tanto equiparada con la máxima autoridad que un humano puede ejercer. Yin y yang, perfecta e igual."
¡Hasta la próxima!

viernes, 26 de febrero de 2010

Y Carlos volvió

(Publicado originalmente en varios posts de El Opinador Compulsivo y editado posteriormente)

DECLARACIÓN DEL SENADOR CARLOS SAÚL MENEM

Desde diciembre me encuentro en mi provincia. No he participado en ninguna de las negociaciones por cargos, comisiones y designación de autoridades de la Cámara de que han dado cuenta los medios en estas semanas, no he recibido ninguna consulta sobre ellas, ni mantuve conversación alguna con miembros del interbloque del que formo parte, no firmé ninguna declaración ni, por supuesto, he autorizado a nadie a que hable o firme en mi nombre.

Mi trayectoria política es lo suficientemente clara y extensa como para que no se justifiquen especulaciones ni juicios arbitrarios y merece el respeto de que tampoco se la considere un bien mostrenco para ser sumado sin consulta alguna a inventarios ajenos.

La situación política e institucional del país es suficientemente seria como para tratarla con superficialidad, ingenuidad o con capacidades de aficionado.

La Rioja, 25 de febrero de 2010

Carlos Saúl Menem

¿Qué le pasó al Carlo? ¿Lo compraron los kirchneristas? ¿Estaba enfermo? ¿Por qué faltó al Senado?

No lo creo. No con Kirchner. Cuando fue lo de la 125 los kirchneristas no pudieron comprar al Carlo ni prometiéndole que zafaba de todas las causas, menos van a poder hacerle la misma oferta ahora que los jueces les empiezan a tener asquito.

¿Le ofrecieron dinero? No lo necesita.

¿Qué podría reclamarle a la oposición? ¿Otro mandato en el Senado a partir de 2011? Difícil, por la edad ya no está para tantos trancos.

¿Mi conclusión? Se dio el gusto. Lisa y llanamente.

Obligó a los kirchneristas, que hasta el 99 eran más menemistas que Gostanián y que hasta el miércoles lo escupían y despreciaban, a darle las gracias por salvarlos de una humillación épica y por prolongar una semana más su agonía en el Senado de la Nación.

Los jodió a los radicales y ex aliancistas que abominaron de él y que desde el '99 en adelante lo culparon de todos los males del país, pero que ahora daban por seguro su voto sin tener en cuenta que a los porotos hay que contarlos antes de venderlos.

Y a muchos de los peronistas disidentes que él aupó durante su gobierno pero que ahora les daba asquito compartir la foto y que lo escondían abajo de la cama, les escupió el asado y les recordó que forma parte de su grupo, les guste o no.

¿Le importa al Carlo que de persistir en esta actitud termine provocando una crisis constitucional si el Senado llega al período ordinario de sesiones sin tener sus comisiones organizadas? A esta altura, al Carlo lo han culpado de tantos males y tragedias que ha de saber que no va a estar vivo para ver una reivindicación de su persona aún por las varias cosas que hizo bien. En síntesis: ni le importa.

¿Es una actitud mezquina? Definitivamente; no escapa al promedio general de mezquindad y chiquitaje de la clase dirigente argentina. Hasta que nos ponemos a pensar que no se podía esperar grandeza de un tipo al que sólo lo han llamado para que levante la mano en el Senado, para después forrearlo, maldecirlo y desconocerlo en público.

El Carlo se dio el inimitable gusto de cagarlos a todos y de hacerlos bailar al son de sus movimientos. Una prueba viviente de que el único muerto político es el que está dos metros bajo tierra.

Es que, como dice un viejo proverbio Klingon: "La venganza es un plato que se sirve mejor frío".

lunes, 22 de febrero de 2010

Por si quedaba alguna duda

De Fernando Lorenzo, el próximo ministro de Economía de Uruguay cuando asuma Mujica:


Sin palabras.

sábado, 20 de febrero de 2010

Las que hay que tener

Un amigo y colega uruguayo me prestó hace unos días un libro intitulado Resbalones y Caídas: Un siglo de política uruguaya. Es un compilado de anécdotas, algunas hilarantes y otras increíbles, sobre las figuras y eventos políticos más relevantes del siglo XX en el Paisito.

De esas historias quería rescatar la siguiente, que le ocurrió a Daniel Scheck, un miembro del directorio del diario El País de Montevideo en tiempos en que los Tupamaros de Pepe Mujica no estaban ni remotamente curados de su delirio zurdo ni de su propensión por la violencia. Resulta ser que a Scheck no lo secuestraron los Tupamaros, sino que directamente se le instalaron cual okupas en su propia casa, encañonando a su mujer y a sus cinco hijos, además de pintarrajearle las paredes.

En respuesta a la noche de joda que los Tupas le hicieron en su casa, Scheck escribió una carta abierta que fue publicada en los diarios de Montevideo y que decía así:

Por la presente quiero expresar mi agradecimiento a la "organización sediciosa más antigua del país" por la "visita" efectuada el viernes pasado a mi hogar de la calle 19 de Abril. Mi esposa e hijos fueron víctimas de todo el sucio y cobarde repertorio de intimidaciones de que son capaces. Gracias por haberme ahorrado una lección de padre acerca de todo lo que ustedes representan. Los varones han visto el rostro de la violencia desde tan cerca que ya no necesitaré de palabras para que crescan en el regazo de un profundo sentimiento democrático. Y en cuanto a las niñas, quiero transmitirles también el reconocimiento de mi señora por habernos traído a domicilio a uno de estos ejemplares de marimacho con metralleta que es hoy día el desagradable prototipo femenino que nos quiere legar parte de esta generación de "iluminados" en quienes el deseo por el cambio es tan radical, que parece alcanzarles hasta el sexo.

Impecable. Para ponerse de pie y aplaudir.

jueves, 18 de febrero de 2010

La galtierada de Cristina y el rol de las FF.AA.

Al margen de que se trate de un patético y lamentable galtierismo por parte de la parejita perversa, diseñado para explotar las más básicas pulsiones nacionales de los argentinos mientras consuman sus últimos robos y disimulan el colapso perpetuo de su "modelo", la reciente payasada en torno a las Malvinas ilustra algo sobre lo que no me voy a cansar de insistir.

Dedicado a todos los pajaritos que se preguntan para qué sirven las Fuerzas Armadas "si no le vamos a declarar la guerra a nadie", a los pajarones que hacen la inenarrablemente idiota pregunta de "¿por qué gastar en armas cuando todavía tenemos pobreza?" y a los pelotudos que directamente plantean la disolución de las instituciones militares (here's looking at you, bigotudou): es para casos como éste que tenemos Fuerzas Armadas.

¿Lo repito? ES PARA CASOS COMO ÉSTE QUE TENEMOS FUERZAS ARMADAS.

¿Va de vuelta? ES PARA CASOS COMO ÉSTE QUE TENEMOS FUERZAS ARMADAS.

Las tenemos para que sean el brazo armado de la política exterior. Para que cuando los maricones del Palacio San Martín hagan una queja, existan los fierros que sean capaces de mostrar hasta qué punto nos molesta lo que nos está molestando. Para que no sea gratis pegarle una cachetada a la Argentina. Para que podamos tener presencia en el mundo más allá del discursito pedorro ante la Asamblea General de la ONU. Para que cuando digamos que algo nos importa, podamos decir que nos importa tanto como para arriesgar nuestra cómoda paz y las vidas de nuestros ciudadanos. Ni siquiera para ganar una guerra, sino para hacer que el costo de ganar que tiene que asumir el contrario sea tan alto que ni la victoria le resulte beneficiosa.

Para eso necesitamos Fuerzas Armadas. Si no las preparamos en tiempos de paz, si no las capacitamos y equipamos, cuando empiecen a cascotearnos el techo no nos van a servir de mucho.

Si tan caro es a nuestro interés nacional la recuperación de la soberanía de las islas Malvinas y la plena jurisdicción sobre sus recursos naturales, más vale que estemos en condiciones de respaldar ese interés a como dé lugar, más allá de las "encendidas protestas" con las que pueda desgañitarse la Cancillería del bombardero del Ibérico Jorgito Taiana.

Si la Argentina es tan machaza como para decir "acá no pasa nadie sin que yo lo diga", más vale que estemos en condiciones de hacer valer esa machaza declaración, de lo contrario nuestra medida sirve tanto como limpiaparabrisas de submarino y nuestra determinación dura lo que un pedo en una canasta cuando venga la primera reacción medianamente seria de Londres, esto es, cuando dejen de cagarse de risa.

¿Con qué piensa controlar la Tarada y sus taraditos el tránsito de "todo buque o artefacto naval" hacia las islas? ¿Con los cuatro destructores y nueve corbetas de la Armada, que juntan herrumbre y telarañas en Puerto Belgrano y Mar del Plata salvo por las tres o cuatro semanas que pasan en alta mar? ¿Con los únicos cinco guardacostas oceánicos de Prefectura? ¿Con los "patrulleros oceánicos multipropósito" que se vienen anunciando desde 2003 sin que hasta ahora se ponga la primera quilla, mientras que nuestros "socios" chilenos ya terminaron sus dos primeros buques?

¿Con los tres submarinos que nos quedan, si es que pueden salir de puerto? ¿Con los dos submarinos inconclusos y abandonados en el ex Astillero Domecq García? ¿Con el rompehielos Almirante Irízar, que hace tres años que espera ser reparado? ¿Con el heroico aviso ARA Alférez Sobral, que en 2014 cumple setenta años de su botadura? ¿Con la fragata Libertad, que no puede terminar una puta carrera de veleros porque era mejor gastar la plata necesaria en Pechito López?

¿Con los aviones patrulleros Orión que vuelan poco? ¿Con los Super Etendard que de pedo tenemos dos o tres en condiciones de vuelo? ¿Con los aviones Mirage de la Fuerza Aérea, que son más viejos que los pilotos que los vuelan? ¿Con los A-4AR Fightinghawk de la misma fuerza, si es que juntan los repuestos y suministros suficientes para hacer volar a más de cinco a la vez? ¿Con los SAAB 340 de LADE?

¿Dónde está la gorda imbécil, montonera y ebria de Nilda Garré, que parloteaba diciendo que "la Argentina no tiene hipótesis de conflicto" y cuya única preocupación pasaba por montar teatros de títeres y muestras de las Viejas de Plaza de Mayo en los cuarteles? Tan inútil es que ni siquiera peleó un lugar para el Ministerio de Defensa en la "Comisión" que ha de controlar la aplicación del último caprichito de la Prescindible.

Si tenemos jurisdicción sobre esos espacios como para pretender controlar el tránsito marítimo, más vale que tengamos los medios como para hacer aplicar esa legislación y para respaldar esa pretensión frente a quienes no la aceptan. De lo contrario, hacerse el guapo, decir que no va a pasar nadie a las islas sin permiso nuestro y no tener ni cómo parar a los "infractores" ni cómo hacer valer esa norma, convierte al pomposo decreto presidencial en algo "patético e inútil", como lo calificó ayer un parlamentario inglés.

Que yo diga que es patética e inútil la decisión de la Presidenta es una cosa; que lo diga directamente el que está en la vereda de enfrente la convierte además en triste.

"No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre", dicen que tuvo que escuchar de parte de su madre el último rey moro de Granada. Si lo único que la Argentina tiene para defender su "reclamo imprescriptible" y sus derechos sobre el Atlántico Sur son los lloriqueos de Cancillería y los mohínes de atril de la sexóloga imbécil, hagámonos a la idea de que estamos perdidos.

Lo único bueno de todo esto, lo único por lo que vale la pena agradecer en medio del patetismo, de la vergüenza y del grotesco espectáculo que es la Argentina del Bicentenario es que esta galtierada no va a pasar a mayores sencillamente porque no puede.

sábado, 13 de febrero de 2010

Destripando al socialismo

Hoy es otro de esos días en los que no alcanzo a escribirles algo presentable como se merecen, de modo que los dejo en compañía de unos extractos que me tomé el atrevimiento de traducir, que encontré en el excelente blog norteamericano Doctor Zero, al que llegué gracias a los amigos de El Opinador Compulsivo.

Los siguientes extractos corresponden a varios artículos en los que el autor analiza las premisas del socialismo y del anticapitalismo, y las destripa de una manera tan simple y elegante que no puedo evitar pensar que jamás podré alcanzar este nivel.

El autor habla de los Estados Unidos y he tratado en la medida de lo posible de eliminar esas referencias, para que ustedes puedan pensar en la Argentina al leer esto.

Advierto desde ya que esto viene con su respetable longitud, de modo que les pido paciencia, y si lo acompañan con algo para tomar, tanto mejor para todos:
  • Considero a la ideología colectivista como una ofensa contra la libertad, y como un medio trágicamente ineficiente de enfrentar los problemas sociales por los que dice preocuparse. Un estudio de la Historia muestra que toda forma de ideología colectivista se vuelve cada vez más virulenta, y eventualmente asesina, conforme su elite dirigente se esfuerza para mantener el poder. Hay otra razón por la que me opongo al colectivismo: está condenado a fracasar.
  • El socialismo falla porque es una solución estática impuesta a una sociedad dinámica. La gente responde a los incentivos, corriendo detrás de las zanahorias y evitando los palos. La propuesta inicial era atender las necesidades de los desesperados mediante el cobro de impuestos a los ricos. Previsiblemente, el sistema degeneró en la compra de votos y la corrupción en la que vivimos, convirtiéndose en un pesado carro tirado por una clase media acosada que provee mucho más financiamiento que los "ricachones" que los socialistas adoran usar como chivos expiatorios. Los políticos también responden a los incentivos, y la maquinaria del Estado centralizado se destaca en chupar dólares en impuestos y escupir votos. Los horribles engranajes de esa máquina están bien escondidos tras una ilusión de autoridad moral y promesas seductoras, atrayendo lo suficiente como para conseguir el fiel apoyo de casi la mitad de la población, aún cuando sus fallas insostenibles se vuelven dolorosamente evidentes.
  • El atractivo del socialismo va más allá de simplemente usar dinero quitado a los ricos para comprar los votos de los pobres. Es también una expresión de ira, de parte de aquellos que creen que el capitalismo los ha tratado injustamente. Demasiadas personas parecen estar bastante dispuestas a soportar una reducción en sus modestos niveles de vida, con tal de que expriman a unos "ricachones" sin rostro. Los seguidores de la amarga política de la envidia deberían entender que todo sistema que ordene los asuntos humanos produce tanto ricos como pobres. Para 2008, dos tercios de los senadores de los Estados Unidos eran millonarios, y todos ellos tienen lujosos privilegios, beneficios increíbles, jubilaciones privilegiadas, incluidos cómodos trabajos en "consultoría" y "lobby"... cuando tienen la mala suerte de caer en los pocos agujeros de una red de seguridad en la que el 90% de quienes ocupan bancas consiguen reelecciones. Muchos de nuestros representantes viven como si fueran de la realeza gracias al abuso de su poder. Cada centavo de la fortuna de un político viene directamente de tu bolsillo, sin tu consentimiento libre para comprar productos o servicios.
  • La lente de la envidia socialista es bastante selectiva respecto de los blancos en los que se enfoca. Sus aliados políticos nunca son presentados al público como objetos de odio. Tampoco lo son aquellos con suficiente popularidad como para aislarse de la crítica, tales como los del mundo del entretenimiento y los atletas profesionales. Todo el que apoya a la izquierda en base al odio que siente por los malvados ricos haría muy bien en considerar la lista de aquellas personas fabulosamente ricas a las que nunca se le instruyó que odiara.
  • El socialismo es un objeto de romance para sus devotos. Los invita a unirse a una historia épica de poderosos estadistas que solucionan los problemas de la sociedad con nobles leyes, y los alienta a dar la espalda a la mediocre búsqueda del inmundo dinero. La izquierda adora hablar del logro de los sueños como la aspiración más alta del hombre... y dado que todo lo que propone es presentado como si fuera un sueño, ¿cómo puede alguien que aspira a grandes cosas presentar mezquinas objeciones prácticas? En cuestiones que afectan a millones de vidas y el uso de trillones de dólares, no podemos permitirnos nociones románticas. Sólo la fría y dura lógica es aceptable.
  • La verdad es que el dinero no es una perversa sustancia tóxica, cuya mancha la izquierda se afana en borrar de nuestras almas. El dinero es el mecanismo que te permite emplear tu tiempo haciendo lo que mejor sabés hacer, lo cual produce riqueza, de la misma manera en que una palanca amplifica la fuerza muscular para mover grandes pesos. Vos empleás el dinero que ganás cada día en una gama de productos que no podrías crear por tu cuenta bajo ningún concepto. Muy probablemente no puedas crear un par de zapatos decentes en las horas que te toma producir suficiente dinero para comprarlos. Definitivamente no podrías armar una computadora a partir de los materiales básicos en el tiempo que te lleva ganar mil dólares y comprar una. He aquí la génesis de la riqueza: la libertad que disfrutan las personas cuando el valor de su tiempo puede ser medido e intercambiado a través de la moneda.
  • Mediante la combinación de impuestos progresivos y aportes patronales, el socialismo estableció el principio de que el gobierno tiene el derecho de fijar el valor de tu tiempo, así como de reclamar la primera tajada, apoderándose de tu ingreso antes de que lo llegues a ver... y devolviéndote lo que le sobre y sin intereses, cuando te saca demasiado. El capitalismo es el derecho a diseñar tus propios sueños, y vos sos mucho mejor haciendo eso que una pandilla de políticos garabateando legislación incomprensible en una distante capital. La libertad de comportamiento que los socialistas gustan de considerar como indulgencias son asuntos fugaces del momento. La libertad para controlar tu labor y tu propiedad te permiten construir tu futuro. La verdadera prosperidad se mide en la cosas que están por venir. Nada crece en la fotografía de una flor.
  • Sigan la premisa del socialismo hasta su conclusión y pregúntense por qué el gobierno no puede lograr el pleno empleo mediante la conscripción de todos los ciudadanos, así como eliminar "la injusticia social" mediante la atención completa de todas sus necesidades. ¿Por qué tu salario no puede ser pagados en cupones, marcados por el sabio y benevolente Estado para ser cambiados por comida, salud, vivienda y placer? La respuesta es que una economía planificada no puede producir valor, asignar recursos, o nutrir las ambiciones de su pueblo sin al menos una fracción del vigor o la eficiencia del capitalismo. El valor de un papel del gobierno nunca podrá igualar el valor de un dólar. En vez de ayudar a la gente a descubrir su potencial, un gobierno socialista debe invertir una creciente parte de su energía en forzar su obediencia. Aquello que el capitalismo alaba por ser innovación, el socialismo lo castiga como si fuera impertinencia.
  • La clase media es el gran enemigo de las políticas colectivistas bajo cualquiera de sus nombres: progresismo, comunismo, fascismo o socialismo. Desde Karl Marx en adelante, los apóstoles del colectivismo han entendido que deben subyugar a la clase media antes de alcanzar la victoria total.
  • La clase alta no es un gran problema: no tienen los votos para bloquear un programa colectivista en una democracia, y generalmente encuentran maneras de mantener o incrementar su poder y riqueza bajo un Estado total. Los poderes del Estado pueden ser extremadamente valiosos para ellos a la hora de manipular mercados y frustrar a incipientes competidores. Muchos de ellos están dispuestos a cambiar algo de riqueza por poder, o a encontrar sustento moral en el apoyo a una agenda colectivista.
  • Los miembros de la clase baja son generalmente vistos como los clientes de un movimiento colectivista, los receptores de los beneficios sociales que promete. Su desesperación e ira son el combustible del movimiento, lo que le provee tanto la apariencia de justicia como el poder electoral. El colectivista sólo necesita ocultar cualquier esperanza de hallar prosperidad por fuera de la generosidad del Estado, y mantener a la clase baja convencida de que el gobierno es el único actor moral de la economía. Lean los discursos de Barack Obama y encuentren algo que sugiera que los pobres deben buscar salvación en algún lugar que no sea el Estado y sus programas sociales.
  • Es evidente que la clase media es el gran enemigo del colectivismo. Sólo ella tiene la combinación de poder electoral, dinero, e interés propio en lo económico como para ver al crecimiento del gobierno como algo indeseable, y a partir de ahí montar una resistencia efectiva. Generalmente la clase media ve su interacción con el gobierno negativamente; todos ellos han pasado tiempo sacando el registro de conducir, o lidiando durante horas con las declaraciones juradas, o sufriendo multas de tránsito que no creen merecer. Ellos entienden la ineficiencia e inestabilidad emocional del gobierno, e instintivamente resienten su intromisión en sus vidas.
  • La clase media es un vasto grupo en una sociedad capitalista, que es una de las cosas que los colectivistas verdaderamente odian del capitalismo. Sus capas superiores incluyen a los empresarios y pequeños empresarios que aportan vitalidad económica. A pesar de su furiosa retórica contra las grandes corporaciones, los izquierdistas no tienen problemas para controlarlas. Generalmente hacen negocios directamente con el gobierno, como vendedores... o a través de lobbistas, como clientes. Generalmente emplean a los sindicalistas, que sirven como un brazo de facto del Estado, para inyectar la agenda del Estado de manera directa en la vida corporativa. Son los pequeños empresarios y los cuentapropistas, junto a aquellos que aspiran a serlo, los más difíciles de controlar, y los que más capaces sean de convocar a una resistencia electoral efectiva contra la agenda estatista.
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Gracias por la paciencia y hasta la próxima

lunes, 8 de febrero de 2010

En defensa de la Policía Metropolitana

Antes de acometer el debate, que quede claro: estoy totalmente de acuerdo con la idea, la creación y la existencia de una Policía Metropolitana para la Ciudad de Buenos Aires.

Pienso que es una de las mejores ideas que se pudieron haber propuesto. Pienso que es un paso adelante para resolver un absurdo estado de cosas en el que los únicos perjudicados somos los porteños. Pienso que es un paso necesario para que la Ciudad pueda sostenerse por su cuenta y brindar mejores servicios a sus habitantes. Pienso que es indispensable para quitarnos de encima aunque sea uno de los aspectos del inútil, obeso e incompetente Estado Federal Que Supimos Conseguir.

En cierta manera, resultó ser mejor que la Ciudad tenga que crear la Policía Metropolitana antes de que se le transfieran las áreas específicas de la Federal. Cuando se haga esa transferencia, ya habrá una institución armada y organizada que pueda absorber esas funciones y el personal correspondiente en sus propios términos, en lugar de recibir los "regalitos" que Aníbal Fernández quiera pasarle a la ciudad mediante la Federal.

Me parece que inaugurar desde cero una fuerza policial es la mejor manera de intentar romper con la mala imagen que tienen las policías para el ciudadano porteño. Convengamos que a pesar del esfuerzo y de la honestidad de la inmensa mayoría de oficiales y agentes decentes que tiene la Policía Federal Argentina, no goza de buena opinión entre los porteños.

Critico muchas incompetencias de Macri en la etapa fundacional de la Metropolitana, no crean que me parece perfecto todo lo obrado.
  • No poner de entrada a un civil a cargo fue perderse un gol cuando tenía la pelota sola frente al arco: ¿qué mejor manera de marcar distancia con la Federal?
  • Poner como jefe, de entre todos los comisarios habidos y por haber, a un procesado fue una imprudencia y una incompetencia mayúscula.
  • Insistir con otro comisario retirado luego de Palacios fue ahondar inútilmente en el error.
  • Rechazar controles legislativos fue otra oportunidad perdida de quedar bien y de marcar un cambio sin pagar grandes costos.
  • No instrumentar los foros de consulta de seguridad fue perderse de una buena herramienta para vincular a la nueva policía con los porteños.
  • Y el escándalo de los espionajes telefónicos es imperdonable. Es un delito que tiene que ser aplastado sin miramientos, y sus responsables condenados a las máximas penas posibles.
Soy partidario de limitar todo lo posible las funciones del Estado Federal, y de poner todas las responsabilidades que se puedan poner en manos de los niveles más bajos de gobierno. En mi opinión, al Gobierno Federal le tienen que quedar las Fuerzas Armadas (para la defensa nacional), la Gendarmería (para la protección de fronteras), la Prefectura (para la protección marítima y fluvial), y una Policía Federal convertida en una institución de investigación de delitos federales.

A las provincias les debería quedar una fuerza policial encargada de las investigaciones, de la seguridad rural, y del control caminero. Y a los municipios las funciones de policía de orden público, prevención y represión del delito. Porque mientras más cerca del ciudadano y más presente en la vida cotidiana esté una institución y agencia del Estado, más preferible es que la misma esté bajo el control del nivel de gobierno más cercano a la ciudadanía.

La idea de una fuerza de seguridad nueva, exclusivamente porteña, bien instruida y bien pagada es buena y merece ser defendida, en especial de las gatas floras del progresismo porteño que gobernaron Buenos Aires entre 1996 y 2007 sin lanzar más que un patético servicio de vigiladores de vidriera y soplasilbatos del que hablaremos más abajo.

Al menos se intenta hacer ALGO. Eso ya es un cambio. Y sería mejor que hagamos algo para que funcione en vez de quedarnos bien cómodos esperando a que fracase algo y después salir con la inmunda argentinada de decir "yo les dije".

A continuación, enumeraré algunos de los argumentos más oídos en contra de la Metropolitana y ofreceré mis refutaciones:

1) Es un desperdicio tener una policía de más cuando ya se tiene a la Federal.

Es un despropósito que la Ciudad de Buenos Aires, la ciudad más grande del país, el distrito más densamente poblado de la Argentina, sea el único de los veinticuatro miembros de la federación argentina que no posea control sobre su propia seguridad, sino que dependa de una fuerza de seguridad federal sobre la que no ejerce autoridad, así como de la buena voluntad y humor de las autoridades federales.

Es un despropósito que la población de la Ciudad no tenga ninguna posibilidad de controlar efectivamente cómo se presta el servicio de seguridad policial en Buenos Aires, y que la seguridad de los tres millones de porteños dependa de la adecuada coordinación entre dos instancias gubernamentales distintas.

2) La Metropolitana no sirve para nada porque no puede intervenir en delitos serios, sólo en contravenciones.

Si la Metropolitana sólo interviene en contravenciones (lo cual es falso, porque puede intervenir en todos los delitos siempre que después del hecho pase todo a la Federal), es porque la jurisdicción de la ciudad está limitada exclusivamente a lo contravencional, y no a lo criminal.

Si se terminara de una vez por todas con el otro absurdo de este triste caso, que es la jurisdicción federal sobre los delitos cometidos en la ciudad, y se pasara la justicia criminal al ámbito porteño como ya se hizo con la correccional, la Metropolitana podría arrestar delincuentes en la ciudad y pasárselos directamente a la justicia de la ciudad, en vez de hacer el pase con la Federal para que el caso lo instruya un juez federal.

Una vez más, no pido para la ciudad más que lo que puede hacer cualquier provincia, desde Buenos Aires hasta Tierra del Fuego: controlar su propia seguridad y juzgar los delitos que se cometen en su territorio.

3) Macri quiere toda la Policía Federal para él.

Error y exageración. El organigrama de la Policía Federal comprende las Superintendencias de Administración, Bienestar, Federal de Bomberos, Interior y Delitos Federales Complejos, Planificación y Desarrollo, Seguridad Metropolitana, Personal, Comunicaciones Federales, Policía Científica, Drogas Peligrosas, Federal de Transporte, y las Direcciones Generales Autónomas de Asuntos Jurídicos e Inteligencia Criminal.

De esas once superintendencias y dos direcciones generales autónomas, la única que ejerce jurisdicción exclusivamente en la Ciudad de Buenos Aires es la Superintendencia de Seguridad Metropolitana, y si nos ponemos exquisitos, también los elementos porteños de la Superintendencia Federal de Bomberos.

Dichas Superintendencias pueden ser transferidas sin ningún problema a la órbita de la ciudad, dejando todas las demás, que operan en la ciudad de la misma manera que operan en las 23 provincias, como parte de una fuerza policial genuinamente federal.

De esa manera, la Policía Federal Argentina podrá hacerse cargo exclusivamente de los delitos de orden federal, en lugar de cumplir en la ciudad más grande y más poblada de la Argentina las tareas que, por ejemplo, hace en Ushuaia la Policía de Tierra del Fuego.

Porque no tiene el contribuyente fueguino, misionero o chaqueño por qué pagar para que se resuelva el problema de los trapitos en Palermo. Y eso nos lleva a...

4) Macri quiere que el país entero pague la seguridad de los porteños.

Malas noticias - el país entero ya está pagando la seguridad de los porteños. Los gastos de la Superintendencia de Seguridad Metropolitana corren como parte de los de la Policía Federal Argentina, que son sufragados por toda la Argentina a través del Estado Nacional. Figura en el Presupuesto Nacional, no en el de la Ciudad de Buenos Aires.

No mencionemos que cualquier transferencia de competencias del Estado Federal a las provincias o a la Ciudad tiene que ir acompañada de la correspondiente transferencia de recursos. Lo dice la Constitución Nacional en el inciso 2 del Artículo 75, no Mauricio Macri.

Aún con la transferencia de las áreas de seguridad urbana de la Federal, tampoco sería mucho problema que la Ciudad pague la Metropolitana expandida. Baste recordar que la Ciudad de Buenos Aires aporta más del 20% de los recursos para constituir el Fondo Publicitario de Pechito López, de Compra al Por Mayor de Gobernadores y de Edificación de Palacetes Feudales en el Interior, también conocido como "coparticipación federal de impuestos", pero sólo vuelve a ella el 1,4%.

La Ciudad no tiene ningún problema en pagar el costo de su propia policía, y para ello simplemente debe pedir que se le devuelva parte de la plata que se le quita a los porteños para que se la fumen la Nación y las provincias.

Quizás lo que molesta es que la Ciudad sí pueda pagarlo, en vez de lloriquear e ir a morir al pie del Néstor como los señores gobernadores de las señoras provincias para que les pasen fondos.

5) La Metropolitana estará equipada con picanas eléctricas.

Y dale con Pernía. Las pistolas eléctricas Taser, mal llamadas "picanas eléctricas", o peor llamadas "picanas PRO" (¿cómo tendríamos que llamar a las pistolas Taser que usa la Policía de Córdoba? ¿"Picanas Schiarettianas"?) son alternativas menos letales que usar una 9 milímetros. ¿Preferirían las almitas sensibles del progresismo nacional que en una toma de rehenes la Metropolitana dispare munición de plomo?

Considero altamente preferible tener para esas situaciones un arma con un potencial de letalidad mucho menor que las armas de fuego, y hasta ahora pensaba que los progres también querían que hubiera armamento menos letal para la seguridad pública.

En última instancia, es el típico e idiota argumento de culpar a la herramienta y no a quien la porta. Una capacitación concienzuda del personal que emplearía las Taser (que tengo entendido que es el de operaciones especiale de la Metropolitana, no los agentes de calle comunes y corrientes) y una eficaz acción de control de las operaciones policiales son mucho más efectivas para controlar los abusos policiales que prohibir el empleo de determinadas herramientas.

6) Hay que propender a un modelo de policía no violenta y no represiva.

Ya lo intentamos, muchachos. ¿No se acuerdan de una publicidad de hace unos años, que tenía un lindo jingle que decía "pero miraaaaa, volvé a miraaaaaar, que no estas soooolooooooo... en la Ciudaaaaaad..."

¡La Guardia Urbana, muchachos! ¿Ya se olvidaron?

Esa sí que era una institución de seguridad bien progre.

Nada de uniformes; chombitas azules y pantaloncitos. Nada de gorras con plato y visera; gorritas "cap" para ser más amigables, ¿viste? Nada de escudos heráldicos o insignias en gorra o pecho; sólo un escudito naranja que dijera "Guardia Urbana BsAs". Nada de grados ni jerarquías; somos todos amigos. Nada de pistolas, garrotes, tasers o lacrimógenos; un silbatito para llamar al orden al no-criminalizable, y de paso irritar los oídos de todo el mundo en cada bocacalle de la ciudad.

Muy "warm and fuzzy", como dirían los norteamericanos. Y rotundamente inútiles. Demostradamente.

******

Concluyo aquí con esta entrega extra dentro de la semana. Espero que les haya parecido interesante.

Hasta la próxima.

sábado, 6 de febrero de 2010

Breve del sábado: Confirmación

Hace dos semanas comparé a la impresentable diputada Diana Conti con Andrei Vyshinski, el "fiscal" favorito de Stalin durante las grandes purgas de la década de 1930. El miércoles pasado, en una entrevista televisiva con los periodistas Alfredo Leuco y Pepe Eliaschev, la mismísima Conti se proclamó como stalinista.

Debo decir que no esperaba tan rápida confirmación.

Palos en la rueda

(Ante todo, pido disculpas por la redacción general de este post. Las dos y media de la mañana no siempre es una buena hora para escribir)

"Palos en la rueda", repitió la Presidenta en varios de los discursos con los que nos anduvo aturdiendo desde que empezó el affaire Redrado.

Así llama ella a los controles que los poderes Legislativo y Ejecutivo pueden hacer de los actos de gobierno y de las decisiones presidenciales. Como si la Constitución existiera simplemente para amargarle la vida. Recursos de amparo, apelaciones, jueces de primera instancia y cámaras federales, comisiones bicamerales, cartas orgánicas, mociones de censura, todo entra en la definición de "palos en la rueda" que enarbola la abogada cuyo título nunca se dio a conocer.

Al principio, lo descarté todo como un simple eructo verbal de la imbécil. Ya quisiera yo todos los "palos en la rueda" que se le pueda aplicar al desgobierno de la bruta guaranga sexóloga de arrabal y corredora de cuatriciclos.

Pero basta con empezar a pensar las cosas un poco más.

"Palos en la rueda". Siempre es la misma historia, llámese Kirchner, Chávez, Hitler o Mongo Aurelio el mandatario de turno. Gobernar requiere rapidez de decisión, es indispensable que las decisiones se tomen ya, ahora, inmediatamente, sin dilación ni debate; y si llegara a haber debate, que no joda por mucho tiempo. Ahora, ahora mismo, que "la amenaza", "el peligro" y "los malos" son tan graves e inminentes que no podemos perder ni un segundo. No sea cosa que nuestros gobernantes pasen un minuto sin tener todo el poder en sus manos.

O si no, fíjense la manera en la que ya parece asumido que el buen gobierno es el gobierno sin trabas, sin límites, tajante en sus decisiones y expeditivo en su implementación. Con este ideal de "buen gobierno", las mayorías especiales, las instancias revisoras, la intervención judicial, los procedimientos complejos, son todos obstáculos a ser evitados, esquivados o directamente removidos.

Los apologistas del Estado, que deliberadamente son cultores de esta falsa idea de "buen gobierno", dicen que la complejidad del sistema y de los procedimientos resulta en pocas leyes, en procesos largos y complejos de negociación y debate, en requisitos exorbitantes en su cumplimiento, en parálisis gubernamental... en suma, impiden que el Gobierno gobierne rápidamente.

Aparentemente, eso estaría mal.

Y yo digo "todo eso es una mierda".

Vamos por partes.

La primera que trataremos es la cuestión de los "palos en la rueda". Si por los estatistas fuera, habríamos acabado con el concepto de división de poderes hace décadas por considerarlo "un escrúpulo liberal" o alguna otra pelotudez por el estilo. Después de todo, ¿cómo alguien puede osar poner límites a las decisiones de aquellos ungidos por la voluntad del pueblo? Si creen que exagero, los remito al constitucionalismo de mingitorio de Miguel Ángel Pichetto, según el cual para comprobar quién tiene razón y quién no, hay que ver a cuál de los dos eligieron mediante el voto.

Pero me estaba yendo de tema. Lo que estos pelmazos no se dan cuenta, o mejor aún, lo que ignoran consciente y maliciosamente, es que la razón principal de la existencia de la división de poderes y del sistema de frenos y contrapesos es precisamente evitar que el Ejecutivo sea capaz de decidir e implementar con rapidez.

Quienes concibieron el sistema republicano de gobierno consideraron en su enorme sabiduría que el mejor gobierno es el que menos puede hacer sin el control y contrapeso de los otros poderes del Estado, precisamente porque la posibilidad del abuso de poder es una realidad inmediata sin el menor freno o instancia de control de los deseos de quien tiene el poder. Sin el Legislativo para que legisle y controle, y sin el Judicial para que intervenga e imparta justicia, no queda otro límite más que

La libertad y los derechos individuales son demasiado frágiles y preciosos como para que el Estado esté en condiciones de atropellarlos (pues en última instancia eso es lo que hace el Estado: instrumentar limitaciones a la libertad y al ejercicio de los derechos individuales en aras de garantizar la paz, el orden y el mismo ejercicio de los derechos) sin que dicha decisión de atropellarlos no haya superado todas las instancias posibles de control y reversión.

Es más, pienso que debería haber más instancias de control. Procedimientos legislativos más complejos. Mayorías más exigentes. Pienso que un Congreso que sea capaz de sacar una ley en menos de tres meses es un mal Congreso.

Que las leyes que nos gobiernan a todos puedan ser aprobadas por la mitad más uno de la mitad más uno de los miembros totales de un cuerpo legislativo es una vergüenza y una puerta para el abuso. Debería exigirse para todas las leyes un mínimo de tres quintos del total de miembros del Legislativo. De todos ellos: si de 100 van 61, el proyecto se aprueba con 60 votos, no con 31 o con 37.

Si no concurren los suficientes, mala leche: a pensar un proyecto más consensuado. Si pierden por un voto, más mala leche, aguanten hasta la próxima y piensen una ley mejor. O directamente escuchen a los que pueden tener otra opinión, capaz que se fijaron en algo que a ustedes se les pasó, o capaz que pueden encontrar una manera para que ambos ganen el 60% o el 75% de lo que quieren y no perder el 100% seguro.

La ley es el conjunto de normas por el cual nos gobernamos. Independientemente de su sanción legal o no, la ley debe ser aceptada por la sociedad como legítima y nunca considerada como la herramienta de una mayoría circunstancial o incluso artificial para aplastar a la minoría de turno. Como la Ley de Medios, por ejemplo.

Como diría el escritor Robert Heinlein: "Si un proyecto es tan pobre que no logra el acuerdo de dos tercios de ustedes, ¿no harán bien en rechazarlo? Y si una ley es tan mala que hasta un tercio de ustedes está en su contra, ¿no harían bien en derogarla?" Sin llegar a los extremos de Heinlein, creo que da en la tecla: la ley injusta, la ley forzada, la ley parcial, la ley impuesta sobre una ciudadanía que no la acepta, es perversa y es mejor que estemos sin ella.

Una ley no puede pasar así nomás por un Rossiducto de mayorías automáticas y numéricamente ajustadas. Es demasiado preciosa e importante para eso. Una ley no puede entrar y salir pichettamente incólume y en tiempo récord. Es demasiado importante como para que se acepte una única visión y se le permita regir a una sociedad sin que todos los aspectos de la misma hayan sido considerados.

Dirán: ¿qué pasa en caso de guerra o de desastre? ¿No será un sistema con demasiados controles incapaz en esas circunstancias? Y yo les digo: si hay un desastre o una guerra, cabría esperar que sean lo bastante responsables y decentes como para reaccionar al instante. Quiero creer que si Buenos Aires se inunda o si hay un terremoto en Mendoza, y si los políticos tienen un mínimo de decencia humana, harán lo posible por decidir rápidamente.

Y después está la Justicia. La ley, la obra de gobierno, el decreto, la resolución, deben ser todos perfectos desde el punto de vista legal. No deben exceder las atribuciones de quien las dicta, no deben tener ni una coma objetable o sin sustento en la Constitución y en las leyes, no deben pisotear los derechos individuales cuya defensa es la razón de ser de un Estado. Si por un tecnicismo o por un error en un artículo una ley es inconstitucional, pues lo lamento por quienes la proponían; redáctenla mejor la próxima vez, porque una ley es demasiado preciosa e importante como para que quienes la redacten o conciban no la hagan lo más perfecta posible.

¿Qué conclusiones debemos sacar de todo esto? Lápiz y papel.

1) El mejor Gobierno no es el que hace el mayor bien sino el que puede hacer el menor mal con el poder que tiene.

2) La existencia de controles y contrapesos mutuos es la primera garantía de que los derechos de la ciudadanía no serán atropellados por el Estado.

3) El poder del Estado jamás puede tener por único límite la buena voluntad de quien circunstancialmente lo ejerce.

4) La multiplicidad de controles y requisitos a superar no obstruye la acción de gobierno, sino que la perfecciona.

Repitamos esas frases hasta en sueños, hagamos que los chicos las escriban cien veces todos los días desde los tres años hasta que salen de la secundaria, pongámoslas al dorso de los billetes.

Los palos en la rueda, le digo a la imbécil y mendaz maniática que nos desgobierna, son lo que nos salva a nosotros los ciudadanos de la voracidad de ustedes los políticos.

Si fueras una gobernante decente, una persona inteligente, una constructora de consensos, una estadista que mira más allá de su billetera, si fueras todo eso en vez de ser un mamarracho fraudulento y prepotente que, hundido en el delirio maníaco-depresivo al que te someten los psicofármacos, pretende dominarlo todo a fuerza de microfonitos manoseados, si tus leyes fueran justas, correctas, ajustadas a derecho y con los intereses de la Patria en mente, superarías todos los requisitos legislativos y judiciales que necesita una verdadera ley, más allá del número de levantamanos que Rossi y Pichetto pueden alinearte.

Y entonces te daría genuino orgullo ver cómo lo que proponés supera lo que llamás "palos en la rueda".

Porque esa es la mejor prueba de que hacés un buen trabajo.
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