sábado, 28 de febrero de 2009

Un Gobierno de malparidos

Nadie quiere volver a vivir la locura que pasamos en el 2008.

Meses y meses de idas y venidas, de forcejeos, maniobras, dichos y entredichos, trampas de toda clase, agresiones y declaraciones histéricas, y por sobre todas las cosas, una tensión insoportable.

Un conflicto iniciado por la angurria de un Gobierno para el que todo lo que existe se califica en términos de caja e ingreso. Un Gobierno con el que es imposible negociar, sencillamente porque en su cosmovisión no existe la idea de "acordar de buena fe".

Convocan a "negociaciones" que resultan ser discusiones sobre espejitos de colores. Intentan arreglos confidenciales sólo para dejar culo al aire a los que estuvieron involucrados. Y ahora, como si no bastara con el tema que está en el centro de la discusión, el matrimonio demente hace un escape para adelante y amenaza con estatizar el comercio de granos. Y por decreto además.

Se ríen, encima. Largan la bola por debajo, le dan una pátina de confirmación a través de los idiotas útiles de Pravda/12 y ante la inquietud que provocan, lo mandan a Caníbal Fernández a decir que quienes reaccionan lo hacen en base a "suposiciones" o no sé qué otra imbecilidad.

Gracias a eso, estamos camino a volver a la locura del 2008.

Es, lisa y llanamente, una administración conformada enteramente por malparidos. Porque sólo unos malparidos, unos hijos de puta en estado químicamente puro, pueden querer meter a cuarenta millones de personas en un conflicto interno sólo para no perder la manija de la plata pública. Que es nuestra en realidad y no de ellos.

Y sí, me estoy yendo de mambo. Qué clase de análisis político puede hacerse cuando los que gobiernan son sólo matones.

Da lo mismo que lo hagan para correr con la vaina a los ruralistas, para obligarlos a vender, para hacer que cedan en las negociaciones o simplemente porque se babean por la guita. El motivo no importa. Sus acciones demuestran que son todos malparidos, del primero al último.

Desde los malparidos chiquitos en los niveles más bajos del Estado, esos que prepotean como la empleada pública de Gasalla y se creen los duques del gallinero, pasando por los ministros malparidos que mueven plata como arbolito de la calle Florida, sacando unos cientos de millones por aquí para dárselos al amigo contratista de acá o a los militantes de la otra cuadra, sin olvidarnos de los malparidos interesados en la venganza o el revanchismo que se valen del Estado para llevar a la realidad sus fantasías ideológico-masturbatorias.

Y rematando en los malparidos supremos. La pareja. De quienes más podemos estar hablando.

Esa asociación ilícita que se comporta como si todos nosotros estuviésemos en su declaración jurada. Que entorpece cualquier actividad medianamente rentable para llevarla a la quiebra y después regalársela a sus amigos. Que ve al Ejército de la Patria como un montón de soldaditos de plomo a ser usados en sus chiquitajes mezquinos. Que tiene la caradurez de decirnos a todos nosotros que quieren que nos vaya bien sólo para cobrarnos más impuestos.

Los dos por igual. El tuerto vengativo, rencoroso y dictatorial que se comporta como el nene caprichoso que si no juega, no presta la pelota... sólo que prefiere pincharla antes que prestarla. Y la otra, la testaferro, la falsa abogada que gracias a la medicación para el trastorno bipolar pontifica y hace mohínes para las cámaras.

La historia los recordará como lo que fueron, son y serán. Dos malparidos.

sábado, 21 de febrero de 2009

La alternativa liberal

(Motivado por un comentario del lector Andrés)

¿Qué opciones quedan para que se forme una verdadera alternativa liberal en la Argentina?

A juzgar por cómo están las cosas, pocas.

Seamos honestos. En estos días y en este humor social, cualquier agrupación política que sostenga ideales de reducción del Estado, libre mercado y desmantelamiento del sistema de inseguridad social está condenada a ser un simple club de amigos, con pocas esperanzas de llegar a tener un peso real en el escenario político nacional.

No sólo las grandes opciones políticas, sino también la opinión pública, están dominadas por una concepción estatista de la vida pública, cuyo objetivo principal es mantener un Estado de Bienestar a la europea en este país tercermundista, que pueda satisfacer a la perfección una lista de "derechos" en constante expansión sin que ninguno de los beneficiarios tenga que pagar.

En suma, lo que las grandes líneas de nuestra política consagran como principio es el ideal argento de vivir de arriba.

Una alternativa que proponga eliminar ese sistema y reducir al Estado a los papeles de donde nunca debería haber salido (resolución de controversias, defensa nacional, relaciones exteriores, seguridad pública y asistencia de emergencia), desmantelar el aparato sindical fascista que dejó el peronismo y plantear una verdadera modernización institucional del país será como mínimo antipática para una sociedad que no renuncia a ese ideal de un Estado benefactor, sin importar qué tanto haya fracasado este Estado en nuestro país.

A pesar de esto, existen dos vertientes principales en la política argentina: una "progresista" encarnada en los partidos de la centroizquierda nacional y algunas facciones del peronismo, y una "conservadora" representada por buena parte del peronismo y de los partidos de la centroderecha argentina. Un liberalismo en el sentido completo del término sólo encontraría posibilidades de influir en el escenario político asociándose con estos sectores conservadores del sistema político.

Eso significaría, a primera vista, hacer un pacto con el diablo, es decir, encontrando coincidencias con el ala más potable del movimiento político más antiliberal que conoció la Argentina: el peronismo. Lamentablemente, todo pacto con el peronismo lleva a la larga a convertir al "asociado" en un nuevo apéndice del Movimiento, y a la larga a lo único que ayuda es a darle al peronismo la oportunidad de convertirse en su propia oposición y mutar para asegurar su supervivencia.

Entonces, si por sí mismo no puede sobrevivir en un clima antiliberal y si la única opción de alianza pasa por meter la cabeza en la boca del oso, ¿qué opciones puede tener una tendencia política liberal?

Mi opinión es que la opción más factible pasa por apostar al largo plazo.

La alternativa liberal debe aceptar las alianzas con otras tendencias de igual o similar visión de la política, y también deberá aceptar a aquellas fracciones de otros movimientos políticos que, habiéndose distanciado de los mismos, acepten sumarse al proyecto.

Esta alternativa deberá resignarse a que el éxito electoral le será esquivo por bastante tiempo. No debe plantearse como objetivo ganar la presidencia o una mayoría legislativa en la primera elección; su objetivo inicial debe ser desarrollar una estructura central, organizarse a nivel nacional y lograr una presencia en las cámaras del Congreso.

Durante estos años formativos, la alternativa liberal deberá desarrollar una función pedagógica en esta sociedad infectada de estatismo para lograr la difusión de los principios del liberalismo, del libre mercado y del Estado limitado. Sin embargo, para lograr la máxima penetración electoral posible, la alternativa tendrá que hacer hincapié en una propuesta central que le permita una buena difusión en el electorado y que la ayude a distinguirse de las demás opciones electorales, además de servir como el aporte liberal inicial a un hipotético "Pacto de la Moncloa" a la argentina.

En mi opinión, esta propuesta debe ser la reducción impositiva, ya sea a través del desgravamiento del IVA a la canasta básica, la reducción del Impuesto a las Ganancias y la eliminación de impuestos "temporales" y de "emergencia" que siguen aplicándose. Sobre este punto no puede haber compromiso alguno a la hora de considerar alianzas con otras opciones políticas.

A partir de este caballito de batalla y al paso de los años, la alternativa liberal tendrá que continuar lanzando a la consideración del electorado nuevas propuestas basadas en un programa liberal de gobierno: racionalización administrativa y burocrática, resignación de facultades por parte del Estado posteriormente, y finalmente proponer en sucesivas etapas la liberalización de la economía y el desmantelamiento del falso Estado de Bienestar.

A grandes rasgos, la visión que una alternativa liberal real deberá fijarse es la de lograr que en un plazo de veinte años haya una corriente liberal en el sistema político, organizada, sostenida, que pueda formar dirigentes nuevos y que sobreviva a la salida de sus fundadores, y que esté en condiciones de alcanzar el poder y ejercerlo de manera efectiva. En mi opinión, cualquier idea de que un partido liberal en serio pueda disputarle el poder al peronismo en cualquiera de sus mutaciones o al progresismo antes de veinte años es, como mínimo, demasiado esperanzada.

Pero eso no quita que no haya que ir pensando en un futuro en donde eso no sea así.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Desparasitación

La existencia de una clase política es una amenaza permanente contra la libertad y la propiedad individual.

Mientras exista una clase de personas que por su condición de "políticos" esté protegida de las depredaciones que el Estado realiza sobre los ciudadanos comunes y corrientes, mientras existan personas que hagan de la política y de la función pública un modo de vida y que por lo tanto dependan del Estado para su subsistencia, existirá la tentación de aumentar el poder de ese Estado sobre la sociedad y de eternizarse en el control del mismo.

Tal vez peque de ingenuo, pero si les fuera imposible a los miembros de la "clase política" vivir del Estado y tuvieran que reacostumbrarse al hábito de trabajar después de cumplir sus mandatos, ya no les sería tan redituable apoderarse de todo lo que pueden tocar. Después de todo, si cuando se les acaban los períodos tienen que volver al llano...

¿Pero cómo extirpamos una clase política, o evitamos que surja?

Inevitablemente existirá en la sociedad un estrato más cercano a la función pública y a la dirigencia; eso es algo que no puede impedirse por nada del mundo, a menos que se padezca de la enfermedad mental conocida como "progresismo" y se crea que el mundo debe adaptarse a las fantasías.

Con esto en mente, la opción pasa por asegurarse que les sea imposible a los "políticos" eternizarse en los cargos, o siquiera permanecer en ellos por demasiado tiempo. Y a la par de esa limitación, asegurarse de darle al sistema mecanismos eficaces para expulsar a quienes hayan "cumplido su ciclo" y para prevenir los esfuerzos de algunos por estar siempre encaramados en el cargo.

El primer punto se resuelve de una manera sencilla: prohibición absoluta de la reelección y de cualquier mandato por tiempo indefinido.

Que los presidentes se vayan a sus casas después de cuatro (o seis años, si volvemos a la sabiduría de 1853) y que después no puedan volver ni para atender el teléfono.

Que los legisladores tengan que buscarse un nuevo trabajo después de uno o dos mandatos (si vamos de moderados y les dejamos que se queden ocho años como mucho en la Cámara de Diputados) y que no puedan ni siquiera pensar en colarse en alguna lista sábana.

Y que los jueces, desde los ministros de la Corte hasta el último juez provincial, limpien sus oficinas después de diez años, así vuelven a la práctica privada del derecho en lugar de pasar el resto de sus vidas con exención impositiva "para garantizar la intangibilidad del salario y la independencia judicial".

El segundo punto pasa por establecer en donde sea factible la imposibilidad de volver a ejercer cargos públicos para aquellos que ya los hubieran desempeñado. Así, a un diputado que terminó su mandato (o mandatos si les damos la chance de una sola reelección) sólo le quedaría arriesgarse al Senado, a una gobernación o a la Presidencia, en lugar de poder contar con la chance de vivir de su banca de por vida.

Ni hablemos de erradicar las jubilaciones de privilegio: quizás así sean un poquitín más respetuosos de las jubilaciones y pensiones de las ovejas de este gran rebaño argento.

Por último: ¿cómo prevenimos que se intente la eternización en el poder?

Estableciendo para empezar prohibiciones contra esos esfuerzos en la Constitución, incluso con "cláusulas pétreas" que fulminen como anticonstitucionales cualquier clase de reformas que establezcan la reelección indefinida, y resguardar esas cláusulas (y a la Constitución en general) con requisitos exageradamente difíciles de cumplir para que se la pueda reformar.

Pero debemos reconocer que el ingenio político aplicado a la causa de quedarse para siempre en el cargo puede eventualmente rendir frutos para algún tránsfuga potencial.

En ese caso, dado que los políticos son inmunes a la vergüenza, al derecho y a cualquier otra cosa que se interponga entre ellos y el poder, y ya entrando en el terreno de la imaginación, tal vez haya que legalizar el tiranicidio y establecer que cualquier funcionario electo que manifieste su intención de quedarse en el cargo luego del final de su mandato, buscar una reelección que le está vedada o cambiar la Constitución y las leyes para facilitar su reelección, puede ser muerto por cualquier ciudadano en ejercicio de su deber de defender a la Patria y a la Constitución.

No lo llamo "magnicidio" porque está lejos de ser "magno" el que quiera quedarse para siempre en el cargo. Y ya que cualquier otro obstáculo tiene a los miembros de nuestra "clase política" sin cuidado, quizás una buena dosis de temor por la vida propia los haga recapacitar.

Qué les puedo decir, ando de mal humor esta madrugada.

sábado, 14 de febrero de 2009

Se reducen las alternativas

Parece que al menos en Provincia de Buenos Aires vamos a tener tres líneas contendientes para las próximas elecciones. Los peronistas disidentes más Macri y de Narváez por un lado, la Coalición, los socialistas y los radicales por otro, y el Kirchnerismo y sus asociados.

Y digo líneas porque aplicarles el rótulo de "partidos políticos" es ser demasiado generoso. Siguiendo la tradición política argentina, se trata de rejuntes de neto corte personalista, compuestos por lo que cada uno de sus grandes nombres es capaz de poner en la mesa de negociaciones.

A lo sumo, serán partidos "prét-a-porter", como les decían en una época, hechos a medida de la figura dirigente de turno.

Pero lo verdaderamente interesante es que al fin se está dando un proceso de confluencia entre algunas de las sectas de la oposición. Quizás la impresión de estar ante la creación de dos rejuntes no esté lejos de la verdad, pero tampoco se puede ignorar que, de haber primado el ánimo de hace dos años, esta vez estaríamos viendo al menos cinco líneas opositoras distintas (Macri, De Narváez, peronistas disidentes, Coalición Cívica y UCR). En ese sentido, que la decisión sea entre tres alternativas electorales es siempre preferible a que sea entre seis.

En lo personal creo que hay que marchar hacia un reacomodamiento definitivo de las fuerzas políticas de este país, uno que termine de una vez por todas con el caos que nos dejó el golpe civil de Duhalde.

Naturalmente, y desgraciadamente, dicho alineamiento incluirá la regeneración del peronismo, con la inestimable colaboración de Mauricio Macri. La movida de Solá le está dando a los caciques del peronismo la salida "elegante" que necesitan para despegarse del Néstor sin quedar como "traidores" al Justicialismo... que ha hecho de la traición interna su mecanismo de supervivencia.

En cuanto al otro lado de la oposición, está por verse si los restos mutantes del radicalismo, el socialismo compacto y Cobos y su colección de fugitivos K son capaces de conformar junto a los sectores que rodean a Carrió un conjunto socialdemócrata (a falta de un mejor término) que se sostenga en el tiempo y que sirva para, aunque sea, respirarle en la nuca a los peronistas.

El Kirchnerismo, mientras tanto, sólo se mantiene con aquellos que cuando ven a Néstor ven más una fuente de dinero rápido que un verdadero plan. En ese sentido, el kirchnerismo no tiene nada que retenga a los incondicionales que le quedan excepto la promesa de plata, plata y más plata. Su suerte depende de mantenerse sentado sobre la caja, de no cometer torpezas irreparables y de no enfrentarse a una opción que atraiga la atención de los que todavía están de su lado... o que les garantice más caja.

Lamentablemente falta una tercera opción. Una verdadera opción entre las dos que mencioné anteriormente. Una opción que no vea en el Estado una solución a todos los problemas sino que la busque en la creatividad individual y en el espíritu de empresa. Una opción que crea verdaderamente en la limitación del poder y no en la promesa de un Estado todopoderoso y benevolente.

Una opción, en suma, que verdaderamente se distinga de las otras por no compartir su adoración por el Estado.

Todavía falta eso. Y va a seguir faltando por un buen tiempo. Unos cuantos años, me temo.

Pero que por primera vez estemos en condiciones de desbancar a la variante más psicópata y delirante del estatismo argento... eso es un comienzo. Aún si los encargados de hacerlo son los resucitadores del justicialismo y la muchachada mística de Carrió.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Popurrí del miércoles

No tengo un tema definido para este artículo de mitad de la semana, así que voy con un popurrí de cositas que me han llamado la atención.

El Eshtado esh mío, mío y mío.

Néstor Kirchner niega el uso de aviones oficiales para que el vicepresidente Cobos (que anda en ejercicio de la Presidencia mientras Milady se demora en España) vaya a Tartagal. Ahora esto me inspira un par de preguntas.

Primero: ¿Qué otra prueba hace falta de que el poder en la Argentina está siendo ejercido de manera ilegal por una persona que no fue elegida para ello? Que el ciudadano Néstor Kirchner ande haciendo y deshaciendo a su gusto lo que se le cante, ¿no nos pone bajo un gobierno de facto?

Segundo: ¿Podría Cobos recuperar lo que tuvo la noche de la 125 y hacerse imponer de una vez por todas? Es el freaking Vicepresidente de la Nación, tenía autoridad para hacer volver ese avión si se le cantaba. O si no, se tomaba un pasaje y se iba solito allá a Tartagal. Ahora, si este hombre quiere mostrarse como una alternativa, debo avisarle que jugar al mantequita con los Kirchner y dejarse atropellar por el tuerto demente no es la mejor estrategia, aunque a juzgar por cómo se dejó sobar Scioli cuando estuvo en el cargo...

Vergüenza.

Una vez más, Lady Botox llegó cuarenta minutos tarde a un evento protocolar oficial. La persona que supuestamente nos representa al máximo nivel mundial volvió a demostrar su absoluta incompetencia en cuestiones tan simples (en comparación con el arte de gobernar, para el que ella se queda bastante corta) como el protocolo.

Eso sí, se tomó el laburo de ponerse la cortina de la madre en lugar de una pollera e ir por ahí diciendo esas idioteces "que siempre dice".

Encima las opiniones que vierte la señora cada vez que le ponen un micrófono adelante no pasan de ser, en las justas palabras del colega Louis Cyphre en El Opinador Compulsivo, los lugares comunes de los porteros y remiseros de la Argentina (con perdón de porteros y remiseros, valga aclarar).

Cómo me hubiera gustado que Juan Carlos le lanzara un renovado "¿Por qué no te callas?" a la cacatúa maleducada...

We, the Obamist guys/All united will prevail...

En una cosa voy a tener que coincidir con Lady Botox. Una solita y basta, ya me voy a pedir el exorcismo.

Obama es peronista. Peronista de Perón y Evita, de las Veinte Verdades, de la Comunidad Organizada y de todos los chiches.

Véanlo si no...
  • Su mayor apuesta al asumir el Gobierno: inventar un engendro clientelístico para repartir fondos públicos por doquier.
  • Se las da de refundador del país; antes de que llegara, no existía nada.
  • Vive quejándose de la herencia recibida y basureando al que vino antes de él.
  • Proclama que si no se hace lo que él quiere, sobrevendrá el caos, los jinetes del Apocalipsis y la mar en coche.
  • Los que están en contra de él son racistas (bueno, no podíamos esperar que copiara lo de "neoliberales", algo de originalidad tenía que tener el muchacho...)
  • Sus secretarios ya tienen prontuario.
  • La oposición es buena si se sube al tren; si se opone a las propuestas oficialistas, entonces es antipatriótica.
  • Le gusta tener un culto a la personalidad (si no me creen, vean los posters de campaña del tipo, no tienen nada que envidiarle a los de Mussolini).
  • Se queja de la prensa opositora (la poca que hay) y le molesta cuando le hacen preguntas inconvenientes...
Supongo que Cristina sabe de lo que habla... por una vez en la vida.

Bueno, bien dicen que hasta un reloj parado da bien la hora dos veces al día...

sábado, 7 de febrero de 2009

La boleta única

Por primera vez en mucho tiempo las distintas sectas de la Oposición dejaron atrás su manía caníbal de enfrentarse por los puestitos que pueden agarrar y se unieron detrás de algo vital y necesario para la salud institucional del país: la reforma electoral. Y la propuesta empieza por dos cuestiones tan de sentido común que no sorprende que estén completamente ausentes de la mente argenta: la abolición del festival de boletas partidarias y la implementación de la boleta única, y el traspaso de la responsabilidad de organizar las elecciones a la Justicia Electoral.

(De todas maneras, no crean que me he vuelto idealista. La Argentina me enseñó a desconfiar de toda propuesta hasta que pueda tocar el producto terminado. El día que vea una boleta única en el cuarto oscuro es el día en que voy a creer que llegó el Milenio.)

Desde ya, el Gobierno y su horda de chupamedias salió a rechazar la propuesta. El impresentable Aníbal Fernández llegó a argumentar que una boleta única "tendría el tamaño de una bandera" para poder tener los nombres de todos los candidatos a un cargo público, mientras que uno de los tantos autómatas del Frente para la Victoria's Secret en la Cámara de Diputados llegó a decir que el objetivo de la propuesta (¡malos opositores, malos!) es pintar al Gobierno como defensor del fraude electoral.

Bueno, señor diputado, a quien le quepa el sayo...

En cuanto al argumento retardado de Aníbal Fernández, me voy a tomar el laburo de proponerle una pequeña solución.

Si el problema es que haya demasiados candidatos para meter en una misma boleta, entonces aprovechá para cambiar el sistema de listas sábanas.

Que cada provincia se divida en tantos distritos como diputados nacionales o legisladores provinciales elija, y que cada distrito elija a un sólo diputado. Así, tendrías únicamente un nombre por partido en cada boleta en lugar de treinta y seis.

Simple, ¿no?

Beneficioso, además: cada distrito sabría bien quién es el que lo representa en la Cámara de Diputados, o en la Legislatura provincial, conocería su cara, podría seguirlo... y de paso, le metería a dicho diputado en la cabeza la agradable idea de que todos saben quién es en el lugar donde lo eligieron.

Hasta, y aquí ando fantaseando, haría más fácil implementar un sistema de referéndum revocatorio para los cargos legislativos...

Claro, se acabaría la doble jodita peronista de meter inútiles e impresentables en lugares de la lista y traccionar a toda la Provincia de Buenos Aires detrás del Conurbano, ¿no?

Qué bueno que Aníbal sólo se preocupe por lo complicado que va a ser para el votante manejar una boleta de gran tamaño.
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