sábado, 27 de agosto de 2011

El primitivismo progre

Como hoy se me complica el día, dejo una nota que leí originalmente gracias a los amigos de El Opinador Compulsivo y que aunque trata acerca de Rodríguez Zapatero, no orina lejos del recipiente en lo que hace a nuestra "clase política".

En serio, cambien el nombre de Zapatero por cualquiera de los cretinos que rigen los destinos de la Patria y calza como conchero en una vedette.

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Tonto no, sólo primitivo e ignorante

Por Alberto Gómez

ZP se niega a hacer los recortes necesarios para la recuperación, mientras reparte subvenciones como si la riqueza saliera de fuentes inagotables. Al mismo tiempo, para sujetos como él, el mundo se acaba por escasez de espacio, alimentos o materias primas. Estos y otros aspectos hacen a muchos preguntarse si ZP es tonto. No exactamente.

Zapatero es primitivo e ignorante, como todos los socialistas. Sus ideas económicas reflejan unas intuiciones tan primitivas como los primeros homínidos, adaptados a una vida en la que los bienes los produce la naturaleza. Esta situación empezó a cambiar apenas hace unos miles de años, cuando se inventó la agricultura y la vida urbana y, especialmente, cuando surgió la revolución industrial y tecnológica. A partir de entonces, los bienes no se extraen en bruto de la naturaleza, sino que los producimos nosotros, con lo que empieza una revolución económica para la que la intuición con la que venimos "de fábrica" no sirve. Heredamos de nuestros antepasados los genes que intervienen en la arquitectura y funcionamiento del cerebro y, por tanto, heredamos la mente y las percepciones mentales, incluidas nuestras intuiciones. A la vista de esto, ¿qué intuiciones económicas traemos "de fábrica"?

Los homínidos no fabricaban nada, excepto piedras cortantes. Los únicos bienes, la carne y los frutos de animales y plantas salvajes, los producía la naturaleza. Estos se apropiaban y consumían casi inmediatamente. De ahí heredamos la intuición primitiva de considerar que cualquier cosa apetecible que aparece ante nuestros ojos constituye un objeto de legítima apropiación... o de reparto a regañadientes. Para darse cuenta de ello basta observar a los niños. La noción primitiva de propiedad existía y existe, pero con respecto a lo de uno mismo, no con respecto a lo que es de los demás. La propiedad de otros era y es algo discutible para los primitivos, los niños y los no educados.

Ya que los recursos no se fabricaban sino que estaban dados por las circunstancias naturales y se agotaban localmente –de ahí la vida nómada de los hombres primitivos–, hemos heredado la intuición de que tener más significa que otros tienen menos. Por tanto, para lo más profundo de la psique de un hombre ignorante como ZP, los humanos no producen ni crean, sino que explotan, ya sea la naturaleza o a otros humanos.

Pero si situamos a un hombre primitivo en el mundo actual, y le mantenemos fuera de contacto con el mercado –por ejemplo dándole un asiento en el Congreso–, para él resultaría evidente que vivimos es una época con superabundancia de bienes y de riqueza a la vista de la publicidad y los escaparates que produce el sistema de incentivos del mercado, del cual él es ignorante. En el mundo actual de relaciones anónimas, ese hombre no conocerá los méritos que ha hecho cada uno para poseer algo más que él. Tampoco conoce ni reconoce el esfuerzo que han hecho los que han fabricado ese bien tan caro que le venden. Para ese hombre, las percepciones primitivas de superabundancia y de "injusticia distributiva" son inevitables en el mundo actual.

Por resumir, es lógico que un hombre como ZP, ignorante e improductivo, secuestrado por sus intuiciones económicas primitivas, crea que los bienes, "los puestos de trabajo" y la riqueza vengan y vayan, como los frutos de los árboles o las manadas de animales o el mineral de la tierra. Para él es evidente que los ricos son ricos porque los pobres son pobres. Piensa que las cosas están mal repartidas y su sentido de justicia le dicta que hay que repartir esa riqueza. Ni por asomo se le ocurre que ese reparto reduzca lo más mínimo el total de riqueza disponible en el futuro. Ahora bien, por mucho que tenga, sus cosas son suyas y solo suyas. Y piensa que se merece aún más. Su plan para la superación de una mala racha es esperar a que llegue el buen tiempo y regrese la riqueza igual que se fue. En el fondo cree que la crisis es un signo de agotamiento, ya que la abundancia y el consumo de Occidente indica de que estamos acabando con "lo que hay", o sea la naturaleza, y que dentro de un tiempo no nos quedarán recursos, ni siquiera comida, por lo que, como en las tribus primitivas, hay que empezar a liquidar niños y ancianos, porque a la larga no va a haber para todos.

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El tema de qué tan retrógrados son en realidad los autoproclamados progresistas, no sólo en materia económica sino también en cuestiones políticas y morales (en particular su obsesión por acabar con cualquier institución, tradición o norma que "reprima lo natural") es apasionante y daría para escribir largo y tendido, cosa que hoy se me dificulta.

En fin, cosas que pasan. Mucha suerte y hasta la próxima.

sábado, 20 de agosto de 2011

Tras la hecatombe


Releo un pasaje de un post que escribí hace mucho mucho tiempo, a comienzos de abril de este año. Cuatro meses y chirolas son una eternidad acá en la Argentina.

"Digan que el enemigo que tienen en frente es así de impresentable, porque los señores "precandidatos" de la oposición han hecho los "méritos" suficientes y tienen un ego lo suficientemente desproporcionado respecto de su enanismo mental y moral como para merecer que en las elecciones se los culeen parados."

Bueno, eso fue lo que pasó el domingo. Una culeada de pie. Sin atenuantes. Sin misericordia. Sin vaselina.

Carlos Pagni ha sintetizado las grandes falencias que condujeron a este desastre de una manera que yo no podría igualar nunca: la oposición ha perdido no sólo por la falta de una estructura nacional y por la mezquindad inigualable de sus capanga; no sólo perdió porque optó por confiar en la aparición de un redentor arrastravotos, esperar que el PJ se rebelara cuando el primer mandamiento del pejotismo es siempre correr en ayuda del vencedor, pensar que bastaba con estar "en contra de" para estar unidos y apelar a la permanente denuncia de los múltiples y horrendos delitos de este gobierno sin mover el más mínimo dedo para actuar sobre esas denuncias.

Pero por sobre todas las cosas, la oposición perdió porque se negó a cambiar la historia. Parafraseando a Pagni, la oposición o careció de una imagen de país alternativa a la que ofrecía el kirchnerismo o compartía la oficial. Aquel reproche eterno del kirchnerismo, haya sido pronunciado con tono pedante por Cristina o envuelto en las sandeces de Caníbal Fernández, de que no tenían una sola idea propia con la que contrastar al Gobierno, demostró ser en gran parte cierto.

El resultado de tener que optar entre un gobierno que tendrá un decálogo demoníaco pero al menos tiene un decálogo y una oposición que no se anima a cuestionarlo y que incluso llega a colgarse de sus postulados puede sintetizarse en una gran frase del amigo Rothbard allá en El Opinador Compulsivo: "¿Para qué vamos a ir a La Salada si en casa tenemos a la original?"

Estar "en contra de" es fácil y nos reporta la amistad de los cagones que esperan a que el contrario esté débil para pegarle; estar "a favor de algo" es mucho más difícil e ingrato, y nos hace perder a quienes no coinciden con nosotros por más que entre todos estemos en contra de otro. Sin embargo, si no se está dispuesto a hacerlo, no se merece el liderazgo por el simple hecho de no estar dispuesto a ejercerlo. La oposición demostró no merecer el liderazgo.

La mezquindad y la soberbia de una banda de pigmeos políticos que parecieron no darse cuenta de que la Argentina, como los empresarios al ex ministro Pugliese, responde con el bolsillo cuando se les habla con el corazón y golpea con la billetera cuando se les habla sólo con pelotudeces sensibleras y vacías, terminó por pasarles factura.

Allá quedó el afónico Ricardito Alfonsín, que no tuvo más ingenio que mandar a ponerse los chalecos del padre y demostrar que la pelotudez es genéticamente transmisible, apenas mil votos por encima de Duhalde, cuyo ingenio estratégico debe ser puesto en duda por lo menos desde que en 2003 nos legó al mil veces maldito Tuerto, dos candidatos que soñaban con resultados de más del 20% y que ahora tienen que bancarse cerca a la ambulancia repleta de progres desencantados y de ex mucamas paraguayas del kirchnerismo que conduce el elfo Binner, quien es el único de los Cinco Grandes del Buen Humor que puede rasquetear una victoria a partir de sacar el 10% cuando nadie le daba por arriba del 6%.

Un poquito más abajo quedó Rodríguez Saá, abrazado a su Estado Libre Asociado de San Luis y contactándose con sus amigos interestelares del planeta Xilium, mientras que Carrió pagó finalmente los costos de un purismo tan sectario y fanático como el de los Kirchner, con el agregado de un misticismo que la convertía en el equivalente político de un líder de secta, y que le terminó dejando números tan patéticos que bien podrían ser los de una secta. Triste y bastante merecida resulta ser la caída de quien fuera la segunda candidata más votada de 2007 y que ahora quedó abajo de los votos en blanco y tiene al llorón trotskofrénico de Altamira respirándole en la nuca. Con el exterminio de Alcira Argumedo completando la debacle porteña del mes de julio, a Pino Solanas parece no quedarle otra opción que la más natural: seguir buscando una marca de pañales para adultos que se adapte mejor a su senil humanidad.

De entre todos ellos sólo Binner y sus acólitos que tratan de autoconvencerse de un presunto milagro con el mantra de "los otros encontraron su techo y nosotros nuestro piso" podrían colarse en la fila de los ganadores, y eso siempre y cuando el patovica de la fila no se percate de que quieren entrar en el boliche calzando ojotas.

El único que salvó la ropa sin atenuantes fue Macri. El único que había pedido un frente unido para las primarias, sólo para que los pigmeos le dispararan con lo que tenían a mano con más ferocidad que la que le dedicaron al kirchnerismo. El único que habiéndose bajado de la masacre de las primarias supo sobrevivir y no acabar en la irrelevancia. El único que en los meses anteriores logró victorias sorprendentes y batacazos históricos, de los que quisieron venir a colgarse los mismos que en tono pedante habían dicho meses antes que "Macri era el límite". El único que salvó su distrito contundentemente y sin sufrir (como Binner) y está poniendo pie tímidamente en otros. El único que tuvo la suficiente perspicacia como para presentir la carnicería y que no sólo no se expuso a ella, sino que ni siquiera estuvo en el mismo hemisferio, cosa de no tener ni que responder a las preguntas de los periodistas ansiosas de voces opositoras que narraran sus impresiones en la noche del desastre.

El panorama feudal de la oposición, con todos sus caudillejos, ahora quedó reducido a un puñado: Macri, para empezar, quien no debe confiar en ninguna promesa del kirchnerismo. Binner, que trata de mantenerse y rescatar algo del desastre. Y por el radicalismo reaparece Ernesto Sanz, quien seguro que debe haber experimentado esa maravillosa sensación de alegría ante la desgracia ajena que los alemanes llaman Schadenfreude ante el fracaso de un Ricardito Alfonsín al que el radicalismo llevó en andas en un acto de necrofilia pelotuda.

Respecto de los votantes argentinos y lo que optaron por estas primarias, dejo este párrafo de Relato del Presente como cierre: "Cuando te encuentres con más de 30 pirulos y veas que no podés irte de tu casa porque la guita no te alcanza para alquilar y no conseguís un mísero crédito ni en el Banco que te administra la cuenta sueldo, te vas a joder. Cuando tomes consciencia que el aumento de sueldo no fue tal, y que tan sólo se trató de una indexación salarial atada a la inflación y que, en realidad, estás cobrando lo que deberías haber cobrado el año pasado, te vas a joder. Cuando sientas que tenés que hacer malabares para ayudar a que tus viejos puedan comprar los pajaritos para la polenta porque el aumento pedorro que les "regaló" Cristina no alcanza ni para pagar el morfi, te vas a joder. Cuando tengas que agradecerle a Dios y todos los santos porque llegaste a tu casa en bolas, sin plata y con el culo roto, pero vivo, te vas a joder. Cuando tengas que elegir entre tener un hijo o llegar a fin de mes, te vas a joder. Y cuando estés en la cola del banco para cobrar tu jubilación mínima después de entregarle tu vida al laburo y te preguntes en qué momento tu progreso dejó de depender del fruto de tu esfuerzo, quizás, solo quizás, te des cuenta que no necesitabas una madre protectora sino una Presidente que no te joda la vida en nombre tuyo."

Agrego que para entonces ya va a imperar el mantra de "yo no la voté". No sé, lo veo probable.

sábado, 13 de agosto de 2011

Darwinismo populista

Es una pregunta válida la de por qué la Argentina, o mejor dicho, los argentinos, somos como sociedad tan proclives a caer en delirios populistas y dirigistas, en una actitud de tropezar diez veces con la misma piedra sin otra reacción que no sea culpar a la piedra.

Una respuesta triste que va más allá de aquella que dice que no están dadas las condiciones para crear una sociedad respetuosa del libre comercio y de los derechos individuales es la que dice que sencillamente es imposible que esas ideas calen en una sociedad que no sólo se acostumbró al populismo sino que no concibe la validez de un camino alternativo.

¿Cómo creer en la libertad de comercio cuando el mensaje social imperante es que hacer dinero es algo intrínsecamente malo, que el comercio es pernicioso y corruptor, que la virtud está en el asistencialismo y no en el espíritu de empresa, y en el que curiosamente ninguno de los que declama odiar el dinero es precisamente pobre de solemnidad?

¿Cómo se va a desarrollar una cultura emprendedora en un país en donde al que levanta cabeza y jode al amigo del comisario le caen con todo, le inventan reglas en contra y lo corren a patadas, mientras que el único que alcanza a prosperar es porque se ocupó de adornar convenientemente alguno o varios de los eslabones de la cadena de inútiles que van desde las empleadas públicas gasallescas al intendente, gobernador o presidente de turno?

¿Cómo se puede tener confianza en el Estado de derecho y en el imperio de la ley cuando las leyes son reescritas, amañadas, pervertidas o directamente ignoradas si joroban al gobierno de turno o complican a los que están colgados para hacer negocios, cuando las causas judiciales mueren ignoradas si no se es amigo del juez, si no se lo embadurna de plata o si no hay un palenque político ande rascarse, donde se puede pasar el texto de la Constitución y de las leyes por donde no brilla el sol sin consecuencias si tan sólo se es lo bastante caradura como para hacerlo a la vista de todos sin la menor vergüenza, y donde lo único que resguarda a jueces que sobreseen en minutos a los amigos y entenados o que manejan prostíbulos es el grado de lealtad al taita de turno o su habilidad para decir las cosas que suenan bien?

¿Cómo se puede creer en la participación política como camino para lograr cambios si las vías legales están todas muertas o restringidas a base de trampas de todo tipo y cuando los únicos que logran algo son los que rompen todo y mandan a la mierda a sus semejantes?

¿Cómo creer en las virtudes del trabajo cuando se alienta desde el gobierno y desde la "intelectualidad" una cultura perversa que exalta el lloriqueo y la puteada como único camino virtuoso y que no tiene empacho en reducir a los seres humanos a bestias incapaces de otra cosa que no sea estirar la mano para recibir "el plan social" de turno?

¿Cómo se puede hacer carne el respeto a la propiedad cuando se acepta como dogma que el que tiene algo es porque se lo robó a otro que capaz nunca se calentó en su puta vida por ganárselo pero cree "que lo merece", cuando se acepta así nomás el vandalismo y el saqueo como desahogo ante cualquier frustración y cuando se repite como si fuera una verdad y no un cáncer mental la muletilla de "donde hay una necesidad hay un derecho"?

No se sobrevive en un pozo ciego social como la Argentina sin hacer una serie de contorsiones morales e intelectuales. Comportarse como si en la Argentina hubiera un sistema político ordenado y racional, como si las leyes fueran de cumplimiento universal y obligatorio, como si hubiera una correlación entre trabajo, propiedad, empresa y éxito, lleva a uno a un fracaso más rápido que el que encontraría un mamut en el Sahara.

Quien quiera sobrevivir en un país donde las notas que mencioné en los párrafos anteriores son los elementos esenciales de la realidad desde hace, como mínimo, setenta años, debe por fuerza o tener de nacimiento las características necesarias y prosperar a lo darwiniano o adaptarse a como dé lugar en un proceso casi lamarckiano, mientras el resto es o condenado a la ruina o forzado a buscar campos más fértiles que esta pampa de cardos que pretende ser un país.

Salir de esta demencia, volver a la cordura, retornar a algo sensato y objetivo en vez de perseverar en el delirio voluntarista, va a requerir algo más que habilidad política. Va a necesitar de una frialdad absoluta para saber gobernar un país que llorará lágrimas de sangre antes de volver a la coherencia, por el simple hecho de que demasiados integrantes de su población ni conciben una forma de organización política y económica distinta, ni cuentan con la habilidad de adaptarse a ese cambio sin sufrir horrores.

Mañana es día de primarias. O la tomamos como una elección de mentiritas o la consideramos como la primera encuesta obligatoria y nacional. Lo único que nos queda es elegir entre el SIDA, el cáncer y el Ébola. La campaña brilló por su pobreza, su mediocridad y su farsa. ¿Podíamos esperar otra cosa?

martes, 9 de agosto de 2011

Sobre la crisis europea

Hago un posteo de mitad de semana para dejar una versión traducida de un artículo que leí en el Telegraph inglés, a cuento de los desastres que le pasan al mundo desarrollado. Espero que lo disfruten.

Si vamos a sobrevivir a la catástrofe que se avecina, necesitamos enfrentar la realidad

Por Janet Daley


¿Cuál de las siguientes es la pregunta más importante a hacer en medio de la presente crisis económica? ¿Cómo podemos promover el crecimiento? ¿Deberíamos pagar la deuda pública más o menos rápido? ¿Están los EE.UU. en problemas más graves que Europa? La respuesta: ninguna de las anteriores.

La pregunta verdaderamente fundamental que está en el corazón del desastre hacia el que corremos está siendo debatida sólo en los Estados Unidos: ¿es posible que una economía de libre mercado sostenga una sociedad democrática socialista? De este lado del Atlántico, el modelo de un sistema nacional de bienestar con amplios beneficios, pagado con la riqueza creada mediante el emprendimiento capitalista, ha sido aceptado (incluso por los partidos de la centroderecha) como la esencia del iluminismo político de posguerra.

Éste era el cielo en la tierra por el cual había luchado la democracia liberal: un sistema de redistribución de la riqueza que era misericordioso pero no marxista, y una garantía de seguridad económica y social de por vida para todos que no incluía un gobierno totalitario. Éste era el ideal para cuyo afianzamiento había sido diseñada la Unión Europea. Era el sueño del blairismo, que lo adoptó como reemplazo del socialismo de Estado del viejo laborismo. Y es la aspiración del presidente Obama y de sus demócratas progresistas, que quieren que los Estados Unidos se conviertan en una socialdemocracia al estilo europeo.

Pero los EE.UU. tienen una experiencia histórica muy distinta de la de los países europeos, con sus acumulaciones de remordimiento nacional y de culpa de clase: tiene una creencia mucho más fuerte y más resistente en el valor moral de la libertad y en los peligros del poder estatal. Esta es una crisis tan política como económica, pero no por las razones que cree el señor Obama. El barullo que casi paralizó la economía de los Estados Unidos la semana pasada, y que llevó a la pérdida de su clasificación AAA de Standard & Poor's, surgió como una confrontación en torno a los principios más básicos de la vida norteamericana.

Contrariamente a lo que afirmaron los demócratas de Obama, el enfrentamiento en el Congreso no significó que la política nacional fuera "disfuncional". La política de los EE.UU. funcionó precisamente como lo quisieron los Padres Fundadores: la legislatura actuaba como un freno al poder del ejecutivo.

La facción del Tea Party dentro del Partido Republicano exigía que, antes de que se tomaran pasos subsiguientes, hubiera un debate en torno a hacia donde estaba yendo todo. Habían visto el futuro hacia el que se los empujaba, y no funcionaba. Estaban convencidos de que la cultura asistencialista y los programas sociales que los Demócratas estaban decididos a preservar y expandir mediante aumentos impositivos sólo podían conducir a la disminución de aquella robusta libertad económica que había creado el milagro histórico norteamericano.

Y una vez más contra las nociones en boga, su punto de vista no era inocente y pueblerino: está corroborado por la experiencia europea. De por sí debería ser Europa la que esté inmersa en este debate, pero sus líderes están tan metidos en los textos sagrados de la socialdemocracia que no pueden admitir la fuerza de las contradicciones que ahora tratan desesperadamente de evadir.

No, no es sólo la naturaleza absurda del proyecto del euro la que está siendo expuesta (Fusionemos las monedas de un montón de países con condiciones económicas enormemente diferentes y fijémoslas todas en la tasa de interés de la más exitosa. ¿Qué podría salir mal?)

También está colapsando ante nuestros ojos el imán de la doctrina socialcristiana que sustentó la filosofía política de la Unión Europea: la idea de que una economía capitalista puede sostener un Estado de bienestar socialista en perpetua expansión.

Tal como la conducción de la UE está (casi) admitiendo ahora, el siguiente paso para asegurar la supervivencia del mundo tal como lo conocemos incluirá un avance hacia una economía dirigista, en la que los países individuales y sus electorados perderán grados significativos de libertad y autodeterminación.

Hemos llegado al final de juego de lo que era una doctrina insostenible: para pagar el asistencialismo que las poblaciones han llegado a esperar gracias a sus políticos, al sector creador de riqueza deben imponérsele contribuciones a un grado que hace casi imposible que pueda crear la riqueza que se necesita para pagar el asistencialismo que las poblaciones han llegado a esperar, etcétera, etcétera.

La única manera en la que los programas estatales de beneficios sociales puedan ser expandidos en la forma que se prevé para la población cada vez más envejecida de Europa es si el Gobierno se apodera de todas las palancas de la economía y produce toda la moneda sin valor (externo) que se necesite, al estilo de la vieja Unión Soviética.

He aquí el problema. Es tan profundo el desafío que plantea a la sabiduría heredada de la vida democrática occidental de posguerra que es imposible de ser pronunciado en los círculos de la UE en los que se toman las decisiones cruciales, o mejor dicho, donde no se toman.

La solución que se le ofrece al lado político del dilema es una oligarquía benigna. Ignorar las opiniones públicas nacionales y las minorías políticas turbulentas ha sido siempre por lo menos la mitad del golpe de estado burocrático de la UE. Pero eso no resuelve la situación económica.

¿Qué hay que hacer con todas esas promesas que los gobiernos han provisto por generaciones acerca de seguridad subsidiada por el Estado en la ancianidad, cobertura universal de salud (que en Gran Bretaña es, casi únicamente, completamente gratuita) y un nivel de vida garantizado para los desempleados?

Hemos estado pretendiendo, con declamaciones cada vez más maniáticas, que esto podía seguir para siempre. Aún cuando quedó claro que las pensiones públicas europeas (y el sistema de seguridad social de los EE.UU.) eran gigantescas pirámides de Ponzi en las que los beneficiarios actuales gastaban el dinero de la generación actual de contribuyentes, y que la provisión de salud estaba creando demandas imposibles para los ingresos impositivos, y que la dependencia de la asistencia pública se estaba convirtiendo en un sustituto del empleo generador de riqueza, la lección no sería aprendida. Hemos estado viviendo a base del tic-tac y del pensamiento mágico.

¿Entonces cuáles son las verdades más importantes que debemos asumir si queremos evitar, o sobrevivir, a la catástrofe que se avecina? Elevar las edades de jubilación en toda Europa (no sólo en Grecia) es imperativo, al igual que lo es elevar los umbrales para los beneficios asistencialistas de desempleo.

Bajar la carga impositiva tanto para los creadores de riqueza como para los consumidores es esencial. En Gran Bretaña, encontrar fuentes privadas de ingresos para la cobertura médica es una cuestión urgente.

Una corrección general del desbalance entre producción de riqueza y redistribución de riqueza es ahora una cuestión de necesidad básica, no una preferencia ideológica.

El obstáculo más duro de superar será la idea de que cualquiera que desafíe el consenso predominante de los últimos 50 años es un irracional y un irresponsable. Esto es lo que se está diciendo de los Tea Partiers. De hecho, lo irracional e irresponsable es la presunción de que podemos seguir tal como veníamos.

sábado, 6 de agosto de 2011

Un razonamiento al paso

Quizás sea un análisis político simplote, pero viendo la calidad de lo que opinan destacados funcionarios como Caníbal Fernández o Floppy Randazzo acerca de los resultados electorales, creo que me puedo dar el gusto.

Una de las muletillas usadas para justificar el "Cristina ya ganó" es la de decir que salvo en Capital y Santa Fe, el kakismo ganó por muerte en los otros distritos, pero una lectura cuidadosa de los resultados electorales nos puede dejar en otra conclusión un tanto más interesante. Los datos en cuestión los pueden consultar en esta infografía del diario Perfil.

Aunque la infografía marque que de los nueve distritos que eligieron autoridades en este año hay cinco pintados con el verde de "Victoria kirchnerista y/o aliados" y cuente como "victoria opositora" a lo que pasó en Chubut con el pollo de Das Neves que se volvió kirchnerista en cuanto el recuento le dio a favor, la realidad es que en sólo tres de ellos (Misiones, Catamarca y La Rioja) ganó la fórmula kirchnerista.

En los otros dos distritos pintados de verde, que son Salta y Tierra del Fuego, han ganado aliados del kirchnerismo (Urtubey y Ríos, respectivamente), pero entre los perdedores estaban los candidatos 100% kirchneristas o con más banca de la Rosada (Wayar y Bertone, en las respectivas provincias).

Claro, siempre se puede decir que cuál es la diferencia si Urtubey y Ríos soban las medias de la Rosada con regularidad, pero hay que notar que los electorados de esas provincias no eligieron las opciones explícitamente kakistas teniendo la posibilidad de hacerlo y prefirieron optar por los liderazgos locales, que en Tierra del Fuego ni siquiera pertenece al mismo partido y que en Salta incluye a un tipo que está mandando a probarse la banda presidencial en 2015. Lo mismo puede decirse de Neuquén, en donde el Movimiento Popular Neuquino se puede dar el lujo de una cierta independencia de movimiento.

En un sistema político en el que hubiera un mínimo de respeto e interacción entre el liderazgo central y los aliados regionales, esto no sería un problema; en un esquema de liderazgo como el kakista en donde las alternativas son la sumisión o la excomunión, el tener que confiar en capangas locales que tienen peso propio (y ambiciones propias como las tiene Urtubey) y que son aliados por conveniencia propia en vez de esclavos a control remoto es para ese esquema un fracaso.

En suma: de nueve distritos tenemos dos en donde la victoria opositora es clara y contundente y en donde la opción kakista fue humillada (Capital y Santa Fe), uno en donde el kirchnerismo sólo puede decir que ganó gracias a la borocotización del opositor que triunfó (Chubut), tres donde los que ganaron son aliados hoy pero que mañana bien pueden irse al otro lado y en donde perdieron los pichones de la Rosada (Neuquén, Salta y Tierra del Fuego) y sólo tres en donde la victoria kirchnerista fue incontrastable e inapelable (Misiones, Catamarca y La Rioja).

Y todavía falta ver qué catzo va a pasar en Córdoba.

No sé, pero no me parecen resultados tan favorables como para opinar que "ya ganó", que "ella tiene los votos y que los puede pasar a quien quiera". Viendo el estado de nervios que por momentos parece haber en el campo Nac&Pop, no debe andar tan bien la cosa.

En fin, ya iremos viendo cómo termina esta historia.

Y si les parece que mi razonamiento es delirante, les recuerdo que no lo es tanto como atribuir una derrota electoral a un presunto lavado de cerebros a cargo de los medios como hicieron Randazzo y Filmus después del ballottage porteño, o declararse víctima de una campaña porque osan sacar a la luz los seis prostíbulos y la cuenta suiza del putijuez Zaffaroni o los curros faraónicos de Schoklender.

En materia de razonamientos e hipótesis disparatadas, todo lo que pueda llegar a hacer yo en cualquier estado de conciencia se queda corto comparado con lo que puede pergeñar el kirchnerismo en un día común.
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